Protestas en
Hong Kong bajo la consigna: “Si no hay revuelta, no hay
cambio”
Los jinetes en
la tormenta de China
Para la
dirigencia del PCC, el neoliberalismo
chino es el camino
a seguir
Por Pepe
Escobar (*)
Asia
Times / Al Jazzera, 25/03/2012
Rebelión,
28/03/2012
Traducido por Germán Leyens
No hay mucha
gente fuera de China que esté familiarizada con la nebulosa
Chongqing, en los tramos superiores del Río Yangtzé, en el
corazón de la provincia Sichuan. Bueno, es la mayor megalópolis
del mundo: 31 millones, y suma y sigue. Hay más gente en
Chongqing que en todo Irak o Malasia.
Y entonces,
repentinamente, Chongqing se convirtió literalmente en el
motivo de charla global, como una distópica nueva Roma,
gracias a un monumental escándalo político durante el
Congreso Nacional Popular el 15 de marzo: la caída de Bo
Xilai, miembro del Politburó y secretario del partido en
Chongqing.
Bo, astuto y
conocedor de los medios, era una especie de estrella pop en
China como máximo promotor del denominado Modelo Chongqing:
un impulso de vuelta al pasado, en parte de inspiración maoísta,
promotor de un mayor control estatal de la economía,
mejores servicios sociales, duras medidas contra la mafia
local y un esfuerzo para promover la redistribución de la
riqueza, aliviando así la desigualdad social.
Aunque Bo era
un “principito” –hijo de uno de los ocho inmortales de
la generación revolucionaria de Mao Zedong– su ascenso al
poder y la fama comenzó desde la base de la híper–compleja
jerarquía del partido.
Bo pasó de
Ministro de Comercio a jefe del partido en Chongqing en
2007. Su Santo Grial fue entrar al Comité Permanente del
Politburó de 25 miembros, la gente que dirige realmente
China como una oligarquía muy selecta.
El arma
preferida de Bo era bastante sofisticada: su campaña política
neo maoísta de purificación (en este caso, librarse de la
mafia local) –inspirada por la Revolución Cultural de Mao
de 1966–1976– fue asesorada por una serie de
intelectuales locales. No es sorprendente que haya llegado a
ser muy popular. Porque decenas de millones de chinos se
resienten ante la arrogancia de los nuevos ricos –algunos
de los cuales hicieron rapidísimas y sospechosas,
fortunas– una campaña contra la corrupción mezclada con
una lucha por la igualdad social no podía ser errónea.
Pero ante los
ojos de la dirigencia colectiva de Pekín sí lo era. Y
luego vino la caída, impulsada por la deserción y
subsiguiente arresto del máximo lugarteniente de Bo, Wang
Lijun, quien había buscado refugio precisamente en el
Consulado de EE.UU. en Chengdu, la no menos frenética
capital de la provincia Sichuan.
¿Es un
tanque o un Ferrari?
Ansiosos de
descifrar lo que estaba sucediendo desde Sichuan a los
corredores del poder en Pekín, los medios occidentales se
alimentaron del inmenso pool conspirativo, que va de lo estúpido
a lo más estúpido incluyendo toda la gama de estupideces.
Algunos blogs
chinos como Sina Weibo y QQ Weibo, y el boletín noticioso
del buscador Baidu, pueden haber especulado sobre
“anormalidades” en Pekín en la noche del 19 de marzo.
Pero si se sabe cómo hacerlo, se pueden abrir Google,
YouTube y Facebook en China. La idea de que si hubiera
tanques en las calles de Pekín no se podrían descubrir o
fotografiar es simplemente ridícula.
Las pistas de
lo que sucede realmente en los enrarecidos círculos
internos de la política china hay que encontrarlas
usualmente en los medios oficiales. Significativamente, en
un artículo anónimo que se propagó como un virus, el
Global Times se refirió al “Incidente de Chongking” sin
siquiera nombrar a Bo, y llamó al pueblo chino a confiar en
la dirigencia del partido.
Lo que provoca
la inevitable pregunta: ¿cuál es ahora mismo la línea del
partido?
