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Foxconn: línea de ensamblaje
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Tras
treinta años de alto crecimiento casi ininterrumpido, China
hace frente a un gran reto una vez que la crisis económica
mundial ha afectado duramente a sus exportaciones. En China
la ratio entre el monto total de las operaciones comerciales
y el PIB está en torno al 70%, así que el modelo de
crecimiento basado en las exportaciones está prácticamente
agotado. El Partido Comunista de China (PCC) es consciente
de esto. En abril de 2008, el presidente Hu Jintao habló de
la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo, pasando de
un modelo guiado por las exportaciones a otro guiado por la
ampliación de la demanda interna. En noviembre se anunció
la aprobación del paquete de estímulo económico por un
importe de cuatro billones de yuanes (o rinminbis, "la
moneda del pueblo") [unos 568.000 millones de dólares].
La economía se desacelera y el objetivo (Baoba) dado al
paquete de rescate de mantener un crecimiento del 8% es difícil
de alcanzar. Sin embargo, un índice de crecimiento lento
del 5% o 6%, del que hablan muchos analistas, sería
excepcional cuando Estados Unidos (EEUU) y la Unión Europea
(UE) se encuentran en profunda recesión. La combinación de
la fase recesiva mundial con la fuerza relativa de China
para contener la crisis hace que la controversia sobre
"el ascenso de China" sea más acalorada que
nunca.
Las
ventajas de China
Las
razones de los resultados obtenidos por China deben
buscarse, en primer lugar, en el excepcional éxito obtenido
por el Estado de partido único en la restauración del
capitalismo a lo largo de un periodo particularmente largo
de 25 años. La consigna de Deng Xiaoping "Cruzar el río
tanteando cada piedra" ha permitido la integración de
la cúpula social en el capitalismo mundial de forma gradual
y prudente, de manera que al estallar la crisis financiera
mundial el Estado aún controlaba los puestos de mando de la
economía, lo que ha dado a China más recursos de contención
de la crisis que los que han tenido EEUU o el Reino Unido.
El control de la cuenta de capital de China sigue en gran
medida vigente y su moneda no es convertible. Sus bancos
cotizan en Bolsa dentro y fuera de China, pero la mayor
parte de sus acciones están controladas por el Estado. Así,
en China no hay shadow banking [entidades financieras con
actividades propias de los bancos pero no sujetas a las
regulaciones de éstos] ni créditos tóxicos, a diferencia
de EEUU, Reino Unido o incluso Hong Kong.
Debido
a los sistemas informales de transferencia de fondos, miles
de millones de yuanes han eludido el control de cambio de
divisas y fluyen dentro y fuera de China; ese factor puede
crear problemas a China en la fase descendente del ciclo. De
todos modos, el control del Estado sobre los movimientos
transfronterizos de capitales no ha sido totalmente
ineficaz. En suma, aún existe un cortafuegos, aunque con
brechas, para los mercados financieros de China y, por lo
tanto, China es en cierta medida capaz de aislarse de la
restricción crediticia mundial. Esto hace que la
desaceleración económica de China se parezca mas al modelo
clásico: una crisis de superproducción acompañada de una
sobreexpansión del crédito con una crisis crediticia mucho
menor a la de EEUU o el Reino Unido. Además, China había
experimentado su crisis bancaria a finales del siglo XX,
superándola a costa de la clase trabajadora y, en especial,
de los decenas de miles de trabajadores bancarios
despedidos. El Gobierno también saldó entonces miles de
millones de yuanes de deuda incobrable de los bancos. Desde
entonces los bancos gozan de mejor salud, pasando los
prestamos de dudoso cobro de ser un 40-50% de sus activos al
actual 6%. Además, tanto el endeudamiento de los hogares
como la deuda pública son una pequeña proporción del PIB,
mucho menor que en la mayor parte de los otros países (Economist,
15/11/2008).
Sin
embargo, estas estadísticas deben manejarse con prudencia.
En China no hay datos fiables, sobre todo si se refieren a
deudas empresariales o a créditos bancarios interiores o
exteriores. La crisis asiática de hace diez años reveló
precisamente cuan serio era el problema de las deudas
ocultas en el caso de las SOEs (Empresas Propiedad del
Estado) que invierten en el extranjero. La crisis mundial
seguirá afectando a China y, si se agrava, el
"cortafuegos" de China no se sostendrá. Aunque
China no haya experimentado lo que algunos llaman "financiarización",
ahorrándose así la peor crisis financiera, una tradicional
crisis de superproducción podría derivar en depresión,
como ocurrió en los años treinta del siglo pasado.
El
alto índice de crecimiento económico ha tentado a muchos,
incluyendo a parte de la izquierda, a hacer una evaluación
sumamente favorable de China. Pero el crecimiento económico
ha tenido poco que ver con el bienestar de las personas
trabajadoras, porque el crecimiento de China ha dado la
espalda a la población desempleada. Un estudio hecho en
2005 por la Organización Internacional del Trabajo sobre la
relación entre crecimiento económico y creación de empleo
averiguó que, en el período 1990-2002, un crecimiento
medio del 9,3% sólo causó un crecimiento del empleo del
0,8%, con tasa negativa en el caso del empleo industrial. No
ha causado asombre que el alto índice de crecimiento haya
sido acompañado por altas tasas de paro (1).
Factores
sociales
Para
evaluar correctamente la situación económica y social de
China, el alcance de investigación debe tomar en cuenta los
cambios sociales resultantes de la revolución de 1949. La
revolución tuvo un efecto contradictorio sobre campesinos y
obreros. Por un lado, llevó a cabo la reforma agraria, pero
por otro dio a luz un Partido-Estado sumamente centralizado
y burocratizado que mantuvo un increíblemente estricto
control sobre campesinos y trabajadores. La subsiguiente
evolución de la propiedad de la tierra en el "sistema
de responsabilidad doméstica" reconoció a los
campesinos el derecho a usar un pequeño terreno, que hoy
actúa como una especie de seguridad social para los
trabajadores migrantes de origen rural que vuelven a su
lugar de origen por no encontrar trabajo en las zonas
urbanas en las hay un descenso de la actividad industrial
motivado por la crisis económica mundial. Para ellos,
volver a su pueblo es mejor que morirse de hambre en la
ciudad (2). Esto también beneficia al Partido-Estado:
cuando llega la crisis, pide a los trabajadores migrantes
que vuelvan a su aldea para cultivar su miserable cacho de
tierra. Eso también beneficia a los gobiernos municipales
al desactivar una bomba de relojería social. Puede que no
sea eficaz a la larga, pero puede tener efectos parciales a
corto y medio plazo.
