Bajo
el discurso apologético del crecimiento económico...
Las
numerosas grietas del tigre indio
Por
Txente Rekondo (*)
La Haine, 15/07/08
La
presentación de India como una de las potencias emergentes
en el mundo ha supuesto que paras muchos el "tigre
indio" sea un modelo interesante a seguir en el nuevo
orden mundial que se está gestando. Sin embargo, estos días
hemos asistido a una serie de acontecimientos que muestran
la otra cara de ese "milagro" y que pone en
entredicho buena parte de la política exterior e interior
que defiende la élite india, e incluso puede poner en
peligro el futuro de India tal y como la conocemos hoy en día.
El acuerdo
nuclear con Estados Unidos, la posterior crisis de gobierno,
el ataque contra la embajada india en Kabul, las tensiones
en los estados del noreste, el aumento de la presencia y la
presión del movimiento maoísta o el resurgir de las
demandas independentistas en Cachemira, han sido una cadena
de acontecimientos, en ocasiones además relacionados entre
sí, que muestran la fragilidad de ese proyecto que se nos
presenta en buena parte de los medios occidentales.
India es
una de los estados con capacidad nuclear más poderosos del
mundo. Con 14 reactores operando a un nivel comercial,
pronto se sumarán otros nueve que están en construcción.
La propuesta del actual primer ministro, Manmohan Singh, de
firmar un acuerdo nuclear con Estados Unidos, se ha mostrado
como una calculada maniobra, a pesar de los costes que ello
le pueda acarrear, tanto en política exterior como doméstica.
Por medio de ese acuerdo, se prevé que India y Estados
Unidos colaboren en el desarrollo de la energía nuclear,
"de uso civil", del gigante asiático. Esta decisión
traerá consigo la colaboración "más estrecha"
de Delhi con Washington, sobre todo en materia de lucha
"contra el terror" y buscando una nueva balanza de
poder frente a China en el continente asiático.
Esa decisión
a corto plazo a supuesto la salida del gobierno central del
Partido Comunista de India (Marxista), lo que en un
principio colocaría al gobierno en minoría. No obstante,
el primer ministro ya había anticipado el rechazo por parte
de la izquierda institucional a sus pretensiones, por eso no
ha dudado en establecer un acuerdo de gobierno con un
partido regional, el partido Samajwadi, que hasta hace poco
tiempo era un enemigo acérrimo del Congreso Nacional Indio
, el partido en el gobierno.
Manmohan
Singh ha sopesado las dificultades que puede afrontar a
corto plazo, pero es consciente que el tema central de las
próximas elecciones legislativas del próximo mes de mayo
se centrará más en materias económicas que en el acuerdo
que pretende firmar. De momento se han dado los primeros
pasos, y se calcula que a primeros del próximo año pueden
haberse cumplido todas las condiciones y protocolos
necesarios para que el mismo entre en vigor. Hasta entonces
India deberá hacer frente a una más que previsible crisis
política tanto dentro como fuera del gobierno central, lo
que será el campo idóneo para que otros actores intenten
incidir. Sin olvidarnos tampoco de la reacción de la
comunidad musulmana en India, que puede percibir ese
acercamiento a EEUU como un ataque más contra la misma.
El atentado
contra la embajada india en Kabul es también consecuencia
indirecta de la nueva dirección que quiere mantener el
gobierno indio en materia exterior. El ataque ha ido
dirigido contra la presencia india en Afganistán, y por
tanto, puede sospecharse que detrás del mismo pueden estar
las fuerzas talibanes (ya en el pasado India se alineó con
la alianza del norte frente a los talibanes) o bien algún
grupo que contaría con el beneplácito de los servicios
secretos pakistaníes. No podemos olvidar que el pulso que
mantienen Delhi e Islamabad en torno al vecino afgano es muy
importante, y en Pakistán no ven con buenos ojos ese
protagonismo en ascenso que estaría cobrando la política
india en Afganistán.