Una lectura de
las hojas del té nos dice que la caída de Bo sucedió solo
un día después que el primer ministro Wen Jiabao anunciara
oficialmente que China necesita profundas reformas políticas.
Es un
eufemismo, para no decir más. Ahora China no solo está en
medio de una transición política por primera vez en una década;
también está en medio de una transición transcendental
que ocurre una vez en una generación, de un exitoso modelo
económico formado por inversiones masivas a la realidad
emergente de una sociedad de consumo.
No es ninguna
casualidad que el partido sea más cauteloso que nunca en su
lento “cruzar el río tanteando las piedras” al estilo
de Deng Xiaoping. Y ahí llega el carismático Bo –una
especie de astuto Clinton chino– para sacar a la luz todas
las indecisiones de la cúpula. La dirigencia colectiva
simplemente no pudo manejarlo.
Consenso o
caos
Durante
milenios, China estuvo bajo el hechizo del Mandato
Celestial. Si el emperador perdía el mandato divino, tenía
que partir. En este sentido, Mao fue el Último Emperador.
El Pequeño Timonel Deng Xiaoping –uno de los gigantes del
Siglo XX, el hombre que permitió que China entrara a la
posmodernidad– odiaba las manifestaciones imperiales. Sus
sucesores, Jiang Zemin y Hu Jintao, fueron aún más retraídos.
El Partido
Comunista insiste absolutamente en describirse como una
dirigencia meritocrática colectiva estrictamente
confucionista, que administra el país por consenso. El
“consenso” es sobre todo el de los 25 miembros del
Politburó y los que toman las últimas decisiones y las
implementan son los 7 miembros del Comité Permanente.
Cualquier crítica
en China que cuestione la legitimidad política del partido
es aplastada implacablemente. Pero en muchos casos el
Partido permite a la gente que exprese sus temores sociales
y económicos con relativa libertad. Esto será cada vez más
el caso, mientras la nueva clase media urbana cuestiona
clamorosamente los innumerables casos de corrupción del
partido.
Ningún
terremoto político impedirá que Xin Jinìng, el actual
vicepresidente chino, sea nombrado secretario general del
Partido en otoño de este año, y luego presidente en marzo
de 2013. Como personalidad, es lo contrario de Bo, una
especie de “cauteloso progresista” –en un contexto
chino– pragmático, y enemigo de la “charla inútil”.
Su consigna personal: “Sé orgulloso, no te duermas en los
laureles”.
Xi fue
seleccionado no solo por los poderosos nueve miembros del
Comité Permanente, sino también por una amplia mayoría en
una votación interna. Ha demostrado su temple dirigiendo
gobiernos a diversos niveles, de aldea y condado a ciudad y
provincia.
Estuvo a cargo
de tres regiones chinas muy dinámicas, Fujian, Zhejiang, y
la portentosa Shanghai. Sería el equivalente de los
primeros ministros de Gran Bretaña, Francia y Alemania
sucesivamente.
Xi,
significativamente, escribió un reciente artículo
enterrando el enfoque de Bo, condenando a los dirigentes que
“satisfacen a la multitud” o “buscan fama y fortuna”
y exhortando a adoptar políticas de consenso “decididas
según la sabiduría colectiva y un procedimiento
estricto”. En otras palabras, es nuestro modo (de
dirigencia colectiva), o la carretera (que en un contexto
chino significa luan, caos).
Cuando los
modelos chocan: Chongqing vs. Guangdong
Dentro de
China, el mayor competidor con el modelo Chongqing es el
modelo Guangdong. Guangdong es una Meca provincial en el sur
de China, cerca de Hong Kong, y practica un frenético
neoliberalismo pro mercado.
La economía
de Bo privilegia la competencia entre empresas estatales
(por ejemplo, no se permitieron anuncios comerciales en la
televisión local). Pero eso, según la oligarquía de Pekín,
debilita la base misma del milagro chino: un Estado algo
disminuido que tiende a no interferir en los negocios.
El modelo
Guangdong enfatiza el crecimiento económico vertiginoso
combinado con un espacio suficiente para las reformas políticas
más significativas por medio de una mayor transparencia del
gobierno. No fue casualidad que se haya reemplazado a Bo en
Chongqing por Zhang Dejiang, un viceprimer ministro que
estaba a cargo de la política industrial y fue,
significativamente, exsecretario del Partido de Guangdong.
