Cuando
Obama visite China por primera vez el domingo, el presidente
adoptará, en más de un sentido, el papel de un
despilfarrador que viene a rendir tributo a su banquero.
La
cruda realidad de que China es el principal prestamista
extranjero que tienen los norteamericanos ha modificado
esencialmente la relación entre Estados Unidos y el único
país con chances razonables de disputarle su estatus de única
superpotencia mundial.
El
resultado: a diferencia de sus predecesores, que presionaban
públicamente a China a seguir el modelo occidental y a
abrirse política y económicamente, Obama dedicará menos
tiempo a exhortar a Pekín y más tiempo a tratar de darle
garantías.
Durante
un encuentro en julio, funcionarios chinos interrogaron
detalladamente a su contraparte norteamericana sobre los
detalles del nuevo plan de salud que está debatiendo el
Congreso. Pero los chinos no estaban demasiado interesados
en la opción pública para todos los estadounidenses.
"Querían saber, en sumo detalle, el impacto del plan
de salud en los números del déficit", recuerda uno de
los asistentes a la reunión.
Los
funcionarios chinos esperan ayudar a financiar la
iniciativa, principalmente a través de la compra de bonos
del Tesoro norteamericano, y, como cualquier banquero, querían
pruebas de que Estados Unidos tenía un plan para devolver
el dinero.
Lejos
parecen estar los días en los que el presidente George W.
Bush criticaba a China por la manipulación de su divisa o
el presidente Bill Clinton exhortaba a Pekín a mejorar los
derechos humanos.
Obama
ha usado un tono conciliador con China. Durante su largo
discurso del sábado en Tokio, destinado a delinear las
nuevas relaciones entre Estados Unidos y Asia, señaló
deliberadamente esa nueva dinámica en el vínculo
chino-norteamericano. "Estados Unidos no busca contener
a China", dijo Obama. "Por el contrario, el
surgimiento de una China fuerte y próspera puede ser una
fuente de energía para la comunidad de las naciones."
Hizo
alusión a los derechos humanos, pero no fue específico.
"No estaremos de acuerdo en todos los temas, y Estados
Unidos nunca dudará a la hora de alzar su voz en defensa de
los valores fundamentales que apreciamos tanto. Eso incluye
el respeto por la religión y la cultura de todos los
pueblos", dijo.
La
Casa Blanca ha estado trabajando durante meses para
asegurarse de que la visita de tres días de Obama a
Shanghai y Pekín transmita una imagen conciliadora. En
junio, por ejemplo, la Casa Blanca le comunicó al Dalai
Lama que si bien Obama en algún momento se reuniría con él,
eso no iba a ocurrir en octubre, cuando el líder espiritual
estuvo en Washington, ya que era una fecha demasiado cercana
al viaje de Obama a China.
Estrecharle
la mano al Dalai Lama, al que China condena como
separatista, semanas antes de la primera visita del
presidente a ese país podría haber irritado a los chinos,
según aseguraron algunos asesores de Obama.
Todos
los presidentes desde George H. W. Bush en adelante se han
reunido con el Dalai Lama en Washington. Por lo general, se
ha tratado de encuentros privados en la Casa Blanca, aunque
en 2007, George W. Bush fue el primer presidente que le dio
la bienvenida públicamente y le confirió la Medalla de Oro
del Congreso en una ceremonia en el Capitolio.
Durante
su campaña presidencial, Obama acusó a China muchas veces
de manipular su tipo de cambio, argumento que el secretario
del Tesoro, Timothy F. Geithner, repitió durante sus
audiencias de confirmación. Pero en abril, el Departamento
del Tesoro se retractó, cuando dio conocer un informe que
afirmaba que China no estaba manipulando su moneda para
aumentar sus exportaciones.
China
no es un tema problemático a los ojos de Washington. Pero
esta administración, al igual que su predecesora, ha tenido
problemas para lidiar con esta potencia emergente que parece
dispuesta a evitar los choques directos con Estados Unidos,
pero que afecta sus intereses en muchas áreas, entre ellas
la política monetaria, la proliferación nuclear, el cambio
climático y el gasto militar.
En
ese sentido, dos miembros del equipo de política exterior
de Obama dijeron que las interacciones entre Estados Unidos
y China habían sido demasiado acotadas, concentradas en el
contraterrorismo y en Corea del Norte.
Afirman
que se ha hecho poco y nada respecto de las políticas energéticas
y ambientales de China, o de la expansión de su influencia
en Asia y en Africa, donde Pekín tiene fuertes inversiones
y donde ha destinado miles de millones de dólares en ayuda
para acrecentar su influencia política.
Una
de las señales del nuevo enfoque de Obama apareció durante
un discurso que dio el subsecretario de Estado, James B.
Steinberg, con profundos conocimientos de la política
china. Steinberg afirmó que China debía adoptar la política
estratégica de "tranquilizar" al resto del mundo,
una frase que parecía querer reemplazar el marco teórico
de la era Bush, cuando se urgía a China a ocupar su papel
de "accionista responsable".
Tranquilizar
al mundo
"La
estrategia de tranquilizar descansa sobre la idea central,
aunque tácita, del intercambio", dijo Steinberg.
"Así como nosotros debemos dejar en claro que estamos
preparados a dar la bienvenida a la llegada de China
-sostuvo Steinberg-, los chinos deben asegurarle al resto
del mundo que su desarrollo y el crecimiento de su papel en
el mundo no se dará a expensas de la seguridad y el
bienestar de otros."
La
reacción de los chinos ha sido dispar. El diario China
Daily publicó una columna antes de la llegada de Obama, en
la que se sugería que Estados Unidos debía responder con
algunas garantías: "Respetar la soberanía china y su
integridad territorial". En otras palabras, olvidar
cualquier pretensión de discutir el modo en que China se
ocupa del Tíbet y de Taiwan.
En
China, Obama se reunirá con líderes políticos y será
anfitrión, en Shanghai, de una asamblea municipal, al
estilo americano, para estudiantes. Después, permanecerá
dos días en Pekín, donde se reunirá con el presidente Hu
Jintao.
Es
improbable que Obama reciba el mismo tipo de recibimiento
que tuvo en El Cairo, Accra, París o Londres. "Obama
sigue siendo un hombre positivo, y en todas partes la gente
siente que tiene más energía y es más sincero que
Bush", dijo Shi Yinhong, profesor de la Universidad del
Pueblo. "Pero en China es menos popular que en Europa.
Aquí no existe el culto a Obama", añadió.