La lucha
del movimiento
estudiantil en Brasil
Relato de una opresión, o el
lado de la historia
que los medios burgueses no quieren
contar
Denunciar los abusos sufridos el día
8 de noviembre, con la tropa de choque (batallón
especializado en represión de la Policía Militar) en el
desalojo del Rectorado de la USP (Universidad de San Pablo)
que detuvo a 73 prisioneros políticos tanto estudiantes
como trabajadores, desarrollando una política de
criminalización de los movimientos de la Universidad, se
hace necesario ligarlo a la campaña en defensa de aquéllos
que injustamente fueran castigados por su indignación.
Primeramente, este breve relato se refiere a las agresiones
físicas y emocionales que sufrí en la madrugada del día
08 de noviembre.
En la noche anterior al desalojo recibí la visita de
algunos compañeros del ABC Paulista que vinieron a
solidarizarse y a sumarse al movimiento de ocupación. Ellos
me pidieron para dormir en el lugar, entonces les cedí mi
carpa y me fui a dormir al alojamiento estudiantil... en ese
momento no sabía lo que estaba por venir. Algunas horas
después, me desperté con los gritos aterradores y con mi
cuarto iluminado por los helicópteros. Era la fuerza de
choque que había llegado a la USP.
Sabía que muchos compañeros estaban en el Rectorado, bajé
rápidamente para estar al tanto de la situación. En la
planta baja, la policía arbitrariamente nos impidió salir
de la casa. Todavía estaba oscuro, y el clima era de campo
de concentración con hombres fuertemente armados que nos
gritaban todo el tiempo.
Fuimos atacados con bombas de gas lacrimógeno, y en aquel
momento todo el perímetro del alojamiento estudiantil,
CRUSP, estaba cercado por hombres armados hasta los dientes,
que intentaban impedir que fuésemos
hasta el Rectorado a ayudar a nuestros compañeros
que estaban siendo reprimidos en su interior. Después de
algunos minutos conseguimos acercarnos al Rectorado y se
escuchaban ruidos de cosas que eran lanzadas y rotas.
Después de una bomba lanzada contra nosotros, apareció un
policía por mi espalda, y apuntándome con un arma en la
cabeza, me dijo que me tendiera en el suelo, diciéndome que
había quedado presa. Me quedé paralizada. Tenía delante mío
un cordón que me aislaba y detrás un policía con un arma
en su mano que me amenazaba. Sentí que si no cumplía con
lo que él me ordenó, podría disparar. Me empujaron y me
caí de rodillas. Me dijeron que estaba detenida y que me
acueste boca abajo en el suelo. Enseguida, llegaron más
policías y comencé a pedir socorro. Sentía todo como
extremadamente arbitrario.
Fui arrastrada hacia adentro del Rectorado para una sala
oscura y ahí comenzó mi martirio. Ellos hicieron un círculo
alrededor, a mí derecha tenía a los 12 hombres, me tiraron
contra el suelo boca abajo, uno de los sinvergüenzas se
sentó en mis piernas cerca de las nalgas, otro me apretó
el cuerpo contra el suelo con las rodillas y otro se quedó
mirando, riéndose sádicamente.
Sentía mucho, mucho miedo y no entendía por qué estaba
sucediendo una violencia descomunal para inmobilizar a una
mujer. Con mi cara contra el suelo sucio, mi única visión
eran sus botas.
Sola y asustada en esa situación, donde sistemáticamente
me tiraban los brazos hacia atrás y el abuso verbal de
varios que no cabe aquí pronunciar, de nuevo empecé a
pedir ayuda y me sacudieron del cuello y me taparon la boca
junto con la nariz.
Como muchos compañeros saben, soy asmática y por varias
veces casi me desmayo. En los intervalos en que me soltaban
la boca y la nariz para que respirase, en un momento grité
y uno de los policías se inclinó y me apretó el cuello
como si fuera a ahogarme. Comencé a toser mucho y sentía
ganas de vomitar. En varios momentos pensé que me iba a
morir. Ellos, en tanto, eran indiferentes. En verdad, parecían
probar mis límites, decían: "¿Vos estás pidiendo
orinar afuera?" Uno de ellos sacudió a mi cuello, mi
cabeza golpeó contra el suelo varias veces, pero en el
cuero cabelludo para no dejar ningún hematoma. En un
momento conseguí morder la mano de un policía militar que
me ahogaba. Cuando hice eso fue peor, ellos dijeron: "¿Vos
conoces al cerdo?". El "cerdo" era una
especie de una oblea de plástico negro, material muy
resistente, que pegaron en mi boca. Este objeto me impedía
soltar cualquier sonido y me dificultaba mucho la respiración,
un típico instrumento de tortura. Mientras tanto me decían:
"Mejor callar o va a ser peor". Pensé que no había
nadie dentro, que todo el mundo ya había sido retirados, y
que harían lo que quisieran conmigo. Más tarde, me enteré
de que en realidad no estaba totalmente sola y que había
una habitación al lado, estaban las compañeras que fueron
atrapadas en el interior del Rectorado y oyeron todo lo que
sufrí.