Traducción:
para la dirigencia del Partido, el neoliberalismo chino es
el camino a seguir; triunfa incluso en la lucha contra la
corrupción y en el esfuerzo para aliviar la desigualdad
social. ¿Por qué? Porque el dinamismo del mercado
–retocado con algunas reformas– debe regir; después de
todo es el instrumento que ha permitido que China crezca a
una velocidad semejante.
El drama
oculto del billón de yuanes es que el neoliberalismo
occidental se está imponiendo en China contra la voluntad
de mucha gente. La prueba: si hubiera elecciones libres al
estilo occidental en Chongqing, Bo vencería por una gran
mayoría.
China también
ha visto el interés superficial de Hong Kong por esas
“reformas políticas” concretamente, como las describe
Wen Jiabao: “una elección “controlada”, no
exactamente democrática, para el muy delicado puesto de
ejecutivo jefe de Hong Kong.
Bajo los
“dos sistemas, un país” de Deng, todo lo político que
ocurre en Hong Kong ofrece una idea de cómo se mueve China
hacia un sistema más democrático.
Los votantes
en Hong Kong fueron solo los 1.200 miembros de elite del
Comité de Elección de Hong Kong, una colección de
acaudalados magnates, altos funcionarios públicos y políticos.
Los dos máximos
candidatos tenían el sello de aprobación de Pekín. El
tercero, Albert Ho –presidente del Partido Democrático de
Hong Kong– sabía que era inelegible. Por lo menos pudo
salirse con la suya diciendo: “Si realmente tengo que
decidir [entre los otros dos], es como si me pusieran una
pistola en la cabeza. Y yo diría ‘disparen’”.
Finalmente,
esos electores especiales eligieron a Leung Chun–ying,
conocido localmente como CY Leung, por 689 votos contra 285
de Henry Tang (Ho solo obtuvo 76).
En Hong Kong,
como en China, la corrupción forma parte de la escena. CY
Leung está siendo investigado por un caso de conflicto de
intereses que involucra un proyecto de construcción (como
cabe esperar en Hong Kong, CY es un urbanizador
inmobiliario).
“Si no hay
revuelta, no hay cambio”
Pero a
diferencia de China, los manifestantes hicieron mucho ruido
frente al Centro de Convenciones de Hong Kong, exigiendo
elecciones directas y agitando pancartas que decían: “Si
no hay revuelta, no hay cambio”.
Se puede
imaginar el malestar de Pekín. Incluso si Pekín no decide
de modo imperial quién dirige Hong Kong, la línea del
Partido es que el dirigente escogido debe ser
“aceptable” para el pueblo de Hong Kong. Sería
instructivo realizar un sondeo exhaustivo para examinar si
el “pueblo de Hong Kong” cree que CY Leung defenderá
sus intereses.
Ahora
imaginemos la posibilidad de que millones de personas de la
nueva clase media urbana de China decidieran repentinamente:
“Si no hay revuelta, no hay cambio”. Para impedir que
esto suceda, la oligarquía de Pekín no puede arriesgar que
el populista Bo sirva de ejemplo; estaba amenazando no solo
la estabilidad en la cima, sino esa estabilidad
cuidadosamente hilada tal como la perciben los 1.300
millones de chinos de la base.
Por lo tanto
la cohesión, el consenso y la estabilidad, tenían que ser
el mensaje unificado, ya que las fragilidades de China salen
cada vez más a la luz: cómo sacar a decenas de millones de
chinos más de un callejón sin salida agrario, cómo
conseguir atención sanitaria decente para esas decenas de
millones, cómo luchar contra los múltiples casos de
corrupción del Partido.
No cabe duda
de que la China modernizada, inspirada por Deng, ha lanzado
un masivo desafío estratégico, ideológico y político a
un Occidente todavía asombrado y confuso.
China alberga
una inmensa y sofisticada civilización antigua. Es el
paraje natural de un océano de humanidad y se ha
modernizado solo durante tres décadas (lo que representa un
minuto según estándares chinos). El episodio de Bo fue únicamente
un detalle menor. Solo tendremos una imagen clara de dónde
estará China en 2020 después del próximo otoño o en la
primavera de 2013. Pero que no quepa duda: la estabilidad,
como nos enseña el budismo, es una ilusión. Ahora los
dirigentes chinos son los jinetes en la tormenta.
