Entre la secesión, la revolución y el pactismo suicida
Bolivia al borde de la partición nacional
Por José Luis Rojo y Martín Camacho
Desde La Paz para Socialismo o Barbarie, 17/09/08
“Los
fascistas no pasarán, porque el pueblo los va a aplastar”.
La Paz.– Los tiempos se han acelerado nuevamente en
Bolivia. Luego de dos años de relativa “mediatización”
de la lucha entre las clases (2006–2007), en los últimos
meses las convulsiones sociales y políticas que cruzan el
país han vuelto a ponerse al rojo vivo.
La señal de largada de los acontecimientos más dramáticos
desde el octubre del 2003 y mayo–junio del 2005 (aunque,
ahora, de signo contrario) fue el indiscutible triunfo
electoral de Morales y Linera en el referéndum
revocatorio del 10 de agosto pasado.
El tiro por la culata
Es que, en el mismo, las cosas no ocurrieron como
los cívicos y la oposición parlamentaria habían soñado.
Viendo a la defensiva al gobierno del MAS y luego de cinco
elecciones al hilo donde salieron victoriosos (referéndum
autonómicos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, y elección
de nueva prefecta en Chuquisaca), sobre todo la bancada
parlamentaria del opositor Podemos, imaginó que
estaba más o menos al alcance de la mano la revocatoria del
mandato de Morales y la convocatoria a nuevas elecciones
generales…
Pero el tiro les salió por la culata. Encima,
terminó dividiendo las aguas entre las mismas filas de la
oposición reaccionaria, entre los “políticos” con
asiento en el Congreso Nacional (mayormente de Podemos,
partido del ex presidente de línea banzerista Tuto Quiroga)
y los dirigentes cívicos al frente de las prefecturas, que no
estaban tan convencidos de la “jugada” del revocatorio.
Independientemente de lo anterior, la cosa es que si bien
era un secreto a voces que el gobierno iba a ganar el referéndum
(un craso error de cálculo de Podemos al convocar
finalmente al referéndum luego de triunfo autonómico en
Santa Cruz del 4 de mayo), ninguno de los bandos de la
oposición se esperaba semejante ratificación de
Morales.
Con un 67% en el orden nacional, una elección nada
despreciable en los departamentos de la Media Luna y la
revocación de los prefectos opositores en los departamentos
de La Paz y Cochabamba, el gobierno se alzó con un
incuestionable triunfo político, mostrando que amplísimos
sectores de las masas campesinas, originarias y
populares–urbanas lo siguen considerando su gobierno: “la mezcla de
identificación étnica y políticas sociales compone el «cariño
por Evo» señala, no sin falta de verdad, el analista
masista Pablo Stefanoni.
Al mismo tiempo, si bien los prefectos de Santa Cruz, Beni,
Pando y Tarija (en Chuquisaca no hubo referéndum porque la
prefecta, opositora, acababa de ser electa) también fueron ratificados,
quedaron claramente expuestos como una minoría en el
orden nacional.
Luego de unos días de dubitaciones, el gobierno terminó
convocando a un nuevo referéndum, ahora para ratificar el
proyecto de Constitución. Esta fue la gota que rebalsó el
vaso empujando a los cívicos a la acción directa,
sabedores que en el terreno electoral nacional son, hoy por
hoy, una clara minoría.
Un ensayo general de secesión
Casi inmediatamente después del anuncio de convocatoria de
referéndum Constitucional, la CONALDE (una suerte de estado
mayor de la reaccionaria oligarquía del Oriente), a la
cabeza de su sector más duro, expresado por los prefectos,
convocó a “un plan de lucha” regional.
Su exigencia explícita: el reclamo de la devolución de un
determinado porcentaje del IDH (se trata del impuesto a los
hidrocarburos). Sin embargo, el verdadero trasfondo no es
otro que la cerrada negativa a someterse a un referéndum
constitucional que, sin faltarles la verdad, consideran
que no pueden ganar.
“El tema de fondo es el proyecto de Constitución del
MAS. No puede ponerse en consideración el panfleto, o el
producto de algo ilegal”, reconocía el presidente de la
Asamblea Preautonómica de Santa Cruz, Carlos Klinsky.
El susodicho “plan de lucha” significó, en los hechos,
un auténtico ensayo general secesionista y golpista que
se caracterizó (a lo largo de veinte días ininterrumpidos)
por bloqueos de rutas nacionales, ocupación de edificios públicos
pertenecientes al Estado nacional, ataques racistas a la
población originaria y campesina, e, incluso, por la abierta
denegación a que el presidente de la Nación pudiera
siquiera pisar el territorio de los cinco departamentos
involucrados en el proceso secesionista. En verdad, esta
gravísima realidad ya viene desde antes.
Pero el punto más alto de la escalada lo constituyó la masacre
fascista llevada a cabo en El Porvenir, departamento de
Pando, el pasado 11 de septiembre, donde hay 16 campesinos y
estudiantes normalistas muertos reportados hasta el momento,
50 o más “desaparecidos”,
y decenas y decenas de heridos.
Se trató de una verdadera cacería humana. Cacería
organizada (no hay ninguna duda de ello) desde el mismísimo
Estado prefectural y municipal, que está encabezado por uno
de los cuatro principales dirigentes cívicos, el prefecto
pandino Leopoldo Fernández (hoy preso).
