Afganistán
Operación
desastre duradero
Por
Tariq Alí (*)
TomDispatch,
16/11/08
Sin
Permiso, 23/11/08
Traducción
de Daniel Raventós
Afganistán
ha estado en guerra permanente a lo largo de 30 años, más
tiempo que el que sumaron juntas las dos guerras mundiales y
la guerra con Vietnam. Cada ocupación del país ha imitado
a su predecesora. Un corto intervalo entre guerras vio la
imposición de un maligno orden social, el de los talibanes,
con la ayuda de los militares paquistaníes y la difunta
Benazir Bhutto, la primera ministra que dio el visto bueno a
la toma del poder talibán en Kabul.
A
lo largo de los últimos dos años, la ocupación
EEUU–OTAN del país se ha encarado con serios problemas
militares. Con una severa crisis económica mundial y la
elección de un nuevo presidente de EEUU —un hombre muy
distinto de su predecesor por estilo, intelecto y
temperamento— la posibilidad de una discusión seria sobre
una estrategia de retirada del desastre afgano planea en el
horizonte. El aprieto en que EEUU y sus aliados se han
embarrado no es ineludible, pero un cambio en la política,
si tiene que ser efectivo, no puede ser solamente de tipo
cosmético.
Los
halcones de Washington argumentarán que, aunque mala, la
situación militar es de hecho aún asumible. Posición que
puede ser técnicamente precisa, pero puede requerir el
bombardeo por saturación del Afganistán meridional y de
algunas zonas del Paquistán, la destrucción de algunas
poblaciones y pequeñas aldeas, el asesinato de una multitud
de pashtuns y el envío a la región de al menos 200.000
soldados más con el equipo que ello comporta, así como el
correspondiente apoyo logístico y aéreo. Las consecuencias
políticas de tal opción son tan terribles que incluso Dick
Cheney, lo más parecido al Dr. Strangelove que Washington
ha producido hasta el momento, resulta inusitadamente
circunspecto cuando se aviene a sugerir una solución
militar al conflicto.
Resulta
obvio para el Pentágono que Hamid Karzai, el presidente
afgano, y su familia no pueden dar lo que se precisa, y ya
es probablemente demasiado tarde para reemplazarlo por el
embajador de la ONU Zalmay Khalilzad. Por su parte, luchando
por su política (y probablemente física) existencia,
Karzai continúa protegiendo a su hermano Ahmad Wali Karzai,
acusado de implicación en el prodigioso comercio de drogas
en su país, pero ha echado por corrupción tardíamente a
Hamidullah Qadri, su ministro de transportes. Qadri aceptó
sobornos masivos de una compañía aérea que transportaba
peregrinos a la Meca. ¿Es que no hay nada sagrado?
Una
situación que se deteriora
Por
supuesto que suprimir a un ministro es como silbar al
viento, dados los niveles de corrupción del gobierno de
Karzai que, por otra parte, controla sólo una porción
pequeña del país. El presidente afgano elude las estocadas
de Washington culpando a los militares de EEUU de asesinar a
demasiados civiles por medio de ataques aéreos. El
bombardeo del pueblo de Azizabad en la provincia de Herat el
pasado mes de agosto, que causó la muerte de 91 civiles, de
los que 60 eran niños, fue solamente el más grave de los
recientes sucesos de este tipo. Los hombres de Karzai,
apresuradamente enviados a distribuir dulces y suministros a
los supervivientes, fueron apedreados por los enfurecidos
lugareños.
Ya
que miles de afganos han sido asesinados en años recientes,
no sorprende que el apoyo a los neotalibanes siga en
aumento, incluso en las zonas no pashtun del país. Muchos
afganos hostiles a los antiguos talibanes apoyan sin embargo
a la resistencia simplemente para dejar claro que están
contra los helicópteros y misiles aéreos no tripulados que
destruyen casas, y contra el "gran papi" (Big
Daddy) que arrasa los pueblos, y contra las llamas que
devoran a los niños.
