"Esto
no termina aquí… es el comienzo"
"El
pueblo le está dando un ultimátum a la democracia, una última opción…
Y esto no termina aquí… es el comienzo. Yo sé que la próxima vez va a
ser contra todo…" (Maritza,
28 años, vecina del barrio Río Seco, ciudad de El Alto, Bolivia)
(La
Paz, 11-11-03) ¿En Bolivia "ya
todo está en calma", como dice el viejo tango de Carlos Gardel?
Quien llega a La Paz y ve la gente caminando tranquilamente por las
avenidas o parándose a conversar en la Plaza Murillo, las maravillosas
ferias callejeras y los mochileros "gringos" que vuelven a
llenar los hoteles, podría llevarse esa impresión… falsa. Basta
escarbar un poco para que se asome, bajo esa superficie, otra realidad.
Las
enormes tensiones sociales que llevaron a la pasada rebelión siguen
presentes. Ellas se expresaron en infinidad de reclamos, tan
diferentes como el de impedir la entrega del gas o exigir la libertad de
un campesino aymara preso por practicar la justicia comunitaria contra un
ladrón de caballos. Y estas múltiples exigencias se fusionaron en
octubre en una sola: "¡abajo Goni asesino!"
Pero
detrás de todo eso, el núcleo de las tensiones sociales fue y es la tremenda
y creciente pobreza a la que ha sido condenado el 80% del pueblo
boliviano por el sistema de capitalismo colonial. Lo del gas cobró tanta
importancia porque el pueblo boliviano vio en su industrialización una vía
para paliar la pobreza. Hemos visto una profunda conciencia de eso, no ya
en los "politólogos" y otros charlatanes que también abundan
aquí, sino en el obrero, el vecino o el campesino común. Todo diálogo,
por cualquier punto que comience, llega a lo mismo: "esta pobreza no
se aguanta más". A lo que algunos (una buena cantidad) agregan:
"preferimos morir de bala, que morir de hambre". O sea, vamos a
seguir rebelándonos, si esto no se soluciona.
Y
no se soluciona… El actual gobierno de Carlos Mesa es, en ese sentido,
continuidad del anterior. Los cambios son de formas y "gestos".
Pero
hay otros factores no menos significativos que este genocidio social. Las
masas en octubre, aunque no lograron tomar el poder, no volvieron a sus
casas sintiéndose derrotadas ni desmoralizadas. Por el contrario, el
sentimiento general es de orgullo, de fuerza, de triunfo. Esto se nota
sobre todo en El Alto –la capital revolucionaria de Bolivia–, una
ciudad que linda con La Paz, como el Gran Buenos Aires con la Capital
Federal. Nos decía una estudiante de El Alto que cursa en La Paz:
"Antes nos daba vergüenza decir en la Facultad que vivíamos aquí.
Ahora, digo con orgullo: «¡Soy alteña!»".
Y
un detalle no menor es que buena parte de estas masas están organizadas.
Diferentes formas de organización, algunas de raíces milenarias, se
entrecruzan en una apretada trama: la Central Obrera Boliviana y las
centrales departamentales y regionales, las juntas vecinales, la CSUTCB
(campesinos), las comunidades de los pueblos originarios, las radios
comunitarias y/o "piratas", etc.
"En
El Alto –nos decía Miguel
Pinto, periodista, dirigente del gremio de Prensa y de la Central Obrera
Departamental de La Paz– se han empezado a fusionar de una manera
bien interesante clase y nación". Esta fusión ha determinado no
sólo una combinación de formas organizativas –donde se
entrecruzan elementos provenientes del antiguo ayllu (comunidad básica
de la nación aymara) con las modernas organizaciones de la clase obrera
(sobre todo las aportadas por el proletariado minero) y territoriales
(juntas de vecinos)–, sino también un contenido peculiar. En la
gente hay un poderoso sentimiento comunitario que nos impacta a los
que venimos de Buenos Aires, donde el capitalismo ha tenido mucho más éxito
en imponer entre los explotados el individualismo y la "lucha de
todos contra todos".
Parte
fundamental de este cuadro es también la numerosa vanguardia de
luchadores que encabezó la rebelión de octubre. Muchos son jóvenes
que hicieron entonces su bautismo de fuego... de sangre. Otros, de más
edad, aportaron la memoria y las experiencias de combate y de organización
de los mineros y de la nación aymara. Son miles de activistas de esa
calidad, que no sólo siguen organizados, sino también
reflexionando y debatiendo apasionadamente lo de octubre, haciendo el
balance y sacando conclusiones, que para muchos se orientan en
sentido revolucionario.