“El prefecto Leopoldo Fernández es el autor intelectual
de la masacre campesina. Los responsables materiales son ex
dirigentes campesinos, empleados de la Prefectura,
activistas cívicos de Cobija [ciudad capital de Pando],
ganaderos y políticos de la alianza derechista Podemos. «Veníamos
como siempre, acompañados de mujeres y niños, pero
desgraciadamente nos encontramos con una emboscada en la
población El Porvenir’, recuerda Rodrigo Medina,
dirigentes campesino. La Prefectura utilizó todos su vehículos
en el operativo, incluyendo tractores; en cada volqueta había
más de treinta personas armadas con fusiles, rifles,
metralletas y revólveres”.
Esta monstruosa masacre (que incluyó él rematar a sangre
fría a muchos heridos) fue él punto más alto del
levantamiento secesionista de la burguesía cívica. Lo que
la paró fue la ola de profundo odio, estupor y repudio popular
todo a lo largo y ancho del país entre todas las capas de
los explotados y oprimidos, justa ira popular que dejó a
Bolivia al borde de la guerra civil.
Porque fue precisamente en la circunstancia en que el
movimiento de masas amenazaba con desbordar al gobierno
masista con un proceso de crecientes pronunciamientos,
llamados a la movilización, iniciativas para marchar hacia
Santa Cruz, evidencia de armamento entre sectores
populares y exigencias de linchamiento del carnicero
prefecto pandino,
que las “instituciones” de la región se comenzaron a
mover desesperadamente para parar la escalada en curso.
Así, los gobiernos “progresistas” de la región,
encabezados por Lula (en su creciente rol de nuevo bombero
regional), se apresuraron a rodear al gobierno pero con
la condición política de que este llamara y concretara
urgentemente al “diálogo nacional”. Dialogo
convocado para apaciguar unas aguas cortando en seco lo que
pudiera haber ocurrido si la crisis seguía unos días más:
¡el estallido de una verdadera revolución en respuesta
a la provocación sediciosa!
Porque la absoluta verdad es que se quedó muy cerca de
eso: al borde de una guerra civil; proceso ahora
mediatizado por el enésimo intento de diálogo. Pero
esto, en una circunstancia donde da toda la impresión que
las cosas han ido demasiado lejos. Por lo tanto, lo más
factible es que a pesar de todo el “show” del
establecimiento de la mesa de diálogo nacional, seguramente
presenciaremos nuevos capítulos del enfrentamiento en curso
luego de esta nueva “tregua”.
¿Tras los pasos de Salvador Allende?
Después de la masacre de El Porvenir, y ante una ola de
indignación nacional –cada vez más activa– que se
comenzaba a expresar, los cívicos quedaron a la
defensiva y perdían aire. El odio y estupor nacional
podría haber detonado una movilización nacional de
masas que barriera, armas en mano, a los
sediciosos.
Pero, en vez de hacer esto, el gobierno de Morales y Linera
se limitó a buscar el respaldo de los gobiernos regionales,
decretar un inicialmente muy tímido estado de sitio en la
misma Pando, y detener (forzado por las circunstancias) a
Leopoldo Fernández. Todo eso fue coronado con el llamado al
“diálogo nacional” con los mismos que hasta un instante
antes estaban embarcados, con armas y bagajes, en un
movimiento secesionista.
Porque, vergonzosamente, lo que no hizo Evo Morales en
ningún momento todo a lo largo de veinte días de
crisis, fue apelar a la podría haber sido la herramienta más
decisiva para quebrarle el espinazo a los golpistas: la
movilización de las masas. Un movimiento de masas que
estaba dispuesto a salir (de hecho, lo comenzaba a hacer)
ante el primer llamado de conjunto que se hubiera hecho a
tal efecto. ¡Había que ver a los dirigentes masistas de La
Paz llamando a los movimientos sociales a “no
movilizarse”…!
Pero no: ¡Morales y Linera volvieron a elegir –en estas
extremas circunstancias– el llamado al enésimo
“dialogo nacional” con unos prefectos que tienen
todos (no solo él de Pando) las manos manchadas de
sangre y racismo!
Para colmo de colmos, este llamado se ha hecho con un acta
firmada donde lo que predominan son también los enésimos
reclamos–concesiones a los cívicos en la perspectiva de
“un gran Acuerdo Nacional” con estos fascistas.
Esto se hace bajo la “mediación”
de “confiables” e “imparciales” instituciones como
la Iglesia Católica, la Unión de Naciones Sudamericanas
(UNASUR), la Organización de Estados Americanos (OEA) y la
Unión Europea, comenzando el pasado jueves 18/09 sus
sesiones en Cochabamba.
Así, el propio texto del acta acuerdo (material que es de
público conocimiento) tiene ya compromisos del gobierno
nacional como “reconocer el derecho de los departamentos
al IDH”; “el respeto a la actual distribución de regalías
a los departamentos productores”; “reestablecer
plenamente la convivencia pacífica”; y la frutillita del
postre: “suspender la consideración (en el congreso
nacional) de la convocatoria a referéndum constitucional
hasta que concluya el diálogo”.
Una verdadera vergüenza: no hay otra manera de calificar esta acta. Porque
se le terminan haciendo concesiones increíbles a los que
cargan sobre sus espaldas con la muerte y desaparición de
casi 100 campesinos, cuando se les podría haber partido
el espinazo.