El
pasado febrero, el director de la inteligencia nacional
Michael McConnell presentó un desolador estudio de la
situación en la House Permanent Select Committee on
Intelligence:
"Los
líderes afganos deben hacer frente a la corrupción endémica,
el cultivo por doquiera de opio, así como el tráfico de
drogas. En última instancia, la derrota de la insurgencia
dependerá en gran parte de la habilidad del gobierno para
mejorar la seguridad, ofrecer servicios y expandir el
desarrollo para las oportunidades económicas.
Aunque
las fuerzas internacionales y el ejército nacional afgano
continúan logrando victorias tácticas sobre los talibanes,
la situación de seguridad se ha deteriorado en algunas
zonas del sur y las fuerzas talibanes han aumentado sus
operaciones dentro de áreas anteriormente pacíficas del
oeste y de los alrededores de Kabul. La insurgencia talibán
se ha expandido en amplitud a pesar de los trastornos
causados por las fuerzas de la OTAN y de las maniobras de la
Operación Libertad Duradera [Operation Enduring Freedom es
el nombre dado por los EEUU a sus invasiones y operaciones
militares después del 11–S. T.]. La muerte o captura de
tres líderes talibanes el año pasado —su primera pérdida
de alto nivel— no parece haber interrumpido
significativamente las operaciones insurgentes."
Desde
entonces la situación se ha deteriorado aún más, y ha
transitado por los llamamientos a enviar aún más tropas de
la OTAN y de EEUU —y también ha creado divisiones más
profundas dentro de la misma OTAN. En los últimos meses,
Sir Sherard Cowper–Coles, el embajador británico en
Kabul, escribió a su colega francés (en una nota filtrada)
que la guerra estaba perdida y que la solución no era que
vinieran más tropas, un punto de vista reiterado
recientemente por el mariscal del aire Sir Jock Stirrup, el
jefe británico de defensa, que se declaró públicamente
contrario a retirar las tropas de Irak para enviarlas una
por una a Afganistán. Expuso en este sentido:
"Creo
que les costará persuadirnos de que debería haber un mayor
contingente británico allí… Nosotros también tenemos
que volver a encontrar un equilibrio; es importante que
reduzcamos el ritmo operacional para nuestras fuerzas
armadas, así que no puede ser, incluso si la situación lo
pidiese, que saquemos las tropas de Irak para enviarlas una
por una a Afganistán. Tenemos que reducir este ritmo."
El
gobierno español está considerando una retirada del
Afganistán, y existe una seria discrepancia dentro de las
elites de la política exterior de Alemania y Noruega. El
ministro de exteriores canadiense ya ha anunciado que su país
no prorrogará su compromiso con Afganistán más allá de
2011. E incluso si los debates en el Pentágono no han sido
aireados públicamente, es cada vez más obvio que también
en Washington algunos ven la guerra como imposible de ganar.
Y
ahora entra como protagonista en el escenario el último
comandante en jefe en Irak, el general David Petraeus, como
el nuevo comandante CentCom. Desde el "éxito" de
"la oleada" que él supervisó en Irak (un proceso
designado para crear una estabilidad temporal en esta tierra
devastada mediante el soborno de la oposición y, entre
otras cosas, el uso selectivo de escuadrones de la muerte),
Petraeus se parece, y se comporta, cada vez más a un Lázaro
resucitado, y eso antes de que su cuerpo pudiera ser
inspeccionado de cerca.
La
situación en Irak era tan terrible que incluso una modesta
reducción de víctimas fue vista como un masivo salto
adelante. Con crecientes estallidos de violencia en Bagdad y
en otros sitios de Irak, sin embargo, la cháchara del éxito
suena hueca. Lanzar una nueva "oleada" en Afganistán
ahora mediante el envío de más tropas no funcionará, ni
tan sólo como un triunfo de las relaciones públicas. Quizás
algunos de los 100 consejeros que el general Petraeus ha
nombrado recientemente le señalarán esto con enérgicos términos.
Volar
camino al desastre
Obama
sería un bobo si imaginara que Petraeus puede hacer una
cura milagrosa en Afganistán. El cáncer se ha extendido
demasiado y está afectando también a las tropas de EEUU.
