La
oligarquía quiere poner a Evo de rodillas
Econoticiasbolivia,
24/06/08
La Paz.- Aprovechando al máximo
la cobardía política del gobierno indígena de Bolivia,
los prefectos derechistas, la oligarquía y los 100 clanes
dueños de la tierra y los grandes negocios pusieron contra
la pared al presidente Evo Morales, al negarse a poner a
votación sus mandatos y conminarle a reconocer a los cuatro
gobiernos autónomos rebeldes.
Los
prefectos (gobernadores) de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija
y Cochabamba rechazaron la noche de este lunes la realización
del referendo revocatorio de mandato popular del 10 de
agosto próximo, demandaron recortar el mandato
presidencial, llamar a nuevas elecciones generales sin Evo y
condicionaron el diálogo con Morales al reconocimiento de
sus estatutos autonómicos.
Tras
lograr un masivo apoyo electoral en cuatro de los nueve
departamentos de Bolivia, la oligarquía coronó su victoria
sobre Evo Morales al desahuciar el referendo del 10 de
agosto que debía definir si el Presidente Morales, su
Vicepresidente Alvaro García Linera y ocho de los prefectos
permanecían o no en sus cargos.
En los
hechos, el revocatorio ya no corre, puesto que los prefectos
derechistas, la oligarquía y los 100 clanes tienen el
suficiente poder para impedir su realización en el oriente
y valles del país, en medio país. Allí, el poder lo
ejerce esta oligarquía y ni siquiera el propio Morales
puede ingresar a esos lugares, tomados por los sediciosos y
sus bandas fascistas que tienen arrinconados a los sectores
populares e indígenas.
El
revocatorio era una de las última esperanzas para el alicaído
gobierno de Morales, para tratar de recuperar la legitimidad
y apoyo perdidos en los dos últimos años, producto de su
errática y suicida política de contemporizar con la
derecha y castrar la lucha de los sindicatos y
organizaciones sociales que querían liquidar el poder de
una oligarquía que trabaja bajo la instrucción directa de
la Embajada de Estados Unidos.
"Quiero
pedirle a los prefectos respetar las normas, las leyes de la
República. Yo no pedí el revocatorio, eso lo recuerda bien
el pueblo boliviano; en octubre y noviembre algunos
prefectos pidieron el revocatorio y acepté para que nos
sometamos al voto del pueblo boliviano", dijo como
respuesta Morales, quien ha despilfarrado el apoyo popular
obtenido el 2006 y ha entregado sin batalla ni vergüenza el
control de medio país a la oligarquía, que paradójicamente
estaba arrinconada y aterrorizada en los años 2003 y 2005,
cuando sendas insurrecciones populares echaron abajo a dos
gobierno neoliberales.
El plan derechista
El plan
de la oligarquía tiene tres objetivos: i) impedir la
realización del referéndum revocatorio, del que puede
salir parcialmente debilitado, ii) archivar definitivamente
el nuevo proyecto de Constitución Política del Estado,
aprobado por las fuerzas oficialistas de la Asamblea
Constituyente, para evitar la posible reelección de Evo
desde el 2010 y iii) cercar aún más al gobierno de Morales
durante los siguientes dos años.
Reunidos
en el autodenominado Consejo Nacional Democrático
(Conalde), los prefectos de Pando, Leopoldo Fernández; de
Beni, Ernesto Suárez Sattori; de Tarija, Mario Cossío; de
Santa Cruz, Rubén Costas, y de Cochabamba, Manfred Reyes
Villa, además de dirigentes cívicos regionales, conminaron
a Evo a cumplir sus demandas.
Los
prefectos demandaron la inmediata devolución de 200
millones de dólares del Impuesto Directo a los
Hidrocarburos (IDH) a las regiones, el reconocimiento de sus
gobiernos autónomos, incluidos sus Parlamentos regionales y
su potestad para armar su propia Policía, controlar la
tierra y dictar leyes por encima de las nacionales, como
prerrequisitos para iniciar un diálogo con miras a un gran
acuerdo nacional.
Ejes del acuerdo nacional
Para
los prefectos, la oligarquía y los 100 clanes este acuerdo
nacional, que quieren armar ahora que cuentan con el
respaldo electoral de sus regiones y el apoyo ciudadano, se
orienta a convalidar la existencia de dos gobiernos
paralelos en el país hasta las elecciones nacionales del
2010, en las que aspiran a derrotar a las fuerzas indígenas
y campesinas, y así retomar todo el poder a nivel nacional.
En esas elecciones, si no hay un cambio en la actual
Constitución, Evo Morales no podría volver a postularse.
Por
ello, los prefectos derechistas, la oligarquía y los 100
clanes quieren impedir que se apruebe la nueva Constitución
Política del Estado que posibilita que Evo pueda volver a
postularse.
La opción de Evo
En
cambio, Morales y los suyos siguen apostando al revocatorio
del 10 de agosto para recuperar legitimidad y apoyo
electoral, y al mismo tiempo derribar a uno o dos prefectos
opositores. Con ello, creen que podrán llegar a un acuerdo
político con la oligarquía en términos más favorables
para ellos, atenuando todos los cambios insertos en la nueva
Constitución a cambio de habilitar a Evo para las
elecciones del 2010.
Desde
el inicio de su Presidencia el objetivo central de la política
de Evo fue lograr que las élites indígenas y campesinas
compartan el poder con la oligarquía y los 100 clanes.
Según
admitió el vicepresidente García Linera hace un año, los
indígenas no quieren arrebatarle el poder a la oligarquía,
no quieren desplazarla, y lo que intentan es compartir el
poder, quieren manejar Bolivia con los que hasta ahora
siguen siendo los dueños de vidas, haciendas y las mayores
riquezas del país.
