EE.UU. y China parecen haber
llegado a un acuerdo respecto a la tasa de cambio entre las dos monedas. El
acuerdo es que el gobierno de EE.UU. dejará de chillar al respecto, y China
hará lo que quiera hacer, lo que probablemente incluirá un moderado aumento
en el renminbi en algún momento del futuro cercano.
Este acuerdo fue reflejado en
las declaraciones de ambas partes durante la cumbre nuclear de Washington.
“China ve correctamente el tema de la divisa como un tema soberano” dijo
el presidente Obama en respuesta a una pregunta sobre su reunión con el
presidente Hu Jintao de China. En una declaración que fue más allá de lo
que ha sido obvio desde el comienzo de esta disputa, agregó: “Son
resistentes a la presión internacional cuando tiene que ver con la toma de
decisiones sobre su política en cuanto a su divisa y la política
monetaria.”
El presidente Hu estuvo de
acuerdo, y dijo que un cambio en la tasa de cambio “no progresará por
alguna presión extranjera,” lo que también sabíamos.
En todo caso, el gobierno
chino probablemente quiere dejar que su moneda suba por lo menos un poco, ya
que las autoridades están preocupadas por la inflación. Una revalorización
del renminbi les ayudará a reducir la inflación, al bajar los precios de las
importaciones.
Por otra parte, Washington
nunca ha hablado en serio sobre el intento de reducir el valor del dólar en
general. Cómo ha sido bien documentado y demostrado durante todos los años
de la burbuja y la reciente catástrofe, el gobierno de EE.UU. está dominado
por Wall Street. Y Wall Street no está interesado en un dólar más
competitivo; todo lo contrario. Los intereses financieros prefieren casi
siempre un dólar más fuerte, ya que reduce la inflación y hace que sus
adquisiciones en el extranjero cuesten menos.
No les importan los millones
de puestos de trabajo en la manufactura que hemos perdido, o el aumento del
empleo con una tasa de cambio más competitiva. De hecho, nuestro gobierno
parece tener un compromiso relativamente limitado con la reducción del
desempleo en general después de la peor recesión del país desde la Gran
Depresión.
El gobierno de Obama
pronostica un desempleo de 10, 9,2 y 8,2 por ciento respectivamente para
2010–2012. No se proyecta una caída del desempleo a la tasa de 5,2 por
ciento que es considerada de pleno empleo hasta 2018. Esto, por cierto, no
cuenta los millones de personas que trabajan involuntariamente a tiempo
parcial o que han abandonado la fuerza laboral.
Ya que hay maneras
relativamente económicas de reducir el desempleo en EE.UU., como ser
subsidios gubernamentales para reparto del trabajo, sólo podemos concluir que
no constituye una prioridad alta para el actual gobierno. Y, por cierto, el dólar
está sobrevaluado respecto a toda una gama de monedas, no sólo la de China
–y no parece existir interés entre nuestros responsables políticos por
hacerlo bajar.
Por lo tanto, aunque es bueno
que el gobierno de Obama haya descubierto que la presión pública no hará
que China revalorice su moneda, también es poco probable que haya mucha presión
procedente de Washington entre bastidores. Es más probable que el gobierno de
Obama utilice las demandas del público sobre la moneda como medio de
negociación para cosas que realmente le interesan, como hacer que China
–miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho a
veto– acepte sanciones más estrictas contra Irán. (Es un motivo por el
cual los ataques contra China en EE.UU. no son una buena estrategia política
–le dan un respiro a nuestro propio gobierno, que es el más responsable por
mantener un dólar sobrevaluado).
Respecto a esas sanciones, es
poco probable que los chinos concedan algo significativo. China ha rechazado
cualquier tipo de sanciones amplias en el pasado, por buenos motivos. El
aumento de sanciones contra Irán, como ha subrayado el presidente Lula da
Silva de Brasil, simplemente nos llevaría un paso más cerca de un conflicto
militar. China no lo quiere, y no sólo porque –como destacan los medios–
no quiere una interrupción de los suministros de petróleo de Irán. Los
chinos comprenden que la confrontación entre EE.UU. e Irán –como la
confrontación anterior que llevó a la guerra con Iraq– no tiene tanto que
ver con algún programa potencial de armas, sino con el poder. Irán,
importante productor de petróleo y uno de los principales países del área,
tendrá naturalmente influencia en la región. Es a lo que se opone
Washington, y lo que obstruye una negociación de un acuerdo con Irán de
EE.UU. que resolvería el problema nuclear.
China no tiene interés en
los esfuerzos de EE.UU. de tratar de “aislar” a Irán –China nunca
invitaría a países de todo el mundo a una conferencia sobre la seguridad de
materiales nucleares con la exclusión de Irán, como lo acaba de hacer EE.UU.
China tampoco está “aislada” en sus propios puntos de vista sobre Irán:
Los actuales miembros del Consejo de Seguridad Brasil y Turquía se oponen a
nuevas sanciones contra Irán y apoyan nuevos esfuerzos para resolver el
conflicto entre EE.UU. e Irán mediante la diplomacia. Como la mayoría de los
demás gobiernos, China parece estar a favor de un mundo multipolar en el cual
el estatus de “superpotencia” de EE.UU. represente menos una licencia para
decir a otros países lo que deben hacer.
(*)
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR)
en Washington, D.C.