El movimiento obrero chino se ha
desarrollado rápidamente, a veces de manera dramática, en
los últimos tres años en una situación de recuperación
económica y de giro gubernamental de una política de rápido
crecimiento de los sectores para la exportación a un modelo
más sostenible sobre la base de un desarrollo de la demanda
interna. El movimiento fue impulsado por un aumento continuo
del coste de la vida y una sensación creciente de que se
niega a los trabajadores la parte que en justicia les
corresponde, no solo en relación con los beneficios de las
empresas en las que trabajan, sino también del desarrollo
en conjunto de la sociedad.
Aunque no existen estadísticas públicas
anuales sobre el numero de huelgas y protestas laborales en
China, la cifra de unas 30.000 conflictos colectivos
laborales para 2009 parece razonable. Y no hay ninguna razón
para suponer que el numero de huelgas ha disminuido. Por
ejemplo, la cifra de conflictos laborales, tanto
individuales como colectivos, que han sido tramitados por
las instituciones de arbitraje o judiciales sigue siendo muy
alto: más de un millón de casos en 2010.
La respuesta del gobierno a las
protestas de los trabajadores continua siendo una mezcla de
mediación, arbitraje, conciliación y represión.
Algunas provincias, como por ejemplo Cantón, buscan
desarrollar estrategias nuevas, más flexibles y realistas,
para resolver los conflictos laborales. Pero en otras zonas
del país siguen utilizando métodos más represivos y
considerando su prioridad absoluta el mantener la
"estabilidad" social. Las huelgas y protestas en
2010 fueron, sin embargo, un aldabonazo en la puerta de los
sindicatos oficiales chinos, la ACFTU, que últimamente
intenta recuperar parte del terreno perdido gradualmente en
las tres últimas décadas de reforma económica.
Aunque el movimiento obrero en China
sigue siendo muy complejo y dado a fuertes cambios, este
informe ha identificado una serie de características y
tendencias centrales, que serían:
Ha aparecido una nueva generación de
trabajadores emigrantes internos, que se ha convertido en
una de las fuerzas esenciales del movimiento obrero chino.
Nacidos en los años 80 y 90, tienen una mejor educación y
son más articulados que la generación de sus padres, con
mayores expectativas y más oportunidades para perseguir sus
objetivos y ambiciones. Están más presionados socialmente
para triunfar y sienten una intensa frustración cuando
intentan instalarse en las ciudades y organizar su vida
porque siguen siendo clasificados y considerados residentes
rurales. Contratados en las empresas industriales más
modernas, se han convertido en el nucleo esencial de la
clase obrera china.
La vieja generación de antiguos
trabajadores de las empresas estatales continúan su larga
lucha por la justicia, tras los despidos masivos de finales
de los años 90 y comienzos del 2000. Se suelen sumar a sus
protestas sus compañeros que aun siguen contratados en el
sector, que sufren la congelación de sus salarios y están
amenazados por los despidos provocados por las
reestructuraciones y las privatizaciones. Los dos grandes
conflictos en 2009 en las siderurgias de Tonghua y Linzhou
han vuelto a poner de manifiesto hasta que punto sigue
siendo explosiva la reestructuración de las empresas
estatales.
La capacidad de organización de los
trabajadores mejora. El sentimiento creciente de identidad
colectiva entre los trabajadores industriales, combinado con
el uso de teléfonos móviles y redes sociales virtuales,
han hecho mucho más fácil para los trabajadores iniciar,
organizar y mantener sus luchas. Los trabajadores han sido
apoyados por grupos de defensores de los derechos laborales,
abogados laboralistas y académicos, que les han ofrecido su
solidaridad y conocimientos, así como por periodistas y
blogueros, que pueden difundir información sobre las
huelgas y protestas a lo ancho de toda China, recogiendo el
apoyo popular y animando a otros trabajadores a la lucha.