* Pepe Escobar
es corresponsal itinerante de Asia Times. Su último libro
es “Obama Does Globalistan” (Nimble Books, 2009).
"El sector
privado puede liderar el país, pero eso requiere
una
reforma del sistema"
Wang Yang
alaba a los empresarios chinos
Por Simone
Pieranni
China Files,
26/03/2012
Mientras el
caso de Bo Xilai sigue ocupando el centro del debate político
de China, el ala liberal del partido vuelve a hacerse
sentir. Wang Yang rompe el silencio y lanza una señal: el
sector privado puede liderar la suerte del país en el
futuro, pero para ello requiere una reforma del sistema.
Beijing.– En
medio del caos político que está barriendo China, parecería
que el ala liberal y reformista del Partido Comunista está
ganando la batalla interna. Wang Yang, uno de sus
representantes más importantes y favorito para formar parte
de la próxima cúpula del gobierno chino, rompió el
silencio de los últimos días. El jefe del partido en
Guangdong lo hizo a través de una carta en la que elogia y
estimula a los jóvenes empresarios privados chinos, que han
sabido utilizar la riqueza producida por la clase política
anterior para impulsar la renovación y el desarrollo del país,
y muy especialmente en la provincia que él lidera.
En época de
“mini” recesión económica en la que se han visto
golpeados el sector manufacturero y las exportaciones por la
crisis en Europa y Estados Unidos, Wang lanzó un mensaje
claro: el sector privado necesita reformas en el sistema si
se quiere que juegue el rol decisivo en el desarrollo chino
que ha demostrado puede desempeñar. En su carta, Wang Yang
elogió los aportes económicos realizados por empresas
privadas, aprovechando el período de apertura inaugurada
por China en los años setenta.
"Hay una
regla que dice que la consolidación es la más difícil de
las victorias. Que los resultados de las empresas creadas
por la generación anterior de empresarios puedan continuar
prosperando depende en gran medida por sus sucesores, que
fueron capaces de innovar y hacer una diferencia”, escribió
Wang Yang en la carta publicada en The Economic Times, una
revista de lujo en Guangzhou. "La buena noticia es que
gran parte de la nueva generación de empresarios privados
de nuestra provincia no está dispuesta a disfrutar de una
vida cómoda, sino que es una apasionada de la búsqueda
permanente de la innovación a patir de los resultados de
sus padres".
La carta de
Wang es una respuesta directa a una carta abierta publicada
el pasado domingo por un grupo de jóvenes empresarios en
Guangdong, que se hicieron llamar la "segunda generación
creativa" de China, según informó el South China
Morning Post.
Esos jóvenes
empresarios urgían a Wang a establecer un sistema legal
global para apoyar a la empresa privada, incluso solicitando
su apoyo para"rectificar la imagen que tiene la opinión
pública continental de que constituyen 'la segunda generación
de ricos' en China". Ellos, insistieron, han demostrado
no ser malcriados hijos de padres ricos, sino un grupo de jóvenes
empresarios líderes capaces y dedicados a contribuir al
desarrollo de la sociedad.
En su carta,
Wang ha respondido a sus demandas, describiéndolos como
"sucesores creativos" y subrayando que el
desarrollo de las empresas privadas se ha convertido en una
de las claves de la transición económica de Guangdong.
“Creo que lo
que dice en su carta viene de las profundidades de su corazón,
ya que Wang ha sido un observador atento de las empresas
privadas, aquellas que no son estatales y que han jugado un
papel clave en las últimas tres décadas de reforma económica
de Guangdong, que es muy diferente de las otras
provincias", señaló el profesor Yuan Weishi, un
comentarista político de la Universidad Sun Yat–sen de
Guangzhou, al diario de Hong Kong. Según Yuan, las palabras
de Wang demuestran un gran espíritu de apertura por parte
de los líderes del partido.
