Nueva York.– Sigue la
batalla de los Estados Unidos contra China por los tipos de cambio. Cuando
comenzó la Gran Recesión, muchas personas se preocuparon de que pudiera
aparecer el proteccionismo. Es cierto que los líderes del G–20 prometieron
que habían aprendido las lecciones de la Gran Depresión. No obstante, 17 de
los 20 miembros del grupo introdujeron medidas proteccionistas apenas unos
meses después de la primera cumbre de noviembre de 2008. La disposición para
promover la compra de productos estadounidenses (“Buy American”) que se
incluyó en la ley de estímulo de los Estados Unidos fue la que más atención
despertó. Sin embargo, el proteccionismo se contuvo debido en parte a la
Organización Mundial del Comercio.
La debilidad económica
sostenida de las economías avanzadas hace que exista el riesgo de una nueva
ronda de proteccionismo. En Estados Unidos, por ejemplo, más de uno de cada
seis trabajadores que desean un empleo de tiempo completo no logran
encontrarlo.
Estos fueron algunos de los
riesgos relacionados con el estímulo insuficiente de los Estados Unidos, que
se diseñó tanto para calmar a los miembros del Congreso como para reanimar
la economía. En vista de los déficit crecientes, es poco probable que haya
un segundo estímulo y, debido a que la política monetaria ha llegado a su límite
y a que apenas se puede controlar a los halcones de la inflación, tampoco hay
mucha esperanza de obtener ayuda por esa vía. Así pues, el proteccionismo
está cobrando un lugar preponderante.
El Congreso ha encargado al
Tesoro de Estados Unidos que evalúe si China es "manipuladora de
divisas". Si bien el presidente Obama ha retrasado durante algunos meses
la fecha en la que Timothy Geithner, el Secretario del Tesoro, debe publicar
su informe, el concepto mismo de “manipulación de divisas” está viciado:
todos los gobiernos toman medidas que afectan directa o indirectamente al tipo
de cambio. Los déficit presupuestales imprudentes pueden conducir a que haya
una moneda débil, del mismo modo que las tasas de interés bajas. Hasta que
estalló la reciente crisis en Grecia, los Estados Unidos se beneficiaban de
un débil tipo de cambio dólar/euro. ¿Debían los europeos haber acusado a
los Estados Unidos de “manipular” el tipo de cambio para aumentar las
exportaciones a sus expensas?
Aunque los políticos
estadounidenses se centran en el déficit comercial bilateral con China –que
es persistentemente grande—lo que importa es la balanza multilateral. Cuando
comenzaron las exigencias de que China ajustara su tipo de cambio durante la
administración de George W. Bush, su superávit comercial multilateral era
pequeño. Sin embargo, más recientemente China también ha tenido un superávit
multilateral importante.
Arabia Saudita también tiene
superávit bilateral y multilateral: los estadounidenses quieren su petróleo
y los sauditas quieren menos productos estadounidenses. Incluso en términos
de valor absoluto, el superávit multilateral de mercancías de Arabia Saudita
de 212 mil millones de dólares en 2008 fue muy superior al de China de 175
mil millones de dólares; en términos de porcentaje del PIB, el superávit de
cuenta corriente de Arabia Saudita, de 11.5%, es más del doble del chino. El
superávit de Arabia Saudita sería mucho mayor si no fuera por las
exportaciones de armamento estadounidenses.
En una economía global con
una demanda agregada deficiente, los superávit en cuenta corriente son un
problema. Pero el superávit en cuenta corriente de China de hecho es inferior
que la cifra combinada de Japón y Alemania. Como porcentaje del PIB es del
5%, frente al 5.2% de Alemania.
Muchos otros factores, además
de los tipos de cambio, afectan la balanza comercial de un país. Uno de los
elementos determinantes clave es el ahorro nacional. El déficit comercial
multilateral de Estados Unidos no se reducirá significativamente hasta que el
país ahorre mucho más; si bien la Gran Recesión indujo un mayor ahorro doméstico
(que era prácticamente de cero), eso se ha visto más que anulado por el
creciente déficit gubernamental.
Es probable que un ajuste del
tipo de cambio únicamente haga que cambie el lugar donde los estadounidenses
compran sus textiles y prendas de vestir –en Bangladesh o Sri Lanka, en
lugar de China. Mientras tanto, un aumento del tipo de cambio probablemente
contribuirá a la desigualdad en China, puesto que los agricultores pobres se
enfrentan a una creciente competencia de las granjas altamente subsidiadas de
los Estados Unidos. Esta es la verdadera distorsión comercial de la economía
global, por la que millones de pobres en los países en desarrollo resultan
perjudicados mientras Estados Unidos ayuda a los agricultores más ricos del
mundo.
Durante la crisis financiera
asiática de 1997–1998, la estabilidad del renminbi desempeñó un papel
importante para estabilizar la región. De la misma forma, la estabilidad del
renminbi ha ayudado a que la región mantenga un crecimiento sólido, del que
se beneficia el mundo en su conjunto.
Algunas personas aducen que
China debe ajustar su tipo de cambio para evitar la inflación o la formación
de burbujas. La inflación sigue estando contenida pero, lo que es más
pertinente, el gobierno chino tiene a su disposición un arsenal de armas de
otro tipo (desde impuestos a las entradas y los beneficios de capital hasta
una variedad de instrumentos monetarios).
Pero los tipos de cambio sí
afectan los patrones de crecimiento, y es del interés de China reestructurar
y alejarse de una alta dependencia del crecimiento impulsado por las
exportaciones. China reconoce que su moneda debe apreciarse en el largo plazo
y convertir la velocidad a la que lo debe hacer en un tema político ha
resultado contraproducente. (Desde que comenzó a revaluarse el tipo de cambio
en julio de 2005, el ajuste ha sido de la mitad o más de lo que la mayoría
de los expertos creen que es necesario.) Además, iniciar una confrontación
bilateral sería imprudente.
Puesto que el superávit
multilateral de China es la cuestión económica que preocupa a muchos países,
los Estados Unidos deben buscar una solución multilateral basada en reglas.
Imponer derechos unilaterales después de haber calificado unilateralmente a
China de “manipuladora de divisas” socavaría el sistema multilateral sin
muchos beneficios. China podría responder imponiendo derechos a los productos
estadounidenses que se benefician directa o indirectamente de los subsidios
otorgados como parte del enorme rescate de los bancos y fabricantes de automóviles.
En una guerra comercial no
hay ganadores. Por ello, Estados Unidos debe tener mucho cuidado de no iniciar
una en medio de una recuperación global incierta – por popular que pueda
ser entre los políticos cuyos electores están preocupados, con razón, por
el elevado desempleo y por fácil que sea culpar a los demás.
Desafortunadamente, la crisis global se gestó en los Estados Unidos, y el país
debe voltear hacia adentro, no sólo para reanimar su economía sino para
evitar una repetición.
(*)
Premio Nóbel de Economía 2001.