Para los defensores, tales como PSOL y PSTU, de una policía
más "humanizada" con mujeres agentes de policía
especializadas en el trato con las mujeres y otras
aberraciones: me golpearon con sadismo varios hombres y la
única vez que una policía mujer se me acercó también
vino y me atacó. Solamente después de que quitaran el
objeto de mi boca y de haber sido arrastrada de los pelos
para otro espacio ahora iluminado y de recibir varias
ofensas, me llevaron adonde estaban mis compañeras. "¿Que
entendés de Policía Militar para saber lo que la PM puede
o no hacer?", fue la respuesta que recibimos cuando
preguntamos por qué tantos policías en secreto y otros con
uniformes sin identificación. Lo que acontecía en la USP
era una pequeña muestra de lo que estos perros al servicio
del Estado hacen diariamente contra los movimientos
populares y de trabajadores.
El saldo de la agresiva acción de la policía en 8 días
fue de 73 detenciones de estudiantes y trabajadores, entre
ellos 24 mujeres, que fueron agredidas por los policías.
Estuvimos presos casi 24 horas, ahora en libertad bajo
fianza que fueron pagadas por las entidades y los sindicatos
que apoyan la lucha de nuestro movimiento. Estamos siendo
procesados criminalmente, corremos el riesgo, si somos
condenados, ir a la cárcel o perder Primeridad, lo que
significa estar con una ficha sucia no pudiendo ingresar en
ningún servicio público, además del riesgo de represalias
por parte del Rectorado en un proceso administrativo que
puede expulsar a los estudiantes y trabajadores
universitarios.
El día 8 fue emblemático porque nos demuestra un ápice
de la política del gobierno a través de las gestiones
felpudas de la USP, que actualmente se expresa en la figura
de Joao Grandino Rodas, el rector de la USP impuesto a la
comunidad académica por el PSDB, partido de derecha que
gobierna San Pablo desde hace dos décadas. La historia de
ese partido es la historia de las privatizaciones, véase el
gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC), el gobierno más
privatista de la historia de Brasil. La realidad en la USP
es bien diferente de lo que quieren demostrar los medios de
comunicación burgueses y sus ideólogos. No es de hoy que
la Universidad de Sao Paulo está en crisis y ha sido
atacado externamente, en la actualidad, hay decenas de
trabajadores y estudiantes perseguidos por luchar contra
estos ataques y con el riesgo inminente de ser despedidos y
expulsados de la Universidad.
La educación pública en el país en su conjunto ha sido
el blanco de ataques directos por parte del gobierno federal
y el objeto de interés del capital privado, de modo que
cuando el gobierno no puede imponer su proyecto a través de
las conspiraciones detrás de las escenas, éste utiliza un
barniz democrático para ocultar que su verdadera fuerza está
en el autoritarismo. La intervención de la policía en el
Campus está al servicio de este proyecto; por eso, ¡fuera
la Policía Militar!
Así que a pesar de la brutalidad que sufrí en esta
experiencia, me dejó aún más convencida de que es
necesario construir una alternativa política revolucionaria
para la juventud y los trabajadores.
Yo escribí este testimonio no sólo para denunciar las
violaciones cometidas contra mí y otros compañeros por
parte de la Policía Militar, sino para que sea una
herramienta de motivación en nuestra lucha en la medida en
que, a pesar de la adversidad, sigue siendo fuerte y tiende
a seguir siéndolo. Quienes deben temer son ellos, nosotros
vamos a seguir luchando.
•
¡Fin de las investigaciones y los juicios contra los
luchadores, por la revocación del acuerdo de PM-USP! ¡Por
una Universidad libre, abierta y que tenga dentro a las
clases populares!
•
¡En defensa de aquéllos que fueron injustamente
castigados por luchar!
•
¡Por la democratización
del acceso y la permanencia en la Universidad de la
clase obrera y sus hijos!
•
¡Por el fin de una política de perseguir y reprimir al
movimiento estudiantil y sindical, que más allá de los
represores mencionados tienen como principal responsable al
gobierno de Dilma!
Saludos internacionalistas y hasta la victoria,
Rosi, estudiante de Filosofía y militante
del grupo
Praxis - Socialismo o Barbarie
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