Más grave aun: se trata de un tipo de política suicida
que, de seguir así, sólo podrá servir para desmoralizar
al movimiento de masas; porque si los fascistas no escarmientan,
más temprano que tarde van a volver a levantar cabeza.
Y este no es un juicio “sectario” de gente “ajena al
proceso de cambio” como suelen decir tantos ex
izquierdistas renegados a la búsqueda de cuanto
rinconcito esté “iluminado por el sol”.
Se trata de la mismísima experiencia histórica mundial y
regional que ha estado tan atravesada por circunstancias
semejantes. Sin ir más lejos, se trata del caso de Salvador
Allende, de cuyo derrocamiento se cumplieron 35 años
precisamente el pasado lunes 11, donde en Santiago de Chile,
los presidentes del UNASUR hacían de solícitos bomberos
de la situación boliviana y regional…
Porque Allende fue asesinado luego de que predicara a los
cuatro vientos su “confianza” en el respeto por la
“institucionalidad de las Fuerzas Armadas”, al tiempo
que se esforzaba por desarmar el atisbo de acción
independiente y de autodefensa de las masas obreras y
campesinas que comenzaba a esbozarse.
Es una lección repetida una y mil veces: el que
desmoviliza y desarma al movimiento de masas en defensa de
las vías “institucionales” frente a una reacción que
levanta cabeza, y que no cree verdaderamente en ninguna
“institucionalidad” sino sólo en la fuerza de los
hechos y las armas, prepara derrotas históricas.
La Media Luna cómo enclave racista
“De
rodillas indios de mierda’, ‘griten viva la
capitalidad’, ‘Sucre se respeta carajo’, ‘Llamas,
pidan disculpas’, ‘Fuera de aquí, collas de mierda”.
Un elemento que merece ser destacado en todo análisis
acerca de Bolivia, es cómo ha avanzado el proceso de
partición de hecho del país. La verdad es que él
mismo parece haber recorrido ya un larguísimo trecho. Esto,
más allá de nuevos llamados a “diálogos”,
“treguas” y “compromisos”.
Porque una vez que se pone en marcha un proceso así,
exacerbándose todos los ánimos de diversos sectores de
clases medias y altas y masas desclasadas (las filas
sociales de los cívicos), no parece haber, realistamente, retorno.
Con la enésima negociación, los cívicos sólo buscan
ganar tiempo y salirse de una situación en la que no parecían
bien parados.
Es que en algún momento se terminó cruzando el “Rubicón”:
quizás la “ficha” les cayó a los Prefectos el propio
10 de agosto pasado ante la magnitud del apoyo a Evo
Morales. Aunque la verdad es que este camino se viene
abonando desde mucho antes.
Para medir lo que venimos diciendo, hay un proceso en
curso gravísimo, de dimensión más bien “social”
que puramente “política”, que nos parece expresa de
manera mucho más cruda y profunda que cualquier “estatuto
autonómico”, la real dinámica del proceso secesionista
que venimos señalando. Se trata de la política de cuasi limpieza
étnica que han puesto en marcha (más abierta o
enmascaradamente en cada departamento). Limpieza étnica que
está generalizado situaciones como las ocurridas meses atrás
en Sucre, capital del departamento de Chuquisaca.
Es decir, la masacre vivida en Pando sobre base raciales (y
de clase: los compañeros eran campesinos) no pudo haber
“caído del cielo”; ésta fue allanada por los
crecientes sucesos donde se ha hecho costumbre apalear,
escupir y vilipendiar a originarios y campesinos.
Aquí hay un típico problema de enclave racista: la
población “blanca” de Santa Cruz, tiende a quedar –a
mediano plazo– en minoría respecto del “aluvión”
poblacional que viene del occidente del país –cuya dinámica
económica, es mayor–, en búsqueda de oportunidades
laborales en un región.
“Santa Cruz creció desde los años 50 con las
inversiones del Estado, préstamos extranjeros (USA), regalías
del petróleo, booms agrarios y dinero del narcotráfico.
Este crecimiento, así como los planes de colonización
alentados desde el Estado, estimularon durante las última
cuatro décadas, la inmigración de quechuas y aymaras
quienes llegan desde las más pobres regiones de los Andes.
Actualmente, la población del departamento (2 millones) está
constituida por más de un 25% de personas de origen
andino. Las reacciones hacia este flujo de kollas
(bolivianos provenientes de los Andes) se reflejan en la
intensificación del sentimiento regionalista, en
defensa de los cruceños como «cambas» (término usado
anteriormente para «peones indígenas» como despectivo) y
usado ahora como apelativo positivo de identidad regional”.
Esto es lo que está ocurriendo en todos los
departamentos de la Media Luna. Una especie de reducto
donde se ha agudizado al extremo el carácter no solo
capitalista sino de opresión racial que tiene el
Estado boliviano en su conjunto. Un carácter simbólicamente
atenuado hoy a nivel del Estado nacional por razones obvias,
pero que, cómo en un espejo, se ha exacerbado hasta el
infinito en el Oriente del país.
“Aun cuando [para las festividades, J,L.R. y M.C.] visten
como indígenas [de los llanos, ídem], las elites cruceñas
tienden a enfatizar su blancura cosmopolita urbana
como expresión de su aspiración de participar de una
idealizada sociedad ‘global’ de consumismo de clase
media alta”.
