Sri
Lanka sitúa a los tamiles al borde del genocidio
Por
Txente Rekondo (*)
Gara,
09/02/09
La
agresión militar del gobierno de Sri Lanka contra la
población tamil continúa estos días, con ataques
indiscriminados contra la población civil, y con un avance
hacia los últimos bastiones del LTTE. Esta campaña militar
está camuflada bajo el paraguas ideológico que le ha
dotado la propaganda internacional surgida en torno a la mal
llamada “guerra contra el terror”, y como denuncian
algunos defensores de los derechos humanos, no hace sino
esconder una política represora y de aniquilación contra
el pueblo tamil y sus representantes políticos.
Algunos
mitos que sostienen la historia de Sri Lanka se han
comenzado a resquebrajar . Desde su independencia, la mayoría
cingalesa ha venido denunciando la situación de privilegio
que vivió la población tamil bajo la ocupación británica.
Sin embargo, un detallado repaso a las actuaciones de los
colonialistas británicos sirven para desmontar esos mitos.
Las principales vías de comunicación en Jaffna eran de
tiempos de los holandeses, y los británicos abandonaron las
mismas y posproyectos de nuevas vías. El ferrocarril en la
isla se dirigió primero a articular hacia el sur, y fueron
décadas más tarde cuando se construyó hacia las
poblaciones tamiles.
La
economía de Jaffna, basada en el comercio del café y
textiles declinó durante el mandato británico y no se
sustituyeron por otros productos para reactivar la situación.
En la educación, encontramos otro tanto. La presencia de
misioneros americanos, enviados “al norte” como castigo
y para dificultar su actuación logró dotar a la población
tamil de un modelo moderno, y no colonial de educación, no
obstante, los principales centros universitarios de la isla
se encontraban en torno a la capital, Colombo, y fue
principalmente esta ciudad la que recibió todas las ayudas
e impulsos para desarrollarse y convertirse en el centro de
la isla.
Parte
de la élite tamil no dudó en emigrar hacia esos nuevos
centros de poder, y de esta forma esas minoría privilegiada
fue la que puso en dificultades a la misma parte cingalesa,
los propietarios y colaboradores de la ocupación que
supieron aprovecharse de ésta y de las décadas posteriores
a la misma. Además , finalmente, los británicos apostaron
claramente por transferir el poder a la élite y
aristocracia de la costa cingalesa, en detrimento de la
burguesía tamil de Colombo, y sobre todo por encima de las
demandas de la mayoría del pueblo tamil que demandaba una
soberanía plena.
Todos
los gobiernos de Colombo han venido funcionando al servicio
de los deseos de la población cingalesa exclusivamente. En
este sentido es interesante recoger las declaraciones de la
máxima figura militar del país, el teniente general Sarath
Fonseca, que afirmó “estar convencido que este país
pertenece a los cingaleses, aunque también existen algunas
comunidades minoritarias. Y si éstas quieren vivir con
nosotros, no deben pedir cosas irrealizables”. En
definitiva, la isla pertenece a los cingaleses y los tamiles
pueden vivir en ella mientras no demanden su propia
identidad o soberanía.
La
historia más reciente de Sri Lanka está marcada por el carácter
excluyente del chauvinismo cingalés. Hasta la constitución
de 1972, la isla era conocida de tres maneras diferentes.
Sri Lanka para los cingaleses; Ceilán era el término inglés,
y las traslación al tamil era Ilangkai. Sin embargo, a
partir de ese año el nombre oficial pasará a ser Sri
Lanka, haciendo de la identidad cingalesa el eje central de
la misma.
Ante
esa situación, la población tamil rechazará una
constitución que con la base budista–cingalesa, les
colocaba como ciudadanos de segunda categoría. Dos años más
tarde el pueblo tamil hará pública la Declaración
Vaddukkoaddai , donde se reclamaba el derecho de
autodeterminación para los tamiles y se pondrá hincapié
en la reivindicación de “Eelam Tamil”.
El
intento de los diferentes gobierno de Sri Lanka para imponer
la identidad cingalesa sobre los tamiles y dominarlos
completamente no han cesado, y los constantes intentos
militares por acabar con la resistencia no han logrado de
momento sus frutos. La estrategia de Colombo es la
instauración de un nuevo colonialismo, donde el pueblo
tamil sea sometido a los deseos e intereses cingaleses.
