Se
agrava la batalla de los precios
Econoticiasbolivia,
20/12/07
La
Paz.– El
gobierno de la izquierda indigenista y la oligarquía
agroindustrial se acusan mutuamente de ser los causantes del
alza de precios de los alimentos que hacen gemir a la
población. En una Bolivia escindida en dos, el Estado
aumenta sus ingresos, los empresarios acrecientan sus
ganancias y los pobres comen menos
La
economía popular y el bolsillo ciudadano se han convertido
en otro gran frente de batalla entre la oligarquía agro
empresarial que controla el oriente de Bolivia y la
izquierda indigenista que gobierna en el altiplano.
Y
no es para menos. A poco de cerrar el 2007, las cifras
oficiales apuntan a un serio deterioro de la capacidad de
compra de los bolivianos, y en especial de los más pobres.
Entre enero y noviembre, el precio de los alimentos subió
en 20 por ciento, un alza demasiado grande para el bolsillo
ciudadano, reducido casi siempre a pocas monedas y mucha
amargura.
Los
datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) señalan
que gran parte de los hogares más pobres (un tercio pasa
hambre y otro tercio apenas tiene lo suficiente para la
alimentación) destinan cerca de la mitad de sus ingresos
para cubrir sus gastos de alimentación, por lo que el alza
de los precios en 20 por ciento produjo una reducción del
consumo alimentario de las familias y/o el reemplazo de
alimentos más nutritivos y caros por otros más baratos y
de menor calidad.
El
alza del costo de vida (12 a 14 por ciento de inflación
anual) está generando molestias y protestas especialmente
entre las amas de casa y sectores de bajos ingresos que ya
no saben cómo estirar el dinero para llegar a fin de mes.
Los salarios e ingresos de los más pobres virtualmente se
esfuman en las dos o tres primeras semanas del mes. El
ingreso promedio mensual de los obreros bolivianos es de 130
dólares, de los informales de 90 dólares y de los
empleados de 220 dólares. Son, sin eufemismos, ingresos
miserables, aunque ello no es ninguna novedad en Bolivia.
Grandes
desigualdades
Lo
que llama la atención, sin embargo, es que este deterioro
de la economía popular se da en paralelo mientras aumentan
significativamente los ingresos del Estado y crecen como
nunca las ganancias empresariales. El Ministerio de Hacienda
apunta que, a mediados del 2007, los ingresos tributarios
del Estado rompieron un nuevo récord histórico ya
establecido en el 2006 y aumentaron en otro 11,2 por ciento,
mientras que las ganancias de las empresas, declaradas por
los mismos empresarios, crecían en 20,1 por ciento. En los
dos últimos años, los ingresos tributarios del Gobierno
aumentaron en 1.200 millones de dólares, en tanto que las
ganancias empresariales virtualmente se duplicaron, según
los reportes del Ministerio.
Estas
cifras oficiales reflejan que en los casi dos años de la
autodenominada “revolución democrática y cultural”,
encabezada por el primer presidente indígena, Evo Morales,
la economía boliviana volvió a mostrar sus grandes
paradojas y asimetrías, con empresarios que ganan a manos
llenas, un Estado que fortalece como nunca las finanzas públicas
y una economía popular cada vez más deteriorada y pobre
(ver: “La economía en tiempos de Evo”).
Protesta
social
En
este escenario, la protesta popular comenzó a tomar las
calles ante la evidencia de que, entre enero y noviembre,
según el INE, el precio de los cereales se elevó en 36%,
la carne en 20%, los aceites y leche en 23%, las leguminosas
en 41%, la fruta en 30% y los tubérculos en 16%. Esta
protesta sirvió, por ahora, para que tanto el Gobierno de
Morales como los líderes empresariales opositores se
acusaran mutuamente de afectar a los más pobres.
