China

Una enorme operación anticorrupción suma ya casi 5.000 detenidos

Entre ellos hay numerosos policías, jueces,
políticos y millonarios

Por Adrián Foncillas
Corresponsal en Pekín
El Periódico, 23/10/09

Un anuncio particular se colaba entre las crónicas de sucesos y judiciales que estos días monopolizan la prensa local de Chongqing. Una página a color rezaba: «Gracias a todos los que luchan para erradicar las fuerzas criminales». La había pagado con los ahorros de su vida Yi Dade. Es un pescador que años atrás mantuvo un conflicto con una importante compañía local, resuelto cuando un centenar de matones irrumpió con machetes y barras en una fiesta familiar. Un hijo de Yi murió, otro quedó parapléjico y un tercero arrastra daños cerebrales. Yi se salvó milagrosamente. La policía actuó tarde y las penas en el juicio fueron leves.

Historias parecidas se repiten en Chongqing, una macrourbe del interior de 35 millones de habitantes y vida áspera: cuestas pronunciadas, un ubicuo zumbido de motos, la comida más picante del país, veranos pegajosos y una nube de contaminación que todo lo cubre. Las mafias eran parte del paisaje. Hasta ahora. China ha emprendido ahí la mayor operación contra la delincuencia, con casi 5.000 detenciones por ahora. La tipología revela que la carcoma había alcanzado el tuétano: matones, policías, jueces, políticos, millonarios…

Ejecuciones y extorsión

Dos semanas atrás empezaban los primeros juicios con empujones entre los vecinos para hacerse con alguna de las 300 sillas. La prensa local recogía de ellos relatos de ejecuciones a la luz del día, impuestos revolucionarios e impunidad a raudales. En Chongqing se sabía que a matones y policías les diferenciaba el uniforme. Uno de cada cinco policías ha sido despedido, y la criba solo ha empezado. La prensa local publicaba estos días fotos de hileras de policías esposados. Muchos de los que quedan han recibido nuevos destinos. El equipo de limpieza organiza sus redadas cada mañana en un lugar secreto para evitar las fugas de información. En los últimos meses ha cerrado locales emblemáticos: la refinada casa de té Bright Spot, que escondía un macroburdel; el casino ilegal Cloud Dream Pavillion, en la quinta planta del World Traders Hotel, o la discoteca White House, en el Marriott Hotel. Más de 65 coches han sido decomisados, Ferraris y Bentleys entre ellos.

La operación, de magnitud hollywoodiense, tiene tres protagonistas. Bo Xilai, exministro de Comercio, prometió hace dos años cuando tomó el mando en Chongqing acabar con la corrupción. Integra la hornada de dirigentes que tomará el relevo en 2012, y es previsible que consiga puntos por su eficacia. Wang Lijun es un tipo duro e insobornable que Bo se trajo de la provincia de Liaoning. Dirige un equipo de 25.000 agentes, muchos venidos de fuera de Chongqing, con la misión de borrar y empezar de cero. Su cabeza, surcada de cicatrices por litigios con matones, ha sido tasada por la mafia en 1,2 millones de euros.

El malo de altura es Wen Qiang, exdirector del aparato judicial y exvicedirector de la policía. Dicen que no se movía una hoja sin su permiso, que controlaba desde asaltantes a magnates del juego y la prostitución. Desde el vértice del tinglado ofreció durante 16 años protección a las mafias a cambio de sobornos, calculados en 10 millones de euros.

El miércoles salieron las primeras sentencias: seis condenas a muerte por un menú delincuencial con asesinatos, lesiones, amenazas y extorsiones. Se espera una cascada de sentencias similares porque en los juzgados de la ciudad se amontonan los acusados.

Dos buenos jefes

La corrupción centra cualquier discurso oficial de Pekín, consciente de que castiga su legitimidad y dispara las protestas sociales. La intención de combatirla es honesta pero choca contra un sistema que la estimula. Tras una detención sonada se suele pensar que el desdichado no pagó en la ventanilla adecuada, fue víctima de guerras intestinas o elegido como el cabeza de turco que cíclicamente calma a las masas.

El precedente de Chongqing es Shanghái, donde hace tres años se descabezó a los líderes del partido por malversar la tercera parte de los fondos de pensiones de la ciudad. No hay objeciones a la veracidad de las acusaciones, pero se duda de si habría habido purga si los corruptos no hubieran integrado el clan de Shanghái, apadrinado por el expresidente Jiang Zemin y opuesto ideológicamente al Gobierno de Hu Jintao. La importancia de la campaña de Chongqing reside en que, mientras no se demuestre lo contrario, es atribuible exclusivamente al empeño de dos qing guan, de dos buenos jefes. En Chongqing ya preocupa lo que pasará en cuanto se vayan. En otras provincias rezan para que les toque en su próximo destino.