Las
banales, adictivas y riesgosas “redes sociales”
Por Adán
Salgado Andrade
Desde México para Socialismo o Barbarie, 08/11/10
En el año
2005, el neoyorquino Thomas Montgomery, un hombre casado, de
45 años, quien aparentemente llevaba una vida normal con su
esposa y dos hijas adolescentes, decidió que su existencia
era muy aburrida y requería un cambio, así que se armó de
una nueva personalidad y se inscribió a una red social de
videojuegos en línea llamada Pogo.com, con tal de hacerse
de nuevos amigos, convirtiéndose en un asiduo adicto a
dicho sitio.
Se presentó
como un joven soldado de 18 años, un marine, destacado en Irak, cinta negra en karate, con cicatrices
en el hombro izquierdo y en la pierna derecha, pelirrojo,
1.85 metros de estatura, 95 kilogramos de peso y un pene de
23 centímetros.
Obviamente tan
“ruda y atractiva” personalidad atrajo de inmediato a
chicas como Jessica, muy adicta también a Pogo, quien decía
tener 17 años y vivir en el estado de Virginia occidental.
Los dos
comenzaron a chatear para conocerse mejor. Tras un breve,
amistoso periodo que luego se convirtió en romance, en el
cual ambos supuestamente se amaron como nunca antes habían
amado y estaban dispuestos a casarse, un inesperado final
llegó, cuando un amigo de Montgomery, Brian Barret, que
participaba en los “chats” que sostenían aquellos, le
confesó a Jessica quién era realmente el supuesto joven mariner: un tipo cuarentón, calvo y
pasado de peso.
La chica se
desilusionó por la inesperada revelación,
pero además ella y Barret, además de burlarse de
Montgomery, iniciaron también un noviazgo virtual. Montgomery quedó tan frustrado
y al mismo tiempo tan enojado con Barret, por haberle dicho
la verdad a su amada Jessica y habérsela “bajado”, que
un buen día acudió a su domicilió y lo mató de tres
tiros cuando aquél se disponía a abordar su vehículo para
ir a su trabajo.
Y fue cuando
Jessica, dándose cuenta de las graves y fatales
consecuencias que su falta de tacto y precipitado actuar habían
provocado en la conducta de Montgomery, decidió quitarse la
careta y mostrarse como quien realmente era: Mary, de 45 años,
madre de dos chicas, una de las cuales se llamaba Jessica, y
cuya personalidad su madre, Mary, había suplantado.
Casos de tan
funestas consecuencias como el narrado aunque no son todavía
tan comunes, permiten apreciar no sólo lo superficiales y
adictivas, sino lo riesgoso que las así llamadas redes sociales pueden llegar
a ser.
Y podríamos
definirlas simplemente como las relaciones que se establecen
entre personas a través del Internet, mediante una
computadora, como si no bastara que de por sí la comunicación
directa entre dos o más personas se ha hecho menos
frecuente con el tiempo, a pesar de que supuestamente vivimos en un mundo cada vez más
comunicado.
Muy
convenientemente el sistema capitalista salvaje ha logrado
que las relaciones entre las personas sean a través de
celulares, de laptops, de computadoras, de ipad’s... ya ni
siquiera el teléfono tradicional, por el que se escucha la
voz de la otra persona, está empleándose, y en el caso de
los celulares, son preferidos los mensajes de texto a una
conversación, por muy corta que ésta pueda ser (además,
esto ha alentado la alta demanda de todos los gadgets
requeridos para relacionarse a través de las redes, con lo
que el capitalismo ha creado un nuevo nicho consumista).
De esta forma,
la cohesión social tan esencial para los necesarios cambios
requeridos con tal de lograr una transformación, por
ejemplo, del sistema económico, hacia uno más justo, se ha
disipado y dichas redes han convertido las relaciones
sociales en una suerte de gigantesca vecindad o barrio
virtual en donde nada trascendente sucede, excepto por los
comentarios banales, los chismes, la superficial
cotidianeidad que los participantes comparten a diario...
nada que pueda poner en peligro al sistema.