“Desde
que llegamos al Gobierno hemos definido una estrategia de
distribución pactada del poder. Lo que Bolivia está
atravesando hoy es, en esencia, un proceso de amplia y
generalizada lucha y redistribución del poder. Es algo que
va más allá de un gobierno”.
“Y la
historia nos enseña que la lucha por el poder puede tener
tres desenlaces clásicos.
i) Que el sector emergente (indígena-campesino)
desplace directamente, mediante cualquier medio posible, al
bloque anterior. ii) Que este bloque de poder antiguo (la
oligarquía) logre derrotar, contener, cooptar o aplastar al
bloque emergente. iii) O que entre ambos se logre
redistribuir el poder”.
“Como
Gobierno hemos optado por la tercera opción. Apostamos a un
proceso de redistribución pactada del poder con un nuevo núcleo
articulador: el movimiento indígena”, dijo el ideólogo
del gobierno indígena, un ex guerrillero que ahora predica
la conciliación de clases y la vigencia del “capitalismo
andino”.
El gran temor de Morales
Y es
precisamente esta política de conciliación con la oligarquía
la que explica la debacle en la que está sumida la
administración de Morales, que teme mucho más
a un desborde de las masas que a la propia oligarquía
y al fascismo.
Según
confesó hace una semana a la revista local “Cosas”, el
presidente indígena teme que un desborde social de los
trabajadores y campesinos arrase con la burguesía
agrofinanciera y acabe con su proyecto de impulsar la
inversión extranjera y su capitalismo andino sustentado
sobre la base del respeto a la inversión privada nacional y
extranjera.
“¿Sabes
de qué tengo miedo? Quiero que sepan que no tengo miedo a
la oposición (derechista, NdR). Como decía, eso es parte
de una lucha permanente, histórica durante la Colonia y la
República, durante el modelo neoliberal. No le tengo miedo
ni a un golpe de Estado, ni a un grupo de fascistas-racistas
(…) los
conspiradores, el Gobierno de Estados Unidos junto a esos
grupos oligárquicos (…) El miedo que tengo es que la
gente que nos apoya se levante, que los sectores opositores
menores arrasen, es una gran confrontación, a eso tengo
miedo yo”.
“No sé
si han escuchado cuando he ido a Llallagua (centro minero),
todos los dirigentes mineros y mayormente el campesino indígena:
“Presidente, díganos hora y fecha, y vamos a ir a Santa
Cruz (a acabar con la burguesía, NdR)”, dijo Morales.
Salida revolucionaria
Por
ello, aunque está contra la pared y casi a merced de la
oligarquía, Morales se sigue resistiendo a movilizar a las
fuerzas sociales contra los prefectos derechistas y los 100
clanes. Y ello lo saben los oligarcas.
La
nueva escalada de la derecha oligárquica y fascista se da
tras que fuera abortada, desde el Palacio de Gobierno, la
huelga y bloqueo de caminos que estaba alistando para el 16
de junio la Central Obrera Boliviana (COB) para obligar al
presidente Morales a sofocar la rebelión de los ricos y, al
mismo tiempo, atender de inmediato las demandas sociales y
económicas de los más pobres.
La
movilización de la COB, desbaratada por el mismo Evo y los
sindicalistas que le son leales, buscaba presionar para que
se cumpla con la denominada “agenda de octubre”, que
postula la expropiación a dominio estatal de las empresas
transnacionales del gas, petróleo y minerales, la
expropiación de los latifundios y la entrega de tierras
para los campesinos, el aumento general de sueldos y
salarios, el control de precios de los alimentos y la
aprobación de una nueva ley de pensiones.
La
frustrada ofensiva popular se orientaba a liquidar el poder
económico de la oligarquía y de los 100 clanes
(expropiando sus tierras y nacionalizando las agroempresas
alimentarias), retomando las banderas de las insurrecciones
populares del 2003 y 2005 que acorralaron a las fuerzas que
hoy fogonean contra Morales.
Éxito de Bush
Todo lo
que está ocurriendo en Bolivia, con el imparable avance de
la oligarquía y del separatismo es un triunfo de la
administración norteamericana de Bush, asegura el sociólogo
James Petras.
“A
causa de la completa incompetencia y falta de liderazgo político
nacional del presidente Evo Morales y su vicepresidente Álvaro
García Linera, el Estado boliviano se está atomizando en
una serie de departamentos autónomos, pues ya otros
Gobiernos regionales intentan usurpar el poder político y
hacerse cargo de sus recursos económicos. Desde el
principio, el régimen Morales-García Linera firmó una
serie de pactos políticos, adoptó políticas y aprobó
concesiones a las elites oligárquicas de Santa Cruz, que
permitió que reconstruyeran efectivamente su base política
natural de poder, sabotearan una asamblea constitucional
elegida y socavaran efectivamente la autoridad del Gobierno
central”.
“El
éxito de la derecha se ha producido en menos de dos años y
medio, lo que es especialmente sorprendente si se tiene en
cuenta que en 2005, el país vivió una sublevación popular
importante que sustituyó a un Presidente de derecha, cuando
millones de trabajadores, mineros, campesinos e indios se
apoderaron de las calles. Es un tributo al absoluto
desgobierno de Morales y García Linera que el país haya
pasado tan rápida y decisivamente desde un estado de poder
popular insurreccional a un país fragmentado y dividido, en
el que una élite agroexportadora separatista se ha hecho
con el control del 80% de los recursos productivos del país,
mientras el Gobierno central elegido protesta débilmente”.
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