El cuestionable crecimiento económico
chino ha ido de la mano con un marcado autoritarismo del
gobierno, quien justifica que con esa suerte de
totalitarismo garantizará el bienestar de su pueblo. Sí,
se escudan las autoridades chinas en que el rigor es
necesario cuando una sociedad y una nación están consolidándose.
Esa situación recuerda, por ejemplo, al stalinismo o al
mismo nazismo, periodos durante los cuales, el control
irrestricto de todos los aspectos que comprenden la
conformación de una nación, estaban regulados directamente
por el estado, autoritariamente, claro, traspasando
los sistemas de la propia legalidad en que pretendía
sustentarse el gobierno. Por ejemplo, Stalin hacía lo
imposible por reprimir cualquier tipo de oposición y
disidencia a su omnipotente control. Recuérdese el caso de
Leon Trosky, quien siempre cuestionó la manera de gobernar
de aquél y cómo deseaba realizar la expansión mundial del
modelo soviético (Trosky propugnaba por una especie de
revolución en cada país, impulsada por su respectiva clase
obrera, en tanto que Stalin estaba a favor del expansionismo
y dominación desde la URSS al resto del orbe). Tan acérrima
fue la persecución de Stalin hacia Trosky, que por más que
éste trató de huir y hacerse de una nueva existencia en un
alejado país, México, finalmente fue asesinado por una
conspiración hecha desde la Unión Soviética.
En China sucede lo mismo, pero
como en el capitalismo salvaje se precia más su muy dócil
integración a la dinámica de la división capitalista
mundial del trabajo, la que ha tratado de revertir en algo
la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, convirtiéndola
en el primer maquilador mundial, se han tolerado las
acciones del férreo autoritarismo chino, subrayando su
“milagroso” crecimiento económico (el neoliberalismo, o
sea, el capitalismo salvaje, ha tomado de ejemplo y puntal a
China). Este es cuestionable, como señalo arriba, pues la
mayor parte de la fabricación china es mediante filiales de
empresas extranjeras, alrededor del 60%, pero además a
costa de estar sobreexplotando y contaminando sus recursos,
como sus ríos, que más del 90% están contaminados, o la
calidad de su aire, que en ciudades como Linfen, en la
provincia de Shanxi, que es en donde está la mayor parte de
las minas de carbón que emplea China, la incidencia de
males respiratorios es altísima y la gente debe de usar en
todo momento tapabocas (el Banco Mundial ha reportado que 16
de las 20 ciudades más contaminadas del mundo son chinas).
Pero, además, 255 millones de obreros viven con salarios de
hambre, de menos de 3 dólares diarios, y casi 900 millones
de chinos que habitan en el campo, están totalmente
marginados del tan pregonado progreso, contrastando esto con
las fortunas que muchos funcionarios y empresarios han
acumulado gracias a los altísimos índices de corrupción,
que también, gracias al autoritarismo, el gobierno puede
practicar a sus anchas (varios empresarios chinos figuran el
las listas de los hombres más ricos delmundo que publica la
revista Fortune). Como digo, el capitalismo salvaje ha
preferido exaltar tal progreso económico, a costa de
tolerar la represión que el gobierno chino siempre ha
ejercido en contra de su pueblo y que también le ha
servido, al gobierno autoritario y corrupto, para ocultar
que siguen habiendo millones de chinos muy pobres, mal
pagados y desnutridos.
Baste recordar la matanza del 4
de junio de 1989 de Tiananmen, y que a pesar de los años transcurridos, no se ha
logrado precisar el número exacto de muertos que dejó la
sangrienta masacre de una pacífica manifestación que
buscaba, justamente, una mayor apertura del gobierno a las
demandas populares (se calculan en miles los muertos que dejó
la represión militar. Y es un vergonzoso hecho que el
gobierno sigue ocultando muy celosamente). Y probablemente
también la musculatura militar china, sobre todo su arsenal
nuclear, le haya ganado el “respeto” de sus represivas
prácticas entre países como EU, su principal socio
comercial, ya que es como si tuviéramos frente a nosotros a
un matón armado que nos exigiera creerle que no asesina
gente mientras nos apunta con su arma. Y que quede claro que
no exculpo a ningún país (incluida Cuba, por ejemplo), ya
que en este sistema político mundial, controlado por el
poder económico, en todos lados hay diversos niveles de
autoritarismo, pero en algunos habrá, digamos, más
libertades que en otros (ni Estados Unidos, que se jacta de
ser el país de las libertades, se salva de ejercer un
velado autoritarismo. Precisamente el Departamento de
Seguridad Doméstica, DHS, se ha abrogado ahora la ilegal
atribución de ejercer un “discreto” espionaje sobre
aquellas personas que considere “potenciales
terroristas”, sin mayor cuestionamiento u objeciones, pues
justifican las autoridades que es en aras del “combate al
terrorismo”. Y en la ilegal prisión de Guantánamo, se
tienen encarceladas personas tan sólo por ser o parecer árabes,
violando totalmente sus derechos humanos. Ver mis artículos
“La amenaza terrorista, el nuevo gran negocio para la
industria del miedo” y “La muy ‘conveniente’
descomposición del estado mexicano, pretexto para
militarizar y recrudecer la represión gubernamental”).