Por ultimo, esta realidad tiene un “contrapeso” creciente:
no sólo está el hecho de que la región del Norte
Integrado del departamento cruceño es de radicación
mayoritariamente originaria–campesina proveniente del
Altiplano. También está la inmensa concentración urbana
que representa el barrio Plan 3000, una enorme ciudadela
obrera y popular de inmigrantes “kollas” en el corazón
mismo de Santa Cruz. Y atención: estas inmensas
reservas del movimiento de masas del país muestran cada
vez mayores signos de organización.
Los grupos de choque fascistas
“En
El Porvenir, los sicarios se jactaban de haber liquidado a más
de cien indios y comenzaron a perseguir a los alcaldes de
los municipios donde ganó el sí en el referéndum
revocatorio del 10 de agosto”.
Junto con el anterior, un elemento novedoso en el
ciclo político regional y que hay que tomar en toda su
magnitud es la emergencia de importantes formaciones de
choque fascistas en el oriente del país.
Porque no todos los días emergen formaciones
irregulares contrarrevolucionarias, reclutadas entre
sectores del estudiantado de las clases altas del oriente
combinado con una base de masas desclasada, y que tienen por
método de “acción política” la lisa y llana vías
de hecho contra los explotados y oprimidos.
La circunstancia es gravísima y el consejo clásico
del marxismo revolucionario (y del propio León Trotsky en
sus brillantes textos sobre el fascismo) es que no hay
que dejar que levanten cabeza.
Es decir, a las vías de hecho hay que enfrentarlas en su
propio terreno: con el fascismo no se discute, se lo
combate. Es la enseñanza más clásica y verificada por
la historia de la lucha de clases en este terreno.
La propia existencia de estos grupos derechistas
irregulares que se dedican habitualmente a apalear a
hombres, mujeres y niños por sus rasgos originarios, es
otra expresión de lo lejos que ha llegado la situación guerra
civil larvada que se vive en el país.
También es un claro indicador del creciente curso cada vez
más abiertamente contrarrevolucionario
de la oligarquía cívica del oriente. Porque está
claro que si estas formaciones irregulares existen y se
sostienen en el tiempo es porque alguien les da de comer!
Y el que les da de comer no es otro que la burguesía
de la Media Luna.
Pero incluso más: a decir verdad,
formaciones como la Unión Juvenil Cruceñista tienen años
de existencia. Son una verdadera “institución”
dependiente del Comité Cívico regional. Incluso muchos de
sus actuales dirigentes, cuando jóvenes, pasaron por la
“Unión”.
Un claro indicador de esta “institucionalidad” es que
la Unión Juvenil tiene su propia comparsa llamada
“Kerembas” (“guerreros” en guaraní) y cuyo lema es
“nuestra identidad perdurará si la juventud lucha por su
pueblo...”
Frente a la emergencia de estas formaciones, un hecho de
enorme valor son las expresiones de sectores campesinos de
la propia región en general, y de Santa Cruz en particular,
que parecen comenzar a organizarse para su autodefensa.
Incluso, en distintos medios se han visto fotos de varios
campesinos armados de fusiles. Esto está muy bien: ¡ya
mismo hay que formar, a nivel de todos los sindicatos
obreros y campesinos, comités de autodefensa armados!
Este paso se debe dar por dos razones: a las clases
explotadas y oprimidas no hay quien les pase por arriba si
están organizadas. Y, además, la mejor “receta” frente
a las formaciones irregulares fascistas siempre ha sido escarmentarlas
antes que crezcan. Es decir, el movimiento de masas
tiene que ver que ellos también la “ligan”.
En el caso contrario, puede comenzar a imponer es una grave desmoralización.
Lo que venimos señalando, se agrava cuando estas
circunstancias quedan impunes; ésta viene siendo la
tónica hasta la última masacre en Pando, donde el clamor
popular ha sido tan fuerte, que al gobierno no le quedó más
remedio que encarcelar al Prefecto de dicho departamento, lo
que no ha dejado de ser una conquista popular (siempre
y cuando no se les ocurra dejarlo en libertad en algunos días…).
Incluso la detención de Fernández muestra los
procedimientos gubernamentales: de ninguna manera llamar a
las masas para aplastar a los sediciosos. Por el contrario,
hay una sistemática política de decirles que se queden
en sus casas dejando que “las instituciones hagan
su trabajo”.
Una última razón de la existencia de formaciones del
estilo de UJC y otras, tiene que ver con la situación donde
todavía las diversas fracciones burguesas no pueden (o no
logran) apelar abiertamente a las Fuerzas Armadas contra la
población civil. En estas circunstancias, se apela entonces
a estos grupos fascistas para que vayan haciendo el
trabajo sucio.
En todo caso, ésta es también una enseñanza y
experiencia que se debe tener en cuenta en otros países de
Latinoamérica, donde si bien la situación no es tan
polarizada, están en desarrollo rasgos reaccionarios.
El rol de las Fuerzas Armadas
Como veníamos señalando, uno de los “enigmas” de la
actual situación política en Bolivia es cual será la
evolución de las Fuerzas Armadas. Unas Fuerzas Armadas que
están atravesadas por la contradicción de que aun están
integradas por conscriptos mayoritariamente de origen
originario, pero que no por esto dejan de tener una tradición
histórica brutalmente antiobrera y antipopular.