Si
no basta con diluir en el vasto territorio rural la ira de
los trabajadores migrantes desempleados, siempre queda la
coacción del Estado, particularmente dura y eficaz. Antes
de 1990 el Estado surcoreano era tan despiadado como el
Estado del PCC, pero aquel nunca tuvo la capacidad de borrar
todas las asociaciones civiles; la iglesia, por ejemplo,
siempre proporcionaba algún espacio para la organización
inicial de los trabajadores. Por el contrario, el PCC lo ha
logrado desde los años cincuenta. Todas las tradicionales
asociaciones chinas religiosas y civiles desaparecieron, es
decir, fueron destruidas o cooptadas por la burocracia, al
grado que hasta los monjes taoístas o budistas se
convirtieron prácticamente en funcionarios pagados por el
Estado conforme a la escala retributiva de la burocracia,
antes de que los forzaran a renunciar a su fe durante la
Revolución Cultural. No había ni hay sociedad civil. No
había ni hay ningún movimiento social organizado, por no
hablar de una oposición política organizada. Esta realidad
social y política explica por qué, mientras Indira Gandhi,
antigua presidenta del Gobierno de India, fracasó a
principios de los ochenta en su intento de forzar a las
mujeres pobres a esterilizarse en nombre del control de la
natalidad, China tuvo un terrible éxito imponiendo a sus
1300 millones de habitantes la política de hijo único. Irónicamente,
el renacimiento del capitalismo creó algún espacio para
los activistas por los derechos civiles, pero no es posible
formar ningún sindicato autónomo. La ausencia de
organizaciones independientes del PCC y del Estado afecta
incluso a la burguesía. Casi todas las cámaras de comercio
o asociaciones industriales han sido fundadas y están
controladas por el Partido-Estado o sus agentes. Margaret
Pearson explica por qué la reforma del mercado y el
nacimiento de esta clase no han conducido al surgimiento de
una sociedad civil o a la democratización:
"Los
miembros de la elite empresarial china han dado pocos signos
de que vayan a convertirse en una fuerza política
independiente y activa. Quieren escapar de la política, no
comprometerse en ella o en la creación de una 'sociedad
civil'. Tras ganar independencia estructural, tratan de
reconstruir lazos informales con el Estado. Los miembros de
la elite empresarial se caracterizan por la ausencia de
fuertes vínculos horizontales entre ellos y por la ausencia
de sólidas relaciones con otros agentes sociales, dos cosas
que serían esperables en una emergente sociedad civil"
(Margaret Pearson, China's New Business Elite, Berkeley:
University of California Press, 1997, p. 4).
La
ausencia de sociedad civil es muy provechosa para los
negocios. La atracción que China ejerce hacia la Inversión
Extranjera Directa, ocupando puestos de cabeza en el ranking
de países receptores, no se debe sólo a sus niveles
salariales, que, de hecho, no son los más bajos entre los
países en vía de desarrollo. La ventaja principal de China
sobre otros países en vía de desarrollo a la hora de
atraer a las sociedades transnacionales para que usen este
país como centro mundial de explotación del trabajo para
la producción con vistas a la exportación reside en el régimen
cuartelario instaurado en las fábricas. Mientras que el
poder de la burguesía india y de su Gobierno ha sido
constantemente limitado por la democracia liberal y por el
movimiento obrero organizado, sus contrapartes chinas no están
sometidas a esas restricciones. En un informe de
Globalization Monitor se relata como en la planta de
fabricación de contendores que tiene Maersk en Dongguang,
provincia de Guangdong, el "manual de los
empleados" impone a los trabajadores setenta y tres
reglas. Además de prohibir la distribución de panfletos,
cualquier tipo de reivindicaciones y las huelgas, bajo pena
de inmediato despido, la cláusula 18 dice: "Se
castigarán con amonestación en las dos primeras faltas y
con despido a la tercera el incumplimiento de las normas de
cantina, los daños causados a su equipamiento y la
perturbación del orden, incluyendo, entre otros actos, la
destrucción de utensilios, saltarse la cola de las comidas,
el abandono de cubiertos y utensilios sobre la mesa o fuera
del lugar designado, el hecho de dejar restos y basura fuera
de los lugares designados, o de dejar la mesa o el suelo con
salpicaduras de alimentos, sopas, pieles de fruta, bebidas,
etc."
Los
trabajadores de Maersk Dongguang respondieron a este régimen
fabril carcelario con dos violentas huelgas en 2008, pero
con la ayuda de la administración local fueron reprimidos y
posteriormente sólo lograron mínimas mejoras. Por cierto,
la planta es enormemente productiva.
El
éxito exportador de China ha dependido en alto grado del
paternariado económico ente China y Estados Unidos.
Mientras China actúa como una locomotora de la oferta
mundial, Estados Unidos juega el papel de locomotora de la
demanda. Esta relación se debe al nuevo orden mundial
neoliberal vigente desde 1989, como ha indicado David Harvey
(A Brief History of Neoliberalism, London: Oxford, 2005, Cap.
5).
El
Estado: ¿solución o problema?
Para
los nacionalistas y para muchos partidarios de la
"nueva izquierda" el Estado da solución a dos
problemas: el fracaso del mercado capitalista y el intento
de Occidente y Japón de contener "el ascenso de
China". No ven la otra cara de la moneda: el problemático
papel del Estado, que nunca es neutral, y menos aún cuando
la burocracia del aparato estatal no está sometida a ningún
tipo de control. En China, desde los años cincuenta, la
burocracia ha secuestrado en los hechos el Estado y lo usa
como maquinaria para apropiarse del excedente social. A
partir de finales de los ochenta, la burocracia ha decidido
restaurar el capitalismo y ha saqueado el país hasta un
punto que pone a la clase trabajadora cada vez más al borde
de la rebelión. La evolución de la burocracia hacia una
nueva clase apropiadora debe tomarse en cuenta para
cualquier intento de comprender el capitalismo chino
controlado por el Estado, tanto en sus puntos fuertes como
en los débiles.
A
lo largo de los 25 años de reforma, el PCC no podía
enriquecerse sin generar antes una clase capitalista
privada, pero cualquier reforma importante ha buscado, ante
todo, el enriquecimiento de la propia burocracia. A finales
de los ochenta, la reforma de los precios creó el mecanismo
denominado guandao, con funcionarios implicados en
operaciones especulativas [compraban a precios estatales y
vendían a precios de mercado]. Mientras tanto, casi todas
las estructuras del Estado crearon diferentes tipos de
empresas para ganar dinero. Los burócratas comenzaron a
hacerse capitalistas. Esto enfureció a la población, que
expresó sus protestas contra el Gobierno en 1989. Las
medidas del PCC aplastaron toda oposición a la reforma
capitalista, descargando los golpes más duros sobre la
clase trabajadora, y condujeron al gran enriquecimiento de
la burocracia. La gira por el sur de China hecha por Deng
Xiaoping en 1992 manifestó la decisión del PCC de dar otro
gran salto hacia la plena integración en el capitalismo
mundial. Para garantizar el éxito de ese salto no bastaba
con el terror que siguió a la explosión de 1989. Era
imperativo infligir una derrota aún mayor a los
trabajadores de las Empresas Propiedad del Estado (SOEs),
que constituían la inmensa mayoría de la fuerza de trabajo
urbana. Esta vez el objetivo era reducir la plantilla del
sector estatal para convertir estas empresas en
"modernas sociedades". Más de 40 millones de
trabajadores fueron despedidos, siendo aplastadas las
protestas contra los despidos. Las SOEs de pequeño y
mediano tamaño fueron privatizadas, siendo los principales
beneficiarios los burócratas de ámbito municipal y los
antiguos directores de esas empresas. Las SOEs más grandes
cayeron en manos de burócratas de más alto rango y se
convirtieron en entidades comerciales, implicadas en el
mercado interior y en la exportación . Ya que el gobierno
estatal o municipal siempre conservaba una parte de las
acciones suficiente para mantener el control, estos burócratas
y sus compinches disfrutaban simultáneamente de las
ventajas de la "propiedad estatal" y del
"libre mercado".