Según
las agrupaciones agroempresariales, que concentran gran
parte de la provisión de alimentos de primera necesidad, el
responsable de la elevación de precios y el aumento de la
inflación sería el Gobierno de Morales, por su política
“errática” y “equivocada”, por gastar más de lo
necesario, por no apoyar la producción agropecuaria, por
desalentar la inversión en el agro y, sobre todo, por
intentar estrangular las actividades productivas de los
sectores opositores asentados en el oriente del país.
Desde
la trinchera gubernamental, el juicio también es categórico:
los responsables del aumento del precio de los alimentos serían
los empresarios que estarían especulando con los productos
para alcanzar, con igual avidez, un doble objetivo, como son
lograr ganancias extraordinarias con el hambre de la gente y
desgastar políticamente al Gobierno nacional.
En
esta batalla, unos como otros apuntan a descalificar al
contrario, unos como otros intentan que la población, que
es la mayor afectada con la inflación, vuelque su ira y
descontento contra los culpables.
Guerra
económica
En
las ciudades del oriente y sur del país, donde la oligarquía
ya gobierna de facto (ver: “En Bolivia hay dos
gobiernos”), los líderes agroempresariales y cívicos
movilizan al pueblo contra el “ataque económico” de
Morales. Allí, la mayor parte de los dirigentes de los
sindicatos y organizaciones sociales urbanas se han pasado
al lado empresarial.
En
las ciudades del altiplano, en cambio, las protestas
laborales y vecinales acusan a la oligarquía de ser la
causante del alza del costo de vida y muchos piden la
expropiación y estatización de las fábricas y empresas
privadas que están en guerra económica contra el pueblo.
Un
spot gubernamental alienta esta presión, aunque sólo como
amenaza. El spot televisivo, que se difunde mañana, tarde y
noche en casi todas las radioemisoras locales y canales de
televisión, resume machaconamente el pensamiento oficial de
que los empresarios cruceños, que son a su vez los más
connotados representantes del movimiento cívico oriental
separatista y conspirador, son los principales causantes de
la inflación que castiga al pueblo.
–Ciudadana:
Maestro, qué le parece esto de la inflación? Todo está
subiendo, la carne, el aceite, seguro el azúcar va a subir.
–
Chofer: Pero, ¿usted sabe quién controla producción de
aceite?, ¿quién controla la producción de carne? Mire,
Branco Marinkovic (el presidente del fascista Comité Cívico,
NdE) es el dueño de la fábrica de aceites más grande que
hay, Saavedra Bruno, Monasterios, Kuljis, Náyar son los
ganaderos más grandes. Los parientes del prefecto (de Santa
Cruz, NdE) Rubén Costas son los dueños del ingenio
azucarero Guabirá. Entonces, ¿no cree usted que ellos
tienen directa responsabilidad en la subida de precios?, o
¿cómo la ve?
–Ciudadana:
¿Por qué no sabemos nosotros eso?, ¿por qué no dicen eso
en la televisión?
–
Chofer: ¡Qué van a decir! Si los canales de televisión,
la red Uno, la red Unitel y otros más son de ellos mismos,
nunca van a decir nada
–
Ciudadana: Hay que ser sinvergüenzas, o sea que encima que
nos roban, nos mienten
–
Chofer: A usted le mentirán, señorita, porque a mí no me
la charlan ellos.
Entre
la lucha y la conciliación
En
esta guerra contra la oligarquía, el gobierno de Morales
lanza la piedra, pero esconde la mano. Ha señalado que
garantiza el respeto a la propiedad y la actividad privada,
tras que se hicieran públicas las demandas de algunos
dirigentes sindicales que quieren que el Estado tome el
control de las factorías agroindustriales orientales,
manejadas por la burguesía agroexportadora cruceña y desde
la que se ataca a la economía popular.
Las
demandas también apuntan a liquidar los gigantescos
latifundios, tanto los productivos e improductivos, que son
la base material sobre la que se levanta el poder de la
oligarquía que conspira abiertamente contra Morales y que
avanza impunemente en la escisión de Bolivia.
