Tailandia

Un muerto en los choques entre los ‘camisas rojas’ y la policía

Séptima semana de disturbios sin solución a la vista

Por Adrián Foncillas
Corresponsal
El Periódico, 29/04/10

Un enfrentamiento entre camisas rojas y el Ejército en las calles de Bangkok dejó ayer un muerto y 18 heridos. Es el primer choque desde que el lanzamiento de cinco granadas causara otra víctima mortal la semana pasada. Otro enfrentamiento el 10 de abril provocó 26 muertos y cientos de heridos. El conflicto va ya por su séptima semana y nada apunta a una solución dialogada.

Protagonistas del conflicto

Bhumibol Adulyadej, rey de Tailandia desde 1946: Es el rey más longevo del mundo. Se lo venera hasta límites ridículos. Cada lunes, día real, muchos tailandeses visten camisetas amarillas en su honor. A los 83 años, su salud está ya muy deteriorada, lo que le ha impedido intervenir. Por primera vez, sectores de camisas rojas le miran con desconfianza. Los camisas amarillas, partidarios del Gobierno, se arrogan su defensa.

Thaksin Shinawatra, primer ministro depuesto: Ocupó el cargo entre el 2001 y el 2006, cuando fue depuesto por una asonada. Aún así, apadrinó desde el exilio varios de los gobiernos posteriores. Es uno de los tailandeses más ricos, quizá el que más. Es populista y usó el poder para sus negocios personales. pero, al mismo tiempo que llenaba sus bolsillos, se preocupó de desarrollar las zonas rurales con eficaces políticas de microcréditos, razón por la que el pueblo le adora.

“Camisas Rojas”, campesinos pobres emigrantes del norte: Son decenas de miles de campesinos de las rurales provincias del norte y noroeste llegados a Bangkok para acabar con el Gobierno. Evidencian la fractura social, en las antípodas de los neones de la capital. Se lamentan de que las clases dirigentes, a excepción de Thaksin, siempre los han olvidado. Aseguran que Ejército, la judicatura y otros estamentos colocaron de forma ilegítima al Gobierno actual.

Abhisit Vejjajiva, jefe del Gobierno vinculado al Ejército: Primer ministro y líder del Partido Democrático. La crisis ha destapado sus limitaciones. Declaró un estado de emergencia tozudamente ignorado por todos. Los camisas rojas piden su dimisión y desde su partido se subraya su impotencia para atajar un conflicto que lleva sangrando al país desde hace siete semanas. Los analistas políticos aseguran que depende del siempre decisivo estamento militar, al que cedió el mando la semana pasada.

El choque se produjo cuando las fuerzas de seguridad tailandesas bloquearon a unos 2.000 camisas rojas que, a bordo de motos y camionetas, se dirigían a las afueras para ampliar su abanico de protestas. A pocos kilómetros del aeropuerto de Don Mueang, los soldados, apostados frente a las barreras levantadas con espino, empezaron a disparar sin que se haya aclarado aún si utilizaron fuego real o balas de goma. De hecho, la víctima es un miembro de las fuerzas de seguridad, abatido según varias fuentes por «fuego amigo», lo que habla del caos reinante.

En un momento del enfrentamiento, militares dispararon contra fuerzas de seguridad que se enfrentaban a los manifestantes, informa AP. El incidente pudo deberse a un error, aunque ha habido acusaciones de que miembros del Ejército toman partido por los camisas rojas.

Baño de sangre

El domingo pasado, el general Anuphong reconoció en una entrevista televisiva que soldados retirados y en activo ayudaban a los manifestantes, aunque salvaguardó la unidad de actuación militar. «Si hay escisiones, son a título personal», aclaró.

Con su rechazo a la violencia, esos soldados pretenderían evitar otro baño de sangre como el de abril. Después de semanas de discursos contenidos que le habían causado críticas por tibio, el primer ministro, Abhisit Vejjajiva, delegó la semana pasada el mando en el Ejército.

La marcha de ayer era el último desafío de los defensores del exprimer ministro exiliado Thaksin Shinawatra, a los que la escasa beligerancia gubernamental ha insuflado valor. Las pocas posibilidades de que el conflicto se solucionara se esfumaron el martes cuando Abhisit desechó la petición de disolver el Gobierno en tres meses. Parecía una fórmula de consenso entre la disolución inmediata que exigían los camisas rojas y el año de adelantamiento de las elecciones que ofrece Abhisit.

Con el mando transferido al Ejército y los camisas rojas envalentonados, el conflicto se encamina a un callejón sin salida. Un portavoz oficial aclaró ayer que los soldados tienen órdenes de utilizar balas de goma, pero que la autodefensa permite la munición real.