Mientras
tanto, comenzó una segunda ola de privatizaciones del suelo
urbano (incluyendo el suelo rural cercano a los suburbios
urbanos), lo que fue otra fuente de enriquecimiento de los
funcionarios de los gobiernos municipales y de sus
compinches.
Los
diferentes departamentos gubernamentales crearon sus propias
empresas para ganar dinero en beneficio de los burócratas,
pese a la prohibición vigente desde finales de los ochenta
(3). Por ejemplo, el departamento de policía controla sus
propias empresas de seguridad; el departamento de trabajo
controla sus propias empresas de trabajo temporal; el
departamento de bomberos controla empresas de venta de
extintores de incendios... Sus empresas siempre triunfan
porque ellos usan su poder coactivo para vender servicios a
las empresas y fábricas bajo su jurisdicción. Por ejemplo,
el departamento de bomberos exigirá que las fábricas
compren extintores de una empresa bajo su control, con la
amenaza de que quien no lo haga pagará las consecuencias:
quien no haga caso puede terminar multado por el más mínimo
detalle. Sus operaciones se parecen a las de la mafia; de
hecho, estos funcionarios a menudo utilizan a gángsteres
locales.
La
metamorfosis de la burocracia, desde un anticapitalismo
feroz hasta convertirse en burócratas-capitalistas ha sido
así completada. Creo que esto no es algo nuevo. El
Partido-Estado del Kuomitang en los años treinta y cuarenta
fue descrito por el propio PCC, en una ironía de la
historia, como "capitalismo burocrático". La única
diferencia es que el actual Partido-Estado del PCC lo ha
institucionalizado a una escala colosal, mucho mayor que la
del Kuomitang. Es un error pretender que el actual Estado
chino es autónomo o incluso algo independiente de la
burguesía, y es un error afirmar que no ha sido subordinado
a su interés de clase y que por tanto China sigue siendo
no-capitalista o incluso "socialista", como hace
Giovanni Arrighi en su nuevo libro Adam Smith in Beijing (Brooklyn,
Nueva York: Verso, 2007, pp. 332 y 369). Basado en
experiencias de la Europa Occidental, este análisis trata a
la burocracia y a la clase capitalista como si
necesariamente fuesen dos grupos sociales completamente
diferentes o incluso opuestos.
Por
el contrario, la burocracia china es la clase capitalista.
Martin Hart-Landsberg ha argumentado convincentemente que la
economía de China se ha hecho capitalista desde hace mucho
tiempo, pero él sitúa el punto de partida de esta
transformación en la "pendiente resbaladiza" de
la reforma del mercado en que se embarcó el PCC
("China and Socialism, Market Reforms and Class
Struggle", Monthly Review, julio-agosto 2004). Por el
contrario, yo diría que no ha habido una opción política
incorrecta sino que la burocracia ha optado conscientemente
por restaurar el capitalismo, decisión que no tomaron sólo
por haber perdido la fe en el socialismo, sino porque
quieren ser capitalistas.
Deng
Xiaoping ya mostraba ese camino cuando, en 1984, China,
violando cualquier principio socialista, acordó con el
Reino Unido que el laissez-faire capitalista se mantendría
en Hong Kong hasta cincuenta años después de su entrega a
China. Más tarde dijo que el capitalismo debería ser
permitido en Hong Kong más allá de ese plazo. En 1987 dijo
a una delegación africana "no sigan la vía
socialista, hagan lo que sea necesario para que la economía
crezca" (4). Lo ocurrido tras el estallido del
movimiento democrático de 1989 demostró que el PCC se había
transformado de forma decisiva y cualitativa en un partido
capitalista.
Sin
embargo, es muy poco convincente que algunos maoístas echen
toda la culpa a Deng Xiaoping. Deng no encontró ninguna
oposición significativa. Al contrario, recibió una
respuesta entusiástica de la burocracia, lo que sugiere que
llevó a cabo los deseos de la burocracia. Esta situación
no debería extrañar a ningún socialista. Incluso en la
era de Mao, cuando la burocracia era ferozmente
anticapitalista, ésta gozaba de extraordinarios
privilegios, como elite dirigente que, gracias a su
monopolio sobre el Estado, ejercía en exclusiva la
distribución del excedente social. Como cualquier otra
elite dirigente, nunca estaban contentos con su sueldo,
entre diez y treinta veces mayor que el de los trabajadores
comunes (5), y siempre deseaban apropiarse de más excedente
social del que pudieran merecer (6). Sus intereses
fundamentales radicaban en la restauración de la propiedad
privada, no en actuar indefinidamente como leales servidores
públicos en defensa de la propiedad común (7).
Decir
que en la era de Mao la burocracia china ya era capitalista,
como sostienen algunos maoístas, es como confundir el
presente continuo con el futuro: al sostener eso, aceptan
erráneamente la opinión de Mao según la cual Liu Shaoqi
era "un compañero de ruta capitalista". No hay
ninguna prueba de que Liu quisiera entonces el capitalismo.
Liu, o la burocracia en general, no habrían podido ser
capitalistas en los años sesenta, porque en aquel entonces
el comercio era muy escaso y ellos se apropiaban de una
parte excepcionalmente grande del excedente social bajo la
forma de valores de uso y una pequeña suma de valor de
cambio (procedente de sus salarios), pero no verdadero
plusvalor. Pero la burocracia, por su naturaleza, no podía
contentarse con un tipo de apropiación que les negaba el
derecho a transmitir sus privilegios a sus hijos. Tras la
muerte de Mao, el realineamiento de la relación de fuerzas
sociales en China y en el mundo dio a la burocracia la mejor
oportunidad para romper las restricciones que pesaban sobre
la propiedad privada y convertirse en una clase capitalista.
Decir que la actual burocracia china se encuentra al
servicio del socialismo es un error letal.
