Los
caminos que conducen a Bombay
¿Guerra
Santa o mentira organizada?
Por
Sebastián Pellegrino
APM, 07/12/08
Según
Occidente, los ataques a la capital financiera de India
fueron derivaciones de la lucha de religiones localizadas en
Medio Oriente y el Sur de Asia. Hay motivos para dudar de
esa versión.
Los
hechos sucedidos se encuadran dentro de intereses y disputas
geopolítcas
El
método cartesiano (duda metódica) es un buen punto de
partida para la siguiente indagación: ¿Cómo entender los
episodios de noviembre en Bombai?
¿Advirtió
Estados Unidos a India, en octubre pasado, sobre los
atentados?, ¿Es posible que George W. Bush lamente un
simple "error de inteligencia" respecto al soñado
arsenal nuclear iraquí, y horas después prometa su
colaboración en una renovada guerra global contra el
terrorismo? ¿Es posible que el Gobierno pakistaní sueñe
con una cuarta guerra (y en base a la historia, cuarta
derrota) con su vecino país? ¿Acaso Pakistán no era un
aliado estratégico, hasta hace pocas semanas, de la
administración Bush?
En
definitiva... ¿Guerra Santa de los musulmanes pakistaníes
(Yihad en árabe) o crisis estratégica para los intereses
de Occidente?
La
duda cartesiana implica poner en cuestión todo aquello que
aparece como evidente al pensamiento. Por ese camino sería
posible desprenderse de todos los prejuicios o preconceptos
que uno acepta sin ponerlos en tela de juicio. Todo un
adelanto en el análisis del periodismo moderno, aunque esa
no haya sido la principal motivación de Descartes (1596–
1650) durante su indagación filosófica.
Bombai,
India. 26 de noviembre de 2008
Comandos
no identificados inician una serie de ataques sobre sitios
colmados de civiles, previamente establecidos, con salvas de
ametralladoras, granadas y bombas de mano. Principales
centros de los ataques: terminal ferroviaria Chhatrapati
Shivaji, los hoteles Taj Mahal, Oberoi y Trident, Café de
Leopoldo, estación de Mazgaon, área del mercado Crawford y
el centro judío conocido como Casa Chabad del movimiento
ultra–ortodoxo Lubavitch. En 48 horas mueren más de 160
civiles.
Dos
días después, efectivos de Seguridad junto a las Fuerzas
Armadas de India neutralizaron las fuerzas atacantes. Era el
inicio de un nuevo capítulo de tensión entre Pakistán e
India.
El
único rebelde detenido, Azam Amir Kasav, confesó ser
miembro de Lashkar e Taiba –LeT– (Ejército de los
Puros), una organización islámica paquistaní con bases de
acción y entrenamiento en Cachemira. Según Kasav, la
intención de los atentados era reproducir "un 11–S
en India" y reducir a escombros el hotel Taj, un símbolo
de la prosperidad económica del país. Aclaramos que las
fuentes de la confesión no llevan nombre ni apellido en
ninguna publicación, salvo el eufemismo de "fuentes
oficiales".
Cabe
aclarar que el surgimiento de Lashkar e Taiba –LeT–,
(fundada en 1991), está relacionado con el histórico
conflicto entre India y Pakistán sobre el dominio soberano
de la provincia de Cachemira.
Cachemira
Los
términos de la descolonización inglesa sobre el
subcontinente indio, tras la Segunda Guerra Mundial (SGM),
establecían la creación de India y Pakistán, este último
estado dividido en dos regiones mediadas por el Gigante
indio.
Los
Estados autónomos de la India británica, como Cachemira,
pasarían a formar parte del país que tuviera una mayoría
religiosa idéntica a los principados en cuestión. Es
decir, las comunidades con mayoría musulmana se integrarían
a Pakistán, y aquellos con mayoría religiosa hindú, lo
harían con la India.
Sin
embargo, el soberano de Cachemira se negó a integrarse con
ninguno de los dos estados y ante una rebelión civil
apoyada por Pakistán, aquél solicitó apoyo militar a
India. Fue la primera guerra Indo–pakistaní
(1947–1949), y la anexión de Cachemira al país vencedor:
India.