Las protestas estallan en regiones e
industrias específicas. Los intereses compartidos y las
experiencias comunes de los trabajadores han estimulado y
facilitado la rápida extensión de las protestas obreras de
una región a otra, de un sector a otro. El ejemplo más
evidente fue la huelga de las industrias del automóvil en
Cantón y en las empresas de propiedad extranjera de Dalian
en 2010, pero también hubo numerosas huelgas de conductores
de camión y trabajadores en los servicios de limpieza. La
amplitud de estas protestas supuso tensiones adicionales
para los gobiernos locales, que buscan a toda costa mantener
la estabilidad social. También demostraron los limites de
los métodos tradicionales de control social empleados.
Los trabajadores están tomando la
iniciativa. Si en el pasado los trabajadores tendían a
esperar a que sus derechos fueran violados antes de pasar a
la acción, ahora son mucho más proactivos. Los
trabajadores han demostrado que en muchas ocasiones no se
contentan con esperar a que el gobierno mejore su situación
mediante nuevas elecciones, nuevas políticas o aumentos
graduales de los salarios mínimos. Por el contrario, toman
los asuntos en sus manos y convocando huelgas por aumentos
salariales, mejores condiciones de trabajo y, sobre todo, más
respeto. Muchas protestas por aumentos salariales son
producto de la pura necesidad económica, pero otras
responden a la sensación de que se les niega una parte
justa de los beneficios empresariales.
Las protestas de los trabajadores cada
vez tienen más éxito. Las protestas más recientes han
obtenido aumentos sustanciales de los salarios y mejoras
notables en las condiciones de trabajo. han obligado a los
empresarios a abandonar prácticas laborales explotadoras e
impopulares. Incluso han llegado a obligar a las autoridades
a frenar la privatización de algunas empresas estatales.
Pero sobre todo, las protestas han obligado a algunos
empresarios a cambiar su actitud hacia sus trabajadores. En
el pasado, los empresarios dictaban a su antojo los términos
y las condiciones de trabajo de sus trabajadores. Pero en
los últimos años, las huelgas y protestas les han obligado
a abrir negociaciones laborales formales. Y en este proceso
se ha comenzado a reducir el inmenso abismo de status social
y económico que separaba a trabajadores y empresarios. Es
evidente que no todas las protestas han tenido éxito, que
algunas solo han conseguido mejoras marginales y que, en
otras, la patronal se ha negado a hacer cualquier concesión.
E incluso cuando las protestas tienen éxito, no suele ser
raro el despido inmediato de los dirigentes de las huelgas.
Las protestas han dado lugar a una
incipiente y elemental negociación colectiva. A corto
plazo, las negociaciones pos-conflicto a las que hemos hecho
referencia han beneficiado a los trabajadores, pero si se
permite que el sistema se desarrolle e institucionalice a
largo plazo, también puede resultar beneficioso para la
patronal y las autoridades. Al institucionalizar un sistema
formal de negociación colectiva, se reducirá probablemente
la presión huelguística, ahorrando a las empresas millones
de yuanes en perdidas productivas. Es más, dado que la
negociación colectiva siempre concluye en acuerdos
salariales por encima del salario mínimo, ayudará a
aumentar los niveles salariales en cada uno de los sectores
industriales y a aplicar la política gubernamental de
relanzar el consumo doméstico.
Si bien estas tendencias son
alentadoras, es importante no perder la visión de conjunto.
Los trabajadores chinos siguen teniendo muy pocos recursos
económicos y carecen de derechos cívicos básicos como la
libertad de asociación o de expresión. La mayoría de las
protestas son respuestas a la represión, la injusticia, la
explotación, de corta duración y espontáneas. Las
organizaciones obreras que aparecen durante los conflictos
suelen disolverse una vez que han conseguido sus
reivindicaciones. Algunos de los dirigentes obreros son
despedidos, otros piden el finiquito por voluntad propia,
mientras que los que suelen quedarse intentan hacerse notar
lo menos posible para no ser clasificados como problemáticos.