Son contadas
las excepciones en donde algunas redes sociales, como Facebook, a la que me referiré más adelante, han logrado
convertirse en instrumentos de lucha social para convocar
manifestaciones o protestas antigubernamentales, como en
Egipto, en donde el joven activista Ahmad Maher creó en aquélla
red la página “Movimiento 6 de abril”, para exigir la
liberación de otro activista, el bloguero Abdel Kareem
Nabil Suleiman Amer, duros críticos ambos del cerrado,
autoritario gobierno egipcio.
También en
China, gracias a redes de blogueros que divulgan algunas
noticias censuradas por las autoridades, como el joven Wozy
Yin, se ha podido romper algo del férreo control del
gobierno contra la libertad de expresión. Incluso aquí en
México, de repente un movimiento organizado desde las redes
sociales, pretende imponer cierta fuerza, pero considero que
son movimientos relativamente temporales y efímeros, ya que
la verdadera fuerza de las movilizaciones no se puede dar
por un “facebookaso” o un “twiiteraso” y que sólo
sean virtuales, sino a través del real conocimiento de
causa de los problemas en cuestión, lo cual se da sólo
contando con un bagaje cultural y con un verdadero
compromiso de clase y que las protestas se materialicen en
el mundo real (por ejemplo, puede decirse que el Movimiento
Zapatista es una red social verdadera, que tiene su fuerza
porque las relaciones entre sus integrantes se dieron de
frente, no virtualmente, y por ello ha perdurado).
Y es que otro
problema es que el Internet, la Web,
que en un inicio pretendía ser un instrumento de relaciones
sociales y comunicacionales verdaderamente alternativo, cada
vez se torna más en un conglomerado que tiende a ser
controlado por un puñado de empresas que están
monopolizando e, incluso, restringiendo su empleo (Google,
Youtube, Facebook, Twitter, Microsoft, Yahoo...).
Esto porque,
por un lado, el sistema político en el que se apoya el
capitalismo salvaje no permitirá que la red se convierta en
un instrumento de lucha y de reivindicación social que
logre en cierto momento un cambio de las estructuras económicas
en el que éste, el capitalismo, se sustenta. Por otro,
porque a fin de cuentas, el Internet se ha ido adecuando a
una función primordial de todo avance tecnológico que se
precie de serlo, que es la de servir también de promotor
del ciclo económico de producción, circulación y venta de
mercancías, o sea, del fundamento retroalimentador del
capitalismo salvaje: el consumismo. Sitios que inicialmente
promulgaban la gratuidad de sus servicios, actualmente están
buscando la forma de hacerlos lucrativos.
Por ejemplo,
Youtube, la red de videos de todo tipo que prácticamente ha
monopolizado la red, por la cual Google pagó poco más de
1700 millones de dólares, últimamente ha diseñado
estrategias para obtener un ingreso, el cual, modesto por lo
pronto, pretende ir creciendo, con tal de que ese sitio deje
de ser una sangría económica, como por muchos meses lo fue
para su empresa propietaria. Lo mismo sucede con las redes
Twitter y Facebook, que están diseñando nuevas estrategias
y presentaciones de sus respectivos productos para que la
cacareada gratuidad ya no lo sea completamente y se generen
mayores ingresos.
No sólo se
pretendió que el Internet sería digamos que revolucionario, sino que por el inicial entusiasmo que despertó esa
singular aportación tecnológica (relacionarse a través de
computadoras, lo que confirma la tendencia fetichizadora de
la sociedad de consumo, o sea, de relacionarnos a través de
objetos y no de nosotros mismos), incluso innovaría la
forma en que el ser humano adquiere conocimientos.
Pero tampoco
esa visionaria esperanza se ha cumplido, puesto que
recientes investigaciones, como la del profesor Gary Small,
de la universidad de California, y otros investigadores,
como psicólogos, neurobiólogos y educadores, han llegado a
la misma conclusión: cuando una persona busca información
en la red, su lectura es de hojeada (los títulos, por
ejemplo, de artículos o de blogs), su razonamiento es
distraído y apresurado y su aprendizaje es superficial.
