Peoria,
Arizona.– Me encuentro en esta ciudad, a unos treinta minutos en auto de la
capital de Arizona, Phoenix, adonde motivos personales me hicieron venir. En
este estado, uno de los más racistas de EEUU, en donde fue aprobada la ley
1070, que criminaliza a cualquier persona, tan sólo por su aspecto, desde que
llegué, he tratado de buscar los signos que, en efecto, me indiquen que este
país, quebrado económicamente, es ya una decadente sociedad, sufriendo los
estragos del capitalismo salvaje.
Bueno,
para comenzar, es decadente que esa ley, la 1070, diga, a la letra, que “Un
oficial o representante de la ley puede arrestar, sin orden de aprehensión, a
una persona, si dicho oficial piense que muy probablemente esa persona ha
cometido una ofensa o falta que la convierta en indeseable y, por tal motivo,
pueda ser expulsada de los EEUU”. Así que cualquier policía, por ejemplo,
si ve a alguien que no sea, digamos, güero
[en México, persona de cabello rubio], pues puede detenerlo y
solicitarle sus papeles y arrestarlo, si no le muestra nada.
Miren,
obviamente cuando viene uno en plan turístico, como yo estoy aquí, que se
puede ir a un restaurante a un cine, pues no se nota mucho ese racismo, pero,
sí, hay algunas evidencias del discriminación inconsciente que muchos
estadounidenses despliegan a diario con la non
white anglo saxon people (non WASP). Por ejemplo, la otra vez que fui al
cine, entré al baño y de reojo, noté a un tipo que se estaba sonriendo con
otro por mi aspecto. También, la forma en que he sido mirado o, simplemente,
la fría indiferencia de la mayoría, como si uno no estuviera allí en ese
instante, basta para notar tal racismo.
Sin
embargo, platicaba con Marcos, adolescente mexicano, que recién cumplió 13 años,
que por ahora está aquí estudiando el séptimo grado de la primaria (Elementary
school), quien me comentaba cómo varios de sus, digamos, amigos
frecuentemente lo molestan (bullying),
“¡me cargan calor!”, dice Marcos, y lo empujan, o le dan golpes o le
hacen bromas como “You, browny guy, get out of here!” o “You steeler,
you had to be Mexican”, culpándolo de que las cosas que se pierden, él se
las roba porque “¡pues qué se puede esperar, si es un pinche mexicano!”.
Además, lo excluyen de invitaciones, como a fiestas o paseos, por ejemplo. Y
eso que la escuela a donde él asiste, la Apache Elementary Scholl,
es, por así decirlo, multiétnica, pudiéndose ver niños de piel morena u
obscura. “¡Se las estoy guardando a todos esos pendejos, para el último día
que esté aquí!”, exclama, con cierto resentimiento, Marcos.
Y
otras formas en que la discriminación está muy presente aquí, es que los
empleados de las tiendas tienen estrictamente
prohibido hablar español, aunque sea ese su idioma natal o los clientes
sean latinos. Lo mismo sucede en las escuelas, en donde los estudiantes,
cualquiera que sea su nacionalidad, no pueden hablar más que en inglés, como
si eso fuera garantía de que los EEUU no se vayan a desintegrar en un cercano
futuro debido al plurietnicismo que está cada vez más presente en este
heterogéneo país.
Así
que yo colocaría en primer término ese inconsciente, añejo racismo, como
uno de los sobresalientes signos de decadencia que he visto aquí, pues el
hecho de que luego de siglos y siglos de supuesta “evolución humana”, que
aquí aún se siga viendo al blanco como lo mejor y a todo lo que no sea
blanco como lo inferior, es, francamente, decadente.
Y
continúa mi búsqueda. Estoy viviendo unos días en un conjunto de
departamentos llamados Camden. Me llamó la atención un letrero que dice
“Buying is overrated, Lease a New Live”, o sea, “Comprar es demasiado,
mejor rente una vida”… sí, esa ha sido la solución para un problema que
se desató desde que en el 2008 estalló la burbuja inmobiliaria (ver en este
mismo blog mi artículo: La crisis de los créditos en Estados Unidos: la
consecuencia de gobernarse por índices”), la raíz de la actual hecatombe
económica, de la que no terminamos de salir aún y ya estamos entrando a una
peor.
