Roma.– La volatilidad y los
altos precios de los alimentos probablemente continuarán el año próximo, e
incluso se podrían agravar, volviendo aun más vulnerables a los agricultores
pobres, alerta un estudio conjunto de tres agencias de la ONU.
Los pequeños países
dependientes de las importaciones, especialmente los africanos, son los que
correrán más riesgos.
"Muchos todavía afrontan
graves problemas luego de las crisis económica y de alimentos de
2006–2008", señalaron la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola
(FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en el prefacio de su informe
"El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo, 2011",
presentado este lunes.
"La principal razón de la
creciente volatilidad de precios es que la producción de oferta no logra
alcanzar a la demanda", explicó a IPS el economista George Rapsomanikis,
de la FAO.
"Lo que ocurre es que
tenemos un firme incremento de la demanda, en su mayor parte debido al aumento
de la población, y también un cambio en la dieta de los habitantes de las
economías emergentes, que están cambiando gradualmente incluyendo más carne
y granos", señaló.
"Por otro lado, los niveles
mundiales de reservas se hacen cada vez más bajos, más bajos incluso de lo
que solían estar hace 10 años, y si hay algún golpe externo al mercado va a
generar volatilidad. Así que mercados más estrechos significan más
volatilidad en el futuro", alertó.
Los precios altos son el
principal factor de la inseguridad alimentaria en el planeta, según el
estudio de las tres agencias de la ONU (Organización de las Naciones Unidas)
con sede en la capital italiana.
La volatilidad hace que tanto
los pequeños productores como los consumidores pobres sean más vulnerables
ante la pobreza, y los vaivenes a corto lazo podrían tener impacto a largo
plazo en el desarrollo.
Las oscilaciones de los precios
y la disminución del consumo de alimentos pueden reducir la ingestión de
nutrientes clave en niños y niñas durante sus primeros 1.000 días de vida,
lo que determina en gran medida su futuro desarrollo.
El desequilibrio de los precios
afecta a países, poblaciones y hogares en forma muy diversa. Según el
informe, los más expuestos son los pobres de África, donde el número de
desnutridos se incrementó ocho por ciento entre 2007 y 2008.
"Los países que importan
alimentos van a ser los más vulnerables. Los de bajos ingresos, compradores
de alimentos, van a padecer especialmente, sobre todo porque van a sufrir
precios a la importación muy altos. Y no pueden planificar su propio futuro.
Si los precios mundiales son volátiles, entonces es muy difícil
planificar", dijo Rapsomanikis.
El informe también concluyó
que el aumento en la producción de biocombustibles supone una carga adicional
sobre el sistema alimentario.
La volatilidad de precios puede
incrementarse en la próxima década debido a los crecientes vínculos entre
el mercado agrícola y la energía, según Rapsomanikis.
"Hay mercados y mercados.
Brasil utiliza la caña de azúcar para producir etanol. En la Unión Europea
tenemos semillas oleaginosas, y en Estados Unidos tenemos maíz", señaló.
"Estados Unidos es el mayor
importador de maíz, y alrededor de 30 por ciento de la producción de maíz
se vuelve etanol. Ya que tanto el mercado de la energía como el de los
alimentos utilizan maíz como insumo, si hay algún impacto en el mercado
petrolero se transmitirá rápidamente en el de alimentos", explicó.
El informe también señala que
las inversiones en agricultura siguen siendo fundamentales para una seguridad
alimentaria sostenible a largo plazo, y le pide a los gobiernos que faciliten
e incrementen el flujo de capitales en el sector.
"Lo primero que los
gobiernos deberían hacer es incrementar las inversiones en el sector agrícola",
dijo el experto de la FAO a IPS.
"Según nuestras
estimaciones anteriores, para poder cubrir las demandas de producción, los
capitales tienen que incrementarse 50 por ciento en los países en
desarrollo", señaló.
"Y esto incluye inversiones
en insumos, fertilizantes y extensión de servicios. Se trata de acceder a
instalaciones, mercados y almacenaje. Se trata de todo el sistema alimentario.
Y también se necesitan inversiones en bienes públicos, como en
infraestructura del transporte, de las comunicaciones y en proyectos de
irrigación, sobre todo en África", agregó.
Las áreas clave para esas
inversiones, según el informe, son la irrigación costo–efectiva, las prácticas
mejoradas de administración de tierras y el desarrollo de mejores semillas a
través de la investigación. "Esto ayudaría a reducir los riesgos de
producción que afrontan los agricultores, en especial los pequeños, y a
mitigar la volatilidad de precios", indica el trabajo.
El sector privado también puede
ser de ayuda. Según la FAO, parte de esas inversiones pueden provenir de la
ayuda oficial al desarrollo (ODA), pero ésta no es suficiente, porque se
mantendría una brecha de financiamiento.
"La ODA se está
reduciendo, y la parte destinada a la agricultura es solamente de cuatro por
ciento", dijo Rapsomanikis.
"Lo que se necesita, más
allá de la ODA y los gastos nacionales en agricultura, es la participación
del sector privado. Y no solo las compañías. Los agricultores son también
el sector privado", afirmó.
"Los países deberían
crear un ambiente óptimo para incrementar las inversiones privadas con el fin
de lograr un crecimiento de la productividad a través de buenas políticas
estructurales y financieras y sistemas efectivos de gobierno. Esto crearía un
ambiente estimulante para que las personas inviertan", añadió.
Pero los pequeños agricultores
afrontan tantas dificultades que es difícil verlos como inversores.
"Muchos pequeños
agricultores no están integrados al mercado, no tienen acceso a la exportación
ni a insumos, tampoco a la tecnología o a los financiamientos o créditos. Es
por esto que los gobiernos y el sector privado deberían ayudar a través de
sociedades público–privadas que provean infraestructura de transporte a los
agricultores que se encuentran en áreas aisladas", sugiere el informe.
La FAO estimó en 925 millones
el número de hambrientos en el mundo el año pasado. Para el periodo
2006–2008, los había calculado en 850 millones.
El
informe aclaró que "la metodología que usa la FAO para calcular la
prevalencia del hambre está actualmente bajo revisión", y por tanto no
presentó una estimación para este año.