Una
mezcla explosiva
Tenemos,
entonces, los componentes de una mezcla explosiva: masas
enfurecidas por la pobreza sin ninguna solución que venga de arriba,
combinado con un sentimiento de confianza en sus propias fuerzas porque
fueron capaces de derrocar a un gobierno que las reprimió a sangre y
fuego, con organizaciones de masas de gran peso y, finalmente, con un
numeroso y combativo activismo que se ha radicalizado. Claro que los
explosivos no suelen estallar por sí solos… y los
"detonadores" sociales son ciertamente más complejos que los
que se usan aquí en la minería… y en las movilizaciones.
Simplificando
un poco, se podría decir que hoy toda la política de Bolivia gira
alrededor de esa cuestión. La intuición de que "la próxima
vez va a ser contra todo", es algo que comparten muchos
activistas y vecinos de El Alto con muchos burgueses que viven en el otro
extremo geográfico y social, los barrios de lujo del Sur.
Así,
la Embajada yanqui, los diferentes sectores de la burguesía, el gobierno,
el parlamento, la Iglesia y, lamentablemente, también todo un sector de
las direcciones de los mismos movimientos de masas, se han dado a la tarea
de tratar de separar las partes de esa mezcla explosiva y alejar los
detonadores.
En
la vereda de enfrente, gran parte de los luchadores "anónimos"
que encabezaron octubre se orientan en sentido opuesto. Con más
confusión, sin una dirección que los aglutine y con grandes
desigualdades, la mayoría no está sin embargo satisfecha con que el
resultado de la lucha y de la caída del Goni sea el actual gobierno de
Carlos Mesa.
En
referencia a esto, con los muchos que hablamos, pudimos verificar un arco
iris de opiniones que se pone cada vez más al rojo a medida que de los
3.600 metros de La Paz se asciende a los 4.100 de El Alto.
Los
sectores de clase media paceña que se incorporaron tardíamente a la
movilización (pero que inclinaron el platillo para la caída del Goni)
hoy son en su gran mayoría partidarios de Carlos Mesa, que ha resultado
ser una especie de Kirchner boliviano. Estos sectores "democráticos"
de burguesía y clase media, característicos del Altiplano (en Argentina
los llamamos "progres"), son el sector social en que más
directamente se apoya el nuevo presidente. Un líder emblemático de este
sector, que encabezó la huelga de hambre y la movilización de la clase
media, la ex Defensora del Pueblo Ana María Romero de Campero –cabeza
de la APDH de Bolivia y personaje similar a nuestro Pérez Esquivel –,
es hoy "mesista" fervorosa.
En
el otro extremo de los que se movilizaron, en el activismo alteño, las
opiniones son opuestas. Mayoritariamente no hay confianza en el nuevo
mandatario. A lo sumo, una expectativa sin ilusiones que combina el
"veamos qué hace" con el "preparémonos mejor para la próxima".
Este rechazo también se extiende a los líderes que le dan apoyo
"crítico" a Mesa o que lo "dejan hacer", en
primer lugar a Evo Morales. Aunque en menor medida, los cuestionamientos
de esta vanguardia también ponen en tela de juicio al mismo "Mallku"
Felipe Quispe y a los dirigentes de la COB. La característica de estos
activistas (sobre todo de los jóvenes) es que, como me dijo uno de ellos,
sólo creen en los que han visto luchar al lado de ellos, poniendo el
pecho a las balas.
Entre
ambos extremos, se extiende una amplia franja –probablemente
mayoritaria– que ni comparte el apoyo a Mesa de la burguesía y clase
media "democráticas", ni tampoco ya le ha "bajado el
pulgar" como la mayoría de la vanguardia alteña. Cree (o quiere
creer) que Mesa es "diferente" a Gonzalo Sánchez de Lozada. Y
que, entonces, habría ciertas esperanzas de que, mediante reclamos y/o
presiones, se pueda orientar la situación en un sentido favorable a los
trabajadores.
Un
reflejo de esto se pudo apreciar en el último Ampliado de la COB,
realizado el viernes 14. Allí se votó un "Pliego de
Peticiones" de 20 puntos. En principio, frente a un nuevo gobierno
que goza de un cierto apoyo y/o expectativas de algún sector de masas, es
correcta la táctica de hacerle exigencias. Sin embargo, tanto por las
discusiones como sobre todo por las opiniones que pude recoger en los
pasillos durante el Ampliado, la táctica de exigir el Pliego de 20 puntos
no se planteaba en el marco de una clara caracterización de Mesa como un
gobierno enemigo de la clase obrera, continuador de las mismas políticas
neoliberales, y que sólo en las formas y "gestos", por su
extrema debilidad, difería del genocida Goni. Ni tampoco se inscribía en
una estrategia para combatirlo, teniendo en cuenta esa caracterización. Más
bien, aunque sin decirlo claramente, se dejaba "abierta" la
posibilidad de que Mesa tomara un rumbo más "progresivo" que el
Goni.