La cuestión central para la
sostenibilidad y el desarrollo a largo plazo del movimiento
obrero chino es precisamente la naturaleza fragmentaria y
transitoria de los conflictos laborales. Los trabajadores
adquieren una experiencia inestimable en la organización de
las huelgas y en las negociaciones posteriores con la
patronal, pero esa experiencia se pierde continuamente tras
las protestas porque los trabajadores implicados tienen muy
escasas o ninguna posibilidad de convertirse en
organizadores sindicales permanentes. Teniendo en cuenta
este problema, China Labour Bulletin (CLB) esta trabajando
sobre el terreno en China con grupos de trabajadores para
garantizar que no se pierden las lecciones aprendidas y las
experiencias ganadas en los últimos acontecimientos del
movimiento obrero.
Hay limites evidentes de que se puede
conseguir en este área por parte de las ONGs y grupos de
derechos laborales. Lo fundamental es si los sindicatos
oficiales chinos, la ACFTU, se implicará y en que medida
colmará este vacío, animando y apoyando a los trabajadores
en lucha a que se presenten a las elecciones sindicales a
nivel de empresa, que estas sean democráticas y
transparentes y que después les dé apoyo y asesoramiento
para poder participar en negociaciones colectivas auténticas
con los empresarios. Lo más cerca que la ACFTU ha estado de
jugar este papel ha sido en la reorganización de la sección
sindical de la fábrica de Honda en Nanhai y en la
subsiguiente dura lucha y negociación colectiva en el
primer trimestre de este año. Pero la Honda de Nanhai es
solo una fábrica entre millones y la ACFTU tiene aún mucho
que hacer antes de que gane la confianza de los trabajadores
y dote de la suficiente base organizativa y asesoramiento técnico
al movimiento obrero para que pueda desarrollarse. Los
informes previos de CLB sobre el movimiento obrero concluían
que el movimiento obrero chino y los sindicatos oficiales
eran dos mundos separados que tenían muy poco en común.
Las huelgas de 2010 han reforzado este punto de vista de la
manera más enfática posible, y la ACFTU por fin parece
darse cuenta que el momento de actuar es ahora o nunca. La
distancia entre el movimiento obrero y los sindicatos
oficiales ha disminuido ligeramente a lo largo del año
pasado, pero todavía queda mucho por hacer.
Finalmente, serán los trabajadores y
trabajadoras chinos, por supuesto, no la ACFTU ni el
gobierno, los que decidan la futura dirección de su
movimiento. Y hay motivos para el optimismo. Los
trabajadores son cada vez más proactivos y están más
decididos a defender sus intereses, sin que haya indicios de
que esta tendencia revierta en un futuro próximo. Una de
las consecuencias más importantes de esta nueva determinación
de luchar por mejores salarios y condiciones de trabajo, y
de negociar con la patronal en términos de mayor igualdad,
ha sido la disminución del abismo que separaba a
trabajadores y empresarios. Ello ayuda, sin duda, a la
consecución de los objetivos políticos globales del
gobierno central para aumentar la demanda interna y reducir
la desigualdad social. El movimiento obrero es una de las
fuerzas centrales que lucha por la justicia económica y
social y es obvio el interés que debería tener el gobierno
chino de alentar su desarrollo.
(*) China Labour Bulletin,
(www.clb.org.hk) es un grupo en defensa de los derechos
laborales en China, que fue fundado en 1994 en Hong Kong por
Han Dongfang y Robin Munro. Han Dongfang, obrero
ferroviario, fue el principal organizador durante las
jornadas de Tienanmen de la Federación Autónoma de
Trabajadores de Beijing. Su historia esta recogida en una
larga entrevista publicada en la New Left Review
(http://newleftreview.org/?view=2571). Robin Munro es un
respetado sinólogo, que ha dedicado su carrera académica
al estudio de los movimientos alternativos en China desde el
final de la Revolución Cultural. El texto reproducido en
SinPermiso son las conclusiones de su último informe sobre
la situación del movimiento obrero chino, que se puede
consultar, completo, en inglés en http://www.socialismo-o-barbarie.org/asia_pacifico/111013_a_the_workers_movement_in_china_2009_2011.pdf