Compleja
situación
Resaca
electoral en India
Por
Txente Rekondo (*)
Gara,
24/05/09
El
autor examina las claves de la contundente victoria del
Congreso Nacional Indio en las recientes elecciones y las de
las derrotas de la Alianza Democrática y del Tercer Frente,
y partiendo del análisis de la situación del país enumera
algunos de los retos del nuevo Gobierno.
Los
«malabarismos científicos» de todas las proyecciones pre–electorales
han supuesto un rotundo fracaso, ya que no han acertado ni
de lejos los resultados finales, volviendo a constatar la
cada vez menor credibilidad de los sondeos en cualquier cita
electoral. Además, los comicios de 2009 han supuesto la
reelección de un primer ministro, Manmohan Singh, por
primera vez en cerca de cuarenta años.
El
triunfo de la coalición electoral Alianza Progresista
Unida, liderada por el Congreso Nacional Indio (CN), ha sido
de una envergadura y con un margen que nadie presuponía.
Con 263 de los 543 parlamentarios –206 de ellos del CN–,
le bastaría llegar a acuerdos con los diputados
independientes o con algún partido regional minoritario
para gobernar, en principio, sin grandes obstáculos los próximos
cuatro años.
La
otra cara de la moneda la representa la Alianza Democrática
Nacional, al frente de la cual se sitúa el segundo partido
del país, el hinduista radical Bharatiya Janata Party (BJP).
Éste ha salido derrotado no sólo frente al triunfo del CN,
sino porque el BJP ha perdido más de veinte escaños y ha
visto cómo sus deseos de «cambio» se esfuman del
horizonte político indio. La crisis interna y de liderazgo
puede estar a las puertas del BJP.
Entre
los claros derrotados figura también el Tercer Frente, que
agrupa al Partido Comunista de India (PCI), al Partido
Comunista de India–Marxista (PCI–M) y a otras fuerzas
parlamentarias de izquierda y algunos partidos regionales.
Sus proyecciones de convertirse en la llave del futuro
Gobierno se han esfumado tras las importantes pérdidas de
votos de los dos primeros, que han visto cómo el CN les ha
superado en escaños y votos en sus plazas más fuertes.
La
victoria del Congreso Nacional Indio es la suma de varios
factores. Ante una coyuntura compleja (ataques «terroristas»
en el pasado, crisis económica global, inestabilidad
regional...), el factor del miedo ha llevado a muchos
votantes a buscar el voto de «la continuidad y la
estabilidad» que puede representar el CN. Además, está la
propia reorganización del partido, que ha sabido poner fin
a las fugas de «barones» y personalidades políticas que
han buscado forjar su propia carrera política al margen del
CN, en pro de su beneficio personal. Al mismo tiempo, ha
recompuesto su enorme maquinaria interna y ha sabido
aprovechar el tirón de Rahul Gandhi, al que muchos auguran
un gran peso en el futuro del gigante asiático.
Asimismo,
el CN ha sido capaz de captar el voto de buena parte de la
minoría musulmana, que temerosa de un triunfo de las
fuerzas reaccionarias hinduistas del BJP se habrían
decantado por sus rivales.
La
grave derrota de la izquierda parlamentaria, que ha sufrido
importantes pérdidas en dos de sus bastiones más emblemáticos
(Bengala Occidental y Kerala), también obedece a un abanico
de factores. Por un lado, a los enfrentamientos entre las
diferentes formaciones políticas de izquierda a la hora de
afrontar ciertas situaciones, ya que mientras que unos
apostaban por un rápido desarrollo industrial en
determinadas regiones –lo que supone la confiscación de
tierras de cultivo–, otros defendían los derechos de los
agricultores a resistir a esas medidas. Los violentos
enfrenta– mientos y la posterior represión tampoco han
ayudado a estas fuerzas a difundir con claridad sus
mensajes.
Si
lo que pretendían con el impulso industrial era recabar el
apoyo de las nuevas clases medias, no lo han logrado, y,
además del rechazo de los agricultores más pobres se han
encontrado con las protestas de la «intelligentsia» local,
otrora firme defensora de las políticas progresistas.
Tampoco
hay que olvidarse del llamamiento del Partido Comunista de
India (Maoísta) al boicot electoral. Esta fuerza, que cada
día tiene más peso en el escenario indio, requeriría ser
tratada aparte, para poder analizar en profundidad sus
cambios y propuestas.
El
rumbo político del próximo primer ministro, Manmohan Singh,
tiene el camino despejado. Ya no necesita del apoyo de las
fuerzas de izquierda institucionales que en el pasado
frenaron, en parte, sus planes. A partir de ahora, el rumbo
económi– co de India va a estar dominado por la
desinversión del sector público y las privatizaciones; la
liberalización de la normativa para permitir una mayor
participación económica extranjera; la flexibilización
del mercado laboral y la apertura del mercado doméstico a
las cadenas multinacionales extranjeras.
En
materia exterior, el Gobierno de Singh profundizará sus
acuerdos estratégicos y la colaboración con EEUU. Además,
habrá que ver el pulso que mantiene con China por la
hegemonía del continente asiático y, sobre todo, sus
relaciones con Pakistán (algunos mencionan también el
conflicto de Jammu& Kashmir y los posibles ataques
islamistas).
Pero
el panorama indio es mucho más complejo que el escenario
surgido tras las elecciones. Las violencias y tensiones de
todo tipo siguen latentes en esta sociedad. Los conflictos
religiosos, los ataques islamistas, la violencia
separatista, el movimiento maoísta, el hinduismo
chauvinista y el sistema de castas son algunos ejemplos.
Además,
en India existe otra amalgama de problemas. La superpoblación,
la pobreza, la violación de los derechos humanos, la
contaminación y deterio– ro del medio ambiente también
marcarán el futuro del país.
Y
sin duda alguna la corrupción, ya que en India el
movimiento de dinero negro o las bolsas con dinero son algo
«habitual». No hay más que ver la sucesión de escándalos
que han sacudido a la clase política o el dato que indica
que una cuarta parte de los parlamentarios salientes fue
acusado de «cargos criminales, incluyendo tráfico ilegal
de personas, violación, asesinato, malversaciones...»
O el
grave problema del campesinado indio, que aunque genera el
70% del empleo ve cómo la mitad del presupuesto federal se
destina al sector servicios, que supone sólo el 0,5%. La
crisis agrícola ha supuesto también que cerca de 200.00
agricultores se hayan suicidado en los últimos diez años y
la destrucción de empleo y desplazamiento a causa de las
llamadas Zonas Económicas Especiales (SEZ) han añadido
mayor incertidumbre a este amplio sector.
La
llamada «mayor democracia del mundo» tiene otra cara que
no presentan los medios. El peso «familiar», que provoca
en la masa electoral la sensación de que siempre es «alguien,
no el votante ni necesariamente el partido, quien decide»;
la escasa presencia de la mujer, con tan sólo un 7% de los
más de 8.000 candidatos, y el sentimiento extendido de que
la mayoría de líderes políticos identifican política con
dinero y poder.
Las
fichas del entramado institucional ya están casi colocadas,
pero todavía restan muchas más piezas para completar el
complejo puzzle de India.
(*)
Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN).
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