Cientos
de miles de casas han sido embargadas desde entonces a estadounidenses que no
han sido ya capaces de pagar sus hipotecas, tanto porque han perdido sus
trabajos, así como porque el crédito inicial se elevó demasiado y ahora es
ya más costoso que las casas que adquirieron hace años (por ejemplo, una
casa que hace unos cinco años, en el 2007, pagaba 850 dólares al mes, ahora
ya paga 3600 dólares y vale la mitad de lo que originalmente se cotizó. Ese
es el negocio que ahora están haciendo los mezquinos, rapiñeros banqueros, a
costa, claro, de los ciudadanos comunes).
Así
que empresas como Camden y muchas otras han pensado que es más práctico, en
efecto, construir conjuntos para rentar, en lugar de para vender, pues ya es
tan incierto el futuro del crédito inmobiliario, que parece mucho mejor
solución rentar. En esta unidad todas los inquilinos son personas que pagan
rentas, que van en promedio, de $1000 a 1500 dólares mensuales, que cubren
departamentos totalmente alfombrados, los cuales incluyen una sala, cocina
equipada con refrigerador, horno de microondas, estufa eléctrica (más
adelante voy a eso, a la desperdiciadora costumbre estadounidense de operarlo
todo con electricidad), anaqueles, una, dos o tres recámaras, cada una con su
baño propio, una terraza, así como el indispensable aire acondicionado, pues siendo Arizona un lugar desértico, desde
abril y hasta octubre, las temperaturas fluctúan alrededor de los 45 grados
centígrados (en estos días de enero, la temperatura es, me dicen, la mejor
del año, con alrededor de 7 grados centígrados por las mañanas y unos 20 en
la hora de más calor, así que no hay necesidad de enfriar el departamento.
Pero en verano, es imposible estar sin aire acondicionado en cualquier lugar).
Los
contratos se pueden hacer por algunos meses o por un año completo,
dependiendo de las necesidades del rentador. Los 1000 a 1500 dólares incluyen
todo: electricidad, agua, servicio de TV por cable (sin la televisión, claro,
eso es por parte del cliente) y mantenimiento. Los extras son el teléfono y
el internet, que cuestan alrededor de cien dólares más al mes. Y según el
administrador del lugar, una joven mujer con quien platiqué unos momentos,
los inquilinos se desplazan constantemente, y son pocos los que duran más de
dos o tres años en la unidad. Claro, eso, como dije, es entendible, pues si
por el crédito de una casa, digamos de unos 250 mil dólares, se pagarían en
promedio de 2500 a 4000 dólares mensuales, además de todo lo extra, pues
entonces resulta mucho mejor pagar
mil dólares por departamentos, digamos que pequeños, pero funcionales, con
todos los servicios, estacionamiento incluido, además de áreas verdes y de
ejercicio, como un gym que se
encuentra casi a la entrada (equipado con caminadoras, bicicletas
estacionarias y todo para estar muy bien
físicamente hablando) y, por si fuera poco, hasta una alberca. Sí, son
pequeños, comparados con lo que se conoce como las average
american homes, que son casas unifamiliares con jardín, tres o más recámaras,
cochera, amplia estancia, sala, espaciosa cocina, tres o más baños… pero,
como dije, prácticos, más en esta crítica época, en que los empleos
escasean, tanto en número, así como en duración, pues se contrata muy
eventualmente, por meses incluso, y puede ser en tal o cual estado, así que
hay una suerte de nomadismo laboral que ha logrado el boom de empresas rentistas, como Camden.
