Acaba de fallecer Steve Jobs, empresario estadounidense
billonario, que entre otros negocios era el principal accionista de Walt
Disney Co.
Sin esperar la venia de Su Santidad Benedicto XVI, fue
instantáneamente beatificado y elevado a los altares por los medios de
falsificación masiva. En este operativo a escala mundial, participó gente
muy variada: desde vulgares charlatanes de la TV hasta sesudos columnistas de
la “prensa seria”, políticos del régimen, y profesores y ensayistas de
alquiler. Pero además de estos mercenarios, hay también mucha gente
bienintencionada que cree honestamente la fábula de que él y Bill Gates han
sido los inventores de una serie de aparatos y tecnologías, como las
computadoras (ordenadores) y la informática “que nos cambiaron la
vida”... para mejor.
Se necesitarían muchas páginas para recapitular las
tonterías publicadas en los medios. Quizás la copa del mundo la podría
ganar el “filósofo” porteño que, en Clarín (07/10/11), declara
que “Jobs fue nuestro gran chamán”
y que “no sabe si Jobs es el Leonardo o el Picasso digital del siglo XXI”,
que “con su estética, cambiaría el mundo y nos convertiría a nosotros en
sus hijos adoptivos”. ¡Nada menos!
Pero incluso hasta en el mismo reportaje donde habla
este “filósofo”, un investigador del CONICET [Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas] intenta finalmente introducir algo
de sensatez: “Son ingredientes de la elaboración del mito la atribución de
méritos que están lejos de la verdad. Jobs estaba inserto en una
megacorporación, con reglas muy rígidas y sistematizadas. De allí las cosas
no salen con la firma de una sola persona, no existe esa posibilidad... También
el propio Jobs hizo mucho para edificar su mito, entre otras cosas, con su
histrionismo y sus cualidades de orador.” Clarín (cit.)
En verdad Jobs no fue, por supuesto, ni Leonardo ni
Picasso ni tampoco un gran inventor ni descubridor de nada. Fue un gran
empresario, que tuvo “ojo clínico” para ver oportunidades de
mercados y ganancias... aprovechando los desarrollos científicos y técnicos
de otros.[1]
Así, vio que gigantes como IBM sólo se ocupaban de
enormes computadoras para grandes empresas y dejaban un vacío: el de
computadoras para el hogar y pequeños negocios. Allí entró Jobs... pero las
computadoras personales Apple I y Apple II con que inició su saga
empresarial, ni siquiera las ideó ni construyó él, sino el ingeniero Steve
Wozniak, un empleado de Hewlett Packard
donde habían rechazado su propuesta de fabricar ordenadores para el hogar.
Pero ahora, en los panegíricos a San Steve Jobs en la
prensa, radio y TV, nadie habla de Wozniak!!!
Tiene razón el investigador del CONICET que
citamos, al señalar “la elaboración del mito” y “la atribución
de méritos que están lejos de la verdad”. Efectivamente, el mito que se
nos presenta en los medios, tiene tan poco que ver con la realidad como las películas “El Rey León” o “101 Dálmatas”, producidas por
la otra gran empresa de Steve Jobs, Walt Disney Co.
Llora el New
York Times: ¡Falta un Steve Jobs en la política!
Thomas L. Friedman, columnista del New York Times
(08/10/11), hace esa reflexión, ante el deprimente cuadro de fenomenal
crisis económica y política que presenta EEUU (y también la Unión
Europea y el conjunto del capitalismo).
Esto nos remite al escenario mundial en que se ha
levantado el mito post mortem de Steve Jobs, y también arroja luz
sobre su contenido, que trasciende al personaje.
Efectivamente, la crisis mundial (que implica
desempleo de masas, superexplotación, miseria y desigualdad escandalosas),
junto con otros desastres del sistema (guerras imperialistas, dictaduras
sanguinarias o “democracias” estafadoras), va generando una profunda crisis
de legitimidad del capitalismo como sistema social, y también de su
personal político, en EEUU encabezado por payasos como Obama o por
fascistoides estilo Tea Party.
Frente a este cuadro desolador –donde en el
horizonte asoma hasta la cuestión de la supervivencia de la humanidad–, la
canonización de Steve Jobs pretende contarnos otra historia muy diferente y más
alegre: que el progreso tecnológico, por sí mismo, nos cambia la vida a
todos para mejor.
¡Cómprese un iPod y sea feliz, aunque haya perdido
el empleo y su vivienda hipotecada va a remate, o, si es un joven, no tenga
mayores posibilidades de lograr un trabajo decente en toda su vida!
Progresos técnicos y regresión social
Marx había advertido cómo el sistema de explotación
capitalista, a diferencia de otros modos de producción anteriores, se
caracteriza por una febril búsqueda del progreso técnico. Esto no
obedece a que pretenda hacer feliz a la gente, sino a su necesidad imperiosa
de aumentar la productividad de la fuerza humana de trabajo. ¡Producir mucho
más en menos tiempo de trabajo!: ¡ése el quid de la ganancia
capitalista, que alimenta insaciable voracidad!
En otro sistema de producción posible, por ejemplo,
en una “sociedad de productores libres” que sean dueños de las fábricas
y las tierras, y donde todos trabajen, el progreso técnico –al aumentar la
productividad del trabajo– tendría como consecuencia la progresiva
disminución de la jornada laboral.
Pero en el capitalismo, donde las fábricas y las
tierras son propiedad de una minoría (cada vez más ínfima) de explotadores,
las consecuencias son mucho más contradictorias: son cada vez más
aberrantes. El progreso técnico lleva al despido de los trabajadores
“sobrantes”. Y para los que aún conservan el empleo, facilita el
aumento de la explotación e incluso el alargamiento de la jornada de
trabajo.
Así, Marx había advertido que, bajo el capitalismo,
el “desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo” se transforma en
su contrario, en “fuerzas destructivas” del hombre y en
especial de los trabajadores.
¡Esto se redobla en épocas de crisis! Así la
OIT (Organización Internacional del Trabajo), que no es precisamente una
institución anticapitalista, ha anunciado que el desempleo mundial está en
un piso histórico. En EEUU, el país de Steve Jobs, el desempleo también
bate records. El único “remedio” de Obama es “dibujar” las estadísticas
como hace aquí el INDEK: el verdadero desempleo (el de “largo
plazo”) supera el 25%. ¡Y en los jóvenes, negros e hispanos es mucho peor!
La única “tecnología” que puede arreglar esto es
la lucha independiente y revolucionaria de los trabajadores y las masas
populares. El surgimiento de Occupy Wall Street y otros movimientos va a ser más
eficaz en ese sentido que cualquier tecnología.
Nota:
1.- La misma caracterización es aplicable a San Bill Gates, con la
diferencia de que éste “filántropo” es un verdadero “pirata del
asfalto” (o más bien del software), que robó y/o copió los sistemas
operativos y programas con que estableció un intolerable monopolio mundial.