Si los medios de comunicación se tomaran la molestia de
entrevistar a los soldados activos por obligación en
Afganistán (bajo promesa de anonimato), tendrían una
fotografía más concisa de lo que está ocurriendo allí en
el seno del ejército de EEUU.
Aprendí
mucho de Jules, un veterano soldado de 20 años de los EEUU
con quien coincidí recientemente en Canadá. Estaba tan
desencantado de la guerra que decidió ser un "ausente
sin permiso" [AWOL, por sus siglas en inglés. T]
mostrando de esta forma, al menos a sí mismo, que la
situación de Afganistán no era un atolladero inevitable.
Muchos de sus compañeros, declaró, se sentían de forma
parecida, y odiaban una guerra que les deshumanizaba tanto a
ellos como a los afganos. "No podemos aceptar que
bombardear a los afganos no es diferente que bombardear el
paisaje" fue la forma en que resumió la situación.
La
moral en el seno del ejército es baja, me dijo. La agresión
desembridada contra los civiles afganos a menudo esconde una
profunda depresión. Jules no anima, sin embargo, a otros a
seguir sus pasos. Tal como lo ve, cada soldado debe tomar su
propia decisión, aceptando con ello la responsabilidad de
que declararse "ausente sin permiso" de forma
permanente comporta. Estaba convencido, sin embargo, de que
la guerra no podía ser ganada, y de que no quería ver
morir a ninguno más de sus amigos. Por eso vestía una
camiseta con un "Obama fuera de Afganistán".
Antes
de que revelase su identidad, confundí a este joven
soldado, un estadounidense de origen filipino nacido en la
sureña California, con un afgano. Sus rasgos me recordaron
a la tribu de los Hazara que él se debió encontrar en
Kabul. Entrenado como disparador de mortero y paracaidista
en Fort Benning, Georgia, fue asignado últimamente a la 82
Aerotransportable de Fort Bragg. Aquí transcribo una parte
de lo que me explicó:
"Me
desplegué en el sudeste de Afganistán en enero de 2007.
Nosotros controlamos toda la zona desde Jalalabad hasta las
zonas del extremo norte de la región de Kandahar en el
Mando Regional del Este. Mi unidad tenía la misión de
pacificar la insurgencia en las provincias de Paktika,
Paktia y Khost, áreas que no recibieron ayuda, pero que
fueron asoladas durante la invasión inicial. La Operación
Anaconda (en 2002) supuestamente había evaporado a los
talibanes. Esta jactancia de los líderes militares era
ridiculizada por cualquiera que tuviera un cerebro."
Me
habló también de lo imposible que le resultó tener que
tratar a los afganos como subhumanos:
"Juro
que no podía ni por un segundo ver a esta gente como otra
cosa que humanos. La mejor manera de formar a un joven con
la polla dura como yo mismo (juego de palabras: "dick"
es un acrónimo de "asesino dedicado a la infantería
de combate", pero también significa verga. T] es
simple y consta de mucho adoctrinamiento racista. Arrancas
un armazón humano vacío de las calles de Los Angeles o de
Brooklyn, o quizá de un pueblucho perdido de Tennessee… y
hay muchos así en EEUU hoy en día… Yo mismo era uno de
estos niños menesterosos del Estado de Bienestar.
De
todos modos, tomas este recipiente vacío y le clavas un
susto de muerte, lo reduces a nada, cultivas una fraternidad
y camaradería con sus compañeros de sufrimiento, y llenas
su cabeza con sinsentidos racistas como que todos los árabes,
iraquíes, afganos son Hajj [en árabe quiere decir
peregrinación y también designa el trato de quien ha
realizado al peregrinación a La Meca. T.]. Los Hajj te
odian. Los Hajj quieren herir a tu familia. Los niños Hajj
son los peores porque mendigan siempre. Una muestra de la más
ridícula e hiriente propaganda, pero es asombroso lo
eficazmente que ha sido acogida por mi generación de
soldados."