Así
que es más práctico y barato rentar… al menos departamentos. Pero, de
hecho, se ha convertido en una especie de trend,
moda, digamos, el rentar lo que se pueda y cuando se pueda. Hay sitios
especializados en Internet que entrelazan a personas que rentan lo que sea,
desde una aspiradora, una segadora de pasto, una TV, un refrigerador, una
bicicleta… hasta un auto y sus servicios son ofrecidos a través del sitio
directamente a los interesados (el sitio sólo cobra una pequeña comisión
por su servicio). Así, tampoco se debe de comprar algo, sobre todo si sólo
se va a emplear unos meses (en mi caso, a falta de transporte público, renté
una bicicleta por diez dólares diarios, por ponerles un ejemplo). Y así,
muchas personas pueden hacerse de un income,
un ingreso, pequeño, sí, pero mejor ese poco dinero, que nada, como quien me
rentó la bicicleta me dijo. Muchas personas ya también rentan parte de sus
casas, sobre todo aquellos que se quedaron sin trabajo recientemente y deben
de seguir pagando sus hipotecas. Por ejemplo, un hombre de esta ciudad, Albert,
fue despedido de su trabajo en diciembre, sin perspectivas reales de hallar
uno nuevo en el corto plazo. Su hipoteca asciende a $3500 dólares mensuales,
que él dice que es un robo, pues comenzó pagando $1200 por la misma. Su
solución, digamos, fue ponerse de acuerdo con su esposa para rentar parte de
su hogar, al que adecuó haciendo algunas divisiones, que se rentaron como
habitaciones individuales, por las que les ingresan alrededor de $4000 dólares,
suficientes para pagar su hipoteca y todavía les queda un poco más. “La
verdad, no me apena haber llegado a esa situación”, declara Albert, pues es
lo único que se le ocurrió para salvar su casa y… ¡su vida!
Segundo
signo de decadencia, el rentismo.
Y
sigo revisando más señales de decadencia. Una tercera, me parece, que también
he notado, es la falta de consumo. Ya mencioné que cada vez menos la gente
compra un casa y prefiere rentarla. Una de las señales que en EEUU indican el
inicio de una baja en la economía es que no se compren casas ni, peor aún,
autos, símbolo éstos del más puro american
way of life. Sí, porque aquí, al menos en Peoria, no existe prácticamente
transporte público y no he visto más que uno que otro taxi (discount
cab, ahora, esa palabra, discount,
descuento, se emplea en muchos sitios, con tal de atraer a los potenciales
consumidores). Una de las principales avenidas de esta desierta ciudad es la
Bell, en la cual, unos dos kilómetros de su longitud, son ocupados por
agencias automotrices. Y se ven marcas como Honda, Audi, Dodge, Ford, Subaru,
Mazda, Chevrolet, Toyota, Hyundai, Volkswagen, Kia, Nissan… todas contando
con grandes áreas en donde nuevos modelos 2012 esperan ansiosos futuros
compradores. Todas ofrecen tal o cual deal,
sin enganche, cero por ciento de intereses, cómodas mensualidades… pero en
todas las veces que he estado pasando cerca de todos esos sitios, he visto
solamente una que otra persona mirando los modelos, muchos de ellos, lujosas
unidades, como una camioneta Chevrolet Silverado, que leo en el letrero que
tiene pegado en el parabrisas, todo el equipo y las ventajas que se ofrecen,
tales como seguro por cinco años, tanto en la unidad, como en todas sus
partes, así como aire acondicionado, potente motor V-6 o V-8, estéreo con
ocho bocinas… y otros detalles. Se da el precio total, menos el descuento
ofrecido y el precio final es cercano a los $37,000 dólares, que pueden
pagarse con un “mínimo” enganche y mensualidades desde 350 dólares, ¡una
ganga, pues! Pero no parece que ni tanta facilidad atraiga a muchos clientes.
Incluso, hay lotes de autos usados que tampoco parecen ser muy atractivos, y
en muchos se ofrecen autos, digamos que económicos, como un Dodge Cruiser,
2002, cuyo precio es cercano a los $7,000 dólares. Y ya si el cliente tiene más
dinero, pues le alcanzará para comprarse un auténtico muscle
car (así se les llama en EEUU a los grandes autos, estorbosos, con
potente máquina V-8, muy gastadora de combustible, pero que representan toda
una dinastía de máquinas que pretenden materializar la superioridad racial
estadounidense).
