El aborto se convirtió en un
arma "resta votos", del que los dos candidatos huyen en la campaña
para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil y que los
sectores religiosos más conservadores usan como trueque para fijar su apoyo.
Es una situación que no
refleja la posición mayoritaria del electorado sobre la despenalización de
la interrupción voluntaria del embarazo, aseguran analistas y representantes
del movimiento femenino organizado, que critican que se use el cuerpo de las
mujeres de moneda electoral y califican de falso dilema el tema.
La legalización o no del
aborto, actualmente castigado en Brasil con penas de prisión de hasta 10 años,
protagoniza la agenda para el balotaje del día 31, entre los candidatos Dilma
Rousseff, del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) y José Serra, del
Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
Los señalamientos de que
Rousseff favorecía la legalización del aborto son vistos como principal
causa de que la candidata favorita no obtuviese el triunfo en la primera
vuelta, el domingo 3. Actualmente la interrupción del embarazo es una práctica
ilegal en el país salvo cuando la madre corre peligro de muerte o la gestación
es producto de una violación.
Un caudal decisivo de votos
migró de Rousseff a Marina Silva, la candidata del Partido Verde que
pertenece a la Iglesia Evangélica. La ex ministra de Ambiente del gobierno de
Luiz Inácio Lula da Silva condena el aborto y defiende la realización de un
plebiscito sobre su eventual legalización.
Silva se convirtió en la
sorpresa de la primera vuelta, al obtener 20 por ciento de los sufragios,
mientras Rousseff logró 47 por ciento y Serra casi 33 por ciento.
Durante la campaña para la
segunda vuelta, Rousseff y Serra se presentan como paladines de una cruzada
moralista contra la despenalización del aborto, cuando en el pasado ambos
expresaron una posición de apertura al derecho a decidir de las mujeres.
Beatriz Galli, de la no
gubernamental Ipas Brasil (filial de una red internacional dedicada a promover
los derechos y la salud sexual de las mujeres), se lamentó con IPS de que la
discusión se haya reducido "a estar en contra o favor del aborto o en
contra o a favor de la vida".
La candidata del PT había
defendido antes que había que avanzar hacia la despenalización del aborto,
mientras ahora destaca en su página digital que está "personalmente
contra el aborto".
Con el respaldo de una foto
del reciente bautizo de su primer nieto, plantea que "sería muy extraño
que cuando hay una manifestación de vida en el seno de mi familia, (…) yo
defienda una posición a favor del aborto".
Rousseff asegura que el
aborto inducido es "una violencia contra la mujer", aunque matiza
que en su probable gobierno "el Estado brasileño no considerará eso
como una cuestión de policía", sino de "salud pública y
social".
Serra sigue esa línea. En
1998, como ministro de Salud del precedente gobierno de Fernando Henrique
Cardoso (1995-2003) contribuyó a reglamentar la práctica del aborto dentro
de la salud pública, en los casos de víctimas de violación, pero ahora
advierte que su legalización causaría "una carnicería".
Además, apela a eslóganes
tales como "un hombre que nunca se involucró en escándalos y siempre
fue coherente, condenó el aborto y defendió la vida" o "un hombre
de familia", para contraponer su imagen a Rousseff, divorciada y
participante durante su juventud en la lucha clandestina contra la dictadura
brasileña (1964-1985).
Para Galli se está
produciendo "un falso dilema porque la cuestión principal es si el
Estado debe criminalizar una cuestión de salud pública colocando la salud y
la vida de las mujeres en riesgo porque las obliga a buscar un aborto
clandestino".
Estimaciones conservadores
del Sistema Único de Salud indican que en Brasil, se producen anualmente al
menos un millón y medio de abortos clandestinos. Las complicaciones por la práctica
insegura ocasionan 250.000 ingresos a centros públicos de salud cada año, y
suponen una de las principales causas de mortalidad materna.
Galli insistió en que no se
debe reducir a un enfoque religioso un asunto de derechos humanos de las
mujeres.
Un estudio de la antropóloga
Débora Diniz, investigadora del Instituto de Bioética, Derechos Humanos y Género,
revela que una de cada cinco brasileñas se ha sometido a un aborto antes de
los 40 años.
De las mujeres que han
abortado, 88 por ciento se declararon religiosas, indica el estudio. Un dato
revelador en este país de 192 millones de habitantes, con la mayor cantidad
de católicos del mundo y donde los fieles de iglesias evangélicas crecen a
ritmo vertiginoso.
"La historia de esas
mujeres no puede ser ignorada por la búsqueda desenfrenada de votos de las
comunidades religiosas que consideraran el aborto un crimen abominable",
dijo Diniz en un artículo.
"El aborto se transformó
en una moneda de trueque para ganar votos", agregó, al considerar que
las concesiones políticas hechas por los dos candidatos representan
"amenazas democráticas" porque comprometen el principio del Estado
laico.
Guacira César de Oliveira,
directora-fundadora del Centro Feminista de Estudios y Asesoría (CFEMEA),
dijo a IPS que existe un análisis tendencioso "que exige de los
candidatos un determinado posicionamiento contra el aborto, como si fuese la
única posibilidad de ganar la elección".
Oliveira lo atribuye a una
"ofensiva conservadora de derecha junto al fundamentalismo
religioso", que logró poner al aborto en el centro de la campaña, por
encima de otros temas que también habrían obstaculizado el triunfo de
Rousseff en la primera vuelta, como la corrupción.
Los analistas mencionan entre
esos temas las denuncias de corrupción del gobierno de Lula, del que Rousseff
fue, desde su inicio en 2003 y hasta marzo, primero ministra de Energía y
Minas y después jefa de gabinete.