Una
investigación sobre el actual paquete de estímulo económico
puede arrojar mucha luz sobre la agenda oculta de la
burocracia. El Gobierno se resiste a facilitar cualquier
detalle sobre ese paquete, incluso al Congreso del Pueblo,
supuestamente la más alta institución gubernamental de
China. Dado que no debe cumplir criterio alguno de
transparencia ni está sometido a ningún control democrático,
el Gobierno no distribuye los fondos del paquete de forma
imparcial. Hasta la prensa censurada se ve en la necesidad
de alertar contra la corrupción. El Legal Daily dice que el
paquete "causará una feroz competencia entre los
gobiernos provinciales por los proyectos" y que
"tras estos grandes proyectos siempre hay una gran
corrupción" (8). También por esa razón el paquete se
centra en la inversión en infraestructuras, no en
incrementar el peso de los salarios en la renta nacional,
aunque eso sería más eficaz para incentivar la demanda
consumidora. Esto nos recuerda de nuevo que lo que define el
paquete o cualquier reforma son los intereses de la
burocracia.
En
contraste con lo ocurrido en el antiguo bloque soviético,
el PCC ha tenido un gran éxito en la restauración del
capitalismo, porque ha podido hacerlo sin pagar el precio de
su propia desintegración. Es esto lo que da todas las
ventajas y palancas de acción al actual Partido-Estado. Sólo
de esta forma podía la burocracia reducir los salarios a
una cuantía mísera que permite una acumulación
enloquecida de capital. Según un informe de Banco Mundial,
los salarios en China como parte del PIB cayeron desde el
53% en 1998 al 41,4% en 2005, frente al 57% que representan
en EEUU (China Economy Quarterly Update, febrero 2007, World
Bank Beijing Office, p. 6). La otra cara de la misma moneda
es que la proporción entre los beneficios y el PIB se ha
elevado mucho en el mismo periodo. El investigador chino
Wang Lianli ha escrito que en la industria la proporción
entre ganancias y salarios ha pasado de 3,1 en 1990 a 7,6 en
2005 (Tigao laodong baochou, zheli yu chuci fenpei -Raise
the compensation of labour, focus on initial distribution-,
Wang Lianli, Xianggang Chuanzhen, Hong Kong Fax, Research
Department of Citic Pacific, nº 2007-90, p. 8). Los nuevos
ricos, además de consumir de forma extravagante, invierten
o ahorran su dinero, por lo que las tasas de ahorro y de
inversión son sumamente altas. Durante décadas la inversión
en China ha superado el 40% del PIB, el doble que en EEUU, y
está a la cabeza de los principales países asiáticos,
incluyendo Corea en los momentos culmen de la
industrialización de ese país (Rebalancing China's Economy,
He and Kuijs, World Bank China Research paper, nº 7).
Sin
embargo, las fuerzas del desarrollo capitalista no pueden
promover la polarización entre ricos y pobres sin crear
obstáculos para su posterior desarrollo. Las altas
ganancias hechas a costa de exprimir los salarios fomentan,
a largo plazo, la disminución del consumo privado. Entre
1992 y 2006 la ratio consumo privado/PIB ha caído de un 47%
a un 36%, mientras que en Corea del Sur, India, Gran Bretaña,
Australia y Japón está en torno al 50% (The Economists,
"A Workers' Manifesto for China", 11/10/2007).
Según
el Banco Mundial, la mayor parte de la disminución del
consumo privado en China puede explicarse por la disminución
de los salarios en proporción al PIB. Así, la rápida
acumulación de China, lograda al precio de la explotación
brutal de trabajadores y campesinos, retroactúa creando
graves desequilibrios en el consumo y la inversión, o, para
decirlo con más precisión, creando subconsumo y
sobreinversión, dejando capacidad productiva ociosa y
provocando que la inversión dependa cada vez más de la
exportación de bienes y de capitales.
La
exportación del problema crea más problemas
En
1998 el Comité Estatal para la Economía y el Comercio
emitió un documento político: Index of Over-Invested
Products for Moving Abroad. El título del documento explica
su contenido. La exportación solucionaría la excesiva
capacidad de China y los problemas internos. El informe señalaba
una primera hornada de industrias y productos que debían
orientarse hacia el exterior: industria ligera, maquinaria y
electrónica, motocicletas, refrigeradores y televisiones...
(China International Economic Consultants Co. Ltd.)
La
exportación de bienes creció rápidamente, pero la
exportación de capital sólo empezó a crecer a pasos
agigantados desde el año 2000. Al año siguiente, el primer
ministro Zhu Rongji proclamó oficialmente la estrategia de
expansión mundial (Preliminary Report on China's Going
Global Strategy, Globalization Monitor, 2009). En muy poco
tiempo China se ha convertido en acreedor de los países en
vía de desarrollo, especialmente de los africanos.
Arrighi
escribe en un artículo que China sigue siendo socialista o
no-capitalista y una alternativa al capitalismo global,
rechazando la acusación de que el papel de China en África
es colonialista, pero admitiendo que sí es un papel
capitalista.
Según
el artículo China's Role In Africa (Jian Jumbo, Beijing
Review, nº 6, febrero 2007), "Aunque China no sea
colonialista, en África actúa como un capitalismo exitoso.
El camino tomado en ese continente es compatible con la lógica
del capitalismo de mercado: comercio liberal basado en
contratos justos ..... Aunque para muchos el capitalismo
implica explotación, los capitalistas de China tienen que
limitar su explotación dentro del marco de la OMC y cumplir
con las leyes locales" (9).
También
se ha dicho que China, de algún modo, ha desarrollado su
propio modelo alternativo a la globalización dirigida por
el capital estadounidense, el denominado "Consenso de
Beijing". Pero, incluso admitiendo la existencia de ese
"Consenso de Beijing", nada tendría que ver con
el socialismo. Ambos están al servicio del capitalismo, ese
mismo modo de acumulación sumamente hostil a los
trabajadores, al Estado de bienestar y a los derechos democráticos.
El hecho de que China "sólo" privatizase las
pequeñas y medianas empresas estatales, dejando las grandes
en manos del Estado, o de que el PCC optase por una
transformación gradual hacia el capitalismo en vez de una
terapia de choque, o de que el Estado aún tenga una fuerte
intervención sobre "el libre mercado" y de que se
permita que los funcionarios locales e incluso rurales tomen
iniciativas para la industrialización, etc., no constituye
algo considerablemente diferente del neoliberalismo (10). Si
el Partido-Estado conserva el control sobre la cúpula de la
economía, no se debe a ninguna supuesta adhesión al
socialismo, como Arrighi sugiere; más bien se debe
simplemente a que la elite dirigente no tolera la idea de
regalar a nadie el sector más rentable de la economía. Si
el "Consenso de Beijing" compite con el
"Consenso de Washington" eso sólo significa que
el Partido-Estado chino quiere jugar con las mismas cartas
que su competidor.
En
último análisis, pese a las tensiones ocasionales, la
colaboración económica China-EEUU funcionó bien para
ambas partes hasta hace poco. También hay una dimensión de
intensa competencia entre ellos, pero se trata de una lucha
entre grandes potencias capitalistas por la hegemonía, que
nada tiene que ver con la lucha entre una alternativa
progresiva y el malvado Imperio.