Tal
como este joven me habló, sentí que debería testificar
ante el Comité del Senado para Asuntos Exteriores. El
efecto de la guerra sobre aquellos que llevan a cabo las órdenes
es dejar unas cicatrices tan profundas como las huellas de
las guerras imperiales previas. El cambio en el que queremos
creer debe incluir el fin de todo ello, que significa, entre
otras cosas, la retirada de Afganistán.
En
mi último libro, The Duel: Pakistan on the Flight Path of
American Power, escribí sobre la necesidad de involucrar a
los vecinos de Afganistán en una solución política que
diera fin a la guerra, preservara la paz y reconstruyera el
país. Irán, Rusia, India y China, así como Paquistán,
han de comprometerse en la búsqueda de una solución política
que pueda mantener un gobierno nacional genuino durante una
década después de la retirada de los EEUU, la OTAN y su régimen
colaboracionista. Sin embargo, una solución de este tipo no
es posible dentro del contexto de los planes propuestos
tanto por el actual Secretario de Defensa, Robert Gates,
como por el recientemente elegido nuevo Presidente Barack
Obama, que centran su atención en una nueva oleada de las
tropas de EEUU contra Afganistán.
La
principal tarea a mano debería ser la creación de una
infraestructura social y así preservar la paz, algo en lo
que Occidente y sus hordas de ONGs han fracasado. Edificios
escolares construidos, a menudo con escandalosas sumas de
dinero, por compañías extranjeras, que carecen de muebles,
maestros y niños forman parte de la surrealista presencia
de Occidente, que no puede durar.
Tanto
si es usted un encargado de hacer política en la próxima
administración como un "ausente sin permiso" de
la guerra afgana que reside en el Canadá, la Operación
Libertad Duradera de 2001 se ha convertido de forma bien
visible en la Operación Desastre Duradero. Menos claro es
si una administración Obama puede verdaderamente romper con
la política anterior o creará todavía más complementos
militares. Solamente una ruptura total con la catástrofe
que George W. Bush, Dick Cheney y Donald Rumsfeld crearon en
Afganistán ofrecerá caminos para un futuro viable.
Para
que esto suceda, será necesario hacer tanto presiones
nacionales como exteriores. China es conocida por oponerse
completamente a la presencia de la OTAN en, o cerca de, sus
fronteras, pero mientras Beijing ha probado de ejercer presión
económica para forzar cambios políticos en Washington,
como hizo cuando el Banco de China "acabó con el
riesgo de las deudas de las instituciones [de EEUU] el
verano pasado", dejando al secretario del Tesoro
Paulson con la casi única opción de nacionalizar
funcionalmente los gigantes de la hipoteca —aún no ha
recurrido a su músculo diplomático en la región.
Pero
no cabe pensar que esta situación durará para siempre. ¿Por
qué esperar tanto? Otra
presión externa ciertamente resultará ser la de los
evidentes efectos desestabilizadores de la guerra de
Afganistán sobre el vecino Paquistán, un país en un
estado económico precario, con un ejército que debe hacer
frente a tensiones internas en aumento.
La
presión doméstica en EEUU para retirarse de Afganistán
permanece débil, pero podría crecer rápidamente cuando el
alcance del desastre se vuelva más evidente y los aliados
de la OTAN rechacen suministrar las tropas de choque para la
oleada futura.
Mientras
tanto, se prevé una hambruna en Afganistán este invierno.
(*)
Tariq Ali es escritor, periodista y cineasta. Colabora
habitualmente con una amplia gama de publicaciones, incluido
el Guardian, The Nation, y el London Review of Books. Su
libro más reciente, que acaba de publicarse, es “ The
Duel: Pakistan on the Flight Path of American Power ” (Scribner,
2008).