Cerca de donde está el Cruiser hay un Corvette 2011, pintado
en un brillante rojo, cuyo precio de lista, reza el anuncio que lo publicita,
es de $50,000 dólares, pero que allí, se ofrece a un discount price de solamente $49,710, ¡vaya, gran ahorro se ofrece!,
reflexiono, 290 dólares menos (de
hecho, ya no es muy raro ver autos digamos que viejos, modelos ochenta y
noventa). Pero si un auto nuevo, como la Silverado, se ofrece en $37,000 dólares,
a crédito y aún así, no hay clientes peleándose por adquirirla, entonces
veo muy difícil que se vaya a vender el Corvette, ¿no creen? Y sí, en
realidad la baja venta de autos es un signo de que las cosas siguen mal en
este país. Y eso que esta ciudad, Peoria, está cerca de Sun City, sitio en
donde la mayoría de sus residentes son personas retiradas, de la tercera
edad, seniors, como aquí se les
llama, quienes aún viven, digamos, que cómodamente de sus pensiones (como en
muchos países, en EEUU también se culpa al sistema de pensiones como una de
las razones de la decadencia económica, pero es algo absurdo, dado que el
capitalismo salvaje, en su afán por evitar sus constantes y cada vez más
profundas crisis, hasta con las, digamos, conquistas
laborales, quiere terminar, con tal de hacerse de recursos económicos que
le permitan continuar con su depredadora, caótica existencia). Estas personas
pertenecen a la llamada clase media, que cada vez se ha ido reduciendo. Ya
representa menos de la tercera parte de la población. Justo los jubilados son
clasemedieros y aún conservan cierto poder de compra. Y corresponde, pues he
observado que la mayoría de los autos nuevos son conducidos por gente de
sesenta o más años, sobre todo los modelos más lujosos. Lugares como Sun
city son buscados por ellos, dado que pretendidamente son barrios tranquilos
en donde no hay criminalidad o es muy baja (más adelante abordo el tema
de la criminalidad). Por lo mismo, son de los que aún pueden darse esos
lujos, el comprar un auto nuevo o, mejor aún, una casa, aunque no
precisamente nueva. Otro decadente punto éste, el de la falta de consumo.
Una
cuarta señal, ligada con la anterior, es, por tanto, la obstinación de
insistir en lo que ya no se es o se está dejando de ser. Esto porque,
siguiendo con el impuesto modelo de consumo compulsivo al que induce el
capitalismo salvaje, con tal de que éste logre subsistir, aunque
precariamente, continúan creciendo o adecuándose los malls,
esas plazas comerciales creadas justamente en EEUU, que concentran infinidad
de negocios, todos compitiendo para ganar clientes, y cada vez se deben de
esforzar más, pues en el caso del que está en Peoria, el Arrowhead,
incluso en sábados o domingos, muchos establecimientos lucían vacíos, o
semivacíos, como el de Radio Shack o algunos especializados en artículos
para mujer, como costosas bolsas (de $350 dólares o más), tiendas de ropa,
de joyas…incluso, muchos locales estaban en renta, dado que sus antiguos
ocupantes seguramente habían quebrado. Como sucede con varias de esas plazas
que existen en México, por ejemplo, mucha gente sólo asiste para ver,
imbuirse de cierto pretendido estatus y comprar quizá un helado o una
golosina, nada muy costoso. Por eso me refería que insistir en algo que ya no
se tiene o que se está terminando, es decadente, patético,
sí, como pretender que el american way
of life sigue vigente en EEUU, igual que hace sesenta años, a finales de
los 40’s, y todos los 50’s cuando, en efecto, debido a la reconstrucción
europea y japonesa, EEUU disfrutó de un periodo de aparente crecimiento económico,
como nunca antes se había logrado, pues siendo el único país capitalista
que, prácticamente, conservó intacta su planta industrial, contribuyó con
todo lo que Europa y Japón, regiones devastadas por la segunda guerra
mundial, necesitaron durante algunos años para rehacerse industrial y económicamente
(un instrumento de ello fue el Plan Marshall, así como la creación en 1945
de los así llamados gemelos de Breton Woods: el Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial). Sin embargo, finalizando los 50’s, comenzó la
contracción económica de EEUU, reduciéndose impresionantemente el
crecimiento de su PIB, hasta en un 50% de lo que fue en los años previos, y
desde entonces, el así llamado American
Dream, nunca se ha recuperado y, al contrario, cada vez ha ido empeorando
el desempeño económico e industrial de EEUU (Ver en este mismo blog mi artículo:
“De nueva cuenta la fiebre del oro o de cómo EEUU está
quebrando”, en el que analizo justamente la cuestión de su
desindustrialización. Cuando escribo esto, escucho parte del informe a la
nación del nefasto Barack Obama, hablando de que quiere recuperar tal prosperidad).
