Corea

El incidente del Mar Amarillo tiene precedentes y contexto

La guerra fría en directo

Por Rafael Poch (*)
La Vanguardia, 24/11/10

"Corea es el lugar que primero conoció la guerra fría, el lugar en el que la guerra fría nunca cesó y el lugar en el que aun podemos seguirla en directo por televisión", dice Bruce Cumings, un experto en Corea. Su sentencia se confirmó el martes, cuando decenas de proyectiles de artillería cayeron sobre la isla de Yeongpyeong, provocando cuatro muertos y 18 heridos, 15 de ellos soldados surcoreanos. Estar en guerra fría significa no sólo que de vez en cuando se convierte en caliente y hay disparos, sino también un estado de cosas que determina cierto tipo de información en el que los motivos del enemigo desaparecen por completo, en un escenario dominado por su única y enorme maldad. El régimen del Norte ha hecho méritos sobrados para merecer la peor propaganda, pero aquí de lo que se trata es de comprender algo la situación.

¿Quien comenzó?

Es una pregunta interesante. Hace medio siglo que los historiadores discuten sobre quien comenzó la guerra de Corea y la respuesta, más allá de enciclopedias, es que no está nada claro, porque ambos bandos mantuvieron una actitud agresiva en su gestación, que venía de muy lejos, de 1932, para ser más exactos. En el intercambio de artillería del martes ocurre algo parecido: la película no empezó el martes.

Los surcoreanos dispararon sobre lo que Corea del Norte presenta como "sus aguas territoriales", sobre las 13:00 h. El bombardeo norcoreano, justificado por Pyongyang como "respuesta a la provocación surcoreana", comenzó a las 14:34 y concluyó a las 14:55. Trece minutos después de su inicio, los surcoreanos respondieron bombardeando la costa norcoreana. Una segunda salva norcoreana se disparó a las 15:10, seguida de una respuesta surcoreana a los quince minutos, y concluyó a las 15:41. El resultado de víctimas y daños en la isla surcoreana fue de cuatro muertos. No hay cifras de daños o víctimas en el cañoneo de la costa norcoreana.

La isla de Yeongpyeong está situada a apenas 15 kilómetros de la costa norcoreana y a unos cuatro de la línea marítima en disputa. Las instalaciones militares, y el principal asentamiento, están situadas en la costa sur de la isla, protegidas del norte por una línea de colinas. Todos los impactos cayeron limpiamente tras esa línea, lo que sugiere una considerable puntería de las baterías del Norte, que no son electrónicamente muy sofisticadas.

Incluso admitiendo que los surcoreanos dispararon primero, no es lo mismo hacerlo sobre el mar que sobre tierra firme y apuntando a instalaciones, militares y civiles, habitadas. El diario surcoreano Hankyoreh, bastante ponderado, califica de "provocación" el hecho de que Corea del Norte, "disparara indiscriminadamente sobre una isla en lugar de hacerlo al mar" y afirma que, "es posible que también los norcoreanos sufrieran bajas en la réplica surcoreana".

Sobre el contexto

La conducta del Norte es de nuevo explicada por la brutalidad e irracionalidad del régimen enemigo. Si alguien se extiende algo más allá, entonces, como máximo, se mencionan como motivos, el complicado traspaso de poder y encumbramiento del tercer hijo y sucesor de Kim Jong Il, Kim Jong–un, así como una difícil situación interna en Corea del Norte y una necesidad de atraer la atención de Obama con miras a una negociación que distienda la situación. Es opinable, pero solo es la mitad del asunto.

Según un comunicado del mando norcoreano, "pese a nuestras repetidas advertencias, el enemigo surcoreano cometió insensatas provocaciones militares de disparar salvas de artillería en nuestro territorio marítimo". Por su parte, el Sur dice que las disparó hacia el oeste, lejos de las aguas en disputa. El mando surcoreano ha confirmado que la mañana del incidente recibió una llamada telefónica del Norte que decía "el Norte no se cruzará de brazos si el Sur dispara contra las aguas territoriales del Norte".

El problema es que en el Mar Amarillo, la frontera fue establecida en 1953 sin consenso. El resultado es que es una especie de tierra de nadie en un estado de guerra que nadie ha cancelado, pues el armisticio con el que concluyó la guerra de 1950–1953, es una mera suspensión de hostilidades, no un acuerdo de paz. "Nuestras aguas territoriales" es una mera fórmula en litigio.

Sobre ese terreno ambiguo y peligroso, aparece no sólo la maldad del régimen del Norte, sino también toda una panoplia de factores: la política del gobierno del Sur desde 2008, unas agresivas maniobras militares, y un pulso chino–americano, tan sordo como real, que el Pentágono está incrementando y que Pekín no quiere tolerar.