Porque con la limitada “excepción” de las experiencias
de rasgos nacionalistas de un Busch, Toro, Ovando y Torres,
la memoria popular boliviana –muy justamente– asocia a
los gendarmes con la represión al servicio de los
explotadores. Esto está expresado en una tradición de
brutales masacres
contra obreros mineros y campesinos, masacres que jalonaron
la historia del país prácticamente todo a lo largo del
siglo pasado y que también muchas veces se apoyaron en una
gran capacidad política para enfrentar a campesinos
con obreros mineros (caso del dictador Barrientos en la década
del ‘60).
Y este siglo XXI debutó con el antecedente de los muertos
en las jornadas de febrero y octubre del 2003, junio del
2005, por no hablar de la vida de dos mineros que se acaban
de cobrar (esto, por ordenes del propio gobierno
nacional…) sólo meses atrás.
Esto no quita que haya contradicciones reales, que
son las que explican el –hasta ahora– cierto
alineamiento “con el gobierno constitucional” que las
mismas están mostrando. Es que no está claro cuál podría
ser el “negocio” para las Fuerzas Armadas (institución
nacional y centralizada por excelencia) con la partición
del país. Además, pesa todavía (como en todo el resto de
la región; por lo menos hasta ahora) la salida ignominiosa
de las experiencias de dictaduras militares.
Por si lo anterior no alcanzara, el hecho es que el
gobierno de Morales y Linera no está siquiera rozando las
bases del capitalismo boliviano y, además, logró una clara
mayoría electoral recientemente...
Sin embargo, aquí hay otro típico rasgo suicida de
la política del gobierno masista: confiarse en el apego
a la “institucionalidad” de las Fuerzas Armadas.
En este sentido, en una entrevista realizada a Evo Morales
meses atrás y ante la pregunta sobre el rol de las Fuerzas
Armadas en el proceso político del país respondía lo
siguiente: “[Las Fuerzas Armadas] hasta ahora están muy
identificadas. Yo me he impresionado pese a que todos los
altos mandos son mis mayores (…). Yo, Evo, como ex
soldado, respeto y me hago respetar. Los militares
respetan entonces la institucionalidad”.
Sin embargo, y como por elevación para mostrar su
“independencia”, una señal de alerta la dio días
atrás el comandante en jefe Raúl Trigo, cuando hizo su
advertencia “contra la injerencia de Chávez en los
asuntos internos del país”.
Pero además, hay un problema de fondo: las Fuerzas Armadas
son la institución por antonomasia del Estado burgués
y en cualquier giro de los acontecimientos podrían llegar a
la conclusión de que los cívicos pueden ser más
garantes del sistema que el gobierno de Morales y darse
vuelta entonces.
En este sentido, ya meses atrás el sociólogo Eduardo Paz
Rada de la Universidad Mayor de San Andrés alertaba sobre
el grave riesgo que podría venir de las fuerzas de
seguridad del Estado, cuando señalaba que “las instancias
que tienen la posibilidad de evitar cualquier exceso de
separatismo son las Fuerzas Armadas y la policía. Y tengo
la impresión que, dentro de ellas, están empezando a
surgir tendencias divisionistas, que pueden llevar a una
situación mucho más caótica e inestable en Bolivia”.
En todo caso, a nadie se le puede escapar la reticencia
que expresaron a intervenir en la reciente crisis y la lentitud
con que lo hicieron cuando finalmente se decretó el estado
de sitio en Pando; a la par que se corrieron rumores de que
Evo Morales estaba “enojado” por el vergonzoso
comportamiento de los militares en oportunidad de la ocupación
de los edificios del estado nacional en Santa Cruz.
En síntesis: en cualquier momento, en cualquier nuevo giro
de la crisis, las Fuerzas Armadas podrían darse vuelta
y, entonces, la prédica de Morales, de llamar a confiar en
ellas, se revelará en todo su carácter suicida.
Es esta misma realidad la que debe poner al orden del día
la organización de la autodefensa obrera, campesina,
estudiantil y popular para pararle la mano a los grupos
de choque fascistas estilo UJC, al tiempo que se debería
hacer un trabajo político entre los conscriptos, en
el sentido de que se nieguen a disparar contra los
explotados y oprimidos.
Entre la contención y la radicalización - El MAS, la COB,
el campesinado y la clase obrera
El tercer aspecto suicida del gobierno de Morales es su política
de “contención” del movimiento de masas. Porque
puede ocurrir que éste finalmente termine sacando la
conclusión de que “siempre caen de nuestro lado y no del
de ellos” y al ver que el gobierno siempre ofrece “la
otra mejilla”… termine desmoralizándose.
No es casual que producto del repudio nacional a la masacre
pandina se viera obligado el gobierno a avanzar en el
encarcelamiento de Leopoldo Fernández. Pero la política
sistemática del gobierno no ha sido esta: ha sido siempre dejar
pasar impunemente hechos y vejámenes brutales al tiempo
que contener lo más posible la movilización originaria,
campesina, popular y obrera.
Para colmo de colmos, al gobierno no le tembló la mano
cuando se trató de reprimir a los mineros en lucha por la
Ley de Pensiones, cobrándose dos vidas en
Caihuasi, Oruro.
Sin embargo, en las semanas de la sedición golpista y,
sobre todo, a partir de la masacre de Pando, se empezaron
a esbozar cuestionamientos por la izquierda al gobierno.