Podemos entender los excesos del
autoritarismo chino cuando vemos los constantes esfuerzos
por controlar hasta al llamado “espacio virtual”, o sea,
la red mundial de Internet, la que por estar interconectada
hacia el resto del mundo, ofrece un peligro para el
gobierno chino por la apertura y la falta de censura que la
información que puede obtenerse en la red implica. Esto es
contradictorio, porque por un lado, por cuestiones de mero
negocio, han permitido las autoridades chinas un desmedido
crecimiento del Internet, que ha redundado en que de 620,000
usuarios que había en 1998, actualmente se estiman en 338
millones los chinos que de algún modo tienen acceso a dicho
medio. Pero, por otro lado, con el fin de controlar el
contenido ofrecido, el gobierno ha dispuesto, entre otras
medidas, un gran firewall que evita el acceso a las
llamadas redes sociales como Twitter o que bloquea ciertos
contenidos de buscadores como Google (que recientemente
decidió retirarse de ese país, justificando que lo hacía,
eso se dijo, por razones de censura) o de sitios de videos,
como Youtube.
También cuenta con una “policía
de la red”, que son miles de censores que investigan y
clausuran cualquier intento de disidencia, arrestando a los
autores de tales sitios. El ciudadano
chino Wozy Yin es frecuentemente hostigado por el gobierno y
amenazado de ir a prisión debido a que ha logrado publicar,
mientras pudo, más de 150 blogs, informando de la
brutalidad represiva que ejerce el gobierno, con personas
como Yin, que tratan de dar a conocer al mundo lo que
realmente está sucediendo en China (actualmente ha tratado
de emplear el Twiitter, pero sin mucho éxito, pues también
el gobierno le ha controlado ese sitio). Varios periodistas
se encuentran encarcelados porque han tratado de evadir la
censura gubernamental en su labor informativa. También ha alquilado el
gobierno un regimiento de “comentaristas secretos de la
red”, quienes permanentemente están “posteando”
comentarios en cuanto sitio sea posible a favor del
gobierno.
Quizá sea esta tendencia de férreo
control la que haya provocado el problema al que he de
referirme, los internetadictos, que son niños,
adolescentes y jóvenes para los cuales, teniendo como
alternativas permitidas los juegos en línea, los han
acogido tan entusiastamente, que se han convertido, dice el
gobierno, no sólo en un muy serio problema
disciplinario, sino también en una amenaza existencial.
Desde el año 2002 comenzaron a
publicarse en los diarios, tanto locales, como nacionales,
historias de horror que exhibían los daños que el
indiscriminado uso del Internet entre los niños y jóvenes
estaba dejando. Por ejemplo, un incendio en un café-internet
clandestino, ubicado dentro de inseguras instalaciones,
provocó la muerte de 25 personas que estaban jugando
sesiones que duraban toda la noche. Un empedernido jugador
de la provincia Chengdu, exhausto tras haber jugado 20 horas
“Leyenda de Mir 2”, cayó muerto. Dos chicos de la
provincia de Chongqing, también agotados por jugar durante
dos días seguidos, se quedaron dormidos sobre vías férreas
y fueron arroyados por un tren. Un joven de Qingyuan asesinó
brutalmente a su padre tras discutir ambos que aquél estaba
excediendo el uso de Internet. Un adolescente de trece años
de Tianjin tras haber concluido una larga sesión de 36
horas de haber jugado “World of Warcraft”, brincó desde
el techo del edificio de 24 pisos, en donde vivía, con el
deseo expreso de “unirse a los héroes del juego”, tal y
como señaló en la nota suicida que dejó antes de saltar.
Y así por el estilo, cientos de historias abundan sobre los
problemas que la adicción a jugar en línea ha provocado.
Por supuesto que el gobierno trató
de hacer algo contra un problema que su falta de visión no
concibió que pudiera ocurrir. Como dije, prefirió que la
gente se “distrajera” jugando, pero fue peor dicha
“solución”, que su afán de control.
