China - EEUU

Las relaciones peligrosas

Por Juan Gelman
Bitácora, 22/08/10

Las descritas en la novela de Pierre Choderlos de Laclos del siglo XVIII y las filmadas por Milos Forman en 1989 son niñas de pecho comparadas con las relaciones cada vez más deterioradas de EE.UU. y China. Aquéllas eran libidinosas, éstas huelen a guerra.

En enero de este año, Washington confirmó la venta de armas a Taiwan por valor de 6.400 millones de dólares. Esa suma llega a más de 12.000 millones en el período 2009/2010. Pekín respondió cesando los intercambios militares entre los dos países. No es lo único que ha sucedido desde entonces.

El Pentágono ha multiplicado las maniobras navales a ambos lados de la península coreana, en el Mar de Japón y el Mar de China Meridional, cubriendo así el grueso del litoral chino. Para el Departamento de Estado es una respuesta al hundimiento de la fragata surcoreana Cheonan hace cinco meses, que el torpedo de un submarino norcoreano habría provocado causando la muerte de 46 marineros. Esto no se ha probado, pero da igual.

El 16 de agosto comenzaron los ejercicios conjuntos de EE.UU. y Corea del Sur, calificados por el general Walter Sharp, jefe de los efectivos estadounidense, como “uno de los más vastos del mundo” (www.defense.gov, 16–8–10). Finalizan el jueves 26 y participan 56.000 efectivos surcoreanos y 30.000 estadounidenses.

“Espíritu invencible” se llamó el operativo conjunto o “juego de guerra” de ambos países que tuvo lugar en el Mar de Japón menos de un mes antes, del 25 al 28 de julio. El Pentágono aportó 8.000 militares, 20 buques de guerra, 200 cazas y el portaaviones nuclear George Washington, de casi 100.000 toneladas, que regresó a su base japonesa y volvió 11 días después hacia el Mar de China Meridional para un hecho sin precedente: la realización de maniobras navales con Vietnam (AP, 8–8–10).

La prensa exaltó esta reunión bélica de dos antiguos enemigos, pero el tema de fondo es otro: China invadió Vietnam en febrero de 1979 –con la bendición de la Casa Blanca– y ambos disputan la soberanía de los archipiélagos Spratly y Paracel. Hillary Clinton declaró en la capital vietnamita que la solución de esas disputas territoriales es de “interés nacional” para EE.UU. y anunció que su Departamento estaba preparado para intervenir a favor de Vietnam, Taiwan, Brunei, Malasia y Filipinas, todos enojados con China (www.forbes.com, 28–7–10). La jugada es clara: parece excesivo semejante despliegue militar sólo por el hundimiento del Cheonan.

Barack Obama sostuvo un “duro” intercambio con el presidente chino Hu Jintao en la cumbre de los 20 de Toronto y lo acusó de practicar una “ceguera voluntaria” sobre el tema. Lo cierto es que el mandatario estadounidense está construyendo una nueva estrategia para contener a China, destinada a establecer “pilares que servirán los intereses de EE.UU. en la región durante dos o tres décadas” (www.abs–cbnnews.com, 21–7–10).

Hillary, por su parte, inició oficialmente una campaña para embarcar a los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean, por sus siglas en inglés) en el establecimiento de una OTAN en la región que cercaría a China por completo.

Lo dijo con todas las letras el almirante (R) James Lyons, ex comandante de la VII Flota de EE.UU.: “Ahora que el gobierno de Obama ha desafiado directamente a China, EE.UU. debería ampliar su relación con la Asean y construir nuestro Tratado de Defensa Mutua incorporando a Filipinas” (www.philstar.com, 10–8–10). Otros hechos se mueven en la misma dirección lejos del Pacífico.

EE.UU. dirige actualmente ejercicios militares en Mongolia, en la frontera norte de China, con tropas de Canadá, Francia, Alemania, India, Japón, Corea del Sur y Singapur. A partir del 16 de agosto y por diez días, tropas estadounidenses y británicas realizan maniobras militares en Kazajstán, al noroeste de China.

Un alto oficial de la aeronáutica de India declaró al semanario Defense News que su gobierno está instalando otra base aérea cerca de la frontera china que, según el Pentágono, servirá “para fortalecer la defensa de la India contra China” (www.defensenews.com, 12–8–10).

Pekín ha calificado este reto de Washington de “demostración de fuerza” contra China, señaló que esos ejercicios muestran que EE.UU. la considera enemiga y acusó a la Casa Blanca de atentar contra su seguridad. “Es una provocación deliberada”, subrayó el mayor general Luo Yuan, de la Academia de Ciencias Militares de Pekín. Ante el anuncio de las maniobras Corea del Sur/EE.UU., la fuerza naval china hizo lo propio en el Mar de China Meridional y la fuerza aérea en la provincia de Henan y en la provincia costera de Shandong. Podría estar cercano el riesgo de una confrontación bélica entre un Washington empeñado en controlar el desarrollo chino y un Pekín igualmente empeñado en defenderlo. Conduciría a una catástrofe de proporciones mundiales.


Tensiones China–EEUU

Aguas revueltas en los mares de China

Por Xulio Ríos (*)
IGADI / Observatorio de la Política China, agosto 2010

El ejercicio naval conjunto planeado por EEUU y Corea del Sur en aguas del Mar Amarillo (posteriormente trasladado al Mar de Japón debido a las críticas de China) y las declaraciones efectuadas por Hillary Clinton en el Foro Regional de ANSEA celebrado a finales de julio, han abierto destacados frentes de tensión en la zona.