El actual presidente surcoreano Lee Myung–bak, es un derechista sin complejos. Desde su llegada al poder en 2008, ha dado marcha atrás a la política de distensión llamada "soleada" de sus predecesores, cortando inversiones, contactos diplomáticos y ayuda, y practicando una actitud dura hacia Pyongyang. En política exterior ha regresado a la conformidad con el Pentágono, que es quien determina en gran parte la política exterior de Estados Unidos en la región, lo que ha llevado a Pekín a incrementar su vínculo y apoyo a Corea del Norte.

Con Lee Myung–bak, Corea del Sur ha incrementado su vieja práctica de realizar grandes maniobras militares en las mismas narices de los norcoreanos. El día 22, la víspera del intercambio artillero, esa ambigua y peligrosa zona en disputa comenzó a ser escenario de las maniobras "Hoguk", que implican a 70.000 soldados surcoreanos, 600 blindados, 90 helicópteros, 50 barcos de guerra y 500 aviones, además de la 31 unidad de marines y la séptima ala de aviación de Estados Unidos. "Hoguk" se extiende hasta el 30 de noviembre, e incluye desembarcos simulados de tropas que Corea del Norte considera entrenamientos de invasión de su territorio.

Las maniobras son una versión incrementada de las tradicionales "Team Spirit". Estas maniobras en el Mar Amarillo son cada vez más frecuentes. Las últimas se celebraron en septiembre y antes en julio. Las actuales aún son mayores que las anteriores. China ha protestado sin resultado. Una situación correspondiente en la que barcos y marines chinos hicieran maniobras militares a decenas de kilómetros de aguas territoriales de Estados Unidos, frente a San Diego, en Cuba o en el Golfo de México, es sencillamente inimaginable por absurda, y así es como lo vive China, por no hablar de la propia Corea del Norte.

Lee ha suspendido el diálogo con el Norte, a lo que Pyongyang responde incrementando su capacidad nuclear militar. La víspera del intercambio artillero del martes, el Ministro de Defensa surcoreano, Kim Tae–young, no excluyó en el parlamento que su país pida el regreso de las armas nucleares tácticas que Estados Unidos ha tenido desplegadas en Corea del Sur durante décadas –uno de los motivos de la ambición nuclear de Corea del Norte– y que, según muchos observadores, surcoreanos y norteamericanos, siguen allí almacenadas. De momento, un portaviones americano va para allá.

Sobre precedentes

Hasta finales de los sesenta los tiroteos de artillería entre los dos Estados fueron crónicos. El último de ellos se registró en los años setenta. No es exacto, como han dicho y repetido las agencias de prensa estos días, que lo del martes no tuviera precedentes "desde los años cincuenta". Otro precedente, mucho más próximo ocurrió el pasado marzo. El barco de guerra surcoreano Cheonan estalló no lejos del lugar que ahora vuelve a estar de actualidad, y se hundió partido por la mitad y cobrándose la vida de 46 tripulantes.

La investigación oficial surcoreana sobre aquel dramático suceso concluyó que había sido un torpedo lanzado por un submarino del Norte, extrañamente no detectado por la sofisticada electrónica de la moderna flotilla que había en el lugar. Pyonyang desmintió toda responsabilidad. Una comisión con expertos militares de varios países occidentales firmó la tesis del torpedo, aunque el representante de Suecia, único país neutral, no la suscribió. Otra comisión rusa estimó que una mina, no un torpedo, había desencadenado la tragedia. En la propia Corea del Sur, donde hay un periodismo bastante vivo, muchos ponen en duda la versión oficial. El 12 de noviembre, la televisión surcoreana pasó un documental de 24 minutos que señala muchos puntos oscuros.

El del Cheonan fue un caso entre otros que apenas merecieron atención mediática. También en marzo se dijo que aquel presunto ataque norcoreano al barco del Sur no tenía precedentes. Sí los tenía: ha habido varios casos de barcos norcoreanos hundidos por el Sur con pérdida de vidas. En 1999 un torpedero del Norte fue hundido con el resultado de treinta marinos desaparecidos y hasta setenta heridos. En 2001 un pesquero norcoreano fue hundido a tiros por un guardacostas japonés, murieron sus 15 tripulantes. El pasado noviembre volvió a ocurrir, con otro barco norcoreano atacado e incendiado por el Sur.... El intercambio artillero del martes no puede aislarse de su contexto: una guerra inconclusa, salpicada de incidentes. Hasta que Lee llegó en 2008, esa peligrosa situación tenía, por lo menos, una voluntad moderadora en Seúl.