Queda por ver
si el apoyo a esta nueva generación de empresarios del
sector privado se materializará sólo en Guangdong o si,
por el contrario, puede constituir una las políticas que
impulsa a nivel nacional el ala reformista del Partido.
La extraña
muerte de un empresario británico,
amigo de Bo Xilai
Por Simone
Pieranni
China Files,
28/03/2012
El gobierno de
David Cameron pidió a China abrir una investigación por la
muerte de un ciudadano británico, fallecido oficialmente
por "exceso de alcohol" hace cuatro meses. Pero
sus amigos dicen que el hombre, cercano a la familia de Bo
Xilai, era abstemio. El Wall Street Journal vincula esta
historia a la novela del escape de Wang Lijun, el ex super
policía de Chongqing, al consulado de Estados Unidos en
Chengdu.
Beijing.–
Parece la situación perfecta para abrir una novela
policial, ambientada en Chongqing en la víspera de una
sucesión política que se llena cada vez de mayor misterio.
Muere un ciudadano británico, en circunstancias no del todo
claras, en noviembre pasado. Las autoridades chinas creen
que la muerte fue causada por dosis excesivas de alcohol, el
cuerpo es cremado y el caso se cierra.
Pasan los
meses y cae Bo Xilai, trastocando todo el panorama político
chino. Y ahora, de repente, la muerte del hombre de negocios
británico Neil Heywood cobra importancia. Las autoridades
británicas pidieron este lunes una investigación al
gobierno chino. ¿La razón? Heywood era cercano a la
familia de Bo Xilai y
su muerte resulta sospechosa al haber sido cerrada a toda
prisa por las autoridades locales. De hecho, según amigos
ingleses del empresario, Heywood no solía beber.
Todo comenzó
en Chongqing
Cuánto se
sabe de los problemas políticos recientes en China no es
del todo claro, pero se puede aventurar un punto de partida:
todo empezó cuando Wang Lijun, un alto asesor de Bo Xilai
–líder del Partido Comunista de Chongqing– huyó de las
megaciudad y buscó refugio en el consulado estadounidense
en Chengdu. Los motivos de su "fuga" pueden ser
varios y es un ejercicio difícil navegar sin perderse entre
la multitud de interpretaciones, rumores y los hechos
reales.
Un audio,
publicado en YouTube la semana pasada, estaría intentando
demostrar que Wang había huido porque temía una venganza
de Bo Xilai, a quien le había anunciado que existían
investigaciones contra algunos miembros de su familia.
También circulaba el rumor de que Wang habría ido
al consulado para denunciar un golpe de estado orquestado
por Bo y Zhou Yongkang, su aliado entre los nueve del
Politburó.
El Wall Street
Journal propuso una tercera hipótesis: Wang Lijun habría
contado a Bo Xilai sobre la muerte por envenenamiento de
Neil Heywood, un empresario inglés cercano a la esposa del
poderoso jefe de Chongqing. La reacción de Bo Heywood –de
acuerdo a la reconstrucción hipotética hecha por el Wall
Street Journal– fue encontrado muerto en su habitación de
hotel en Chongqing en noviembre pasado. Las autoridades
locales declararon que había fallecido a causa de un
“consumo excesivo de alcohol” y cremaron el cuerpo sin
hacer una autopsia. Amigos del empresario de inmediato
plantearon sus dudas: Heywood, era abstemio.
Heywood
trabajaba como consultor independiente en China y
aparentemente tenía estrechos lazos con la familia de Bo,
gracias a la red de contactos de su mujer china, que había
vivido en Dalian durante el período en que Bo Xilai fue
alcalde de la ciudad entre 1993 y 2001. Además, Heywood había
trabajado en el concesionario de Aston Martin en Beijing.
En particular,
parece que Heywood tenía negocios con la segunda esposa de
Bo Xilai. "La señora Gu estudió derecho y política
internacional y después de su graduación fundó la firma
de abogados Kailai. Se hizo conocida como abogada tras haber
manejado varios casos de alto perfil y fue la primera china
en ganar un juicio civil en Estados Unidos. También ha
escrito varios libros populares, incluyendo Ganar un caso en
los Estados Unidos”, escribió el Wall Street Journal.
