El desastre ocurrido en la
central nuclear de Fukushima brindó la primera oportunidad en décadas en Japón
de llevar justicia a miles de trabajadores no calificados que se exponen a la
contaminación radiactiva.
El terremoto y posterior tsunami
que el 11 de marzo devastaron Japón destruyeron varios reactores de esa
planta, causando una catástrofe nuclear.
"Fukushima creó conciencia
pública sobre un sector de los trabajadores nucleares" castigados con
ese riesgo pero que "constituyen el oscuro punto débil de una industria
que depende de ellos", dijo Minoru Nasu, portavoz del Sindicato de
Jornaleros de Japón.
Aunque la industria nuclear
funciona en gran medida gracias a esos trabajadores no calificados, ha dejado
su reclutamiento como jornaleros en manos de subcontratistas de antecedentes
delictivos, afirmó Nasu, activista de larga data.
Esa práctica, común desde hace
varias décadas, puede describirse como una suerte de "remate
humano", dijo Nasu a IPS. Los obreros se reúnen al alba en lugares como
parques públicos y allí son seleccionados por matones que los llevan a las
plantas nucleares.
Según las cifras disponibles en
la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial –reguladora de alcance
nacional–, de las más de 80.000 personas que trabajan en 18 centros
nucleares comerciales de Japón, 80 por ciento son contratadas. En 2010, 89
por ciento de los 10.000 trabajadores en la planta de Fukushima estaban
sujetos a contratos.
Los hombres son contratados para
realizar durante varios meses seguidos trabajos peligrosos y no calificados
dentro de las plantas nucleares. No hay garantías en caso de accidente, ni un
seguro de salud a largo plazo contra enfermedades como leucemia u otras formas
de cáncer, que pueden surgir años después de exponerse a la radiación.
"Cuando terminan su trabajo
se espera que simplemente desaparezcan. No le importan a nadie", dijo
Nasu.
El ex trabajador nuclear Seizi
Saito, de 71 años, tomó la inusual decisión de reclamar un cambio.
Este plomero trabajó durante 15
años reparando filtraciones en las cañerías de refrigeración de la planta
nuclear de Tsuruga, en la occidental prefectura de Fukui.
"Las condiciones laborales
en la planta eran aterradoras, demandantes y peligrosas. Pero lo peor era la
falta de protección para los trabajadores", señaló en una reunión con
sindicalistas y activistas contra la energía nuclear, agregando que estaban
bajo las órdenes de "autoridades inescrupulosas".
Saito, quien sobrevivió a un cáncer
de tiroides, dijo a los presentes que se necesitan sindicatos especializados
que se ocupen de los jornaleros que realizan tareas de limpieza en las plantas
nucleares.
En la reunión hubo consenso en
cuanto a que el sistema actual está demasiado afianzado como para que los
trabajadores tengan esperanzas de salvación en el futuro cercano.
Los trabajadores tienen
demasiado miedo para denunciar la situación, dijo Mikiko Watanabe, del Centro
Ciudadano de Información Nuclear, que asesora a los guardias de seguridad de
la planta de Fukushima.
"Temen perder sus empleos y
ser discriminados en una sociedad que menosprecia a las víctimas de la
radiación", explicó Watanabe a IPS.
Según ella, esos temores hacen
que a los subcontratistas les resulte más fácil explotar a los trabajadores
e ignorar sus derechos.
La Compañía de Electricidad de
Tokio (Tepco), operadora de la planta nuclear, se esfuerza por contener el
desastre de Fukushima. Miles de personas tuvieron que ser evacuadas de las áreas
residenciales ubicadas en las cercanías de los reactores dañados, volcando a
la opinión pública contra la energía nuclear y contra la laxitud con que se
manejan los recursos humanos de las centrales atómicas.
Si bien la mayoría de los
jornaleros también fueron evacuados de Fukushima tras el terremoto y el
tsunami, muchos tuvieron que volver para efectuar las operaciones de limpieza
por salarios más elevados, que según algunos medios de prensa llegan incluso
a 300 dólares diarios.
En las últimas dos semanas, los
problemas de Tepco aumentaron cuando otros cuatro trabajadores subcontratados
quedaron expuestos a la radiación mediante el desborde de agua contaminada.
Según Saito, fue un accidente
similar ocurrido en 1981 en la planta nuclear de Tsuruga lo que le hizo ver la
realidad. En esa ocasión se produjo un derrame de agua contaminada que expuso
a varios trabajadores a la radiación.
El gobierno ordenó clausurar el
reactor de Tsuruga, lo que dejó sin trabajo a 1.500 trabajadores
subcontratados como Saito. "Entonces decidí crear un sindicato y
denunciar la situación", dijo.
Pero ese sindicato no duró
mucho, principalmente porque los trabajadores no calificados no pudieron
manejar las cuestiones administrativas.
De todos modos, el activismo de
Saito le hizo ganar nuevos seguidores en los últimos tiempos, señalando el
primer intento nacional de reunir a trabajadores vulnerables para luchar
contra estos problemas.
Mitsuo Nakamura, director de la
Unión de Trabajadores Corporativos, que representa a los jornaleros, explicó
que es la oportunidad de ganar dinero la que hace que la gente asuma esos
riesgos.
"Los jornales en la
industria nuclear son más altos que en la construcción. Esto es un
atractivo, especialmente para los hombres mayores que no pueden hallar otros
trabajos", dijo.
Nakamura pronosticó una rápida
reducción en la cantidad de trabajadores dispuestos a asumir riesgos
inaceptables, luego de quedar públicamente expuestas las condiciones
laborales en Fukushima.