"La negativa de Estados Unidos y de Corea del Sur de participar en las negociaciones con Corea del Norte hasta que Pyongyang pida disculpas por el hundimiento del Cheonan, un incidente que Corea del Norte insiste en que no cometió, así como la decisión de presionar al Norte con masivas maniobras militares y nuevas sanciones económicas, es una política de machos, pero aumenta la posibilidad de nuevos incidentes, cuyo escenario más grave sería una segunda guerra de Corea", señalaba en julio Mark Caprio, profesor de la Universidad Rikkyo de Tokyo. La guerra fría en directo, es algo más que disparos. Es también un determinado tratamiento informativo de los hechos. Estamos ante un clásico.


(*) Rafael Poch fue durante varios años corresponsal en Pekín del diario “La Vanguardia” de Barcelona.


China ante la nueva crisis coreana

Por Xulio Ríos (*)
Observatorio de la Política China
(OPCh) – IGADI, 23/11/10

La nueva escalada de tensión en la península coreana con intercambio de fuego entre Pyongyang y Seúl en torno a la isla de Yeonpyeong, en la controvertida frontera marítima, supone un desafío añadido para China, al tiempo que refleja con claridad las insuficiencias de su diplomacia a la hora de asegurar la estabilidad de esta zona, de interés vital desde el punto de vista geopolítico y estratégico.

Ayer mismo, Beijing clamaba por la reanudación del diálogo hexagonal mientras el enviado especial de la Casa Blanca para Corea del Norte, Stephen Bosworth, negaba en Seúl la existencia de una crisis ante las noticias de que Pyongyang seguía adelante con su programa de enriquecimiento de uranio, vulnerando las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.

La presencia en la zona de Bosworth fue aprovechada por Corea del Norte para escenificar su rechazo al intento de imponer condiciones previas para reanudar las conversaciones a seis bandas, iniciadas en 2003 y suspendidas en septiembre de 2009. El pasado 17 de noviembre, la prensa oficial norcoreana advertía que solo cabían dos posibilidades: o diálogo o confrontación.

China se ha mostrado reiteradamente a favor de la desnuclearización de la península, un objetivo que ansía lograr mediante el impulso de la vía negociadora, pero ni sin sanciones ni con ellas parece posible habilitar un espacio de encuentro que, al menos, congele la tensión en tanto no se encuentran soluciones duraderas a este contencioso.

Beijing viene reclamando, por otra parte, cierto reconocimiento de su posición e influencia regional, al tiempo que las relaciones con su periferia inmediata (desde la península coreana a Japón o el mar de China meridional) parecen enturbiarse cada día más, urgiendo una mayor implicación en el orden de la seguridad.

Por otra parte, el incierto proceso norcoreano sugiere la intensificación de la cooperación con Washington, que siempre ha administrado con cierta ambigüedad y hoy atraviesa circunstancias complejas ante la desconfianza por el empeño en involucrarse más intensamente en los problemas de la región, quizás con el avieso propósito de contener y/o condicionar el proceso de reforma y emergencia del gigante asiático.

China, una vez más, optará por enfriar este nuevo episodio, pero de cerrarse en falso como los anteriores, no solo no pondrá fin a los temores de una espiral de violencia incontrolada sino que, ante lo incierto de la compleja sucesión norcoreana, bien pudiéramos acercarnos un poco más al desbordamiento del conflicto.


(*) Xulio Ríos, es director del Observatorio de la Política China.


¿Vienen guerras en Asia?

Por Moisés Naím
El País 21/11/10

Cuando pensamos en Asia pensamos en éxito económico, no en guerra. Los tigres asiáticos son esos países del Lejano Oriente que en menos de una generación se transformaron en potencias admiradas y temidas por el resto del mundo. No por su fuerza militar, sino por su poder económico. La actual crisis ha confirmado esta percepción. Mientras muchas de las más avanzadas economías del mundo crujen, las de Asia crecen.

Pero la prosperidad no es lo único que crece en Asia. También arrecian los vientos de guerra. Este no es un riesgo hipotético. Es una realidad. Sabemos, por ejemplo, que la guerra en Afganistán es la más larga en la historia moderna. Y que, en la última década, India y Pakistán ya tuvieron dos crisis militares que no desembocaron en una guerra abierta solo gracias a la firme intervención de otros países.

India ha desarrollado una nueva doctrina militar que en vez de tener como única prioridad la defensa territorial, también incluye como objetivo el responder con ataques veloces y precisos contra los grupos terroristas en cualquier parte de la geografía de su vecino en caso de un atentado originado en Pakistán.