Oliveira subrayó que la
"satanización electoral" del aborto no refleja la opinión de la
mayoría. Recordó que el mayoritario electorado femenino debe recurrir al
riesgo de un aborto inseguro "para asegurar su opción de tener hijos
cuando quieren y pueden".
"Los úteros de las
mujeres no pueden ser la moneda de cambio en estas elecciones", exhortó.
Carmen Silva, educadora del
Instituto Feminista para la Democracia "SOS Corpo", coincide en que
se trata de una manipulación del "fundamentalismo religioso" que
creció en todo el mundo, pero que en Brasil se habría asociado "a los
grandes medios, a los políticos de derecha y a los militares con nostalgia de
la dictadura militar".
Oliveira y Silva subrayaron
que el aborto dejó fuera temas de la agenda de las mujeres, como la
participación política, la atención a las víctimas de violencia y la
igualdad de oportunidades laborales.
"Con tantas cuestiones
cruciales para la democracia y los derechos fundamentales, como la educación,
la seguridad pública o la seguridad social, lo curioso es que se apueste a
que el nuevo presidente de Brasil sea decidido por su posición sobre el
aborto", sintetizó Diniz.
San Pablo._ Cuando faltan dos
semanas para el ballottage, el debate sobre el aborto en Brasil ha puesto la
campaña presidencial al rojo vivo, con duras acusaciones del presidente Luiz
Inacio Lula da Silva hacia la campaña opositora, a la que calificó de
"terrorismo", y la revelación de un presunto aborto que involucra a
Mónica Allende, la esposa chilena del candidato José Serra.
Durante un discurso en la
zona este de San Pablo, Lula acusó a Serra, candidato del Partido de la
Social Democracia Brasileña (PSDB), de realizar una campaña llena de
"prejuicios" y que crea "terrorismo", contra la aspirante
oficialista Dilma Rousseff.
"Es una vergüenza la
campaña de nuestro adversario atacando a Dilma. Es una vergüenza el
prejuicio contra la mujer que irradian los ataques en Internet. Es una vergüenza
porque hacen una campaña mintiendo y difamando", afirmó Lula, con la
candidata del Partido de los Trabajadores (PT) a su lado.
Con un encendido discurso,
Lula, que ha decidido tomar las riendas de la campaña oficialista en la última
fase de cara al ballottage, criticó que "desde el submundo
religioso" se atenta contra Dilma, en referencia a los rumores que
circularon sobre que su ahijada política iba a legalizar el aborto.
Según el mandatario, la
campaña opositora se apoya en un discurso de sectores ultraconservadores católicos
y evangélicos que "crean terrorismo en la buena fe de las
personas", y recordó que durante toda su vida sufrió los prejuicios de
San Pablo, capital del estado gobernado por la oposición, clave por ser el
primer distrito electoral del país.
Desde hace varios días, la
campaña hacia la segunda vuelta ha dado especial importancia al aborto y la
religión, y tanto Rousseff como Serra defendieron con vehemencia su oposición
a la interrupción del embarazo y reafirmaron su fe en un intento de
capitalizar el voto católico.
Según la última encuesta de
la firma Datafolha, divulgada ayer, la oficialista Rousseff tiene el 54% de
intención de voto, y el opositor Serra, el 46%. Los datos son similares a los
de una encuesta de la misma firma dados a conocer una semana atrás.
Una publicación del diario
brasileño Folha de São Paulo, en tanto, reveló que la psicóloga y ex
bailarina chilena Mónica Allende, esposa de José Serra, admitió en 1992 a
sus entonces alumnas de ballet en la Universidad de Campinas haberse
practicado un aborto en la época en que la pareja era perseguida por las
dictaduras de Chile y Brasil.
Acusaciones
cruzadas
La afirmación de dos ex
alumnas de Allende, citadas por el matutino, causó revuelo, porque la esposa
de Serra, en un mitin electoral, en septiembre pasado en Río de Janeiro, había
dicho que Rousseff era una "devoradora de niñitos", por su supuesta
pretensión de legalizar el aborto en caso de ser elegida.
La bailarina brasileña
Sheila Ribeiro, de 37 años y esposa del antropólogo italiano Mássimo
Canevacci, y otra ex alumna de Allende que prefirió no identificarse,
confirmaron al diario el rumor que ya circulaba en algunos foros de Internet.
"Quiero dejar mi
indignación por la posición débil de José Serra, que no respeta ni a su
mujer. Mónica Allende ya se hizo un aborto. Con el respeto que debo a mi
profesora, quiero revelar que nuestras clases trataron el aborto traumático.
Ella contó que se hizo un aborto, pero no quiero decir que fue una confesión",
dijo Ribeiro.
Anteayer, Rousseff había
reiterado su oposición al aborto y se comprometió, además, a no
flexibilizar la legislación actual en caso de ganar, el próximo 31 de
octubre.
"Estoy personalmente en
contra del aborto y defiendo el mantenimiento de la legislación actual sobre
el tema", declaró en una carta de seis puntos a la ciudadanía, que
aborda otros asuntos sociales, difundida por los medios de comunicación del
país.
En Brasil, el aborto está
prohibido excepto en caso de violación o que peligre la vida de la madre.
En los días previos a la
primera vuelta, realizada el 3 de octubre, varios medios se hicieron eco de
unas declaraciones de Rousseff en 2007 en las que daba a entender que era
proclive a una flexibilización de la ley del aborto, un factor que según
analistas políticos pudo haberle restado votos entre los evangélicos, cuyo
peso electoral puede inclinar la balanza.