Recientemente
Bo Xilai había defendido las actividades de su esposa, señalando
que la firma ya era conocida incluso antes de su matrimonio
con el ex jefe del partido comunista de Chongqing. China ha
prometido su colaboración al Reino Unido y explicaciones
sobre las causas de la muerte de Heywood. Queda por ver si
su muerte forma parte de la saga de Chongqing y la caída de
Bo.
En torno a Bo
y Chongqing se fue fraguando en estos años
un experimento
sociopolítico alternativo
Las
intrahistorias de la purga de Bo Xilai
Por Xulio Ríos
(*)
Observatorio
de la Política China /
Tendencias Sociales, 21/03/2012
El pasado 15
de marzo se produjo, en medio de un escándalo, la
fulminante destitución del político chino Bo Xilai, jefe
del Partido Comunista Chino en la megalópolis de Chongging.
El relevo de Bo, Zhang Dejiang, podría figurar en el próximo
Comité Permanente del Buró Político del Partido Comunista
de China (CPBP), pero nada es menos seguro. El número de
integrantes del CPBP podría reducirse de los actuales nueve
a siete.
La fulminante
destitución de Bo Xilai ha traído a la memoria un hecho
similar ocurrido en vísperas del XVII Congreso del PCCh
celebrado en 2007. Entonces, la desgracia cayó sobre Chen
Liangyu, secretario del PCCh en Shanghái y también miembro
del Buró Político, involucrado en corruptelas mayores que
le valieron una condena de 18 años de prisión. Chen era afín
a Jiang Zemin, el predecesor de Hu Jintao. El sustituto de
Chen fue Xi Jinping, quien a los pocos meses pasó a formar
parte del Comité Permanente del Buró Político (CPBP) y
con seguridad será el nuevo hombre fuerte de China a partir
del XVIII Congreso, a celebrar en otoño próximo. Mutatis
mutandis, el relevo de Bo, Zhang Dejiang, podría figurar en
el próximo CPBP pero nada es menos seguro. El número de
integrantes del CPBP podría reducirse de los actuales 9 a
7.
En 2007,
cuando Hu Jintao encomendó a Bo Xilai la transformación de
Chongqing, Wen Jiabao se habría opuesto a su nombramiento
como vice primer ministro tras desempeñar tres años como
ministro de comercio exterior. En su rechazo habrían
influido las desconfianzas políticas e ideológicas como
igualmente su controvertida imagen en el exterior ya que en
numerosos países su nombre figura en causas penales
abiertas por crímenes contra la humanidad contra dirigentes
chinos a instancias del movimiento Falun Gong.
No era Wen
Jiabao el único rival en las altas esferas, aunque quizá
el más poderoso. También debe señalarse a sus
predecesores en Chongqing, Wang Yang, actual secretario del
PCCh en Guangdong, pero igualmente He Guoqiang, miembro del
CPBP y responsable de la Comisión Central de Disciplina, un
puesto clave para poder impulsar cualquier investigación
desestabilizadora. La represión de la delincuencia y sus
ramificaciones en los aparatos político y judicial de
Chongqing solo podía avergonzarles ante la inhibición
mostrada durante sus respectivos mandatos.
Ni Xi Jinping
ni Le Keqiang, el dúo candidato al relevo, simpatizaban con
las maneras y el discurso de Bo Xilai ni podían ver con
buenos ojos un hipotético ascenso que podría hacerles no
poca sombra. El sustituto de Wang Lijun en la policía de
Chongqing ha sido Wang Haiyang, que sitúan próximo a Li
Keqiang.
En la
retaguardia, ni el ex vicepresidente Zeng Qinghong (gran
valedor de Xi Jinping) ni Jiang Zemin, apoyarían a Bo,
aunque en tiempos Jiang Zemin y su padre, Bo Yibo, fueron
aliados y compartieron rivales comunes de cierta significación
como Qiao Shi, un reformista jubilado en 2002 al frente de
la Asamblea Popular Nacional y hoy tan apartado de la vida pública
que ni siquiera asistió a las conmemoraciones del 60
aniversario de la fundación de la República en 2009. No
obstante, en el CPBP pudo contar con la complacencia de Wu
Bangguo, Jia Qinglin, Li Changchun y, sobre todo, Zhou
Yongkang, quien se habría implicado directamente en la
gestión del incidente de Wang Lijun a fin de controlar sus
impactos sobre Bo.
