Bolivia

Los pueblos indígenas excluidos del
“Estatuto Autonómico”

Por Gonzalo Colque
Bolpress, 11/04/08

Fundación Tierra.– El próximo 4 de mayo en Santa Cruz el cuestionado Estatuto Autonómico buscará legitimarse con el Referéndum. Los interesados confían en que saldrán victoriosos porque sencillamente la gente votará pensando que se trata de un apoyo a favor de una autonomía departamental anhelada con todo derecho. Y es que la Autonomía y el Estatuto no son un sólo cuerpo sino dos aspiraciones muy distintas entre sí. El pueblo cruceño desea regirse y manejarse por sí mismo en el marco de un Estado mayor (Bolivia) y eso está expresado en el “Sí a la Autonomía”, pero ciertos grupos de poder en Santa Cruz desean regirse y manejarse sin ser parte de Bolivia y –lo más grave– sin incluir plenamente a los sectores populares de la población cruceña ni a los pueblos indígenas. Esta última intención es lo que expresa nítidamente el Estatuto Autonómico.

El reconocimiento de los pueblos indígenas es bastante singular en el Estatuto. Para empezar los pueblos indígenas han sido divididos sin mayor argumento en “pueblos indígenas oriundos” por un lado, y el resto de indígenas que no tienen derechos, ni existencia. Los pueblos indígenas privilegiados son cinco –que no son todos los existentes en Santa Cruz– y están señalados claramente para que no haya ninguna duda: Chiquitano, Guaraní, Guarayo, Ayoreo y Mojeño.

Según el censo del 2001, el 37 por ciento de la población cruceña declaró pertenecer a algún pueblo indígena, cifra que no es marginal desde cualquier lado que se mire. A pesar de este dato que nos dice que dos de cada cinco cruceños son indígenas, lo cierto es que los cinco “pueblos indígenas oriundos” reconocidos, representan a menos de la mitad de los indígenas que viven en Santa Cruz, es decir al 40 por ciento. Los quechuas y aymaras que son la mayoría (56 por ciento) ni siquiera son mencionados, al igual que el resto de otros pueblos indígenas (4 por ciento). La pregunta ineludible a los redactores del Estatuto es ¿Cómo reforzarán la unidad de Bolivia, que reza el primer artículo autonó–mico, sin tomar como elemento unificador a los indígenas que fueron y son la mayoría del país? Paradójicamente, esta exclusión indígena se plantea en el departa–mento con mayor diversidad de pueblos indígenas.

Pero la exclusión de los pueblos indígenas no acaba ahí. Según el Estatuto, el órgano legislativo que estará compuesto por veintiocho miembros, reconocerá a los cinco pueblos indígenas mediante cinco representantes (uno por pueblo), esto es el 18 por ciento de los miembros. Esta representación política de los indígenas no deja de ser sólo meramente simbólica, sin ninguna capacidad real de influencia, ya que no está acorde con el peso poblacional de los indígenas ni contempla a todos los pueblos. Otra forma, ya no política sino económica de exclusión establecida en el Estatuto, es vía distribución de regalías departamentales. Los cinco pueblos oriundos recibirían el 10 por ciento de las regalías departamentales pero con la condición de que la utilicen en “sus correspondientes Tierras Comunitarias de Origen (TCO)”. Esto significa que se reconocen derechos económicos sólo si los pueblos indígenas oriundos viven en sus territorios rurales ancestrales o estén aislados de las ciudades. Pero la realidad es otra. A excepción de los Ayoreos, la mayoría de la población indígena de Santa Cruz vive en centros urbanos mayores y menores.

El Estatuto en cuestión no sólo peca por su carácter excluyente sino sobre todo por su intento de convertir una región de un país de mayorías indígenas en un reducto blancoide. Una vez más, los indígenas son utilizados e instrumentalizados, en el mejor de los casos, para paliar en parte algunos sentimientos de culpa y, en el peor de los casos, para justificar la formación de un gobierno departamental separador del resto del país, cuya cabeza tendría poderes cercanos a los de un Emperador.

En esa medida, el Estatuto no es un avance positivo hacia la deseada reconstrucción de la nación boliviana y la corrección de la exclusión indígena. Todo lo contrario: profundiza la exclusión indígena, territorializa los derechos indígenas en un verdadero “apartheid”, consolida  la distribución inequitativa de la tierra y recursos naturales y cierra todo intento por aplicar una nueva reforma agraria en Bolivia.