Que se entienda bien: es claramente visible cómo en la
mayoría campesina, originaria y popular (pero no tanto
entre los trabajadores asalariados) aún hay confianza y
apoyo al gobierno de Morales.
Además, claro está, funciona el mecanismo de la
polarización: el país está dividido entre el propio
gobierno y la fascista y racista oligarquía del oriente,
con lo cual, es muy difícil en estas circunstancias, y
contra la corriente, afirmarse (como, por otra parte, es
absolutamente imprescindible) con un curso independiente
del gobierno reformista.
Pero, a pesar de lo señalado, en los días pico de la
crisis, con sólo escuchar la radio, se puede tener un
ejemplo contundente de lo a la izquierda del gobierno
que se mostró todo un sector amplísimo de las masas.
Y no sólo en sus expresiones y exigencias verbales.
También –como ya hemos señalado– en lo que hace a unos
primeros pasos en el sentido de la autodefensa en
determinados movimientos sociales; de armamento en algunos
casos (sobre todo, de campesinos en el Oriente); de las
intenciones que se esbozaron (y siguen hasta ahora) de
movilizarse hacia Santa Cruz para aplastar a los
sediciosos. Esto podría volver a repetirse en
oportunidad de un nuevo fracaso de las negociaciones y / o
escalada de los enfrentamientos.
A esto hay que apostar, buscando la creación de organismos
independientes de lucha y la independencia de las
organizaciones de masas respecto del gobierno de Evo, al
tiempo que la organización de su autodefensa y armamento.
Esto, en primer lugar, sería necesario al interior de
la misma COB, aunque, lamentablemente, su Ejecutiva
acaba de dar un paso en sentido exactamente contrario,
firmando una “alianza” con el gobierno de Morales que sólo
puede servir para quitarle independencia.
Precisamente, respecto al rol de la clase obrera en todo el
proceso en curso desde el 2003, no deja de ser compleja
la situación. La clase obrera minera fue el vértice de los
explotados y oprimidos del país a lo largo de medio siglo.
Pero, lamentablemente, con la crisis del estaño y la ley
privatista 21.060 (que cerró los principales centros
mineros), se le propinó una derrota física y política de
la cual –hasta ahora– sólo muy parcialmente se ha
podido recuperar. En este sentido, es de importancia estratégica
el centro principal de acumulación de la clase obrera
minera que representa hoy Huanuni.
Pero también es verdad, y así lo hemos defendido desde
nuestra corriente, que radicaciones populares inmensas como
El Alto (o lo mismo podría ser Plan 3000 en Santa Cruz) son
ámbitos de acumulación y emergencia de una nueva clase
obrera, de nuevos sectores de trabajadores asalariados y
/ o precarizados que podrían jugar un papel de cierto
“relevo” de los mineros. En este sentido, es sabido el
peso creciente de sindicatos como los fabriles
(lamentablemente en manos del MAS) de El Alto.
Sin embargo, aquí hay otro problema a superar, que no es
“estructural” o “material” sino más bien político
e ideológico: las nuevas generaciones de trabajadores
parecen venir con una prácticamente nula experiencia
anterior. Y, además, ante el retroceso de la clase obrera
minera, lo que apareció como identidad de interpelación de
las mayorías explotadas y oprimidas es una justa, pero
unilateral, identidad “originaria”.
En estas condiciones, la clase
trabajadora aún no está pudiendo cumplir un rol central en
el proceso, a excepción hecha de contingentes como los
propios mineros de Huanuni o los sindicatos docentes urbanos
de La Paz (también de gran peso y tradición de lucha).
A lo que venimos señalando se le agrega el evidente debilitamiento
de la COB como tal. Un debilitamiento que las sucesivas
direcciones –entre la adaptación al gobierno masista y
desvíos “ultra izquierdistas” con frases altisonantes
que no logran tender un puente hacia las poblaciones
originaria y campesina–, no atinan a resolver.
Desde ya que el desafió no es nada fácil. En contra de
esto también pesa el hecho del estrecho
“reivindicacionismo” de la tradición lechinista (aunque se rodeara
siempre de frases “ultra revolucionarias”) que aun sigue
pesando entre los cuadros dirigentes de la COB.
Parte de esto es la ceguera extrema a la hora de dar
un paso hacia la independencia política de los trabajadores
poniendo en pie un IPT (Instrumento Político de los
Trabajadores). Por lo menos, se podría aprender de los
cocaleros del Chapare, que montaron un instrumento político,
el que derivo en el actual MAS…
A todo lo anterior se le suma la política de desprecio
hacia la clase obrera de parte del gobierno masista.
Esto tiene dos componentes: un taparrabos ideológico que
tiende, lisa y llanamente, a “borrar” la existencia
misma de la clase obrera como tal, detrás de un discurso más
o menos “indigenista”, encarnado esto en las
elaboraciones de intelectuales de importancia del país como
es el propio vice, Álvaro García Linera.
Pero, además, de ninguna manera se puede perder de vista
que Morales y Linera defienden un “modelo” de capitalismo
de Estado “andino–amazónico”.
Es decir, su estrategia se queda en los límites del
sistema, desafiando sólo determinados aspectos del
“neoliberalismo” de los ’90; un desafió –como está
dicho– en muchos terrenos más verbal que real. ¡Pero
nunca, nunca cuestionando a la propiedad privada como
tal!