En
fin, cuarta señal de decadencia.
Una
quinta señal que observo, es lo deshumanizada que esta sociedad está. Por
ejemplo, en Peoria prácticamente no existe transporte público y toda la
gente emplea vehículos propios para trasladarse. Eso, como puede pensarse, da
lugar a un hermético individualismo, en el cual, las personas se relacionan
o, más bien, se enfrentan unos a otros a partir de sus motorizados
artefactos, y son éstos lo que, digamos, miden, no ya el que su conductor sea
amigable, sino el que su conductor tenga poder
de compra, y que a través de su
lujoso, poderoso, auto, un SUV, por ejemplo (como el Hummer, emblemático
vehículo de insultante, ostentoso muscle
power), logre hacer menos a los demás, moverlos a un lado del camino, que no le estorben (el llamado mad
driving aquí es muy común, con conductores que, si uno osó, digamos, invadir
su carril, aunque se haya hecho correctamente, con direccional y todo, se
emparejan y, en una suerte de motorizado, animalesco desafío, dan un acelerón
a su vehículo y se alejan del sitio, como diciendo, “¡a ver, mother
fucker, si igualas el barrooommmm de
mi poderoso motor!”. Esa agresiva
manera de conducir es la causante de que se registren cada año alrededor de
50,000 muertes por accidentes
automovilísticos).
Y,
en efecto, muchos conductores incluso andan armados. Logré captar a un obeso
motociclista a bordo de una pesada Harley, que, ¡increíble!, lucía enorme
pistola, calibre 45, escuadra, enfundada y colgando de su cintura, cual
moderno cowboy, que galopara armado
en su motorizado “corcel”. Y así se quejan de los constantes tiroteos que
tipos desquiciados hacen en donde se les pegue la gana.
Y
eso se nota también en las calles, en las que a pesar de haber banquetas,
nadie camina. Incluso en los semáforos hay unos botones que el peatón puede
apretar cuando va a cruzar (En eso sí son muy estrictas sus leyes, en que los
peatones sólo deben de cruzar en las esquinas y cuando el semáforo lo
indique, pero, ya ven, permiten que ¡tipos locos anden armados!).
Sí,
esta es la quinta señal de decadencia estadounidense
Y
voy con la séptima, la obsesión de estar armados hasta los dientes y la
consecuente violencia asociada a dicho problema (ver en este mismo blog mi artículo
“La locura por las armas”). Ya mencioné que hasta en la calle he visto a
tipos circulando armados en sus motos y me pregunto, ¿cuántos automovilistas
no andarán también así, portando armas, muchos de ellos con permisos para
hacerlo, constituyendo ello un potencial homicida? Y basta ver los
“noticieros” transmitidos por la televisión de cable local (qué más se
parecen a periódicos de nota roja y de espectáculos que a “noticieros”),
para darse una idea de los niveles de criminalidad que, entre otras cosas, la
libertad de poseer armas ocasiona (la otra, la principal, me parece, es que en
un sistema tan imbuido de materialismo, como es el estadounidense, la
insatisfacción tanto por no tener nada, como por tenerlo todo, conduce a una
creciente descomposición social, en donde la gente se porta insensible,
agresiva, capaz de dejar que el supuesto asesino que todos traemos por dentro
salga y mate, sobre todo si tiene un arma a su alcance.