Ante
la crisis económica mundial, importantes miembros de la
elite estadounidense apuntan su dedo acusador hacia China,
culpando a ésta de la crisis por su alta tasa de ahorro. El
Gobierno chino ha reaccionado burlándose de los EEUU por
culpar a otros cuando el culpable es el alto gasto
estadounidense. En realidad, ambos tienen razón, porque la
colaboración económica entre EEUU y China es en realidad
una unidad de contradicciones. Ante los mismos problemas de
carencia de poder adquisitivo de la gente común, las elites
dirigentes de China y EEUU tomaron decisiones económicas
que son, al mismo tiempo, opuestas y complementarias. Por
ejemplo, China, pese a ser un país pobre, dio crédito a
EEUU para que este país pudiese importar productos chinos.
Cada uno a su modo, solucionaron momentáneamente sus
problemas y siguen beneficiándose de ello. China tuvo que
pagar más por la colaboración, pero consiguió lo que quería.
A costa de una menor parte del beneficio para las empresas
chinas, el Gobierno chino obtuvo una palanca muy poderosa
para influir en las decisiones estadounidense. Si el
Gobierno estadounidense apostase demasiado a la baza T-T (Tíbet
y Taiwan), el PCC puede tomar represalias vendiendo sus
reservas de bonos estadounidenses, perturbando el mercado
monetario y el presupuesto gubernamental. Por lo tanto, EEUU
y China quieren mantener este tipo de colaboración, a costa
de un desequilibrio mundial a más largo plazo. Ahora, ambos
buscan un modelo de crecimiento alternativo, pero no va a
ser fácil. El Gobierno chino está profundamente preocupado
por la continua caída del valor de sus reservas en divisas,
pero vender sus reservas en bonos estadounidenses no es una
opción. La colaboración ha interelacionado tanto ambas
economías que la venta de esas reservas daría lugar a
situaciones catastróficas para ambas partes.
Las
reglas ocultas al servicio de la agenda oculta de la
burocracia
Arrighi
aplaude el modelo chino por su "acumulación sin
desposesión", pero eso es una verdad a medias. Aunque
los campesinos hayan conservado su pequeño trozo de tierra
en el curso de la veloz industrialización -como ya habíamos
reconocido tiempo atrás (11)-, no hay que olvidar que
mantener el derecho a cultivar un pedazo de tierra ha tenido
un alto coste para los campesinos, especialmente bajo la
forma de impuestos y tasas tan elevadas desde los noventa
hasta 2006 que prácticamente llevaron a la bancarrota de
los campesinos. El problema "de las tijeras" (la
relación inversa entre los precios de los productos
industriales y de los productos agrícolas) fue la gota que
desbordó el vaso. Quedaron sin ahorros y sin dinero en
efectivo. Millones de migrantes rurales comenzaron a
confluir en las ciudades buscando empleo y terminaron siendo
brutalmente explotados por los capitalistas. Esta es la
desposesión oculta, que Arrighi no ha tenido en cuenta. Y a
esa desposesión hay que sumar la sufrida por 100 millones
de trabajadores de empresas estatales y colectivas, que, de
ser "propiedad de todo el pueblo", pasaron a ser
sociedades por acciones.
Por
el momento, los campesinos aún tienen sus pedacitos de
tierra, pero nada está garantizado. Tras privatizar las
empresas estatales y el suelo urbano, la burocracia y los
nuevos ricos han fijado su atención en una tercera ola
privatizadora: la privatización del suelo rural. Aunque la
cúpula del PCC aún no se ha decidido a afrontar la rebelión
que esto podría comportar, los neoliberales, al servicio de
las burocracias locales y de las elites empresariales, no
han dejado de presionar al Gobierno para que lo haga.
Para
pasar a un modelo de crecimiento más basado en la demanda
interna sería necesaria una redistribución de la riqueza.
Los capitalistas burocráticos y sus hermanos menores, los
capitalistas privados, no permitirían sin lucha el trasvase
de una parte de sus beneficios hacia los trabajadores, pese
a la retórica del Gobierno central sobre considerables
incrementos de los salarios sociales. Aunque el
Partido-Estado dispone de más palancas y de más poder de
intervención sobre la crisis económica que los gobiernos
de muchos otros países, los propios intereses de la
burocracia también contrarrestan en parte esas ventajas.
Por tanto, puede excluirse que se alcance el objetivo de un
nuevo equilibrio a largo plazo de la economía, sobre la
base de una redistribución sustancial de la riqueza para
ampliar el mercado interno, aunque sea posible un limitado
éxito a corto plazo en la contención de la crisis por
medio de más intervención estatal. Incluso podría
pensarse que la economía china pueda seguir creciendo pese
a su limitado mercado interno, exportando su problema a
otros lugares, en este caso a países en vía de desarrollo
y a costa de la gente trabajadora de esos países.
Los
dirigentes chinos se parecen mucho a lo que fue la junta
militar coreana [1961-1987], pero a una escala diez veces
mayor: un régimen autoritario que apoya activamente la rápida
acumulación y la exportación a costa de la gente
trabajadora y negando los derechos civiles y laborales básicos
(12). Para Naomi Klein, el régimen de China es comparable
al Chile de Pinochet: libre mercado combinado con un control
político autoritario, reforzado con una represión
ejecutada con mano de hierro (Naomi Klein, The Shock
Doctrine, NY: Metropolitan Books, 2007, p. 185). La crisis
financiera ha aumentado la confianza del PCC en su capacidad
para seguir gobernando con esa mano de hierro (13).
¿Por
qué todavía hay tantos que no reconocen la verdadera
imagen de China? Uno de los motivos es que se toman al pie
de la letra la retórica de la burocracia y creen que
realmente se aplica la política oficial china para
erradicar la pobreza, aumentar los ingresos de los
campesinos y adoptar leyes laborales de protección de los
trabajadores. Al parecer no son conscientes de que las leyes
y regulaciones escritas no son necesariamente vinculantes en
la práctica. Desde los años cincuenta, la burocracia china
gobierna usando un conjunto de reglas ocultas y no escritas,
al igual que en los dos mil años anteriores en los que
China fue gobernada por una burocracia profesional con el
Emperador en la cúspide. El objetivo de las reglas ocultas
es obvio: están al servicio de la agenda oculta de la
burocracia, esto es, del enriquecimiento de ésta.
Un
tercer elemento activo en las políticas de la burocracia es
el guanxi (14), un concepto central para entender la política
china. En su más amplio sentido ses una red personal de
influencias, pero es más adecuado entenderlo como una
relación clientelar o incluso de tipo mafioso. La
burocracia china está organizada, de hecho, en camarillas
que hacen caso omiso de las leyes y regulaciones, e incluso
de la autoridad de los gobiernos centrales. Constituyen los
más poderosos obstáculos materiales en todos los ámbitos
del gobierno y para el cumplimiento de las leyes.
