China, 2000–2010: los
trabajadores son más conscientes de su poder de negociación, tienen mayor
confianza en su capacidad para organizarse y protestar, y están mejor
instruidos y motivados que antes. Estas son las conclusiones de “A Decade of
Change – The Workers’ Movement in China 2000–2010”, el informe de
China Labour Bulletin, la organización hongkonesa fundada por el líder
sindical de Tiananmen, Han Dongfang.
A principios del siglo XXI,
decenas de millones de trabajadores rurales llenaban las fábricas del sur de
China. Mano de obra barata, dispuesta a trabajar largas horas en condiciones
de pobreza, con pocas oportunidades de dar marcha atrás, mientras que el
gobierno hacía poco para protegerla.
A finales de la década, el
panorama es diferente. Continúa el abuso, pero los trabajadores son rápidos
en defender su caso para desarrollar formas que se asemejan a la negociación
colectiva. Al mismo tiempo, Beijing ha adoptado una serie de medidas para
reducir las desigualdades y aumentar el salario mínimo.
Para comprobarlo, el China
Labour Bulletin ha examinado 553 quejas. De ellas más del 70 por ciento
provenía el sector de la manufactura, el que precisamente ha impulsado el
crecimiento económico de China en la última década. Las huelgas y protestas
son ahora más "fáciles" de organizar en las fábricas donde se
concentra un gran número de trabajadores que comparten los mismos problemas y
dificultades.
Las
protestas están saliendo incluso de las fábricas grandes y se han
manifestado especialmente entre los maestros y el sector del transporte,
facilitadas por el uso de las redes sociales para organizarse y ponerse en
contacto.
Al inicio de la década, por lo
menos siete millones de maestros de escuelas comunitarias en zonas rurales
fueron enviados a casa sin la posibilidad de encontrar un nuevo empleo.
Durante los últimos diez años, sin embargo, los maestros de las escuelas en
las diferentes provincias realizaron cientos de huelgas para exigir que su
sueldo sea equivalente al de los funcionarios públicos.
En el ámbito del transportes público
el suceso más dramático fue la huelga de nueve mil conductores de taxi en la
ciudad de Chongqing en 2008, que desencadenó manifestaciones en otras
ciudades del país en contra de las sumas que estaban obligados a pagar a la
cooperativa, de la subida del precio de la gasolina y de la competencia
desleal de los taxis sin licencia.
La última década también marcó
un paulatino declive de las protestas en las grandes empresas públicas en
proceso de reestructuración, convertidas en gigantes que monopolizan sectores
enteros como el de la energía y las finanzas, y que por lo tanto requieren de
trabajadores altamente cualificados.
Pero, ¿qué piden los
trabajadores? Hasta la primera mitad del decenio, los pedidos más comunes
eran el respeto de los derechos y el pago de cotizaciones. En los últimos
cinco años, en cambio, han pasado a exigir más derechos y mejores salarios.
Por ejemplo, a principios de la
década los 8700 trabajadores de un campo petrolífero en la provincia de
Henan fueron despedidos durante el proceso de reestructuración de la empresa.
Las protestas exigiendo los salarios adeudados se han extendido hasta agosto
de 2011, y a las últimas se habían unido un millar de nuevos empleados que
pedían aumentos y mejores condiciones de trabajo.
Los trabajadores chinos, señala el informe, ya no se contentan con el
salario mínimo fijado por el gobierno, ni tampoco parecen tener confianza en
la capacidad de representación de la Asociación Nacional de Sindicatos de
China (ACFTU), vinculada al Partido Comunista.
Además de los métodos
tradicionales para expresar la disidencia, como la entrega de peticiones a las
autoridades, los trabajadores han desarrollado nuevas y creativas formas de
protesta.
En marzo de 2009 los
trabajadores de una fábrica japonesa en Shenzhen comenzaron a recoger la
basura del parqueadero para exigir el pago de horas extras y los bonos
obtenidos por los trabajadores despedidos. O en marzo de 2010 los empleados de
Jalon Electronis decidieron acampar dentro de la fábrica para desafiar el
aumento desproporcionado de los horarios de trabajo decidido después de un
aumento salarial. A menudo, las protestas están saliendo de las plantas para
ocupar calles y carreteras.
En cambio, sólo un 2,7 por
ciento de los casos concluyó con la destrucción de maquinaria y de equipos,
o con ataques contra funcionarios. El carácter no violento de las
manifestaciones ha hecho que el gobierno central sea también más cauto y
conciliador en la solución de conflictos, concluye el informe. Esa ha sido,
de hecho, una posición frecuentemente escogida por Wang Yang, líder liberal
del Partido en la rica provincia costera de Guangdong.
Sin embargo, las huelgas son a menudo consideradas un peligro para la
seguridad pública y son tratadas conforme a la ley para la respuesta de
emergencias de 2007.
La
"sociedad armoniosa" teorizada y pregonada por el gobierno chino se
podría conseguir, concluye el informe, sin tensiones sociales. Para que esto
suceda, las nacientes formas de negociación colectiva deberían encontrar un
sistema estable e institucionalizado que permita satisfactoriamente el diálogo
entre empleadores y trabajadores. Eso sí, las huelgas y manifestaciones no
van a desaparecer.