En efecto, cuando aun no se han disipado del todo las consecuencias del hundimiento del buque surcoreano Cheonan, las declaraciones de la secretaria de Estado aludiendo a a la necesidad de mantener la libertad de navegación de sus portaviones y oponiéndose a que cualquier país intente solucionar por la fuerza o con amenazas las disputas territoriales en torno al mar de China meridional, han elevado la preocupación en Beijing. Dichas declaraciones dejan a las claras las intenciones estratégicas de EEUU, abriendo un nuevo frente de conflicto con China al involucrarse directamente en disputas territoriales que hasta ahora se han desarrollado en el marco estrictamente bilateral y regional.

Por otra parte, EEUU negocia con Vietnam (con quien China mantiene contenciosos seculares) compartir combustible y tecnología nuclear. Hanoi podría enriquecer uranio, con apoyo de Washington, en su propio territorio. El acuerdo es continuación del establecido en 2008 con India, país que no se ha adherido al TNPN. El acuerdo, señaló Clinton, se enmarca en una estrategia dirigida a afianzar la participación de EEUU en Asia–Pacífico. La cooperación con Vietnam es, pues, otra pieza del escenario para contener a China que irrita doblemente a ésta por el reiterado uso de diferentes varas de medir por parte de EEUU.

Conviene recordar que China mantiene en suspenso buena parte de los intercambios militares con EEUU desde que Washington decidió vender un paquete de armas a Taiwán valorado en 6.400 millones de dólares. A comienzos de junio, Robert Gates se quejó en Singapur de la negativa de China a aceptar su solicitud de visitar Beijing durante su gira asiática.

Al Norte y al Sur, EEUU se muestra decidido a tirar provecho de las tensiones para afirmar su presencia en la zona y aumentar la influencia en los países de la región. La intervención política y militar le sirve así para compensar su creciente impotencia frente al gigante oriental en el orden económico. Dicha actitud es coherente con lo anunciado por Obama al inicio de su mandato, exhibiendo el compromiso de retorno a Asia, imponiéndose como “mediador” en todo tipo de conflictos con la firme voluntad de desafiar el poder chino en la región.

Fiel exponente de ello ha sido esa visita de Clinton a Vietnam, reforzando así dicha toma de posición. Washington intenta establecer lazos firmes con India y Vietnam con el claro propósito de contener a China, una estrategia que refleja el dualismo de la política estadounidense, alternando contención y cooperación.

El mar de China meridional abarca 3,5 millones de km2, desde Singapur al Estrecho de Taiwán. Las diferencias territoriales podrían complicarse más que nunca tanto por la proyección de China como potencia regional como por la actitud de algunos estados ribereños que ponen en cuestión el statu quo con el apoyo de EEUU. A China le urge clarificar posturas, estrategias y disipar temores.

Muchos piensan que Beijing solo trata de ganar tiempo y denuncian hipotéticas maniobras dilatorias. Son evidencias de las dudas que suscitan sus intenciones. Cuando sea más poderosa pisoteará los derechos e intereses de los países vecinos, se piensa, abocándolos a aliarse con quien pueda defenderles. En dicho contexto, Washington lo tiene bien fácil para alimentar las disensiones. Por ello, si China quiere evitar la internacionalización del litigio, debe no solo esforzarse por mantener a raya a EEUU sino construir consensos que permitan el entendimiento recíproco con sus vecinos.

Beijing ha hecho saber que dichas aguas forman parte de sus intereses estratégicos, como Tibet o Taiwán. Precisamente, la proximidad china a Corea del Norte, el avance de su relación con Taipei, la mejora de su Armada y la repercusión de su creciente poder en los litigios que mantiene con sus vecinos, junto a la sucesión de conflictos comerciales, el tira y afloja del yuan o las tensiones por algunas inversiones en territorio estadounidense complican el entendimiento con Washington, una relación que va sumando diferencias políticas y de calado estratégico.

En respuesta al intervencionismo estadounidense en la zona, China ha organizado ejercicios militares en Zhejiang y en el mar meridional, exhibiendo los más modernos equipamientos de su marina. Y cabe esperar que todo ello refuerce la apuesta estratégica por la modernización de su Armada, pasando a contemplar las aguas próximas e incluso los oceános con otra mirada, más global y adaptada a su condición de gran potencia en ciernes, toda una revolución para un país que en 1717 prohibía por ley adentrarse en un mar que consideraba “extranjero”. Hoy China necesita no solo proteger su larga costa, sino asegurar un tráfico marítimo que resulta esencial para su desarrollo, abordando capacidades para actuar en las zonas más alejadas.

Pero a medio y largo plazo, si quiere reducir la influencia de Washington en la región, la única forma efectiva consiste en reforzar las relaciones con sus vecinos. La tradicional apuesta por aparcar las diferencias y desarrollar la zona de forma conjunta parece abocada al fracaso, de no implementarse de modo efectivo. China debe poner sobre la mesa iniciativas concretas que disipen las reservas evitando entrar en una carrera de armamentos y proponiendo dinámicas alternativas a las estrictamente  militares basadas en una gestión compartida del binomio paz y desarrollo.


(*) Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.