El reto de esta doctrina –cuya existencia India niega– es que los ataques no provoquen una respuesta nuclear paquistaní, lo cual obligaría a Nueva Delhi a contestar en similares términos. Estamos hablando de una posible conflagración nuclear entre dos países misérrimamente pobres, donde viven uno de cada seis habitantes del planeta. India y Pakistán no son las únicas potencias nucleares asiáticas: China y Corea del Norte también forman parte del club. El problema de la nuclearización asiática no es solo el peligro de que las armas atómicas se usen en conflictos regionales, sino la propensión a exportar esta tecnología. Pakistán y Corea del Norte han estado más que dispuestos a vender sus bombas al mejor postor. Corea del Norte mantiene más de un millón de soldados en armas y cientos de misiles apuntando a Seúl y otras grandes ciudades. Hace unos meses, un torpedo norcoreano hundió un buque de guerra surcoreano.

Los mares de Asia parecen estar llenos de islotes cuya soberanía es reclamada por varios países. Seúl disputa las islas Dokdo a Tokio, que a su vez reclama a Moscú las Kuriles. China y Vietnam se pelean por las Paracel (donde en 1974 las fuerzas navales de los dos países lucharon a cañonazos). Las islas Spratly son reivindicadas por China, Filipinas, Vietnam, Malasia, Indonesia y Brunei. En 1998, navíos de las marinas china y japonesa se enfrentaron por el control de uno de esos islotes y hubo 70 muertos entre sus efectivos. Recientemente, la colisión de una patrullera japonesa y un pesquero chino en las aguas en disputas produjo una severa represalia económica de Pekín.

Pero en Asia los conflictos armados dentro de los países son aún más frecuentes y mortales que los internacionales. En Sri Lanka ha terminado una guerra civil de 26 años entre los tigres tamiles (que pusieron de moda el terrorismo suicida) y el Ejército, que ha dejado decenas de miles de muertos. Timor Leste, Filipinas, Tailandia, Indonesia, Bangladesh, Nepal, Myanmar o Tíbet son algunas de las "zonas calientes" donde el conflicto armado es parte de la realidad cotidiana, o está muy latente y puede estallar en cualquier momento. Asia encabeza la lista de las regiones importadoras de armas: entre 2002 y 2009, China, India, Taiwan, Corea del Sur, Pakistán y Singapur fueron 6 de los 10 mayores compradores de armamento.

Y luego está China...

Su presupuesto militar crece al 10% cada año. Tiene ya la segunda marina de guerra más grande del planeta y una fuerza aérea que para 2020 será una de las más poderosas. Un reciente informe de EE UU asegura que "China cuenta con la fuerza de misiles de corto alcance –300 a 600 kilómetros– más numerosa y letal del mundo".

Solo frente a Taiwan tiene instalados más de 1.000 de estos cohetes. Sus misiles de gran alcance pueden neutralizar las bases estadounidenses en Japón y Corea del Sur, y parece que ya tiene armas capaces de hundir a los superportaaviones norteamericanos. China también ha logrado enormes avances en su capacidad para la guerra electrónica y el uso bélico de Internet.

La historia demuestra que cuando un país (léase China) aumenta notablemente su poderío militar, tanto sus vecinos (léase India), como rivales más lejanos (léase EE UU) no se limitan a observar pasivamente su ascenso. Harán lo posible por ajustar el equilibrio militar. En los próximos años esta dinámica nos afectará a todos tanto o más que las guerras de divisas, los déficits fiscales y las crisis financieras.


El envío de un portaviones puede ser visto por Beijing como una provocación

Corea salta al tope de la agenda de Obama

Por Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 25/11/10

Washington.– Lo último que el presidente estadounidense Barack Obama necesitaba, tres semanas después de que el opositor Partido Republicano triunfara en las elecciones legislativas de su país, era un agravamiento de la crisis en la península coreana.

La revelación de que Corea del Norte logró construir una instalación capaz de enriquecer uranio como para fabricar armas nucleares, y el bombardeo norcoreano contra una isla de Corea del Sur esta semana, que mató a dos soldados y a dos civiles, catapultó a Pyongyang al tope de de la ya sobrecargada agenda de Washington en política exterior.

El bombardeo, respondido por las fuerzas surcoreanas, llevó las tensiones en la península a su máximo nivel en décadas, quizás desde el propio fin de la guerra de Corea hace más de 50 años.

Esta crisis también podría complicar las delicadas relaciones entre Estados Unidos y China. Este último país es visto en Washington como el único aliado de Corea del Norte, y cuyo apoyo económico y diplomático es lo que mantiene a la dinastía Kin gobernando en Pyongyang.

