China
mira hacia Tibet y Taiwan
Por
Txente Rekondo (*)
La Haine, 27/03/08
Los tres
“enemigos” a combatir por parte de la Organización de
Cooperación de Shangai (SCO), los tres “ismos”, serían
“el fundamentalismo religioso, el separatismo y el
terrorismo”.
Y esa
filosofía está muy presente en la política que desarrolla
Beijing con el acompañamiento de otros países vecinos. En
esta ocasión son las “dos tes” las que parecen asomarse
con fuerza al escenario chino aunque por diferentes motivos,
Tibet y Taiwán.
Las
protestas organizadas en Tibet y las recientes elecciones
presidenciales en Taiwán están marcando las líneas de la
actualidad china, dejando en un segundo lugar las
conclusiones de la anual Asamblea Nacional Popular (ANP),
donde se han señalado algunos indicios de lo que será el
devenir del gigante asiático.
En la isla
taiwanesa, la victoria de Ma Ying, candidato del Kuomitang
(KMT), ha supuesto una excelente noticia para Beijing, ya
que ha supuesto al mismo tiempo la derrota del Partido
Progresivo Democrático (DPP) y el final de la era de Chen
Shui-bian.
Buena parte
de la población de Taiwán se mostraba cansada de los ocho
años de mandato del DPP y sobre todo entre las generaciones
más jóvenes no se ve con muy buenos ojos la política de
distinción étnica que ha hecho el DPP, diferenciando entre
los “benshengren” (nativos taiwaneses) y “waishengren
(inmigrantes). La corrupción, la caída de la economía de
la isla y el aumento del desempleo y de la inflación también
han actuado en contra del DPP.
Durante
toda la campaña los temas centrales han girado en torno a
la identidad y la seguridad nacional y la recuperación económica.
Sin olvidar la relación directa que todo ello guarda con la
relación con la República Popular China. Sobre la mesa
estaban dos propuestas, la del DPP que remarcaba la
existencia de “dos naciones separadas que deben mantener
relaciones entre estados” y la del Kuomitang, que aboga
por un mayor acercamiento hacia Beijing como salida más
plausible para la isla.
En el ámbito
económico, que influye mucho en la balanza final, las
relaciones con Beijing se presentan claves. Así, el nuevo
presidente defiende la apertura inmediata de vuelos aéreos
entre Taiwán y el continente chino, abrir el mercado
taiwanes al capital chino y las fronteras a una mano de obra
más barata, y sobre todo atraer el enorme potencial turístico
que representan los ciudadanos chinos del continente.
Evidentemente
la victoria de Ma ha sido recibida con cierta esperanza
entre los gobernantes de Beijing, sobre todo por el tono más
conciliador que demuestra, y curiosamente el candidato del
Kuomitang también era el favorito de Washington. Los
dirigentes de la República Popular China son conscientes
que el efecto dominó de la declaración de independencia de
Kosovo puede influenciar el debate actual, pero también
sabe de buenas fuentes que el gobierno del Kuomitang no
tiene ninguna intención de declarar una independencia “de
jure”.
Los próximos
meses el nuevo gobierno taiwanes deberá hacer frente a
importantes retos, como son “el problema de la etnicidad y
el debate en torno a la identidad nacional, la corrupción
que también puede afectar a sus propias filas y cimentar un
sistema judicial independiente”. El KMT se ha hecho con la
presidencia, lo que unido a los tres cuartos de los escaños
en el Parlamento y dos tercios de los ayuntamientos y
administraciones urbanas, le confieren un importante control
sobre la política de la isla.
Por su
parte, las protestas de los últimos días en Tibet también
están ocupando buena parte de las noticias de la mayoría
de medios occidentales. Los incidentes que comenzaron en
Lhasa, capital de la Región Autónoma del Tibet, se han
extendido a otras comunidades tibetanas en las provincias
vecinas de Sichuan, Qinghai y Gansu. Paralelamente el Dalai
Lama se ha negado a realizar un llamamiento a la calma.
Lo que más
llama la atención en esta nueva crisis es la actitud de
doble rasero que demuestra la llamada comunidad
internacional, y sobre todo la probable planificación
interesada de la misma junto al apoyo de actores
extranjeros. Así, el silencio que se tiene sobre la
realidad del pueblo uighur contrasta con la campaña mediática
que se desarrolla en torno al régimen religioso presidido
por el Dalai Lama.
El
dirigente tibetano ha señalado en diferentes ocasiones que
lo que reclama es una “verdadera autonomía” para Tibet,
y no la independencia, mientras que desde el gobierno de
Beijing se declara una predisposición condicionada para
mantener conversaciones con el líder espiritual. Sin
embargo, parece que el propio Dalai Lama y el círculo de
colaboradores quieren aprovechar la cercanía de los Juegos
Olímpicos de Verano para internacionalizar su situación.
Y en este
contexto es donde algunos no dudan en apreciar la mano
interesada de la CIA, quien desde hace tiempo mantiene lazos
de colaboración muy estrechos con el entorno del Dalai Lama
y con el Movimiento por un Tibet Libre. Son de sobra
conocidos los intereses desestabilizadores que desde
Washington se han mantenido frente al régimen chino,
utilizando para ello las justas demandas del pueblo
tibetano.
Ya en el
pasado, los alzamientos de 1959, el entrenamiento de grupos
armados tibetanos en EEUU durante la década de los años
sesenta, la colaboración de los gobierno de Estados Unidos
e India con algunos agentes tibetanos, la revuelta de 1987
son antecedentes claros que apuntan en esa dirección. De ahí
que las manifestaciones que comenzaron el pasado 14 de marzo
se puedan englobar en esa teoría.
En la
actualidad, desde algunos ámbitos del poder en la Casa
Blanca se observa el auge chino como un evidente peligro
para los intereses norteamericanos no sólo en Asia, sino
que también en África o Latinoamérica. De ahí que se
haya visto una oportunidad en estos momentos para relanzar
las demandas tibetanas y poner en peligro uno de los mayores
retos que va a afrontar Beijing en los próximos meses, la
celebración de las Olimpiadas.
La
presencia de cualificados cuadros chinos, con experiencias
en reprimir las demandas separatistas del pueblo uighur, y
de tropas de élite del ejército chino indican la
determinación de Beijing de acabar con las protestas de
forma rápida y a cualquier precio. Por otro lado, el
gobierno chino intentará evitar que este tipo de protestas
obstaculicen el paso de la antorcha olímpica por Tibet el
próximo mes de junio y sobre todo que todo esto genere un
nuevo movimiento internacional que apoye el boicot a los
Juegos Olímpico.
Una vez más
el pueblo tibetano se encuentra atrapado en una lucha donde
se imponen los intereses de terceros, con EEUU buscando
desestabilizar a China, y ésta intentando mantener su
“unidad” a cualquier precio, y con un actor local, como
es el Dalai Lama, que intenta perpetuar ese régimen
religioso-feudal que cada vez cuenta con más detractores en
su propio pueblo.
La
interferencia de esos protagonistas no debería ser
impedimento para que el pueblo tibetano pueda ejercitar
libremente su derecho de autodeterminación, sin injerencias
ni condiciones, y al mismo tiempo sea capaz de desarrollar
un nuevo sistema que rompa con los privilegios y
desigualdades que supone el sistema clerical de los monjes
budistas.
(*)
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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