En efecto se
ha registrado una mayor actividad cerebral cuando alguien
está buscando información en el Internet, pero eso se debe
a que se ofrece una saturación de dicha información (hay
que ver, por ejemplo, que cuando se busca un tópico en
particular, como un dato histórico, en un buscador como
Google, se ofrecen a veces millones de resultados de sitios
o páginas que pueden contener algo al respecto de lo
buscado, imposibles, ni siquiera, de ser revisadas de una
ojeada). Por si fuera poco eso, tantos
distractores, como la publicidad, o que se puede, por
ejemplo, cambiar de tarea con un cliqueo del mouse, reduce
también la capacidad cognitiva del cerebro, lo que hace aún
menos firme lo que se “aprenda” a través de la red.
Pero
regresando a las redes sociales, en un principio pretendían
ser una especie de selectos clubes privados (exigían varios
requisitos para acoger a los solicitantes de membresías),
pero han tenido tan buena aceptación entre los internautas desde su origen, que cada vez se amplían más, así como
la facilidad para ser miembro (Facebook es viral y sólo es necesario aceptar una invitación que nos haga
uno de nuestros contactos en el correo, que ya sea parte de
dicha red, para que seamos miembros, llenando mínimos
datos).
Además hay
niveles, desde las que son una suerte de vecindad virtual, en donde las relaciones se van multiplicando, como el
Facebook, el Hi–Fi (ésta, ya en franca decadencia), el
Twitter... que ofrecen sus servicios digamos que
gratuitamente, hasta aquéllas más específicas que sirven,
por ejemplo, para hacerse de parejas sentimentales (algunas
gratuitas, otras pagadas), y que permiten al usuario
realizar desde simples, iniciales flirteos, hasta las que de
plano son una abierta invitación a encuentros de sexo
virtual entre sus miembros, el llamado “sex on line”,
que también están teniendo un gran auge, quizá porque
muchos de los usuarios pueden actuar en el anonimato, sobre
todo mujeres (aunque esto de relacionarse por Internet ha
resultado poco exitoso, ya que en promedio sólo el 17% de
los encuentros realmente funcionan, así que quienes ganan
son las redes, quienes cobran por “relacionar” a los
desesperados y desesperadas en busca del amor de su vida).
También hay redes promovidas por algunas empresas que de
esa forma logran gratuitamente
convocar a gente que les auxilie para diseñar,
mejorar o lanzar al mercado un nuevo producto.
Tal es el
caso, por ejemplo, de la empresa Lego Company, la creadora
de los bloques plásticos con los que se pueden formar
infinidad de figuras y objetos. Tiene un sitio llamado Lego Serious Play, mediante el
cual promueve que los usuarios participen jugando con modelos tridimensionales de sus bloques, con tal de que
creen nuevas formas, innoven ensamblajes, proporcionen
ideas... redundando todo en que la empresa se provea gratuitamente de una vasta
cantidad de creatividad colectiva sobre la que tiene plenos
derechos. También existen redes como Wikipedia,
que es una especie de enciclopedia virtual, formada por las
desinteresadas participaciones de sus miembros, que también
es gratuita (hay que decir que la gratuidad, generalmente,
es sinónimo de cierta seriedad, pues los sitios que cobran
por sus servicios, se ponen en entredicho).
Sin embargo,
aunque algunas de las redes sociales, como Facebook, Twitter
o Youtube, actúan supuestamente para fomentar más la
socialización, en realidad están creando una nueva clase
de personas, sobre todo de jóvenes, que sólo son capaces
de relacionarse así, y no en persona, “face to face”,
ya que cuando se enfrentan, digamos que en vivo con la
persona a la que acaban de conocer, toda la versatilidad y
la seguridad que presumen en la red, la pierden y ha habido
casos en que “amigos en línea”, se han encontrado
frente a frente y han tenido que recurrir a sus celulares
para establecer una “comunicación”, así que en lugar
de fomentar una verdadera relación, muchas de las prácticas
en la redes la están destruyendo y con ello contribuyen no
a cohesionar a la sociedad, sino, muy convenientemente para
el sistema político que sustenta al capitalismo salvaje, a
dividirla, individualizarla, que no constituya un potencial
peligro para la estabilidad social.