Llaman
la atención las recientes declaraciones de un prestigioso
sociólogo cingalés, que reclamaba, dentro de un claro tono
militarista y triunfalista, la “necesidad de no perder la
victoria en la paz”. En su discurso aboga por “llenar
las zonas tamiles de colonias, dotando a los nuevos colonos
cingaleses de tierras y recursos, evitando que los tamiles
vuelvan a controlar la situación. Además defiende la
instalación de fábricas en manos del ejército, para
defender a los nuevos colonos y producir nueva riqueza para
ellos. Finalmente defiende la necesidad de perseguir a todo
aquel que haya venido cuestionando la soberanía de Colombo,
o que haya apoyado las demandas tamiles.
La
avalancha triunfalista contrasta con los datos que están
publicando otras fuentes sobre el conflicto . Un prestigioso
abogado estadounidense está planteando llevar ante los
tribunales dos altos cargos del actual gobierno de Sri Lanka
que tiene pasaporte de EEUU. Las acusaciones de
“complicidad en el genocidio, crímenes contra la
humanidad, crímenes de guerra, tortura y muertes
extrajudiciales” son graves, y a pesar de que las
posibilidades de seguir a delante no son muy altas, el caso
está sirviendo para hacer público los datos que
generalmente se ocultan.
El
informe apunta que se está produciendo “un genocidio
sistemático contra los tamiles por parte del gobierno de
Sri Lanka”, resaltando las miles de vidas civiles que
lleva acumulado la población tamil a manos del ejército de
Colombo. Señala que hay datos objetivos que prueban la
“sistemática privación y aislamiento de la población
civil tamil”.
Así,
el ejercito de Sri Lanka sería responsable al menos de más
de tres mil muertes extra–judiciales y desapariciones en
los últimos tres años (una media de tres muertos y tres
desaparecidos por día). Las investigaciones oficiales de
estas actuaciones son meras escenificaciones sin ningún
resultado punible hacia sus autores. Además se tiene
constancia de cerca de doscientos campos militares en las áreas
tamiles, donde nadie puede moverse sin permiso del ejército
ocupante.
También
destaca la situación de más de un millón de la población
que ha sufrido “hambre, se le ha privado de medicinas y
han tenido que desplazarse hacia campamentos de
refugiados”. Todo ello sin contar el incalculable número
de civiles que están sufriendo el denominado “trauma
psico–social”.
Maquillar
el genocidio bajo el label de “contra–terrorismo” y
lograr el apoyo de la llamada comunidad internacional, es la
postura de Colombo. Y de momento parece que está logarndo
sus objetivos. El llamamiento de algunos países para que el
LTTE deponga las armas y se rinda sin condiciones no ha
gustado a los representantes tamiles. Estos apuntan que la
credibilidad de esos actores en el pasado, incluido el papel
de la ONU, quedó en entredicho ante el genocidio de Rwanda.
“Si ante esa amenaza el pueblo tamil no puede defenderse,
estaría abocado a su desaparición, de ahí que conviene
respetar las decisiones del pueblo tamil para mantener sus
justas reivindicaciones”, reclaman portavoces de
organizaciones como “Tamiles contra el genocidio”.
La
tragedia humanitaria que está sufriendo el pueblo tamil,
con miles de muertes estas semanas, se está incrementando
por el embargo impuesto por el gobierno de Sri Lanka, que
impide cualquier asistencia humanitaria a la población
civil. Además, la comunidad internacional, claramente
posicionada en el campo político con los dirigentes
cingaleses, no ha cesado además, su ayuda económica y
militar para que ese mismo gobierno pueda poner en marcha
ese genocidio.
Esa
misma comunidad internacional mira hacia otro lado ante las
constantes violaciones de Sri Lanka de las leyes
internacionales. Las recientes declaraciones del secretario
de defensa de Sri Lanka, señalando que “ningún hospital
puede operar fuera de la zona de seguridad… cualquiera
fuera de la misma es un objetivo legítimo”, se producen
tras un bombardeo contra un hospital con decenas de muertos,
y que algunos cínicamente presentan como “fruto de
enfrentamientos armados”. Cuando en realidad se trata de
otro “crimen contra la humanidad” por parte de los
militares de Sri Lanka según los establecen las leyes
anteriormente citadas.