Otro punto que agrava la situación es la pérdida del aura intocable del monarca Bhumibol Adulyadej, hasta ahora un referente venerado sin excepción. Pero sectores de los camisas rojas lo empiezan a señalar como un cómplice del, a su juicio, Poder Ejecutivo ilegítimo de Abhisit.

El Gobierno ha acusado a los manifestantes de pretender derrocar la monarquía. La ley tailandesa prevé penas de 15 años para los que «difamen, insulten o amenacen» a la familia real. Los representantes de los camisas rojas defienden que las acusaciones gubernamentales sólo pretenden legitimar la represión.

Ceremonia de confusión

A la ceremonia de la confusión se sumó ayer el Tribunal Constitucional al admitir a trámite la petición de la Comisión Electoral para la disolución del Partido Demócrata, la coalición gubernamental. La razón es el uso fraudulento de un préstamo concedido para las elecciones de 2005 de 29 millones de bats (682.000 euros).

La judicialización de la vida política es habitual en Tailandia. Gobiernos anteriores y afines a Thaksin ya cayeron por actuaciones de los jueces, tradicionalmente vinculados a los camisas amarillas.

El conflicto nace del descontento de los millones de campesinos por el olvido que tradicionalmente han sufrido de las clases dirigentes. En su opinión, Thaksin fue el único que se preocupó por ellos.

Derrumbe del turismo

La crisis política está sangrando la economía nacional, muy orientada al turismo. El país de la sonrisa ubicua, las playas paradisiacas de blanca arena, el sol y la excelente gastronomía, ha visto reducidos sus visitantes extranjeros en un 38%.

Las llegadas al futurista aeropuerto internacional de Suyarnabhumi han caído de las 30.000 habituales a las 20.000. El turismo, que supone el 7% del PIB tailandés, perderá unos 750 millones de euros. Más de 40 países han recomendado a sus nacionales que no viajen a Tailandia mientras la situación no mejore. Entre ellos, España, que a través del departamento que dirige Miguel Ángel Moratinos, «desaconseja absolutamente» viajar al país. El ministerio recuerda que no se puede descartar el cierre de los aeropuertos tailandeses.


Los «camisas rojas» siguen en el centro de Bangkok pese
a las amenazas del Gobierno

Occidente observa con inquietud la crisis política

Gara 01/04/10

Occidente no disimula su inquietud por la crisis política que mantiene paralizada Tailandia, pero se abstiene de intervenir en los asuntos internos de un país clave en la región y cuyo futuro es más que incierto.

Bangkok (Agencias).– Miles de «camisas rojas», seguidores del derrocado primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra que exigen la dimisión del Gobierno de Abhisit Vejjajiva, seguían ayer controlando una amplia zona del centro de Bangkok. La «batalla final» de los manifestantes antigubernamentales se desarrolla de forma ininterrumpida desde el 14 de marzo en la capital y mantiene paralizado el país, lo que suscita, la consiguiente preocupación en Occidente, aunque se abstenga de intervenir.

Millones de dólares se han convertido ya en humo. La seguridad de los turistas y de los expatriados estará potencialmente en juego si el país sucumbe a la violencia.

«No se trata simplemente del Ejército contra los manifestantes, es más complicado que eso», admite un diplomático occidental. «Las órdenes contradictorias en el seno del Ejército y los miembros del Gobierno atacándose entre ellos afectan a todos los ámbitos del Estado y a todas las instituciones».

Los occidentales se dieron cuenta de la gravedad de la situación el pasado 10 de abril, cuando los violentos enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los manifestantes se saldaron con 25 muertos y más de 800 heridos.

Pero la reacción ha sido muy contenida ante el enorme riesgo que supone posicionarse de uno u otro lado. «No hay mediación real, no hay presión. La gente escucha a ambas partes y trata de permanecer neutral», afirma un diplomático europeo.

Los «camisas rojas», sin embargo, no han ahorrado esfuerzos por internacionalizar el conflicto y han pedido una fuerza de mantenimiento del orden de la ONU y observadores de la UE.

La semana pasada invitaron a los diplomáticos a visitar la zona en la que permanecen atrincherados, pero muchos se negaron, y los que se atrevieron a hacerlo fueron criticados por el Gobierno. «La comunidad internacional no tiene por qué intervenir en esta crisis», dijo el ministro de Exteriores, Kasit Piromya.

Los más activos son los estadounidenses, fieles aliados de Tailandia, cuya embajada trabaja «intensamente manteniendo conversaciones» con ambas partes, según el Departamento de Estado. Tras los choques del 10 de abril, EEUU ha llamado a la moderación, según un diplomático occidental, que recordó que las relaciones bilaterales fueron tensas a lo largo del año posterior al golpe militar de 2006.

Estos últimos días «ha habido cierta frialdad por parte de los estadounidenses, que han dejado claro que no quieren apoyar cualquier aventura».