China teme desde hace tiempo que un colapso del régimen de Kim Jong Il derive en un caos y provoque el desplazamiento de millones de norcoreanos a su territorio, así como una posible intervención surcoreana o estadounidense a pocos metros de su frontera.

El anuncio de Washington el miércoles de que enviaba su portaviones USS George Washington para participar de operaciones militares conjuntas cerca de la costa norcoreana a partir de este fin de semana sin duda añade preocupación en Beijing y en Pyongyang, sobre todo considerando la sensibilidad china de los últimos meses en relación a ciertos reclamos territoriales, incluyendo uno sobre el Mar Amarillo.

El envío del portaviones tiene el objetivo de mostrar solidaridad con Corea del Sur, pero también puede ser visto como una provocación a Beijing.

Según analistas en Washington, los ejercicios pueden ser un presagio de un fortalecimiento de la capacidad militar de Estados Unidos en la región.

Estados Unidos tiene a más de 25.000 soldados estacionados en Corea del Sur en este momento.

"Imagino que en las próximas semanas y meses se va a ver una mayor presencia estadounidense", sostuvo el analista Alan Romberg, del Stimson Center, ex consejero sobre Asia oriental para el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos.

"A los chinos no les va a gustar. Lo ven como algo dirigido contra ellos. Pero esto es parte del costo de dejar que Corea del Norte siga adelante y actúe con lo que nosotros consideramos impunidad", señaló.

"Esperamos que China sea claro, como nosotros, en determinar sobre quién reside la responsabilidad por la actual situación, por la actual tensión", dijo en tanto el portavoz del Departamento de Estado, P.J. Crowley.

Los acontecimientos de los últimos días complicaron la agenda de Obama, cuya política exterior ha estado concentrada en lograr la ratificación en el Senado del nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas con Rusia para fines de este año.

Además, su administración lleva adelante una gran revisión de la estrategia en Afganistán y se prepara para la visita de su par de China, Hu Jintao, en enero, en la cual sin duda Corea del Norte será uno de los más importantes temas a tratar, así como la "guerra de divisas".

Los llamados "halcones" (ala más belicista) en Washington exigen que tanto Estados Unidos como la Organización de las Naciones Unidas adopten sanciones contra Pyongyang.

También proponen que el gobierno de Obama haga ostentación de su poder militar cerca de la frontera norcoreana, incremente las transmisiones satelitales a ese país para promover el descontento popular y redoble la presión contra Beijing para que deje de apoyar al régimen norcoreano, que se encontraría debilitado en momentos de un transición del poder de parte de King Jong Il a su hijo, Kim Jong Eun.

"Trabajando con Corea del Sur y Japón, Estados Unidos debería llamar a una unificación de las dos Coreas en términos aceptables para el Sur", escribió Henry Sokolski, director del Centro de Educación sobre No Proliferación, en la publicación derechista National Review.

"Debería invitar a China a que participe, si quiere. Cualquier esfuerzo serio requerirá que Corea del Sur pida préstamos para financiar la transición y que China acceda a permitir el ingreso de refugiados", añadió.

Entre las llamadas "palomas" (ala menos belicista), se destaca la voz del ex presidente Jimmy Carter (1977–1981), quien llamó a iniciar conversaciones directas con Pyongyang, tanto en forma bilateral como en el contexto de la instancia conocida como Seis Partes, presidida por China y que incluye también a Corea del Norte, Corea del Sur, Estados Unidos, Japón y Rusia.

Hasta ahora, la administración de Obama, que se jacta de llevar adelante una "paciencia estratégica", se niega a aceptar estas sugerencias, y exige como condición para cualquier acercamiento que Pyongyang desmantele por completo su programa de armas nucleares.

También exige al gobierno norcoreano que pida disculpas a Seúl, o al menos exprese su pesar, por el disparo de un torpedo contra una nave de guerra surcoreana en marzo pasado, que mató a 46 marineros. Con el respaldo de China, Corea del Norte niega rotundamente su responsabilidad en el hundimiento.

"Más allá de declaraciones y condenas (por el último incidente), al final de cuentas no tenemos muchas opciones", según John Feffer, especialista en la península coreana y quien dirige la oficina Política Exterior en Foco del Instituto de Estudios Políticos en Washington.

"La paciencia estratégica de Obama sólo ha hecho que el Norte haga todo para demostrar que está impaciente y que quiere volver a la mesa de negociaciones, con Estados Unidos particular. Y las sanciones no han logrado mucho, como lo ha demostrado la sofisticación de la nueva planta de enriquecimiento de uranio de Corea del Norte", agregó.