Por otro
lado, con esa acción también se puede perseguir que el
gobierno indio se sume a la campaña militar que mantiene
EEUU, en línea con el acuerdo nuclear, y al que se estarían
sumando voces influyentes dentro de India. De esa forma, los
enemigos de la actual política india en Afganistán podrían
presentar la presencia y la labor india como un apéndice de
la campaña de ocupación que dirige Washington desde hace años.
Si se
confirma ese acercamiento estratégico con Estados Unidos,
que supondría al mismo tiempo algo similar con Israel, no
debería extrañarnos que Pakistán reaccione moviendo sus múltiples
hilos, y como en el pasado, utilice cualquier oportunidad
para desestabilizar a India, quien además vería crecer el
descontento de la poderosa comunidad musulmana.
Pero esos
no son los únicos problemas que debe afrontar el actual
primer ministro. Desde que en siglo XIX surgió la
"idea de India" el debate sobre la formación del
estado indio no ha cesado. A pesar del discurso que buscaba
las bases para la formación del moderno estado indio, y que
llegó a contar con el beneplácito de los colonizadores
británicos en los días previos a la independencia, dentro
de ese territorio existen regiones y pueblos que han
mantenido su independencia durante al colonización y que
hoy en día siguen rechazando su "asimilación"
bajo India.
La dureza
mostrada por las élites políticas post–coloniales,
intentando reforzar la idea de una única India como
"una nación homogénea con una cultura común",
no ha hecho sino alargar hasta nuestros días el conflicto
entre estos pueblos y el gobierno central. Las naciones sin
estado del noreste y Jammu & Kashmir son dos claros
ejemplos. Mientras que en el primer caso, el ciclo de
negociaciones en algunos casos ha concluido, en otros el
conflicto sigue latente, y sin expectativas de compromiso a
corto plazo.
En
Cachemira estas semanas se ha producido una movilización
que para algunos ha supuesto "la más numerosa desde
finales de los ochenta". En esta ocasión la disputa teñida
de tensiones religiosas, ha servido para que tanto el
movimiento independentista cachemir se lance a las calles
contra el gobierno central y sus títeres regionales, como
para que el movimiento islamista vuelva a recuperar buena
parte del terreno perdido en los últimos años. Todo ello,
en pleno verano, puede servir para que se produzcan ataques
o atentados importantes, tanto en Jammu & Kashmir, como
en el resto de India.
Finalmente
nos encontramos con la ofensiva que mantiene el movimiento
maoísta, que cada día que pasa se muestra más fuerte y
que lleva camino de hacer realidad la creación de "ese
corredor rojo", que uniría el sur de India con los
estado fronterizos de Nepal, y donde el poder del estado
central es puesto en jaque con demasiada asiduidad. Hace ya
meses que la clase dirigente india reconoce que el
"mayor problema" para su proyecto es el que
representa el Partido Comunista de India (Maoísta).
Bajo el
discurso apologético del crecimiento económico del tigre
indio podemos encontrar numerosas grietas. El desarrollo,
definido como algo "abstracto", no es, en muchas
ocasiones, más que el logro de beneficios de unos pocos a
costa de la mayoría de la población india, que apenas
puede llegar al final del día. La crisis en la agricultura,
las altas tasas de suicidios entre esa población, las
privatizaciones y ayudas que el gobierno central concede a
corporaciones privadas, son parte de esa otra cara. Un
ejemplo de esa política económica la encontramos en las
denominadas Zonas Económicas Especiales, donde las capas más
humildes y desfavorecidas sufren aún más, obligando a
desplazamientos forzados , compensaciones irrisorias o
recolocaciones indeseadas.
India
seguirá creciendo en los próximos años, pero el fruto y
beneficio de todo ello no revertirá en la mayoría de sus
gentes, lo que sin duda acrecentará la desigualdad y al
mismo tiempo pondrá en entredicho la solidez del propio
proyecto indio.
(*)
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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