Desde
1991 a la fecha, el LeT continúa con su objetivo de poner
fin a la intervención India en la región ocupada. Claro
que hay motivos sobrados para pensar en la intervención de
dicha agrupación en los episodios de noviembre, aunque
resulta curiosa la ligera especulación de las autoridades
estadounidenses, que vinculan a las organizaciones
sospechadas con Al Qaeda. El argumento se apoya (como puede)
en el "profesionalismo y eficacia" de los autores
de los atentados.
¿Islamistas
de la India?
Otra
línea de investigación (tanto o más frágil que la
anterior), apuntaría a una organización islamista de
India, formada por musulmanes radicales que se atribuyeron
la autoría de la serie de ataques que durante 48 horas
asolaron los edificios céntricos de Bombai. La organización
autodenominada Deccan Mujahidin se ha declarado responsable
de los incidentes, aunque las autoridades indias no han
puesto demasiada atención sobre tal confesión.
En
definitiva, sobran las versiones aunque no la línea
discursiva en torno a la naturaleza de los atentados: la
prensa occidental, incluso el sistema de medios privados
hindú, reposiciona en la escena pública al fundamentalismo
radical, o más conocido terrorismo islámico.
En
este orden de ideas, cabe tener en cuenta la visión de François
Burgat, experto francés en el Islam, para quien "desde
el punto de vista de Occidente, el Islam se ha vuelto una
palabra negativa, el islamista es alguien que resiste, que
no obedece los estándares de la política occidental".
Sin embargo, agrega el investigador, "el mundo musulmán
produce una suerte de resistencia con la política de
Occidente y particularmente con la hegemonía de Estados
Unidos. Podríamos decir que en esa parte del mundo hay una
resistencia a la dominación y un ejemplo lo es Irak, otro
el conflicto israelopalestino".
Las
construcciones discursivas de Occidente sobre lo islámico
forman parte del proceso periodístico sistematizado en
torno a la criminalización de la resistencia, o las
resistencias musulmanas. Mala suerte la de los países islámicos
que se asientan sobre colosales reservas de hidrocarburos en
pleno siglo XXI.
Para
la actual administración de Estados Unidos, Afganistán,
Irak, Irán, y ahora Pakistán, entre otros países de Medio
Oriente y Sur de Asia, serían especies de nichos donde se
reproducen las "células del Mal" y donde la recta
razón no encuentra cabida.
Al
otro lado del mundo, el centro del mundo, se localizan las
fuerzas del Bien, el aparato libertario al que algún tipo
de "Destino Manifiesto" habría encomendado la
misión de difundir la "Democracia, la Libertad, el
Progreso", etcétera. Para profundizar sobre el asunto,
véase cualquier producción cinematográfica de Hollywood.
De no ser posible, consultar en Internet acerca del
"Eje del mal". Como última opción, aquí va la
declaración del Presidente de Estados Unidos: los
terroristas que instigaron los mortíferos ataques en la
India "no tendrán la última palabra".
Pero
dejemos la cuestión metafísica del Bien y el Mal, y
volvamos a la duda metódica: "Estados Unidos advirtió
sobre los ataques en octubre pasado": tal expresión,
palabras más, palabras menos, puede rastrearse en muchos
portales de noticias. Sin embargo, ni la secretaria de
Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, ni el secretario
de Defensa, Robert Gates, confirmaron que su Gobierno
hubiera dado información específica a India antes de los
ataques.
Lo
que sí aclaró Gates fue que "ciudadanos
estadounidenses y británicos eran el objetivo de los
ataques terroristas en Bombai la semana pasada a pesar de
que la mayoría de las víctimas hayan sido indias".
Asimismo,
funcionarios de Washington afirmaron, en base a las
predicciones sobre los ataques terroristas y a los
resultados iniciales de la investigación, que los atentados
habrían sido perpetrados por agrupaciones radicadas en
Pakistán.
Lo
cierto es que nunca se sabrá si existió la advertencia,
pues ningún funcionario estadounidense prestó su nombre
para ratificarlo. Algo similar a la vaga y equívoca
suposición de las inexistentes armas de destrucción masiva
en Irak, de la cual hoy se lamenta su principal gestor.