Yo creo que uno de los
casos más emblemáticos que recientemente han afectado a la sociedad
estadounidense es el del par de adolescentes, Eric Harris y Dylan Klebold,
quienes en 1999, irrumpieron en su escuela, una high school en Colombine, y
asesinaron e hirieron a varios estudiantes y profesores). Todos los días son
mencionados asesinatos con armas, tipos que se vuelven “locos” y andan
disparando en escuelas o por las calles, violadores de niñas, a las que luego
matan de un tiro (en promedio son asesinadas con armas 89 personas al día en
EEUU, o sea, casi 33,000 muertes al año). Incluso, los cuerpos policiacos están
igualmente influenciados por la violencia de las armas, sobreactuando en
consecuencia, dando lugar a escenas de brutalidad policiaca, como la que fue
expuesta en una noticia de un hombre que, en Los Ángeles, estaba quebrando
los vidrios del aparador de una tienda con un tubo. La policía, en respuesta,
dado que aquél se “resistió” al arresto, lo asesinó de diez balazos,
que los “eficientes” policías angelinos le asestaron, primero cinco,
cuando estaba de pie, sin misericordia, y luego ya cuando el indefenso hombre
estaba tirado en el piso, desangrándose, lo remataron con otros diez (pueden
ver el impactante video en el siguiente link: youtube.com/watch?v=bY5ioBvrYIg&feature=player_embedded).
Pude
presenciar en un semáforo, a familiares, hijos, supongo, de una víctima de
esa diaria homicida violencia, la afroestadounidense Melinda Bowen, de 38 años,
quien simplemente estaba comprando dentro de una tabaquería en Peoria. Ella,
junto con un hombre de 60 años y otro más de 51 (único sobreviviente),
fueron atacados por un joven blanco de entre 18 y 20 años de edad, vestido
con ropa obscura y gorra invernal, sin razón aparente. Los hijos de la mujer
asesinada portaban un cartel en donde pedían que se les diera la oportunidad
de lavar autos, con tal de tener algo de dinero para subsistir. Y así, casos
tan lamentables como este, son comida de todos los días.
Y
a pesar de esa armada violencia, cuidado con meterse o cuestionar el derecho
de tener armas porque poderosas asociaciones armeras, como la NRA (National
rifle association), ¡son capaces de ir a la Guerra y mover a sus enajenados
“milicianos”, con tal de defender hasta los dientes ese “sacrosanto”
derecho! Y basta con ir a la sección de revistas de cualquier tienda, como el
Albertson’s o Wal-mart, y se encontraran publicaciones que retroalimentan
esa agresiva costumbre. Pude ver
nombres como “Gun world” (5 dólares), “Handgunner” (6 dólares),
“Handloader” (6 dólares), entre otras, especializadas con todo lo que
tenga que ver con las armas, desde publicidad de éstas, artículos de cómo
emplearlas, como cuidarlas, clubes de armeros… y así.
En
fin, esta es la quinta señal de la decadencia estadounidense.
Y
voy con una sexta señal (no pretendo, de momento, enlistar todas, pero sí,
en mi opinión, algunas de las más, digamos, sobresalientes), la que tiene
que ver con el excesivo consumo energético, que ya he mencionado en otros artículos
(ver en este mismo blog: “¿Más energía o más desperdicio?” o también:
“Oportunista capitalismo salvaje o de cómo enriquecerse con guerras,
desastres y enfermedades”, en donde examino el problema del brutal consumo
energético estadounidense).
Lo
he estado constatando por estos días. Por ejemplo, los tickets entregados en
las tiendas de autoservicio, como Albertson’s, son larguísimos, para tres o
cuatro cosas que se compran (en verdad, algunos de más de 40 centímetros,
tan solo por cuatro objetos comprados). Envases desechables para todo, de úsense
una vez y tírense, como los del agua para beber, en especial unos que sirven
para dos galones y medio, que bien podrían ser envases de uso general, pues
son de resistente plástico.
Y
así, desde bebidas, alimentos en general, limpiadores, trapeadores para el
piso… todo lo que puedan imaginar es desechable, tanto porque se afirma que
es más “barato” (para los fabricantes, claro), fabricar algo con material
nuevo que con material desechable (ver mi mencionado artículo “¿Más energía
o más desperdicio?”), pero no sólo por eso, sino porque el dictado
consumista “úsese y deséchese”, se aplica en todo cuanto actualmente se
fabrica, en donde la consigna es, para el capitalismo salvaje, hacer objetos
con duración programada, para que duren lo menos posible y se obligue, así,
a los consumidores a comprar otro nuevo, lo que se conoce como
“obsolescencia programada” (ver en este blog mi artículo: “La
obsolescencia programada, el deliberado acto de diseñar productos
defectuosos, de desperdiciar más y de destruir el medio ambiente”, en donde
examino ese grave problema). Por lo mismo, surge otra igualmente grave
consecuencia, que es la del exceso de basura que se produce. En donde me
encuentro, por ejemplo, a diario se llenan los grandes contenedores cúbicos
en donde se almacena la basura. Cada uno mide unos tres metros de largo por
dos de ancho en su base y un metro, setenta centímetros de altura, los que al
final del día quedan llenos hasta el tope.