Al principio se adoptaron poco
efectivas medidas, como la prohibición de que entraran a
los cafés-internet adolescentes. Además, dejó de emitir
licencias para nuevos lugares y cerró cientos de ellos que
eran ilegales (que habían abierto clandestinamente en vista
del negociaso que la jugadora, enajenante adicción juvenil
significaba. Esto prueba, digamos, que tratándose de dinero
y buenos negocios, la corrupción gubernamental, beneficiada
por ellos, se hace de la vista gorda y eso sí es capaz de
tolerar). Sólo en el 2004, 16,000 sitios irregulares fueron
clausurados. Incluso hizo obligatorio que las compañías de
juegos distribuyeran sus versiones chinas con candados
anti-adictivos, los que traban la electrónica diversión
transcurridas tres horas (candados que pueden suprimirse
iniciando una nueva sesión). Pero como continuaran dándose
los problemas, el gobierno de plano decretó que la adicción
al Internet era ya un desorden clínico y la
autoritaria “solución” de que debía de curarse en las
llamadas “granjas disciplinarias” (boot camps), no se
hizo esperar, lo que dio lugar, aparte de un nuevo y muy
lucrativo negocio, a otro problema más que la cerrazón
autoritaria china tampoco previó… hasta que también
comenzaron a haber víctimas fatales.
El primero de esos lugares fue
fundado en el 2004, como parte del Hospital General Militar
de Beijín, concebido por Tao Ran, investigador militar y
coronel en el Ejército de Liberación Popular. Este
autoritario militar aplicó tratamientos que empleaba para
drogadictos, supuestamente con mucho éxito, tanto que hasta
en el año 2007, el New York Times lo describió como
“el frente de batalla chino” en el combate a la
internetadicción. En esa “clínica mental” se han
tratado 5000 adolescentes desde entonces.
Pero, al igual que los cafés-internet,
que muchos abrían clandestinamente, por el gran negocio que
eran – y siguen siendo – los juegos en línea, también,
en vista del grave problema de la internetadicción,
comenzaron a abrir más granjas disciplinarias, muchas de
ellas sin reunir realmente las condiciones para brindar un
verdadero tratamiento psicológico y administradas por
personal que, más que actuar como psicólogos, parecían
carceleros. Hay varios muy documentados casos de
adolescentes que han muerto debido a golpes y brutales
“tratamientos”.
Un ejemplo de esos nefastos
sitios es el que fuera regenteado por el señor Yang Yongxin,
mejor conocido como “Tío Yang”, como si ese “cariñoso”
apelativo fuera una manera de brindar confianza a los padres
de los adolescentes que dejaban en manos de ese carcelero,
no psicólogo. Varios de los testimonios de los
“pacientes” que trató – y que sobrevivían a sus
torturas –, cuentan historias de horror, en donde son
frecuentes las palizas con garrotes, extenuantes ejercicios,
“consejos psicológicos”, administrados con palos,
claro… y los temibles electroshocks. Éstos, conocidos
como xing nao, “despertando al cerebro”, el
“afectuoso tío Yang” los administraba colocando
electrodos en dedos y sienes de los pacientes y enseguida
disparando toques eléctricos de uno a cinco miliamperios,
suficientes para sacudir espasmódicamente todo el cuerpo y
eran habituales las sesiones de treinta minutos por lo menos
(quizá alguien que haya alguna vez intentado soportar los
famosos “toques” administrados por personas que a eso se
dedican, a retar a los clientes a soportar toda la
intensidad de sus aparatos de toques y que si lo logran, les
dan una atractiva suma a cambio, comprenderán lo dañinos
que pueden ser los electroshocks). Por cierto que los
electroshocks eran empleados en los años cincuenta por
agencias caza-espías, como la CIA o la KGB para “lavar”
el cerebro de los espías enemigos, logrando no sólo que
olvidaran muchas cosas, sino que incluso quedaran locos de
por vida.
En alguna entrevista hecha al tío
Yang en el 2007 – antes de que se destapara la cloaca que
operaba –, reconoció que los electroshocks eran
necesarios, “no ocasionan daños cerebrales, pero, eso sí,
son muy, muy dolorosos”. Lo peor es que hasta se le tomó
de modelo e incluso llegó al descaro de anunciarse en la
televisora local, hablando maravillas del sitio contentos
muchachos que, muy sonrientes, avalaban la “granja
disciplinaria” de Yang. Y si podía anunciarse hasta en
televisión, es porque el buen Tío Yang cobraba el
equivalente a 900 dólares mensuales por sus
“tratamientos”, muy elevada suma, tomando en cuenta que
el salario promedio en China es de alrededor de 400 dólares
por mes (esto en las zonas urbanas-industriales, por
supuesto). Y a pesar de la elevada suma, el temor de miles
de padres de que sus hijos fueran internetadictos (que en
algunos casos era infundado), logró que alrededor de 3000
adolescentes fueran tratados en esa “clínica”, que más
bien parecía una cárcel de tercera clase, lo que convirtió
a Yang en el rico Tío Yang.