Los
anuncios de defunción de la resistencia tamil no son
nuevos. Ya hace veintidós años, en 1987, el prestigioso
“The Economist” tituló una noticia “Réquiem para los
tamiles”, donde presentaba un escenario sin la
representación tamil del LTTE. El tiempo ha colocado a cada
uno en su sitio, y el sufrimiento por no abordar el
conflicto seriamente ha perdurado hasta nuestros días.
Si
todos reconocen que el conflicto entre tamiles y cingaleses
es fundamentalmente de naturaleza política , la superación
del mismo necesita obligadamente una solución política. El
pueblo tamil lleva décadas señalando que la isla está
habitada por la nación tamil y la nación cingalesa, “y
sobre la base del reconocimiento de esa realidad, y con una
negociación entre los legítimos representantes de ambas
naciones (el estado de Sri Lanka y el LTTE) sobre la fórmula
que posibilite a ambas naciones convivir en paz” se buscará
la solución al conflicto.
Hasta
ahora, en esa ecuación, los cingaleses, sobre todo el
denominado etnonacionalismo cingalés– budista, ha
mantenido que el conjunto de la isla pertenece a la nación
cingalesa, rechazando el reconocimiento de la existencia de
una nación tamil con los mismos derechos que ellos. Ese
discurso ha fomentado una actuación militarista como la única
solución para imponer sus objetivos, tendentes al
desmantelamiento absoluto de una realidad, cual es la
existencia de la nación tamil.
Bajo
la bandera de la llamada “lucha contra el terror”, y con
el beneplácito de buena parte de la comunidad
internacional, se está gestando un genocidio contra una de
las culturas más antiguas de la humanidad y contra las
justas aspiraciones del pueblo tamil.
(*)
Txente Rekondo, Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).
Tiempos
difíciles para el pueblo tamil
Por
Txente Rekondo
Gara, 13/11/08
No
corren buenos tiempos para el pueblo tamil, desde hace algún
tiempo viene soportando tsunamis desencadenados por la
naturaleza y una calculada estrategia de aniquilamiento
desarrollada por los diferentes gobiernos de Sri Lanka. Y
las consecuencias de la última ofensiva militar cingalesa
pueden agravarse todavía más en las próximas semanas
cuando se desencadenen las lluvias del monzón.
La
determinación del pueblo tamil para construir su futuro no
ha podido ser acallada ni derrotada durante décadas por lo
que no parece probable una victoria militar cingalesa
tampoco ahora, por lo que urge que la comunidad
internacional impulse una nueva mesa de diálogo.
Tras
el fracaso de las negociaciones para materializar un proceso
de paz en la isla de Sri Lanka, los sectores más
militaristas de la mayoría cingalesa se han impuesto y han
desencadenado una ofensiva militar con la intención «de
acabar militarmente» con la resistencia tamil.
Las
maniobras del Gobierno de Colombo propiciaron hace tiempo
una división dentro de las filas de los Tigres Tamiles de
Tamil Eelam (LTTE), en las provincias del Este de la isla.
Un antiguo dirigente del LTTE, conocido como «coronel
Karuna», desertó e inició una campaña contra sus
antiguos compañeros, que no dudaron en denunciar que el
Ejecutivo de Sri Lanka estaba detrás de la maniobra. El
tiempo ha dado la razón a la organización tamil, cuando
hace unos meses Karuna era detenido en Inglaterra «por
violar las leyes de inmigración», al intentar entrar con
documentos falsos, probablemente proporcionados por el
Gobierno cingalés.
La
última prueba en la oscura colaboración entre Karuna y
Colombo ha salido ala luz estos días, cuando el desertor ha
sido «recompensado» con un escaño en el Parlamento de Sri
Lanka. La escisión original se transformó en el partido
político TMVP, que fue la coartada utilizada por el
Gobierno para poner en marcha las elecciones locales en
marzo y las de la asamblea provincial en mayo, presentando
ambas citas como ejemplo de la «normalización» política
de la región, hasta hacía pocos meses en manos de los
militantes del LTTE.