A
esto hay que agregar que el reclamo obrero, campesino y popular sigue
sin unificarse. Felipe Quispe y su CSUTCB levantan independientemente
de la COB un viejo Pliego de 72 Puntos. Por su parte, Evo Morales,
enfrentado a Quispe, hace reuniones en su región del Chapare para
predicar que no debe haber enfrentamientos sino negociación con el
gobierno. El MST (Movimiento de Trabajadores Sin Tierra) se moviliza, pero
por cuenta propia, ocupando algunas haciendas.
Una
vez más, la vanguardia
La
situación de "calma" que mentamos al principio tiene que ver
entonces con esa situación del movimiento de masas, de la vanguardia y la
política de las distintas direcciones, así como también de lo que están
haciendo por su parte el gobierno, la burguesía, la Iglesia y la Embassy
para tratar de desmontar la bomba dejada por octubre (ver "La «democracia»
como antídoto de la revolución").
En
este complejo cuadro, nos atrevemos a decir que la clave de la situación
está en manos de esa gran vanguardia de luchadores nacida o fogueada al
calor de octubre. Ellos fueron los verdaderos organizadores y líderes
del combate en las calles, cuando muchos de los que hoy aparecen en el
escenario como dirigentes… de TV, como Evo Morales, estaban a kilómetros
de las balas.
El
gran problema es si de esta vanguardia heroica surge una alternativa
política revolucionaria, frente a alternativas reformistas y
procapitalistas como las de Evo y otras direcciones. La inmensa autoridad
conquistada por esta vanguardia ante los sectores de masas que lideró en
los combates de octubre, su íntima ligazón con ellos, es un sólido
punto de partida para eso.
Una
alternativa política revolucionaria que sea creíble para las
masas de obreros, pueblos originarios vecinos y campesinos –o sea, una
alternativa de dirección revolucionaria– nos parece que no puede
surgir directamente ni del POR –tradicional partido trotskista de
Bolivia– ni tampoco de los pequeños grupos que se reclaman del marxismo
revolucionario.
El
POR tiene el gran mérito histórico, desde la Tesis de Pulacayo, de haber
enseñando a "hablar en trotskismo" a los trabajadores
bolivianos. Eso nos impacta, cuando, por ejemplo, empezamos a conversar en
la calle con un viejo campesino que ha venido a La Paz a hacer un trámite,
y con motivo de octubre nos empieza a hablar de la larga lucha entre la
"clase burguesa" y la "clase proletaria". Pero, más
allá de su balance histórico, el POR hoy es ajeno –social y políticamente–
a esa nueva vanguardia, sobre la que no ejerce atractivo. Hemos visto la
misma marginalidad en los demás grupos trotskistas.
Sin
embargo, el trotskismo podría jugar un papel inmenso si cada grupo
sin inserción social, en vez de pretender que el partido revolucionario
se va a desarrollar directamente a partir de él, se pusiese
humildemente al servicio de esa vanguardia, para ayudarla a
politizarse, educarse en el marxismo y, sobre todo, autodeterminarse
para que asuma un rol de dirección política. El trotskismo, si se
fusionara así con esa vanguardia, podría cumplir un rol de primer
orden.
En
las reuniones, cursos y debates a los que asistimos, hemos visto a esa
vanguardia "alteña" (que tiene un nivel político muy superior
al de los movimientos sociales de Argentina) debatir apasionadamente y con
seriedad, desde los problemas planteados por octubre hasta las cuestiones
internacionales y, sobre todo, las perspectivas.
Generalmente
en esos debates se llega a dos puntos cruciales: ¿por qué en octubre
no logramos tomar el poder? y ¿qué hacemos la próxima vez?
Aunque no tenga clara la necesidad del partido ni de la dirección
revolucionaria, estos activistas están a mil kilómetros de la pavada
autonomista que se escucha tantas veces en Argentina. Una durísima
experiencia –de centenares de muertos y heridos– le ha enseñado en
carne propia el valor de la preparación consciente, la organización,
el liderazgo, la centralización y la disciplina para
el combate.
Esta
heroica vanguardia tiene hoy en sus manos la llave de la revolución
boliviana. Confiamos en que sabrá usarla.
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