Asimismo, más allá de que –como sector social– nunca
se debe olvidar de que el campesinado es defensor de la
propiedad privada, está el hecho que el no
cuestionamiento al capitalismo, significa que en la cabeza
de Morales y Linera finalmente “alguien tiene que trabajar
y generar las rentas” que pretendidamente se buscan
“redistribuir”.
De ahí que la política hacia la clase obrera no haya
dejado de ser extremadamente conservadora, por decir
poco. El propio gobierno parece no tener vergüenza en
reconocer esto como “la agenda pendiente del gobierno del
MAS”. Como señalara meses atrás la agencia noticiosa
Bolpress, “la protesta fabril en Cochabamba adquiere gran
trascendencia política en este momento de transición. El
obrero y el asalariado de clase media se han distanciado del
gobierno de Morales porque sus condiciones de vida no han
mejorado, a diferencia de otros sectores sociales campesinos
e indígenas que han sido beneficiados con bonos y programas
de asistencia estatal. En una reciente reunión nacional,
los maestros rurales, una de las bases sociales más
importantes del MAS explosionaron al constatar que Morales
no ha cumplido ninguna de sus promesas y niega categóricamente
cualquier posibilidad de reajustar los sueldos en función a
la inflación [cualquier similitud con otros países de la
región es pura “coincidencia”, J.L.R. y M.C.]. En la
transición política en Bolivia, es un problema sin
resolver, «una deuda pendiente del gobierno», como
reconoce el vicepresidente García Linera en referencia al
«núcleo asalariado con salario fijo»”.
El gobierno de Morales y Linera es un gobierno
reformista de frente popular, donde las organizaciones
de masas gestionan el Estado burgués. Pero, además, con la
particularidad de que no es una dirección reformista de
la clase obrera la que está al frente del Estado, sino
una campesina originaria y de representantes de sectores
medios intelectualizados.
En estas condiciones, la clase obrera, debe –sí o sí–
construir su propio camino para poder aspirar a
cumplir una rol independiente en la crisis nacional
que desborde y supere los límites reformistas (y cada vez más
suicidas) de la experiencia del MAS.
En este camino, y cómo ámbito para afirmar su hegemonía
dentro de una alianza obrera, originaria, campesina y
popular deberá dar pasos en la puesta en pie de una
“institucionalidad” alternativa a la del Estado burgués:
una Asamblea Popular Nacional, Obrera, Originaria y
Campesina como la que se empezó a esbozar en El Alto en las
jornadas de mayo–junio del 2005.
Revolución o contrarrevolución
¿Cuál es la dinámica política en la que ha quedado
inmerso el país? Es una buena pregunta que encierra una contradicción.
Porque dado lo lejos que han llegado los
acontecimientos, es poco realista pensar que, a pesar de
todo, se vaya a terminar imponiendo la perspectiva
reformista que defiende el MAS boliviano.
¿Cual es la contradicción? Qué los reclamos y él
programa de los dirigentes cívicos han llegado ya demasiado
lejos: no sólo se han deslizando en un “simple” sentido
reaccionario: su curso ya roza una dinámica abiertamente contrarrevolucionaria.
Claro, esto tiene todavía sus mediaciones. La mayoría
de los gobiernos latinoamericanos para nada están a favor
–hoy por hoy– de una salida secesionista; no hay
que olvidar que muchos de ellos son de origen
“posneoliberal”.
Además, hay que ver todavía cómo evoluciona la propia situación
internacional (y las elecciones yanquis dentro de ella),
donde no hay diferencias de sustancia entre un Obama o un
Mcain, pero sí podría haber matices de importancia.
Sin embargo, insistimos: opinamos que las cosas han llegado
demasiado lejos. No todos los días se convoca a una
casi abierta secesión golpista y se da rienda suelta
a operativos que apuntan a una creciente limpieza étnica.
Cuando esto ocurre, no hay marcha atrás que valga por más
“dialogo” al que se convoque.
Es la dinámica de los propios hechos la que coloca en la
palestra política una perspectiva de revolución o
contrarrevolución. En este sentido, un agudo analista
señalaba días atrás lo siguiente: “Bolivia está al
borde de la guerra civil. Aunque el gobierno y los líderes
de la oposición acordaron sentarse a negociar, las
rebeliones son muy difíciles de controlar una vez que se
desatan, y su propia inercia las lleva a radicalizarse.
No hay salida política posible cuando se desconoce
la ley, las autoridades legítimamente elegidas y las reglas
de juego de la democracia. Cuando las disputas se dirimen a
través del uso de la fuerza, ganan los que tienen más
fierros”.
Es por esto mismo que la estrategia de Morales y Linera (un
capitalismo de Estado andino–amazónico por la vía
pactada) luce, a estas alturas, no sólo suicida, sino
completamente irreal. Porque no es nada “realista”
seguir alentando expectativas en una salida pactada.
En este terreno, su política muestra todas sus
“credenciales”: ¿Cómo, creíblemente, se puede parar
con “dialogismo” e “institucionalidad” el curso cada
vez más abiertamente contrarrevolucionario y racista de la
burguesía del Oriente?
No hay como: hay que apostarlo todo a las tendencias en
curso a la revolución social o será la contrarrevolución
secesionista lo que marcará las coordenadas principales
de los acontecimientos en el heroico país del Altiplano.
Estribillo cantado en todas las movilizaciones
populares en Bolivia en las últimas semanas.