Todo empezó,
en efecto, con el incidente protagonizado por Wang Lijun,
mano derecha de Bo Xilai en Chongqing, cuando hace mes y
medio intentó pedir asilo en el consulado de EEUU en
Chengdu. Al parecer, un empresario llamado Zhang Mingyu
disponía de informaciones que le comprometían seriamente
en asuntos de corrupción. Si ello trascendía, el modelo
inmaculado de Bo podría resquebrajarse en un abrir y cerrar
de ojos por la pérdida de credibilidad de su vicealcalde y
quizás la retahíla de revelaciones que pudieran implicarle
personalmente.
Sobre la
cabeza de Wang Lijun pende una grave acusación de “traición”.
En el lado oscuro de Bo convergerían las acusaciones de
populismo, autoritarismo, personalismo, superficialidad y
exceso de ambición que encontrarían en su gestión al
frente de Chongqing una opaca radiografía que ahora vería
la luz. No dejaba de sorprender su entusiasmo maoísta después
de experimentar dramáticamente en carne propia los propios
excesos del maoísmo.
Experimento
socio–político
En torno a Bo
y Chongqing se fue fraguando en estos años un experimento
sociopolítico alternativo al discurso emanado del tándem
Hu Jintao–Wen Jiabao, sobre ejes como la vigorización de
lo público, la reivindicación de usos y costumbres
asociados al maoísmo, la búsqueda de soluciones diferentes
a las contradicciones sociales, económicas y políticas
generadas por años de reforma en los que ha primado la
obsesión por las macromagnitudes en detrimento de las
aspiraciones de las mayorías sociales, haciéndolo
habitualmente desde posiciones innovadoras y afines a cierta
cultura que podríamos situar en el espectro formal de una
izquierda política aunque dotada de ciertos tintes rancios.
En torno a
ello se han ido reuniendo funcionarios, académicos y
militares cuyas expectativas se han visto truncadas de súbito.
Habrá que esperar unos meses para ver si las escaramuzas se
propagan y a qué nivel, aunque la acreditada experiencia
china en el manejo de crisis políticas similares pudiera
indicar que sus repercusiones pudieran estar ya sobradamente
neutralizadas.
Mientras, los
preparativos del XVIII Congreso del PCCh afrontan una etapa
cualitativamente nueva tras desembarazarse de Bo, lo que
remite a la normalidad de un debate cuyo protagonismo reside
en los mensajes dimanados del discurso central y cuya
novedad última es la defensa de la “pureza” del PCCh,
otro recurso semántico de Hu Jintao que Xi Jinping se ha
apresurado a ensalzar desde la tribuna de Qiushi, la revista
teórica del PCCh, al día siguiente de la destitución de
Bo Xilai, reclamando a la militancia partidaria ideales sólidos
para no fallar a la ciudadanía.
Fuera sincero
o simplemente oportunista, descartado el rumbo retro–maoísta
sugerido por Bo y sus seguidores, la tesitura a la que se
enfrenta el PCCh en su década más decisiva es aquella que
le obligará a elegir entre la continuidad de un camino
propio que le provea de los resortes imprescindibles para
preservar su soberanía a todos los niveles en condiciones
de una intensificación extrema de las contradicciones
internas y las presiones exteriores, o dosificar una
progresiva homologación sistémica tal como le reclama el
mundo occidental y como vendrían a sugerir recientes
documentos del Banco Mundial y el FMI quienes han propuesto
la hoja de ruta ideal para operar una acomodación que
acentuaría las complicidades y amortiguaría los impactos
globales de una China inevitablemente convertida en la
superpotencia económica del planeta.
Aunque no
pocos pensarán que la purga de Bo Xilai significa un
triunfo de este último punto de vista, la obsesión por
construir un modelo propio goza aún del máximo crédito
entre la mayoría de los dirigentes chinos confrontados a la
tarea histórica de lograr esa supremacía no hegemónica
que predican con el “desarrollo pacífico”.
*
Xulio Ríos es el director del Observatorio de la Política
China.
|