La
revolución de 1949, pese a sus logros, también fue burocráticamente
deformada de manera muy profunda, dando lugar a la
reconstrucción de una burocracia poderosa. En parte, la
burocracia ha logrado librarse de toda las restricciones
legales aportadas por la revolución y por la constitución,
y transformarse finalmente en una nueva clase explotadora,
gracias a esa larga tradición de políticas burocráticas:
agenda oculta, reglas ocultas y guanxi. Esto no niega la
posibilidad de reformas futuras, pero cualquier reforma
significativa en el Partido-Estado es inconcebible sin una
considerable agitación social. Los trabajadores ya han
resumido sus experiencias en un lema: "Gran lucha,
grandes logros; pequeña lucha, pequeños logros; ninguna
lucha, ningún logro"
El
futuro de China
A
la vista de la bancarrota del libre mercado, no cabe duda de
que el Estado monopartidista de China tiene más ventajas
que los Estados Unidos o el Reino Unido a la hora de imponer
medidas contracíclicas. A largo plazo, esto puede suponer
el ascenso de China como una gran potencia si el Estado
monopartidista no es cuestionado socialmente. Esto no sólo
sería un desastre para los trabajadores chinos, sino también
para el movimiento obrero mundial, porque implicaría una
carrera acelerada hacía mínimos, con un nuevo estándar
laboral mundial marcado por el capitalismo cuartelario
chino.
Sin
embargo, el éxito de ese capitalismo cuartelario no está
predeterminado, ni mucho menos. La hegemonía del
Partido-Estado funciona de modo contradictorio. Es eficaz
para controlar al pueblo, pero va perdiendo el control sobre
sí mismo. No puede controlar su propia avaricia, ni su
corrupción, ni a sus propios miembros: pese a que el
Gobierno central lleva décadas emitiendo instrucciones para
que el número de empleados públicos disminuya, éste sigue
ampliándose. El escándalo de la leche contaminada sólo es
un ejemplo de la profundidad de la corrupción, lo que causa
una honda desconfianza y odio hacia los funcionarios
gubernamentales, así como una desintegración del tejido
social, llevando al pueblo al borde la rebelión. El
resentimiento contra los funcionarios es tan alto que el más
pequeño conflicto en la calle puede provocar una gran
confrontación entre la policía y una muchedumbre (15). La
represión se está convirtiendo en su propia antítesis.
Puede dificultar el plan de las autoridades para descargar
el peso de la crisis sobre la clase trabajadora. En resumen,
la futura orientación de China va a depender de una
prolongada confrontación social entre los poseedores y los
desposeídos.
No
obstante, por ahora no hay muchas razones para el optimismo.
La burguesía privada es un simple apéndice de la
burocracia. Los intelectuales siguen desplazándose hacia la
derecha. Los liberales son más bien neoliberales (16) y
muchos de los más conocidos miembros de la "nueva
izquierda" han completado su travesía hacia el
nacionalismo, convirtiéndose algunos se han convertido en
apologistas del Partido-Estado monolítico, tanto por su
pasado como por su presente (17). La situación de la
juventud parece no ser mucho mejor. Un comentario colocado
en Internet en fecha cercana a la conmemoración del noventa
aniversario del Movimiento 4 de mayo (un movimiento juvenil
que en 1919 aspiró a la libertad individual, la democracia
y el renacimiento nacional) reflejó la profunda apatía política
de jóvenes: "La juventud sólo se preocupa por sus
intereses personales, y las ideas del Cuatro de mayo están
ya anticuadas". Los graduados universitarios ya han
experimentado la movilidad social descendente, pues las
altas tasas de crecimiento no han creado empleos al mismo
ritmo, pero entre ellos no prospera la idea de unirse a los
trabajadores en una lucha común, a diferencia de lo que
hicieron en el pasado los estudiantes coreanos. Todavía se
sienten los efectos del golpe que el PCC asestó al estado
de ánimo popular tras el estallido de 1989.
Perspectivas
del movimiento obrero
Sin
embargo, a diferencia de lo que ocurrió en el antiguo
bloque soviético, la acelerada industrialización es un
aspecto positivo de la restauración capitalista en China.
La clase obrera asalariada aumenta constantemente, siendo ya
la mitad de la población trabajadora en China y la cuarta
parte de la población asalariada de todo el mundo. Al
encontrarse en el centro de la producción y la distribución,
son potencialmente una fenomenal fuerza social, la única
fuerza capaz de frenar y, finalmente, de revertir la dirección
que China está siguiendo.
Creo
que, por el momento, esta clase trabajadora sólo es una
"clase en sí". No existe un movimiento sindical
en sentido estricto. La Federación Pan-China de Sindicatos
(ACFTU) es parte del aparato del Estado y monopoliza el
derecho a formar sindicatos. Aunque aún juega algún papel
de coacción, como en la ejecución de la "planificación
familiar" (emitiendo un "permiso de embarazo"
para las trabajadoras como prueba necesaria de la
"legalidad" del embarazo), las épocas de Mao y
Deng son diferentes. Antes de la reforma, los sindicatos
oficiales también eran responsables de asignar vivienda a
los trabajadores y de pagar sus facturas médicas. No son
cosas sin importancia. Lamentablemente, esos beneficios se
perdieron con la plena restauración del capitalismo. En las
empresas estatales que fueron privatizadas las secciones de
la ACFTU perdieron prácticamente todas sus funciones en
relación a prestaciones sociales, excepto para ocasionales
actividades recreativas, pero conservan sus funciones
represivas.
Hay
una tendencia de las secciones sindicales a distanciarse del
control directo de la ACFTU nacional y local, pero sólo
para convertirse en herramienta directa de los nuevos jefes.
En las empresas privadas las secciones sindicales sólo son
una formalidad y es frecuente que las presidan los jefes del
personal. No es casul, por tanto, que la proporción de los
salarios sobre la renta nacional haya bajado hasta un nivel
tan deplorable, a pesar de la presencia del presidente de la
ACFTU en el Buró Político del PCC y a pesar de los 193
millones de miembros con que cuenta esa entidad. La ACFTU
nunca lucha contra el Estado o los patrones, sea cual sea el
trato dado a los trabajadores (18).
A
partir de 2006, pareció que la ACFTU se mostraba más
activa en la organización de los trabajadores de la cadena
estadounidense Walt-Mart en China, lo que algunos
sindicalistas extranjeros vieron como un signo positivo. En
realidad, dos años después el principal organizador
sindical en esa cadena, Gao Haitao, presidente de la sección
sindical en Nanchang, fue forzado a dimitir del sindicato y
de la empresa, tanto porque los directivos de la empresa
ignoraban a su sindicato en la negociación colectiva como
porque la ACFTU Nacional había apoyado prácticamente a la
patronal, poniendo las cosas muy difíciles para Gao, que,
profundamente frustrado, se fue de Nanchang.