Pero
entonces ¿Por qué Washington se aleja paulatinamente de
Pakistán, su aliado estratégico en la lucha contra Al
Qaeda? Está claro que la relación con Islamabad no siempre
fue de mutuo entendimiento. (Ver: "¿Objetivo Pakistán
en marcha?". APM 02/08/2007)
Y
en este viraje en materia de política exterior aparece el
secretario de Defensa Robert Gates, ratificado en su cargo
por el Presidente electo Barack Obama. Gates es un ferviente
partidario de la revisión estratégica de Washington en
Medio Oriente: el objetivo próximo debe ser Asia Central
(Afganistán y Pakistán). (Ver: "Un país con el termómetro
en rojo". APM 10/10/2008)
La
mira en Afganistán, el Golfo Pérsico y Asia Central
"Nuestras
tropas han infligido un golpe tremendo a nuestros enemigos
en Irak. Ahora, (el general Petraeus, nombrado titular del
Comando Central del Pentágono) pondrá la mira en nuestros
adversarios de Afganistán, el Golfo Pérsico y Asia
Central", afirmó días atrás el secretario de
Defensa.
Los
episodios de Bombai y las principales líneas de investigación
constituyen un buen comienzo en la nueva política global
contra el terrorismo.
No
perdamos de vista a René Descartes. ¿Por qué el flamante
Presidente pakistaní, Asif Ali Zardari, involucraría a su
gobierno en los atentados de Bombai? Pues tal es la suposición
de varios funcionarios indios y occidentales.
¿Sobre
qué análisis objetivo emprendería Pakistán una guerra
con su vecino y rival histórico, teniendo en cuenta las
enormes brechas en capacidad militar, económica y geopolítica
que distancian a uno del otro? ¿Lo haría en momentos en
que India se acerca a Washington, en el contexto del rediseño
de las alianzas estratégicas globales?.
Seguramente
no. Las sospechas en torno al apoyo de Zardari a movimientos
musulmanes radicales se basan en el pedido de Pakistán, de
las pruebas que vinculen (según las afirmaciones indias) a
los agresores de Bombai con ciudadanos pakistaníes, para
colaborar en la investigación y captura. Un pedido
coherente según los criterios judiciales modernos.
Horas
después de los atentados, Islamabad ofreció al Gobierno
indio conformar una comisión conjunta para investigar los
atentados, aunque las pruebas no fueron trasladadas a Pakistán.
Mientras tanto, Condoleezza Rice llegaba a India con un
claro mensaje de su Gobierno: es crucial que Pakistán
demuestre "una completa, absoluta y total transparencia
y cooperación" con la investigación.
En
este sentido, cabe aclarar que Estados Unidos tiene motivos
sobrados para acercarse a India: el país asiático
representa una clave regional para contrarrestar el
creciente peso internacional de China; además Nueva Delhi
impulsa una alternativa en materia energética con Irán (país
con pésimas relaciones con Estados Unidos) para la compra
de gas y petróleo mediante la construcción de un gasoducto
que pasaría por Pakistán y llegaría a la India.
En
definitiva, asegurar una alianza con India para mantener el
control de Washington en Medio Oriente y sur de Asia
representa una mejor opción que el modesto Estado pakistaní.
Queda
claro que la escalada de tensión indo paquistaní y los
brutales ataques de Bombai no se limitan a cuestiones
religiosas. En todo caso, los brotes de violencia entre
ambos países pueden considerarse como resabios de los
arbitrarios parámetros de división territorial impuestos
por las potencias occidentales en el período de posguerra y
la descolonización. Pero aun así, la principal hipótesis
sobre la procedencia de los agresores de Bombai está lejos
de confirmarse.
El
mundo occidental continúa interpretando a su manera los
escenarios en los que conviven las sociedades islámicas. En
este sentido, es preciso atender la expresión del analista
francés ya citado, François Burgat: "debemos
desideologizar nuestro entendimiento sobre el mundo musulmán".
Agregamos
que es preciso identificar los actores que intervienen en
Medio Oriente y Asia, y seguir de cerca los trazados de política
exterior de las potencias internacionales. Sólo así
podremos evitar la aceptación de ideas mediáticas que se
presentan al entendimiento como evidentes, y ampliar la visión
sobre realidades complejas y multifacéticas como la que
sintetizan los episodios de Bombai.
Por
ahora dudemos de la tesis de "Guerra Santa, o Yihad".
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