Así pues, al
contar ya con millones de usuarios dichas redes, crecen
igualmente los potenciales usos que tanto las empresas que
las crearon, como aquéllas de muy variados giros que siguen
su evolución, les pueden dar, pues son una excelente fuente
de muy valiosos datos, como veremos. Por un lado, para las
empresas que proporcionan esos servicios, pues cuentan con
vastos archivos de la información supuestamente
“confidencial” exigida a las personas que solicitan
membresía a sus sitios, a la que pueden emplear como mejor
les convenga, por ejemplo, clasificándola para crear
perfiles de los usuarios con los cuales se pueden determinar
sus gustos y aficiones específicos (es lo que está
haciendo Facebook).
Así, pueden
vender esa información ya procesada a otras empresas las
cuales estarán en posibilidades de bombardear a los
usuarios de dichas redes con publicidad customizada
(anglicismo empleado para referirse al tipo de
publicidad específicamente dirigido a cierto sector
social), mediante los anuncios que se cliquean,
la cual se supone que es más efectiva a la hora de
convencer a una persona para que compre algo ( ya comenté
que como todo buen negocio, las operadoras de las redes
deben de tratar de obtener una ganancia por la prestación
de sus servicios, que aparentan ser gratuitos, pero
indirectamente deben de costar algo al usuario, así que
manejando y vendiendo dichas operadoras a su antojo la
información de sus millones de afiliados, están obteniendo
ya buena parte de sus ingresos, como más adelante veremos).
Por otro lado
porque valiéndose de esos datos, dichas empresas, las que
operan las redes, conocen otro tipo de información confidencial a través de la cual pueden saber, digamos, el
comportamiento social y pueden indagar, por ejemplo, cuáles
son sus tendencias o qué tan estable o inestable es la
sociedad en determinado momento. Y es que el banco de los
datos personales de los millones de miembros de una red, se
ha convertido en una especie de archivo estadístico que no
parte de una simple, pequeña muestra, sino que tiende a
abarcar un universo casi comparable a la población entera
(sin exagerar, estamos ante verdaderos laboratorios
sociales y no se necesita de experimentación,
pues son los propios usuarios de las redes los que
proporcionan los experimentos con la cotidianeidad que suben a sus respectivas páginas.
Es tan variada
la clase de personas que emplean las redes sociales que me
he hallado Facebook’s de los piratas somalíes, en donde
explican el por qué se dedican a secuestrar barcos y a
cobrar recompensas). Incluso ya existen otras empresas que
están partiendo de dichos bancos de datos para crear redes
sociales que, por ejemplo, permitan hacer
“recomendaciones” sobre películas, libros... lo que
sea. Uno de ellos, Hunch, cínicamente señala su promotora,
la señora Caterina Fake que “el objetivo de Hunch es mapear a toda aquella persona que use Internet en relación a
cualquier objeto que exista en la red, sea éste un
producto, un servicio u otra persona”. Claramente esta
declaración señala que en supuestas aras de crear
algoritmos computacionales que personalicen la información
disponible para hacer, como en el caso de Hunch,
“recomendaciones”, la gente tendrá que confesarse si desean
pertenecer al club, pero además es frecuentemente
cuestionada sobre infinidad de tópicos, con tal de que,
dice la señora Fake, su algoritmo computacional logre
clasificar y definir perfectamente, tanto los gustos, como
la personalidad de cada usuario. Y pudiéramos pensar,
concediendo de buena fe, que la información recabada no iría
más allá de ser usada para hacer recomendaciones, pero si
es sustraída por hackers mal intencionados, entonces allí
se acaban los buenos usos de los bancos de datos para ser
empleados en perjuicio de quienes los proporcionaron de
buena gana. Aquí en México, por ejemplo, hace unos meses
se hizo obligatorio un programa para registrar los teléfonos
móviles (celulares), el RENAUT, con tal de, dijeron las
autoridades, evitar extorsiones y el empleo de redes
criminales de tales aparatos.
Sin embargo,
todo resultó en un completo fracaso, dado que varios de
esos registros se hicieron con nombres falsos, pero además,
lo más grave, fue que al poco tiempo de que se había medio
completado ese fallido registro, la información ¡ya
estaba a la venta en el Internet! (antes de ese
bochornoso hecho, se divulgó que la información de todo el
padrón electoral de los mexicanos ¡ya se vendía también
por Internet!).