Los hacendados que esclavizan indígenas,
declaran guerra por la tierra hasta el 4 de mayo y
piden a la ONU que no se meta

Bolpress, 10/04/08

Un enviado de Naciones Unidas recuerda a las autoridades cruceñas que su obligación es mantener el estado de derecho y castigar a quienes violan el derecho a la tierra de los guaraníes

Hacendados, agroindustriales y políticos de derecha descalifican diversos informes de la Organización de Naciones Unidas (ONU), de la Organización de Estados Americanos (OEA), de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de la Defensoría del Pueblo de Bolivia y de otras instituciones nacionales y extranjeras que ratifican la existencia de indígenas semiesclavizados en haciendas. Ganaderos y hacendados exigen a los observadores extranjeros que no se metan en asuntos internos. El movimiento patronal manda a sus grupos de choque a apedrear, balear, hostigar e insultar a las autoridades que intentan liberar a los cautivos, y ordena a sus representantes en el Congreso que interpelen a los ministros masistas que quieren redistribuir la tierra.

En la última década, veedores de la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas, entre otros comisionados, constataron con preocupación que comunidades guaraníes sobreviven en situación de servidumbre en tres departamentos de Bolivia como resultado del despojo histórico de sus territorios y de la concentración de la tierra en latifundios generalmente ilegales.

Están documentadas serias violaciones de los derechos humanos. Esta gente trabaja entre 10 y 12 horas al día sin recibir salario, sin beneficios sociales y sin seguro de salud. Entregan a sus hijos a los patrones por un año en calidad de “criados” para que los inscriban en la escuela a cambio de sus servicios.

El Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas Rodolfo Stavenhagen visitó el país del 4 al 25 de noviembre del 2007 para observar personalmente la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas. Su diagnóstico alarma.

Según Stavenhagen, es grave el rebrote de expresiones de racismo, más propio de una sociedad colonial que de un Estado democrático moderno. Le preocupa que funcionarios públicos, políticos y grupos de presión inciten a la violencia y a la discriminación de indígenas, sobre todo mujeres indígenas; las frecuentes expresiones de contenido racista anti indígena en algunos medios de comunicación masiva, “que con frecuencia sacrifican los principios de objetividad e imparcialidad en pos de intereses partidarios”.

Los numerosos casos documentados de agresión y ataques en contra de líderes indígenas y de defensores de derechos humanos, con el apoyo de los poderes económicos y políticos locales, constituyen un fenómeno preocupante que refleja lo difícil que es construir una sociedad plural y democrática en Bolivia.

Stavenhagen reconoce los avances en los procesos de saneamiento y titulación de tierras en el marco de la nueva Ley de tierras, pero todavía hay muchos obstáculos. La negación del acceso a la tierra y el territorio sigue siendo la principal preocupación de las comunidades indígenas del país y la principal fuente de los abusos a sus derechos.

El relator censuró las agresiones de un grupo de hacendados y políticos al Viceministro de Tierras Alejandro Almaraz y otros funcionarios públicos en la región del Chaco de Santa Cruz que, en cumplimiento de la ley, intentan sanear los territorios ancestrales del pueblo guaraní, “muchos de cuyos integrantes continúan viviendo en situación de servidumbre”.

Stavenhagen recordó a las autoridades del departamento de Santa Cruz que tienen “la obligación de velar por mantener el estado de derecho y evitar y castigar todo acto de violencia que vulnera la solución pacífica de los ancestrales problemas relacionados con los derechos de los pueblos indígenas a su libertad, autonomía y tierras”.

El Relator manifestó su preocupación por el referéndum “unilateral sobre la autonomía departamental al margen de la Constitución Política del Estado”, y por el proyecto de estatuto autonómico “que incluye algunas disposiciones de tinte racista altamente lesivas para los derechos humanos de los pueblos indígenas de este departamento, concretamente en el proyectado artículo 161”.

El artículo observado señala que "de acuerdo al Convenio 169 de la OIT y el Convenio de Naciones Unidas sobre Pueblos Indígenas, el pueblo cruceño reconoce con orgullo su condición racial mayoritariamente mestiza, y, en esa medida, su obligación de conservar la cultura y promover el desarrollo integral y autónomo de los cinco pueblos indígenas oriundos del departamento: Chiquitano, Guaraní, Guarayo, Ayoreo y Mojeño, de conformidad a lo establecido en este Estatuto”.

Stavenhagen recordó que los derechos humanos de los pueblos indígenas están garantizados por las leyes nacionales que ratifican el Convenio 169 de la OIT y la Declaración sobre los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, los cuales deben ser respetados por todos los niveles de gobierno, especialmente en el marco del debate sobre las autonomías. El relator de la ONU llamó a las autoridades y al pueblo cruceño a no permitir que se vulneren los derechos humanos de los pueblos indígenas de Santa Cruz en el nombre de la legítima aspiración a la autonomía departamental.