Otro
ejemplo reciente el que la ACFTU asfixió al sindicalismo de
base es el "caso Ole Wolff", empresa danesa que
gestiona una planta electrónica en Yantai, provincia de
Shangdong. En 2006, las trabajadoras decidieron formar una
sección sindical tras una huelga de protesta contra los
recortes salariales y los despidos. Se encontraron con la
hostilidad de la ACFTU local, aunque finalmente lograron
registrar el sindicato. En dos años, la dirección de la
empresa despidió a un 90% de la plantilla, incluyendo a
casi toda la dirección del sindicato, y la ACFTU local no
hizo nada en absoluto. La sección sindical, siguiendo un
camino inédito en China, escribió a 3F, el sindicato danés,
pidiendo solidaridad y una respuesta receptiva a su mensaje.
El sindicato 3F presionó a Ole Wolff y logró que la
empresa indemnizase a seis delegadas despedidas tras la
formación del sindicato, pero no consiguió que la empresa
negociase con la sección sindical. A finales de 2008, la
ACFTU nacional felicitó a la empresa por cumplir las leyes,
lo que era falso (19).
En
la provincia de Guangdong actuán ahora varias asesorías
para trabajadores, algunas creadas desde Hong Kong y otras
fruto de iniciativas locales. A menudo estas asesorías
utilizan un registro comercial con un único propietario, ya
que no puede obtenerse permiso para funcionar como asociación
de trabajadores. Son tan vulnerables que muchas de ellas
evitan actuar en áreas industriales, ya que las autoridades
locales odian la idea de que estos centros puedan tener un
estrecho contacto con los trabajadores. Dagongzhe
(Trabajadores) era un centro de trabajadores situado en el
área industrial de Shenzhen. Su responsable, Huang Qingnan,
sufrió graves heridas cuando, el 20 de noviembre de 2007,
fue atacado por gángsteres armados con cuchillos;
posteriormente tuvieron lugar numerosos ataques contra el
centro.
Además,
los trabajadores de estos centros son heilushi, o
"abogados descalzos", a menudo autodidactas sin
reconocimiento legal para ejercer ninguna profesión jurídica.
Algunos de ellos son trabajadores que se han familiarizado
con las leyes laborales tras años de acciones legales
contra sus patrones. En general, tanto los centros de
trabajadores como los "abogados descalzos" cuentan
con la hostilidad de la ACFTU provincial, que los ve como
potencial fuente de disturbios y como competidores. En una
ocasión, en la ciudad de Guangdong, la ACFTU abrió un
centro oficial con el mismo nombre que otro centro de
trabajadores fundado mucho antes por ciudadanos comunes; su
propósito era competir con éste. En 2007 se supo que la
ACFTU de Shenzhen se alió con la administración local para
arremeter contra los "abogados descalzos" y contra
el centro de trabajadores. Tras los palos vinieron las
zanahorias: la ACFTU de Shenzen captó a sesenta de ellos,
que se comprometieron a no ponerse en contacto con
periodistas extranjeros y no buscar financiación en
agencias extranjeras (Xinhua Red, 16/12/2007).
Sin
embargo, hay dificultades más profundas que la represión
para la emergencia de un movimiento obrero. Ante todo, la
honda división entre los trabajadores del sector estatal y
los trabajadores migrantes de origen rural. La división es
tan profunda que no sólo no hay lucha común, sino que
tampoco hay prácticamente intercambios de ideas ni
matrimonios entre personas de ambos sectores. Aunque los
trabajadores migrantes no han experimentado la derrota
devastadora que sufrieron los trabajadores del sector
estatal, tampoco ellos poseen memoria colectiva como clase.
Son nongmingong, "obreros campesinos", más
campesinos que obreros, no porque realmente cultiven la
tierra -de hecho, la mayor parte de ellos rara vez lo hacen-
sino porque el sistema hukou actúa como una especie de
apartheid social, excluyéndolos de crear nuevas familias en
las ciudades y de enraizarse en ellas. No importa cuanto
tiempo se queden en las ciudades: son conscientes de la
temporalidad de esa situación. Así es muy difícil forjar
una identidad de clase.
Pero
tampoco son completamente pasivos. Los trabajadores
migrantes de origen rural han organizado numerosas huelgas
espontáneas contra sus jefes y contra las autoridades
locales. Estas huelgas espontáneas a menudo logran
victorias parciales, y son tan comunes que la prohibición
de hecho de las huelgas (20) ha quedado muy maltrecha y las
administraciones locales han tenido que aprender a vivir con
ellas.
Organizarse
es aún muy difícil, y sin organización la resistencia de
los trabajadores sigue estando fragmentada y resulta poco
eficaz de cara a conseguir una redistribución sustancial de
la riqueza o un aumento de la confianza en la resistencia
colectiva. Probablemente, la siguiente etapa de lucha
desafiará la prohibición de organizarse, aunque nadie sabe
qué forma tomará esa fase. Las luchas espontáneas de los
trabajadores han alcanzado el objetivo inesperado de
preparar a pequeños círculos de activistas individuales,
entorno del que podría salir una red más o menos integrada
de activistas. Tanto los patrones como las autoridades tendrán
que convivir con esto, siempre y cuando que los activistas
aprendan a combinar coraje y prudencia.
Los
primeros procesos de organización no se limitan a los
trabajadores. En el reciente caso de la leche contaminada,
las víctimas han fundado de hecho su propia organización,
haciendo oír sus voces, y las administraciones locales
hasta ahora sólo se han atrevido a acosarles, pero no a
dispersar su organización, pues una acción similar podría
conducir a una explosión de descontento social. Por el
momento son casos aislados, pero la presente crisis económica
dará más espacio para que los activistas desarrollen al
menos una estrecha red, si es que no pueden crear
organizaciones legalmente reconocidas.
Un
obstáculo aún más difícil de vencer es que el socialismo
está profundamente desacreditado. Si uno habla del
socialismo a un trabajador activista, muy a menudo su
respuesta será: ¿cómo podemos construir algo nuevo usando
la vieja mierda del partido comunista? En verdad, el grado
de decepción sobre el socialismo es diferente según las
industrias y regiones de que se trate, pero la apatía
general hacia la izquierda política es demasiado obvia para
negarla. Quizás una victoria de la izquierda en algunos países
pudiera reanimar la credibilidad del socialismo en China.
El
Partido-Estado chino es mucho más fuerte que el régimen de
Suharto en Indonesia en vísperas de 1997, pero, aunque aquí
no es muy probable un derrumbe inmediato como el ocurrido en
Indonesia, queda todavía la esperanza de una extensión
gradual de asociaciones civiles y organizaciones de
trabajadores autónomas. Los activistas deben aprender a ser
pacientes en esta larga confrontación entre los poseedores
y los desposeídos. Hay que añadir que, dada la ausencia de
libertad de expresión, es muy difícil que los
comentaristas chinos o extranjeros conozcan la verdadera
situación de China. Por tanto, cualquier evaluación del
futuro desarrollo de China está obligada a ser más
especulativa que científica. Debemos prepararnos para
conmociones y sorpresas en los meses y años venideros.