Además,
todo aquí es eléctrico, y como es una zona desértica, en verano, sobre
todo, con temperaturas de 45 grados centígrados, a la sombra o más, la
necesidad de aire acondicionado es imperiosa, pues no se puede estar dentro de
cualquier lugar, sea una casa, un autoservicio, una plaza comercial, un
cine… sin aire acondicionado. Y no sólo eso, sino que todo es eléctrico,
como la estufa General Electric, totalmente eléctrica, con la que están
equipadas las cocinas de estos departamentos. Eso hace que, en efecto, se
compruebe por qué, EEUU, siendo sólo el 3% de la población mundial, emplee
más del 40% de la energía gastada a diario en todo el planeta y por eso su
necesidad de invadir países petroleros, inventando cualquier pretexto, con
tal de hacerse de sus reservas crudo, pues en ello va su seguridad
energética futura (ver en este mismo blog mi artículo: “Detrás del
‘rescate humanitario’ en Libia: mucho petróleo y escándalos sexuales”,
en el que analizo cómo burdas mentiras llevaron a invadir y a despedazar a
esa antes próspera nación árabe).
Así
que volviendo a la basura, ya está siendo un problema que no puede, digamos, contenerse
del todo, pues pude ver lugares en donde se comienza a concentrar basura,
envases plásticos, sobre todo, como aquél que se encuentra a un lado de un
puente vehicular que circula sobre el lecho seco de un río (esta frecuente
imagen, la de ríos secos, parece ser ya una constante por todo el mundo, y
muestra tanto lo degradado que se tiene ya al ambiente, así como que el agua
dulce tiende cada vez a escasearse más y más. Ver en este blog mi artículo:
“El agua dulce, cada vez más necesaria y cada vez más escasa”). El sitio
está en la esquina de la avenida Bell y el bulevar Agua Fría, en donde, como
les digo, la escena que se contempla, correspondería a aquella de lugares
como México, en donde se aúna el problema de la basura, con la falta de
respeto total que mucha gente tiene por las áreas verdes, las que se emplean
como simples basureros. No parece un sitio concebible dentro del “primer
mundo”, ¿no creen?
En
fin, me parece que por lo pronto, esos serían algunos de los signos de la
decadencia de EEUU, considerada antes una superpotencia…
bueno, sí, quizá en donde aún lo pretenda ser es en su poderío militar, el
que supera muchas veces al de naciones igualmente militarizadas juntas (como
Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, Rusia, por ejemplo, fuertes
competidores en esa lucrativa industria, la armamentista. Ver en este mismo
blog mi artículo: “Ferias de armas, exhibición de fuerza de la muy
lucrativa industria armamentista mundial”).
¡Ah,
pero algo bueno habría de encontrar
aquí. Ignoro la razón del por qué Arizona nunca cambia su horario, jamás
lo ha hecho, hasta donde sé. Una ventaja tienen los arizoneños, por sobre el
resto de los estadounidenses, que si deben de “ajustar” sus relojes una
hora menos cada inicio del “verano”. Y también dicha ventaja la tienen
sobre nosotros, los dóciles mexicanos, obligados igualmente a cambiar ese
impuesto horario, no por razones de “ahorro energético”, como se nos ha
tratado de engañar, sino por simples razones financieristas, para que los
barones del dinero continúen haciendo sus grandes negocios, justo los que
gradualmente han llevado cada vez más y más a una irreversible decadencia,
no sólo a EEUU, sino al mundo en general, dominado aún por las perversas,
egoístas leyes del capitalismo salvaje.
Contacto:
studillac@hotmail.com