La
política colaboracionista, ligada normalmente a intereses
particulares o a personales, no ha dado los frutos deseados,
no al menos para la mayoría de la población tamil del Este
de la isla. Los enfrentamientos dentro del TMVP entre los
partidarios de Karuna y del actual dirigente del partido,
Sivanesathurai Chandrakanthan, se han sucedido en los últimos
meses, y la situación de la zona es de, según denuncian
observadores extranjeros, una sucesión de «secuestros,
muertes extrajudiciales, ataques sexistas, corrupción...».
La
población en la zona ha mostrado su rechazo a esa situación,
consciente de que lejos de alejar la guerra, la política
del TMVP es la plasmación del mandato de los «señores de
la guerra», marionetas del Gobierno.
Esa
falsa vuelta a la «normalidad institucional» del Este
contrasta con los esfuerzos militares por acabar con la
resistencia tamil en otras zonas de la isla, todavía
controladas por el LTTE. Desde hace más de un año, sus
fuerzas han sufrido importantes reveses, con parte del
territorio bajo su control ahora en manos de las tropas de
Colombo. En estos momentos, esas tropas parecen dispuestas a
intentar un asalto contra dos de los distritos aún en poder
del LTTE, Kilinochchi (capital administrativa del LTTE) y
Mullatitivu, ambos en el Norte de la isla.
La
respuesta del LTTE no se ha hecho esperar y sus militantes
resisten firmemente los ataques del ejército de Sri Lanka,
mientras otras unidades lanzan ataques en «la retaguardia
cingalesa». Las pasadas semanas se han sucedido los ataques
aéreos de la «Fuerza Aérea de Tamil Eelam» contra
instalaciones militares cingalesas, las acciones con bomba
en zonas comerciales y los atentados contra importantes
figuras del establisment de Sri Lanka. Con esos ataques, las
fuerzas tamiles quieren poner en tela de juicio el discurso
oficial del Gobierno cingalés, y mostrar que ni siquiera la
fortificada capital está a salvo de los ataques de la
guerrilla tamil.
Por
su parte, las medidas gubernamentales se asemejan cada vez más
a una política de aniquilación del pueblo tamil. Por un
lado, la ofensiva militar está dejando tras de sí
importantes cifras de víctimas civiles y cientos de miles
de desplazados. Pero, por otro, se han puesto en marcha «centros
de acogida», que se asemejan a verdaderos campos de
concentración, donde el control policial es absoluto y las
restricciones de movimiento cada vez más importantes.
Además,
no hay que olvidar la campaña de baja intensidad (con la
colaboración del TMVP) que se lleva en el Este de la isla o
las medidas contra la población tamil en la capital y
alrededores.
Una
de las claves del desenlace puede estar en los próximos
mese en manos de India. En el pasado su papel se caracterizó
por el rechazo generado entre las partes, sin embargo ahora
los llamamientos para buscar una salida negociada al
conflicto se han sucedido. Esta postura se explica en clave
externa e interna.
La
política doméstica india no atraviesa por un buen momento,
la crisis producida por el pacto nuclear firmado con EEUU ha
supuesto la salida del Gobierno de las fuerzas del frente de
izquierda, dejando al Ejecutivo en una delicada situación.
Y parte del apoyo que le queda, clave en esta coyuntura,
proviene de los partidos tamiles del Estado de Tamil Nadu.
En estos momentos, las muestras de solidaridad y apoyo a la
resistencia tamil en Sri Lanka se suceden por parte de la
clase política tamil en India, pero también se están
recogiendo llamadas a una negociación desde los partidos de
izquierda tradicionales indios.
Pero
la actualidad el LTTE es una organización «terrorista»
para Delhi, y en un pasado más reciente, como en 1995, el
Gobierno indio se abstuvo de intervenir ante otra ofensiva
militar cingalesa.