(*)
Au Loong Yu es uno de los fundadores y miembro del consejo
editorial de Globalization Monitor, Hong Kong. Coautor de
dos libros sobre las reformas en China y sobre el libre
comercio y la globalización. También es el principal autor
del folleto Women Migrant Workers under the Chinese Social
Apartheid y autor de No Choice but to Fight, documental
sobre la lucha de las trabajadoras de las empresas
productoras de pilas y baterías. Algunos párrafos de este
artículo proceden de dos recientes ensayos del autor,
Disposable Labor y A Human Right Charter that Excludes
Working People, así como del Preliminary Report on China's
Going Globe Strategy, obra de un equipo de investigación
del que fue miembro destacado.
Notas:
1.
La actual tasa oficial del 4% es considerada no fiable. Según
la Academia china de Ciencia Social la tasa real es un 9,4%,
pero esa estimación también está por debajo de la
realidad, pues no toma en cuenta a aquellos trabajadores
migrantes que han vuelto a sus pueblos.
2.
Esto exacerba el problema de la insuficiencia de tierra en
las áreas rurales, por lo que una parte de los trabajadores
migrantes no pueden dar marcha atrás y retornar.
3.
Esto práctica incluía al Ejército, aunque fue paralizada,
al menos en apariencia, a finales de los noventa, porque ponía
en riesgo la existencia misma del Estado. Varios informes
demuestran que los altos mandos militares siguieron
conservando indirectamente, a través de sus compinches, el
control sobre estas empresas una vez vendidas y
desvinculadas del ejército.
4.
Ese discurso está censurado, pero fue citado en Hong Kong
el año pasado por el antiguo jefe de Administración
General de Prensa y Publicaciones, Dao Daozheng. Ver el periódico
Ming Pao, 14/10/2008.
5.
Antes de la Revolución Cultural, la proporción entre los
salarios más altos y más bajos era 30 a 1, y tras ella pasó
a oscilar entre 14 y 19 a 1. Ver, del autor, Tantan
Pingjunzhuyi he Daguofan (On Egalitarianism and Daguofan),
1994.
6.
Los partidarios de la "nueva izquierda" tratan de
defender a la China de Mao pintando un cuadro idílico de
igualdad en la era de Mao. Aparte de ser una distorsión de
los hechos, el talón de Aquiles de su razonamiento reside
en el hecho de que ellos limitan su investigación al
aspecto económico de igualdad, olvidando que la igualdad
política es más fundamental como criterio de evaluación
de cualquier movimiento que busca la emancipación del
trabajo.
7.
"Aunque la burocracia soviética haya hecho mucho por
la restauración burguesa, el nuevo régimen se vería
obligado a llevar a cabo, en el régimen de la propiedad y
el modo de gestión, una verdadera revolución y no una
simple reforma (...) Los privilegios que no se pueden legar
a los hijos pierden la mitad de su valor (...) La victoria
de la burocracia en ese sector decisivo crearía una nueva
clase poseedora" (León Trotsky, La revolución
traicionada)
8.
http://legaldaily.com.cn/2007shyf/2008-11/14/content_981205.htm
9.
Beijing Review es la revista oficial del PCC
10.
A pesar del tsunami financiero que puso al neoliberalismo en
cuestión, el Consejo Estatal acaba de lanzar su plan para
hacer de Shanghai un centro financiero internacional en
2020, lo que tendrá como requisito previo la relajación
del control de capitales y la convertibilidad del yuan. Esto
no es una señal de que se esté construyendo una
alternativa popular a la globalización conducida por EEUU,
ni es un llamamiento del gobierno chino a la creación de
una nueva moneda de reserva internacional que sustituya al dólar.
China eyes eastern metropolis for economic boost,
25/3/2009
11. Au Loong Yu, The Post MFA era and the rise of China
(Solidarity, 2005). Arrighi
ha citado con aprobación en su libro esa parte del artículo
para demostrar que China sigue siendo socialista, cuando el
autor sostiene ahí sostiene todo lo contrario: que a pesar
de que la reforma agraria como fruto de la revolución
permanece intacta en gran medida, muchos otros logros
revolucionarios han sido deshechos y China es
incuestionablemente capitalista. Ver Arrighi, id., p. 370.
12.
Pero Corea fue hostil a la inversión de capital extranjero
hasta la finalización de su período de industrialización,
lo que está en evidente contraste con la experiencia de
China.
13.
En marzo de 2009, Wu Bangguo, Presidente del Comité
Permanente del Congreso Nacional Popular, dijo al Congreso
que China nunca sería una simple copia del sistema de los
países occidentales ni introduciría un sistema
multipartidista con alternancia gubernamental. Los académicos
nacionalistas son aún más explícitos en su desdén por
los derechos humanos y la democracia. Huang Xiaojing escribió
en su ensayo sobre la crisis financiera que "tanto
China como Rusia están cada vez más convencidas de que la
supuesta democracia y los derechos humanos no contribuyen en
nada a la estabilidad del Estado y a su continua
prosperidad". Citado a partir de CITIC Pacific Research
Advance, 19/2/2009. Huang fue investigador del bien conocido
Economic Institutional Reform Committee en los ochenta y
ahora es jefe de personal de Mitsui Co. Ltd.
14.
Si se busca "guanxi" en google se encuentran más
de un millón de entradas. Hay muchos libros sobre ese tema,
a menudo considerados como necesaria lectura para hacer
negocios en China.
15.
Las autorizades chinas se indignaron en 2008 cuando un
asesino solitario, cercado por la policía, mató a seis
agentes y obtuvo el aplauso de muchos ciudadanos.
16.
La Carta 2008 pide explícitamente la privatización de las
tierras de labranza. Para más información, ver el artículo
del autor A Human Right Charter which Excludes Working
People.
17.
Por ejemplo, el bien conocido "nuevo izquierdista"
Gan Yang escribió en Dushu un elogio simultáneo de
Confucio, Mao Zedong y Deng Xiaoping, viendo a los tres como
sucesores de la gran cultura china. También decía que la
mayor parte de los cuadros del partido cuidan de las clases
inferiores y que no es verdad que una alianza de las elites
haya consolidado su propio poder y excluido deliberadamente
a los pobres. Ver Dushu, junio de 2007.
18.
La caracterización de la ACFTU como parte del aparato
represivo estatal es una cosa, y otra distinta la estrategia
y la táctica a adoptar por los activistas hacia ella.
Aunque sean problemas relacionados, son problemas diferentes
que requieren enfoques diferentes.
19.
La sección sindical informó de ello en su blog, incluyendo
las respuestas recibidas de la ACFTU Nacional y de la
central sindical danesa. Puede verse el informe en
Globalization Monitor
20.
No hay ninguna ley que prohíba las huelgas. La prohibición
era una prohibición de facto.