Las armas utilizadas por los
opositores de Thasksin para acabar con él fueron la corrupción y la deslealtad;
otras cuestiones parecen irrelevantes en comparación con éstas.
El cargo de deslealtad perdió
fuerza debido a las dificultades para demostrar que, apoyándose en las
instituciones, suponía un riesgo tanto para los delegados como para la
institución misma. Los camisas rojas y un número creciente de personas han
perdido interés en este aspecto.
La acusación de corrupción
ha sido claramente reforzada por las sentencias judiciales, puesto que se han
utilizado bienes públicos a favor de intereses particulares. La defensa de
Thaskin no ha podido luchar plenamente contra este cargo, centrándose más en
el cálculo de los importes que deberían ser confiscados y en la ilegitimidad
del proceso judicial, un producto del régimen en el poder tras el golpe de
Estado que derrocó a Thaskin.
Thaskin se concentra en
mostrar que las otras camarillas, especialmente los que sus partidarios llaman
“ammat” (aristócratas), también son tramposos. Hacen uso del argumento
del doble rasero para poner de manifiesto la parcialidad de la élite. Esto es
algo conocido por muchos y está demostrando que cada grupo de la élite
tailandesa se ha apropiado de los recursos propios para su beneficio personal
y esta es, probablemente, su gran contribución a la sociedad.
Tanto Thaskin como los
“aristócratas” han abusado del sistema, pero la diferencia es que Thaskin
reconoce a la gente común, daba importancia a los pobres, y tenía
habilidades en el manejo de la economía. Esta es la imagen que los
partidarios de Thaskin han promovido con éxito.
Thaskin y sus partidarios
fueron capaces de reclamar sus políticas populistas, a pesar de que los
gobiernos posteriores han adoptado políticas similares. La gente todavía se
remonta al pasado y no ha cambiado de opinión.
Después de la gran
movilización de los amarillos en 2008, que se tradujo en el cierre de la Casa
de Gobierno y del aeropuerto, un gran número de la población de clase media
de Bangkok dio su apoyo a los “rojos” [llamados así por el color de las
camisetas que portan, no tiene nada que ver con una ideología de izquierda].
Los violentos acontecimientos de abril de 2009, sin embargo, podrían haber
afectado este apoyo. En este punto, todavía no está claro cuántas personas
de la clase media mantienen su apoyo a los “rojos”, no tanto por su amor a
Thaskin sino debido a su deseo de desmantelar el sistema de privilegios que ha
producido tantas injusticias sociales en la sociedad tailandesa o porque
tienen preguntas sobre la monarquía.
La fuerza de los “rojos”
se encuentra en la demanda de democracia directa, es decir, que la gente pueda
votar por sus candidatos y sólo quienes ganen lleguen a gobernar el país. El
gobierno va a encontrar más y más difícil rechazar esta demanda legítima y
justa. Los “rojos” creen que van a ganar las elecciones.
La lucha de Thaskin se
concentra en el uso de los mecanismos de la democracia para debilitar la base
del poder tradicional de la sociedad actual (la aristocracia), que es su
enemigo, y en el aumento de la cuestión de la injusticia social, que ha sido
capaz de ganar algunos aliados entre los diversos grupos progresistas.
Por un lado, los progresistas
se han unido a los “rojos” porque les da una oportunidad de librarse de la
base de poder tradicional, que podría allanar el camino para corregir la
desigual estructura de la sociedad. Por otra, Thaskin y sus partidarios están
usando el argumento de la democracia, con él mismo como paladín, para
reforzar la legitimidad de su lucha.
La cuestión aquí es qué
será capaz de hacer con ellos, si la alianza puede producir beneficios
mutuos. Nadie tiene la respuesta en este punto. ¿Qué se puede prever? Si los
“rojos” ganan, el papel de los progresistas se reducirá y es probable que
queden marginados del espacio político. Lo que no se sabe es qué planes
tienen los progresistas para evitar que esto suceda.
No puede negarse que la
estructura social injusta y desigual que ha permitido la explotación de los
pobres en las diversas administraciones del pasado ha sido el factor
importante que llevó a varios grupos progresistas al bando de los
“rojos”, haciendo que el movimiento ampliase su base y su alcance. Sin
embargo, Thaskin y los dirigentes rojos mismos no han hecho ninguna propuesta
concreta sobre cómo esta estructura puede ser modificada de ninguna manera.
Esto hace que no se diferencia de los amarillos, que durante sus
manifestaciones no hizo propuestas de políticas claras para hacer frente a
los viejos problemas sociales además de la eliminación de Thaskin.
La gran lección a extraer de
la movilización de los amarillos fue que los progresistas no pudieron
resistir las fuerzas conservadoras y no pudieron construir su propio programa.
En comparación, los progresistas dentro de los “rojos” han llegado más
lejos.
Thaskin nunca ha mostrado
ningún gesto de querer construir la democracia más allá de reclamar su
derecho de monopolio de las urnas. Durante su gobierno hubo indicios y
tendencias que podrían interpretarse como una recesión democrática en
materia de derechos humanos y participación popular. Intervino en el sistema
de la misma manera que acusa ahora a los aristócratas de hacerlo. Cuando
volvió al poder durante los gobiernos Samak y Somchai, no hizo políticas que
se diferenciasen de ellos. Muchas personas creen, sin embargo, que es mejor
esto que no votar.
No ha surgido ninguna tercera
vía y no hay señal de que suceda.
Algunos de los progresistas
se han unido tanto a los “rojos” como a los amarillos para impulsar su
agenda, pero el resto son demasiado débiles para construir un movimiento
independiente.
Los progresistas entre los
“rojos” pueden señalar que la victoria de Thaskin se puede considerar
como un progreso en el sistema democrático. Y bajo las condiciones actuales,
Thaskin sólo puede ganar a través de medios democráticos. Por lo tanto, si
los “rojos” ganan o pierden, lo que contribuirá [la movilización] será
al proceso de democratización. Además, el importante número de los
“rojos” y su fuerza hacen que sea difícil para las élites y la clase
media seguir ignorando a los pobres y la injusticia de la sociedad tailandesa.
Sin embargo, no está claro cómo
los “rojos” ven realmente su lucha. ¿Puede la victoria de Thaskin ser
equiparada completamente como una victoria en ese sentido o no? Si no, ¿hasta
qué puntoel éxito personal de Thaskin y el progreso de la democracia en
Tailandia pueden permanecer unidos? El riesgo sigue siendo que la democracia sólo
puede ser un instrumento temporal que se deja de lado en cuanto se convierte
en un obstáculo en el camino de Thaskin hacia su objetivo de alcanzar el
poder político.
Varios grupos progresistas
pueden conseguir su satisfacción de ver a los pobres del interior del país
manifestándose para protestar ante las casas de los ricos y poderosos en
Bangkok, gritando que no pueden aguantar más. Además, el pueblo puede
observar que hay signos positivos de que la conciencia de clase entre los
“rojos” puede dar inicio a una posible lucha de clases. No está claro si
ello es sólo un espejismo. ¿Es ésta una lucha para derrocar a la estructura
realmente vieja y mala o, al menos para que sea más equitativa? ¿O es sólo
una lucha para elegir un maestro diferente, que puede terminar con un sistema
modernizado bajo el patrocinio de Thaskin, con una falta de progresos en el
frente democrático?
(*)
Jacques–chai Chomthongdi es investigador asociado de Focus on de Global
South en Bangkok.