Los
halcones militaristas de Sri Lanka no aprecian la postura
del Gobierno de India, y rechazan cualquier llamamiento a
reestablecer conversaciones de paz, y cualquier mediación
en ese sentido la perciben como una «injerencia en los
asuntos internos de Sri Lanka». Es evidente que Colombo no
quiere testigos de su masacre contra el pueblo tamil.
En
clave de política exterior, India intenta recuperar peso en
la zona, consciente a demás de los recientes acuerdos de
Sri Lanka con los gobiernos de China, Irán o Pakistán. Por
ello, meditará mucho sus pasos, pues si el Gobierno cingalés
se enoja, puede acabar perdiendo cualquier protagonismo en
la región y éste puede pasar manos de sus adversarios
regionales.
Este
año se ha cumplido el 25 aniversario del «julio negro»,
cuando la mayoría cingalesa organizó pogromos contra la
población tamil en toda la isla.
Las
próximas semanas, los combatientes del LTTE seguirán
haciendo frente a la ofensiva militar del Gobierno de
Colombo, y las lluvias del monzón pueden ayudar a frenarla.
Sin embargo, incluso una victoria militar momentánea de los
militares cingaleses no solucionará el problema. La
determinación del pue– blo tamil para construir
libremente su futuro no ha podido ser acallada ni derrotada
durante décadas, por ello sería iluso pensar que ahora la
solución militar (sinónimo de fracaso en el pasado) pueda
salir victoriosa.
Ante
el sufrimiento intencionalmente ocultado del pueblo tamil,
urge que la comunidad internacional ponga en marcha los
mecanismos necesarios para que ambas partes se sienten
nuevamente en una mesa y lleguen a acuerdos que pongan en
marcha un proceso de paz.
La
guerra se asoma en Sri Lanka
Por
Txente Rekondo
Rebelión,
16/01/08
El
conflicto entre tamiles y cingaleses se acerca a una situación
de guerra abierta y declarada. Eso es al menos lo que se
puede desprender de los acontecimientos de los últimos
meses y la reciente decisión del gobierno cingalés de
romper oficialmente el acuerdo de alto el fuego de 2002.
Tras
el anuncio gubernamental, a partir del dieciséis de enero,
el acuerdo deja de existir formalmente, aunque como veremos
a continuación buena parte del mismo había dejado de tener
vigencia desde mediados de 2005, con acusaciones de ambas
partes de haber violado lo acordado y de convertir el mismo
en mero papel mojado. A partir de ahora, tras la maniobra de
Colombo, “el acuerdo de seis años de alto el fuego y al búsqueda
de una salida negociada del conflicto han sido arrojados al
cubo de la basura”, como mantiene un analista regional.
Si
durante estos dos últimos años y medio la escalada del
enfrentamiento armado no ha cesado, el pasado 2007 ha
significado sin duda alguna un importante salto cuantitativo
y cualitativo en la confrontación armada. Durantes ese año,
las fuerzas militares e Sri Lanka y sus aliados
paramilitares (el EPDP en el norte y el grupo del coronel
Karina en el este) han continuado con su campaña de
secuestros (conocidos como “furgonetas blancas”),
torturas y muertes de civiles tamiles. Las zonas liberadas
por el LTTE han sido sometidas a bombardeos y a bloqueos,
además, en otras partes de la isla, como en la capital,
Colombo, se han producido expulsiones masivas de población
tamil.
En
este contexto, varios periodistas tamiles han sido
detenidos, silenciados o muertos (Sri Lanka ocupa el tercer
puesto en el ranking de periodistas muertos violentamente).
El secuestro de un alto cargo universitario tamil en
Colombo, en una zona de “alta seguridad”, o atentados
mortales contra el parlamentario tamil Nadarajah Raviraj, o
del periodista Sivaram, han quedado impunes.
Ambas
partes han venido incrementando sus ataques militares.
Mientras que las fuerzas cingalesas han lanzado operaciones
para acabar con los dirigentes del LTTE (en noviembre, el líder
del brazo político, S.P. Thamilselvan, moría junto a otros
altos cargos tamiles en un ataque aéreo; e incluso el líder
tamil, Velupillai Prabhakaran, podría haber sido herido en
otra operación militar).