Los
sindicatos más radicales, como los mineros y los agrupados
en torno a la Central Obrera de Oruro, quieren una guerra
frontal y definitiva contra el poder de la burguesía
latifundista y financiera. Evo, en cambio, quiere negociar
con ella, aunque desde una posición de fuerza (intenta
recortar parte de los recursos regionales para financiar una
renta universal de vejez y avanza en el proceso de aprobación
de una nueva Constitución, ambos aspectos rechazados por el
poder empresarial secesionista).
Aumento
salarial
Los
sindicatos, agrupados en torno a la Central Obrera Boliviana
(COB), también reclaman por un incremento salarial de por
lo menos 25 por ciento para reponer la pérdida del poder
adquisitivo de los salarios. Hay, en el sector laboral, un
claro rechazo a la propuesta del Gobierno de Morales de
aumentar el salario mínimo en 10 por ciento y el sueldo de
maestros y salubristas en apenas 6 por ciento.
La
dirigencia de la COB, por lo menos aquellos que no han sido
cooptados por el oficialismo, reclaman que Morales cumpla su
compromiso electoral de triplicar el salario mínimo hasta
llegar a 1.800 bolivianos al mes (233 dólares). La oferta
gubernamental es fijar el mínimo en
578 bolivianos (75 dólares). Según la COB, una
familia tipo, de cinco miembros, necesita de 7.200
bolivianos (935 dólares) al mes para vivir en condiciones
dignas. Hoy los bolivianos, en promedio, ganan sólo la
octava parte de ese monto.
Las
diferencias son notables y explican, en parte, la abrupta
suspensión de una reunión que este miércoles debían
celebrar los sindicalistas de la COB con Morales para
evaluar el proyecto de reforma de la ley de pensiones. Allí,
los cobistas tenían previsto exigir al Presidente un mayor
y sustancial incremento salarial para que tanto el Estado
como los empresarios compartan su situación de bonanza con
los trabajadores. Los sindicalistas ya habían amenazado con
realizar movilizaciones a partir de enero contra ambos
sectores.
Escaramuzas
alimenticias
En
la batalla de los precios, el Gobierno está apostando por
incrementar la oferta de alimentos, abaratando la importación
de productos como arroz, maíz, trigo, carne y aceites, lo
que ha sido rechazado por los productores locales que ven en
ello una desleal competencia contra sus productos y sus
ganancias extraordinarias.
Con
esta acción, el Gobierno también cree que frenará la
“inflación importada”, que se estaría dando como
resultado de la acción de algunos empresarios y
comercializadores que estarían sacando la producción agrícola
hacia el exterior en busca de mayor rentabilidad y obligando
por vía indirecta al mercado interno a subir precios para
no quedar desabastecido.
En
la percepción gubernamental, “el mercado nacional, como
consecuencia de los fenómenos climáticos, está
experimentando deficiencias en el abastecimiento de arroz,
maíz, indispensables para la canasta familiar, que
presionan al alza de los precios en los centros de
abastecimiento, lo que atenta contra la economía de las
familias de escasos recursos”.
Según
los datos oficiales disponibles, el aumento general de
precios registrado hasta noviembre es producto de la caída
en la producción agrícola y pecuaria interna (1,61 por
ciento al concluir el primer semestre) bajo el embate de los
fenómenos climatológicos adversos (lluvias y sequía), la
especulación de los comercializadores, el afán de más
lucro de los sectores empresariales y la ausencia de un
adecuado control de precios.
Todo
ello, exacerbado por la guerra de precios que libran
Gobierno y opositores y que agrava el clima de incertidumbre
que se apodera de las clases medias y consumidores. No es
casual, por ello, que muchos en las ciudades busquen
aprovisionarse de más alimentos de los habituales,
ampliando artificialmente la demanda y el consiguiente
aumento de precios, dada la reducida oferta de productos.
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