El gobierno de Evo Morales
soporta uno de los momentos más difíciles en lo que va del año desde el
fallido intento de incremento del precio de los carburantes en enero, y desde
la represión policial, el 25 de septiembre, de una protesta indígena en
rechazo a la construcción de una carretera que afecta su territorio.
Entra
en La Paz la marcha por el TIPNIS
La marcha llegó ayer
fortalecida a la plaza Murillo de La Paz, luego de ser recibida por un masivo
movimiento ciudadano. Morales invitó a sus líderes a un “diálogo
directo”, según una carta difundida por el ministro de la Presidencia,
Carlos Romero.
Esta es la octava ocasión,
desde 1990, en que indígenas de tierras bajas marchan hacia la sede de
gobierno por distintas razones. Sin embargo se trata de una de las que más
solidaridad alcanzó.
Prueba de ello son las miles de
personas que los acompañaron y recibieron con aplausos y lágrimas durante
los últimos 12 kilómetros que recorrieron ayer desde las puertas de la
ciudad, en el puesto de control de Urujara, hasta la plaza Murillo, donde se
encuentran las sedes de los poderes Ejecutivo y Judicial. Morales no se
hallaba en Palacio Quemado.
Así, los cerca de dos millares
de marchistas recorrieron más 600 kilómetros en 66 días, subiendo desde los
237 metros sobre el nivel del mar de Trinidad, en el departamento de Beni,
hasta los 3.600 de La Paz, con un saldo de varios enfermos y tres vidas
perdidas , todas ellas de niños que fallecieron en distintas circunstancias,
según informes de los medios locales.
Los marchistas provienen del
Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), una reserva
ecológica ubicada en las sabanas de la amazonía al norte del país, y por
cuyo núcleo cruza el segundo tramo de la carretera que el gobierno propone
como proyecto de desarrollo nacional, en tanto que los pueblos indígenas de
la zona la denuncian como atentatoria contra su hábitat.
Desde que la marcha comenzó, el
15 de agosto, vanos han sido los intentos del Gobierno –al menos en tres
oportunidades– por aplacar el conflicto, que ha alcanzado su punto crítico
durante la violenta represión policial del 25 de septiembre, que Morales
reprobó antes de aclarar que no fue él quien había ordenado la medida.
Pero la aclaración presidencial
no fue suficiente para amainar la protesta popular en las calles, donde se
levantaron vigilias y manifestaciones a nivel nacional, que no se veían desde
que el gobierno decidiera aprobar por decreto el incremento de carburantes
hasta en un 99% la última semana de diciembre de 2010, medida conocida como
el “gasolinazo” del MAS.
La presión social obligó
entonces a Evo a derogar el decreto, como lo forzó ahora a suspender la
construcción del segundo tramo de la carretera, cuyo futuro el gobierno prevé
definir en un referéndum, según lo establece una ley ya aprobada y aún no
promulgada. Consulta que los dirigentes de los marchistas ya han desahuciado
advirtiendo que no dejarán La Paz sin conseguir “una ley que garantice que
ningún proyecto (carretero) atravesará el Isiboro Sécure”.
Se cierra así un capítulo de
un conflicto aún latente, el más prolongado de la era de Morales , pero
también el de mayor impacto nacional y con efectos aún impredecibles. Esta
vez es el movimiento indígena el que pone contra las cuerdas al gobierno, que
se ha autodenominado como defensor del movimiento originario y de la Madre
Tierra.
Completan
el mal momento de Evo los resultados preliminares de las elecciones judiciales
del domingo, cuya tendencia parece confirmar como mayoritarios los votos
blancos y nulos por sobre los válidos, lo que ha sido empleado por la oposición
política para plebiscitar la gestión gubernamental y cuestionar la
legitimidad de los futuros jueces elegidos.