Morales fue ratificado con el 80% en La Paz, Oruro y
Potosí y con alrededor del 70% en Cochabamba. El voto
campesino fue casi unánime y ya se habla de la
‘chaparización’ del campo boliviano. El mandatario
indígena perforó también a la ‘media luna’
autonomista: conquistó Pando con el 53% y empató
virtualmente en Tarija con un 49.83%. En Beni contaba
con el 43.7% y tiene un piso no despreciable de casi
el 40% en Santa Cruz, su plaza más hostil”.
Informe de Pablo Stefanoni, “Un futuro de
escaramuzas”, 15-08-08, en Brecha, Uruguay.
El documento de convocatoria decía lo siguiente:
“Masificar el bloqueo de carreteras a partir de la
fecha, en los cinco departamentos del oriente y sur del
país en adhesión a las medidas de presión realizadas
en el Chaco boliviano para la recuperación del IDH y la
defensa de las regalías que constituyen los derechos
históricos de nuestros pueblos y la base material
para implementar las autonomías departamentales”.
En nota aparte (ver “Referéndum constitucional,
propiedad privada y reparto de la tierra”) explicamos
que el proyecto constitucional masista, a pesar de lo
limitado que es, despierta un profundo rechazo en las
burguesías y oligarquías del Oriente porque, de alguna
manera introduce cuestionamientos a aspectos esenciales
para estas capas sociales privilegiadas como son el
problema de la propiedad de la tierra y el manejo de las
rentas hidrocarburiferas.
El currículo del autor intelectual de la masacre de
Pando es el siguiente: mantuvo un control férreo de la
región de la masacre entre los años 1979 y 2005; fue
empleado de las dictaduras de Luís García Mesa
(1980-1981), Celso Torrelio y Guido Vildoso (1981-2);
parlamentario, prefecto y ministro de gobierno de Hugo
Banzer Suarez-Jorge Quiroga (1997-2002).
Reporte de Sergio Aghemo, Sergio_a86@hotmail.com
El terror a las masas de este canalla fascista se
puede ver en las declaraciones a la prensa de su propio
hermano: “Su abogado nos comentó que está delicado
de salud, ¿usted sabe algo de eso?’ [pregunta el
periodista]. No, lo que pasó es que él estaba nervioso
cuando llegó a La Paz. Temía que al quedarse en un
cuartel en El Alto, los militares sean rebasados
por los masistas con ganas de lincharlo. Por eso
se tomaron precauciones”. La Razón, 18 de septiembre
del 2008.
Ahora mismo parece seguir habiendo movimientos
campesinos que se están movilizando con el objetivo de
establecer un “cerco” a la ciudad capital de
Santa Cruz, lo mismo que siguen en curso una miríada
de movilizaciones en el orden nacional.
Estas fueron las consignas impuestas por un grupo de jóvenes
chuquisaqueños que mediante patadas y puñetes
obligaron a cerca de 50 campesinos quechuas a quitarse
las camisas, ponerse de rodillas y quemar la bandera del
MAS y la wiphala (símbolo de las naciones
originarias) en pleno frente de la Casa de la Libertad
ubicada en la plaza principal de Sucre. Informe de Alex
Contreras Baspineiro, ALAI, 26-05-08.
Bret Gustafson, Willka nª2, La Paz, 2008.
Se acaba de informar que Edson Ruiz Aguayo, miembro de
la UJC, murió ayer (17/09) como consecuencia de las
heridas recibidas en los enfrentamientos con campesinos
en El Torno. Así debe ser la ley implacable de la lucha
de clases: ojo por ojo diente por diente, por cada caído
explotado u oprimido debe caer un fascista!
Masacre minera en Catavi, en la madrugada del 20 de
diciembre de 1943; masacre minera del día de San Juan,
en Siglo XX, madrugada del 24 de julio de 1967; masacre
campesina (que rompió el pacto campesino-militar) del
dictador Hugo Banzer Suárez en Tolata y Episana, valles
de Cochabamba, enero
1974; entre algunas de las más importantes que
nos acordamos en estos momentos.
Entrevista con Evo Morales de Néstor Kohan Argenpress,
07-03-08.
Testimonio tomado de un informe Igor Ojeda, ALAI,
06-03-08.
Daba “lástima” ver a los conscriptos huyendo
desarmados y casi desnudos de los lugares que
supuestamente debían “defender”.
Econoticias de Bolivia denunciaba, semanas atrás,
declaraciones de García Linera ante uno de los tantos
hechos de ataque racial: “cómo ya es de rigor en
estos casos, el gobierno indígena se limitó a lamentar
los sucesos: ‘nos avergüenza como país, a la región
y a los bolivianos. Ante eso, junto con la sanción
moral que está expresando la propia ciudadanía, se
debe hacer una investigación”… Las palabras sobran.
Juan Lechín Oquendo fue el dirigente histórico de los
mineros y la COB a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX. Una figurar burocrática que tuvo un
tremendo y muy negativo peso entre las filas de la clase
obrera del país y que no podía no dejar su impronta,
incluso, hasta el día de hoy.
En este sentido ver la nota ya citada “Referéndum
constitucional, propiedad privada y reparto de la
tierra”.
Ver al respecto “El resquebrajamiento de la
estabilidad regional”.
Santiago O’ Donnell, diario Página 12 de la
Argentina, 14-09-08.
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