Los
desplazados internos ante peligro de muerte inminente
Familias
afganas mueren de hambre y frío al
abandonar sus casas por
los bombardeos de la OTAN
Por Mohammed Daud Miraki
Rense.com,
11/25/08
Rebelión,
28/11/08
Traducido por Sinfo Fernández
Como
siempre, los afganos tienen que pagar con sus vidas que la
“democracia” de alguien haya decidido enriquecer mucho más
a los poderosos de Washington DC. Por esa razón no resulta
nada extraño contemplar cómo las familias afganas se ven
obligadas a abandonar sus pueblos en un intento por salvar
sus vidas. Rescatan de entre los escombros algo de ropa y
algún utensilio que les permita seguir vivos, lo cargan
sobre sus espaldas y, tras enterrar a los asesinados por
esos arrogantes “defensores” de la democracia, escapan
de sus hogares.
Por
eso, la historia siguiente es la típica por la que
atraviesan tantas familias pastunes de los pueblos afganos
martirizados por los indiscriminados bombardeos
estadounidenses que tienen que pagar con sus vidas antes de
poder llegar a la supuesta seguridad de Kabul. Gran cantidad
de familias de la provincia de Hellmand se embarcaron en un
viaje hasta las inmediaciones de Kabul tras perder a muchos
familiares en los bombardeos estadounidenses sobre sus
respectivos pueblos. Utilizaron sus magros recursos para
poder pagar el viaje y adquirir alguna lona gruesa y plásticos
que les sirvieran de tiendas de campaña improvisadas.
Una
vez que llegaron y se situaron en campo abierto sin posesión
alguna, sin agua para beber y nada que pudiera calentarles,
se encontraron con el desastre en la primera noche que
pasaron en su nuevo enclave. Durante la noche, cinco niños
de edades comprendidas entre los dos y los cinco años
perdieron la vida a causa del frío y del hambre. Los niños
llevaban dos días sin comer. Cuando el intenso frío se añadió
a su desesperada situación, los niños sucumbieron ante las
inhóspitas condiciones del lugar.
Esa
pauta de hambre y miseria continuó inmisericorde una vez
que ese campamento provisional se convirtió en una tumba
para los niños más pequeños. Durante el invierno, la
falta de ropas, zapatos y mantas provoca la muerte de niños
y ancianos. Como los niños no tienen zapatos, las madres
utilizan los tejidos que les han sobrado para envolverles
los pies. Sin embargo, cuando el frío se agudiza, los niños
se congelan. Al no disponer de atención sanitaria alguna,
se enfrentan a diario con la muerte y la miseria. Es un
espanto que sus niños tengan que pagar con sus vidas por la
empresa criminal de Washington DC.
Esas
familias disponían en sus pueblos de medios sencillos de
supervivencia pero sus niños no morían de frío y hambre.
Sin embargo, gracias a los bombardeos indiscriminados del ejército
de Estados Unidos y de la OTAN, esas familias corren un
riesgo inminente de morir por inanición; el frío extremo y
las antihigiénicas condiciones de vida están acabando cada
día con sus niños y ancianos.
Anhelo
poder sacar a todas esas familias de la zona helada y
llevarlas a una región más cálida del país y
proporcionarles tiendas de campañas y otros útiles
necesarios para la supervivencia.
Si
alguno de Vds. está interesado en salvar la vida de un niño
afgano, por favor, entren en el siguiente enlace:
www.Afghasnitanafterdemocracy.com.
Si
lo desean, pueden contactar conmigo en el siguiente correo:
mdmiraki@ameritech.net
Sinceramente,
Mohammed
Daud Miraki
Nota
de la Traducción:
El
Dr. Miraki es un científico social de ámbito generalista
con experiencia en políticas públicas, planificación
urbana, desarrollo internacional, ciencias políticas y
estudios sobre Oriente Medio. Escribió su tesis sobre los
factores del subdesarrollo en Afganistán. No sólo es un
experto en el país, Afganistán es también su pasión.
Confía en conseguir fondos suficientes con la venta de su
libro [se ofrece toda la información al respecto en la web
citada anteriormente: www.afghasnitanafterdemocracy.com],
para construir un hospital para mujeres y un centro de
investigación sobre las consecuencias del lanzamiento de
uranio empobrecido sobre el país tras la invasión de
estadounidense. En próximos días se ofrecerá en rebelión.org
información ampliada sobre dicho proyecto.
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