Como dije,
tanta información está también tendiendo a fomentar lo
que ya se define como cybercrimen, gracias a que esos datos son aprovechados por redes
criminales que de esa forma conocen mucha información
social e íntima de los usuarios y se valen de ellos para
esquilmarlos o incluso cuando se trata de sitios pagados,
que se clonen los datos de las tarjetas de crédito usadas
para liquidar los servicios extras que se proporcionan o que
se suplanten personalidades, el llamado phishing. Por ejemplo, se estima que en Estados Unidos, en el año
2003, los fraudes por clonación de tarjetas y suplantación
de identidad, ascendieron a poco más de $52,000 millones de
dólares, afectando a 9.1 millones de estadounidenses,
muchos de los cuales se quedaron sin un centavo en el banco
o adquirieron astronómicas deudas por sus tarjetas
clonadas, así que como puede verse es un excelente negocio
y va en aumento, debido, sobre todo, a esos sitios pagados,
muchos de los cuales son fraudulentos, una mera forma de
obtener los datos de sus “clientes”. En el caso de
otros, se debe a que cuentan con pobres sistemas de
seguridad que dejan muy vulnerables los datos de los
usuarios (los sitios pornográficos son muy dados a ser
simples trampas para tontos, por ejemplo).
Además, es a
través de redes como el Facebook, que muchos traficantes
humanos están obteniendo sus víctimas, pues los usuarios,
sobre todo adolescentes, exponen en sus páginas todo tipo
de información, sobre todo sus fotos de todo, de sus
personas, amigos, su casa, su habitación, el nuevo auto de
sus “papis”... ellos mismos vulneran sus intimidad y ya
son varios los casos en todo el mundo de acoso por parte de
“desconocidos” que han venido a saber todo sobre sus víctimas
a partir de su Facebook. Y a través de Youtube, grupos
criminales difunden videos de sus víctimas, siendo
torturadas y hasta asesinadas (se han mostrado degüelles o
hasta decapitaciones), lo cual produce el efecto extra de
desensibilizar aún más a una sociedad de por sí muy
indiferente a tanta violencia cotidiana que se está
viviendo... o igualmente a aterrorizarla, muy conveniente
también para el sistema político, pues también el terror
se ha convertido en una muy conveniente forma de control
(ver mi trabajo “La muy oportuna ‘descomposición’ del
Estado mexicano, pretexto para militarizar y recrudecer la
represión gubernamental”, en este mismo blog, en donde
abundo sobre este particular tema).
Así pues, tan
controvertidas están resultando las redes, que una de ellas
en particular, la ya mencionada Facebook, incluso se ganó
que la compañía Sony Pictures le haya hecho una película,
“La red” (The social network), basada en muy igualmente
controvertidos aspectos de la vida de su fundador, Mark
Zuckerberg, el joven antisocial (irónicamente, Zuckerberg
padece el síndrome de Asperger, una muy suave y poco
notoria forma de autismo que vuelve antisociales a quienes
la padecen) quien a través de engaños, estafas y mala fe,
logró hacer a un lado a los otros iniciales fundadores de
la empresa, con tal de apoderarse casi de la totalidad de
los derechos intelectuales de Facebook, así como, por
supuesto, de las ganancias que el muy buen negocio le está
dejando con sus más de 500 millones de usuarios por todo el
mundo, a la que se incorporan cientos diariamente. Las
revelaciones fueron hechas al escritor de best–sellers
Ben Mezrich por un tal Eduardo Saverin, antiguo,
defraudado socio de Zuckerberg, decepcionado por el malévolo,
traicionero comportamiento de éste. Se muestran además los
malos manejos que Facebook hace de la información y páginas
de sus usuarios.
Aunque
Zuckerberg ha desestimado a la cinta, diciendo que todo es
falso y con el afán de desacreditarlo, su empresa cínicamente
ha aceptado que puede manejar la información de sus
miembros a su antojo y ha evadido hábilmente los candados
legales y mandatos judiciales que han tratado de que evitar
que lo haga.
Pero como
suele suceder una vez que Hollywood mete las manos en escándalos
así, muy probablemente la cinta aumente exponencialmente la
fama de Facebook y en general de la redes y contribuya aún
más a la socialización virtual de un mundo cada vez más aislado en términos de reales y
corporales relaciones interpersonales.
Contacto: studillac@hotmail.com
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