Un triángulo peligroso

Los dirigentes indios deben volver la mirada hacia su propia casa

El ataque de Bombay

Por Tariq Ali (*)
CounterPunch, 27/11/08
Rebelión, 29/11/08
Traducido por Sinfo Fernández

El ataque terrorista contra los hoteles de cinco estrellas de Bombay estaba bien planeado, pero no necesitó de mucha logística de inteligencia: todos los objetivos eran fáciles. El propósito era crear el caos para atraer las miradas hacia la India y sus problemas y, en ese extremo, los terroristas han logrado un éxito total. Pero la identidad del grupo de encapuchados de negro sigue siendo un misterio.

Los Muyajaidines Deccan, que afirmaron ser los autores de la masacre a través de un correo publicado en prensa, es en realidad un nombre desconocido, probablemente elegido para llevar a cabo esta única acción. No obstante, las especulaciones no paran. Un alto oficial de la Marina india ha afirmado que los atacantes (que llegaron en un barco, el MV Alpha) tenían vínculos con los piratas somalíes, lo que implicaba que podía tratarse de un ataque en venganza por el éxito de la Marina india en su sangrienta intervención en el Golfo Arábigo que produjo numerosas víctimas hace algunas semanas.

El Primer Ministro indio, Manmohan Singh, ha insistido en que los terroristas tenían su base de actuación fuera del país. Los medios de comunicación indios se han hecho eco de esa línea argumental señalando a Pakistán (a través del grupo Lashkar–a–Taiba [1]) y al–Qaida como sospechosos habituales.

Pero esa no es sino una meditada elaboración de la imaginación política oficial de la India. Su función es negar que los terroristas puedan pertenecer a una variedad cosecha de la casa, un producto de la radicalización de jóvenes musulmanes indios que han abdicado del sistema político indígena. Aceptar este punto de vista implicaría que los médicos políticos del país necesitan curarse a sí mismos.

Al–Qaida, como recientemente dejó muy claro la CIA, es un grupo en declive. No ha llegado a aproximarse nunca a una situación en la que pudiera repetir algo vagamente parecido a los ataques del 11–S.

Es muy probable que su principal dirigente, Osama bin Laden, esté muerto (ciertamente no intervino poniendo su sello en vídeo alguno en este año de elecciones presidenciales en EEUU) y su adjunto se limita a recurrir a las amenazas y bravuconadas.

¿Y qué hay de Pakistán? El ejército del país está intensamente implicado en acciones en la frontera noroeste, por donde se derrama la guerra de Afganistán desestabilizando la región. Los políticos pakistaníes actualmente en el poder están haciendo repetidos gestos de apertura hacia la India. El Lashkar–a–Taiba, que no se muestra habitualmente nada tímido a la hora de proclamar sus acciones, ha negado con toda rotundidad implicación alguna en los ataques de Bombay.

¿Por qué supondría una sorpresa que los autores sean musulmanes indios? Es apenas un secreto que se ha acumulado mucha ira dentro de los sectores más pobres de la comunidad musulmana contra la discriminación sistemática y actos de violencia desplegados contra ellos, de los cuales el pogromo anti–musulmán de 2002 en la luminosa Gujarat fue sólo el más flagrante y más investigado episodio, apoyado por el Ministro Jefe del Estado y los aparatos estatales locales.

Añadan a esto la llaga de Cachemira, a la que las tropas indias han venido durante décadas considerando una colonia, con continuos arrestos, torturas y violaciones indiscriminados de sus habitantes. Las condiciones eran mucho peores que en el Tibet, pero consiguieron muy pocas simpatías en Occidente, donde tanto se instrumentaliza la defensa de los derechos humanos.

Las instancias de la inteligencia india son muy conscientes de todo esto y por tanto no deberían animar las fantasías de sus dirigentes políticos. Lo mejor que podrían hacer es dar la cara y aceptar que hay graves problemas dentro del país. Mil millones de indios: un 80% de hindúes y un 14% de musulmanes. Una inmensa minoría que no puede limpiarse étnicamente sin provocar un conflicto muy grande.

Nada de esto justifica el terrorismo, pero al menos, debería obligar a los dirigentes de la India a dirigir sus miradas hacia su propio país y hacia sus situaciones problemáticas. Las disparidades económicas son profundas. La absurda idea de que el efecto goteo del capitalismo global resolverá la mayoría de los problemas puede considerarse ya como lo que siempre fue: una hoja de parra para ocultar nuevos modos de explotación.


(*) Tariq Ali es escritor, periodista y cineasta de origen pakistaní. Colabora habitualmente con una amplia gama de publicaciones, incluido el Guardian, The Nation, y el London Review of Books. Su libro más reciente, que acaba de publicarse, es “ The Duel: Pakistan on the Flight Path of American Power ” (Scribner, 2008).

N. de la T.:

1.- Lashkar–a–Taiba es una de las organizaciones terroristas islámicas extremistas más activas en el Sureste Asiático. Fue fundada en la provincia de Kunar, Afganistán, por Hafiz Muhammad Said. Actualmente tiene su base cerca de Lahore, en Pakistán. Sus ataques más importantes se llevaron a cabo contra la India y su objetivo principal es poner fin al gobierno indio en Cachemira.