Paralelamente,
el gobierno de Colombo, con el apoyo de diversos actores
internacionales, ha lanzado una campaña para criminalizar
el apoyo de la diáspora tamil al LTTE. Así, entre abril y
mayo, diferentes ciudadanos tamiles han sido detenidos en
Francia, Nueva York o Australia.
Por
su parte, el LTTE ha respondido con importantes ataques,
considerados por algunos como de “alto perfil”
(recientemente acabó con la vida de un ministro), también
ha lanzado varios ataques suicidas que han provocado un gran
número de víctimas, y durante el pasado año, la fuerza aérea
tamil ha logrado por primera vez alcanzar importantes
objetivos militares de Sri Lanka.
El
enfrentamiento armado ha supuesto un alto precio para ambas
comunidades. En Sri Lanka, “las muertes
extra–judiciales, las desapariciones, los desplazados y
los secuestros” han colocado al país en un “punto crítico”
según denuncian algunos organismos internacionales, que
además señalan que la mayoría de las víctimas con
tamiles.
Por
otra parte, la economía también se resiente, “con una
inflación del 17%, una tasa de paro en torno al 6,5% un déficit
del 8,4%”. Y mientras, el presupuesto militar sigue
creciendo, la momeada local se devalúa, “mientas que
otras en la región crecen”, y al industria del turismo
sufre un importante declive.
El
gobierno cingalés parece haber cedido a las presiones políticas
y militares y optar por una salida meramente militar. En el
aspecto político, el consenso de hace dos años se ha roto
y el gobierno ha perdido importantes aliados, quedando
condicionado al apoyo del chauvinista JVP y del reaccionario
clero budista, enemigos acérrimos del derecho de
autodeterminación tamil y defensores a ultranza de la
“unidad” del país.
Además
las presiones militares, basadas en el convencimiento de los
mandos de la victoria militar sobre el LTTE en 2008, e
incluso hablan de su “total aniquilación”. En esa
dirección, los militares cingaleses llevan meses
desarrollando una ofensiva a gran escala contra el
territorio tamil, contando con la ayuda de paramilitares y
evacuando a las ONGs de la zona, para evitar “testigos incómodos”.
En
este teatro también aparecen los actores externos. Los
intereses estratégicos de Washington en Sri Lanka están
directamente ligados a los objetivos de la superpotencia
mundial en Asia, intentando prevenir cualquier presencia de
un poder regional o local que ponga en duda el acceso político,
militar o económico de EEUU en esta parte del globo. Sin
olvidar a demás de la posición geoestratégica que ocupa
la isla, entre los estrechos de Malaca y Hormuz. Además
conviene recordar las estrechas relaciones que han mantenido
los militares y los servicios de inteligencia cingaleses con
el MI6 y la CIA.
Mientras
tanto, la llamada comunidad internacional, parece que se alía,
por diversos motivos, con el gobierno de Colombo. India y
EEUU le asisten con equipamiento militar, al igual que China
y Pakistán. Rusia, Ucrania y la República checa también
aportan armamento, e incluso Irán podría estar negociando
un acuerdo con el gobierno cingalés.
El
pueblo tamil, y sus representantes, siguen mientras tanto
demandando el derecho a ejercer su libre determinación. Y
ante esta grave situación, se ha mostrado dispuestos a
cumplir todas las cláusulas de lo acordado en el acuerdo de
alto el fuego, al tiempo que solicitan a los mediadores
noruegos que continúen su labor en el proceso.
Con
más de cuatro mil muertos el pasado año, este conflicto es
uno de los más violentos del mundo, y todavía puede
empeorar en los próximos meses. A pesar de los reveses
recientes de los tamiles, el gobierno cingalés puede
cometer un grave error si se cree la propaganda de los
militares, “la guerra contra el LTTE se vence en un año”.
Dos décadas y media de guerra abierta en el pasado dan
muestra del fracaso de la estrategia militar como única
vía para solucionar el conflicto.
Es
hora de que la comunidad internacional reconozca el derecho
del pueblo tamil para vivir en paz y crear el futuro que
decidan libremente. De no ser así, y ala vista de los últimos
acontecimientos, la guerra, con toda su crueldad, estaría a
punto de instalarse por mucho tiempo en la isla asiática.
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Txente Rekondo, Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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