No fue hasta que uno de sus
pacientes, Deng Senshan, un adolescente de sólo 13 años,
que murió desde el primer y único día que estuvo en ese
sitio, que la “clínica” fue clausurada. Los padres de
Deng estaban muy consternados porque, debido a que su único
hijo (son comunes los hijos únicos en el autoritario país
chino, que hasta eso regula) ya no hacía otra cosa que
jugar en línea en el Internet, comenzó a bajar sus
calificaciones, a subir de peso, a deprimirse cuando no
estaba jugando en la computadora…
De haber sido un excelente alumno
(algo que el competitivo sistema chino valora mucho, pues de
ello depende que los estudiantes puedan acceder más tarde a
alguna universidad), se convirtió en un obsesivo-depresivo
chico que cuando no jugaba, sólo comía y no se interesaba
en nada (me atrevo a pensar que ello se deba a que si se
flexibilizan las condiciones de rigidez social en un
autoritario sistema, el resultado es que se produce una
especie de rebote mental que deja a los miembros sin una
voluntad propia que los auto-discipline, pues el exceso de
autoridad era el que lo hacía, de tal manera que la
sociedad, sin esa autoridad que la controle, no sepa cómo
regularse o hacia dónde dirigirse y digamos que se deprima.
Esto puede verse en la muy interesante cinta del director
danés Lars von Trier, “Manderlay”, en donde una
comunidad de esclavos negros, cuando repentinamente son
liberados de su ama, resienten tanto la falta de autoridad,
que no saben cómo responder y además de que comienzan a
irritarse y a pelearse entre ellos, se ponen en contra de la
mujer que los liberó y surge un generalizado sentimiento de
abandono y orfandad ante la falta de autoridad).
Confiados los padres de Deng en
que el amable “Tío Yang”, “curaría” a su hijo, lo
llevaron a la granja, ubicada en la provincia de Shandong,
anexa a un hospital estatal. Y sólo fue que lo dejaron,
llovieron los golpes de los carceleros-enfermeros sobre el
pobre de Deng, quien primero fue confinado a un cuarto
cerrado, de cara a la pared, y como se rehusara a someterse,
fue motivo suficiente para que aquéllos le pegaran con
palos. Luego fue obligado a correr alrededor de una cancha y
cada que se paraba por el cansancio, los duros carceleros se
acercaban a palearlo y a patearlo, hasta que Deng no pudo más.
El enorme esfuerzo exigido a su obeso cuerpo, falto de
ejercicio, y tantos golpes que recibió le ocasionaron un
colapso físico que le provocó una hemorragia interna. Y
como el “amable Tío Yang” no quiso llamar a una
ambulancia, pensando que el chico se recuperaría, pasaron
cuatro horas más sin que recibiera atención médica, hasta
que fue evidente que había entrado en coma y fue cuando se
llamó a un hospital y la esperada ambulancia apareció…
pero fue ya demasiado tarde, el pobre Deng había muerto.
Eso, como dije antes, fue motivo
para el cierre definitivo de la granja disciplinaria del Tío
Yang, de quien después se reveló que ni siquiera tenía la
secundaria terminada y que mucho menos poseía el grado
universitario de psiquiatría, como se jactaba.
Y también motivó al autoritario
gobierno chino a revisar el tipo de “tratamientos” que
se debían de dar para combatir la internetadicción, pero
según algunos expertos, en todo caso el que sea un “buen
negocio” establecer una granja disciplinaria, ha motivado
que en lugar de que se implementen, por ejemplo, pláticas
correctivas entre los padres y los hijos o que éstos no
consideren que por el sólo hecho de que sus hijos estén
frente a una computadora, ya son adictos, esas “clínicas
mentales” seguirán pululando, acogiéndose, claro, a los
nuevos lineamientos, como el que ya estén prohibidos los
electroshocks, por ejemplo.
Y finalmente si así el
autoritario gobierno chino puede seguir mostrando que su
poder es inexpugnable, adelante, ¡que se declare a todo
mundo enfermo mental, disidentes incluidos, claro, y que se
les recluya en clínicas… o en cárceles!, con tal que el
capitalismo salvaje siga tolerando y tomando como modelo de
“crecimiento económico” a ese autoritario país.
Contacto:
studillac@hotmail.com