Habemus papam

Terapia de shock para una crisis histórica

¿A qué viene el papa Francisco?

Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 21/03/2013

No es novedad que la Iglesia enfrenta una crisis histórica. Se trata, posiblemente, de la crisis más grave desde que la Reforma protestante fragmentó el cristianismo de Occidente o desde que la Ilustración, la Revolución Francesa y luego los luchas obreras, socialistas y feministas abrieron las puertas a la secularización de las sociedades.

Desde hace años, venimos advirtiendo en estas páginas los escalones de este descenso.[[1]] Del triunfalismo de los años de la caída del Muro de Berlín (1989) y del derrumbe de la Unión Soviética (1991) queda poco y nada en la Iglesia del siglo XXI. En verdad, fue una fábula que en el desplome del falso “socialismo” burocrático el “papa polaco” (Juan Pablo II, Wojtyła) haya tenido mayor peso. La ex URSS y sus estados vasallos del Este europeo se vinieron abajo por procesos ajenos a la influencia de la Iglesia. Pero los cardenales que en 1978 eligieron a Wojtyła, tuvieron un buen olfato de esa crisis que ya estaba en marcha. Además –y lo más importante–, se trataba de profundizar el giro a la derecha de la Iglesia que ya se había iniciado y que reflejaba el curso hacia el neoliberalismo del capitalismo mundial. Fue en ese contexto, que el Vaticano terminó condenando la “Teología de la Liberación”… al mismo tiempo que bendecía dictaduras latinoamericanas, como la de Videla.

Pero la fiesta tras el derrumbe del “Imperio del Mal” con sede en Moscú, no duró. Y el panorama con Ratzinger terminó siendo desolador. El sólo hecho –hasta hace poco inconcebible– de que Benedicto XVI haya sido el primer papa que renuncia en 500 años, muestra las dimensiones históricas de la presente crisis.

En un artículo anterior –"Crónica de una crisis anunciada - La renuncia del papa Ratzinger", SoB, periódico, 21/02/2013[[2]]– analizamos los distintos aspectos y factores de esta crisis. No vamos entonces a extendernos.

Sólo recordemos que en ese embrollo se mezclan elementos de todo tipo y color: la caída imparable del número real de fieles practicantes (muy, muy lejos de los 1.200 millones que se le atribuyen en el papel); el descenso vertiginoso de las “vocaciones” (es decir, de los que quieren ser sacerdotes), lo que amenaza la existencia misma de una Iglesia constituida esencialmente como un aparato burocrático-sacerdotal; el derrumbe del catolicismo en Europa (continente histórico de la Iglesia Romana), acentuado en antiguos países “católicos” como Irlanda, España, Portugal, etc., donde gana terreno la secularización; el retroceso no menos veloz en América Latina –donde está hoy el mayor número de fieles– bajo la presión de la secularización, por un lado, y de las agresivas sectas evangélicas-pentecostales, por el otro;  el destape de la pedofilia como práctica generalizada del clero, tolerada y encubierta por la jerarquía desde tiempo inmemoriales; los escándalos de corrupción sexuales y financieros en el Vaticano (revelados muy parcialmente con el Vatileaks); los nuevos escándalos del IOR (“Instituto para la Obras de la Religión”, el banco de la Iglesia), dedicado al lavado de dinero, en primer lugar de las organizaciones mafiosas de Italia, etc., etc….          

Es para hacer frente a esta crisis de mil caras, que los cardenales votaron la doble novedad de un papa jesuita y, mucho más importante, latinoamericano.  

Ni giro progresista ni nuevo Wojtyla: un cambio para hacer frente a la profunda crisis del catolicismo

La operación mediática delirante de los últimos días, especialmente en Argentina y Sudamérica, ha superado a los mundiales de futbol. Quieren hacernos creer que “milagrosamente”, por obra y gracia del señor, las cosas ya casi se han solucionado para la Iglesia, gracias al “carisma” de “Francisco”. ¡Y no sólo para la Iglesia: comenzaría una nueva era para América Latina y el mundo entero![[3]]

Naturalmente esta “sobredosis” mediática debe haber impactado en mucha gente… sobre todo en Argentina. Sin embargo la cosa ha sido mucho menos unánime de lo que cabría esperar. Es que simultáneamente al conocerse la votación del Concilio, se difundieron también muchos datos del siniestro prontuario del nuevo papa (y de Iglesia) durante la dictadura, que exponemos en otros artículos de este periódico.

Aquí sólo queremos ajustar una caracterización que, obviamente, es importante para la vanguardia en general.

Tenemos, por ejemplo, las declaraciones de Nicolás Maduro, el presidente venezolano, que sostiene que “Chávez influyó desde el cielo en la elección del papa”. Así, un amplio sector del castrochavismo y el “progresismo” latinoamericano, sin llegar a tal grado de disparate, considera sin embargo como un giro “progresivo” de la Iglesia la nominación de Bergoglio.

En el otro extremo, hay quienes sostienen que el papa Francisco “será el Wojtyla de América Latina: lo eligieron para conspirar contra la rebelión en el patio trasero…”

En Argentina, el kirchnerismo tiene también opiniones divididas, aunque el fervor de Cristina –¡más papista que el papa!– está acallando las críticas, por lo menos en las altas esferas.

Por nuestra, nos parecen equivocados esos puntos de vista. Por supuesto, hay que rechazar tajantemente las fantasías sobre el “progresismo” del nuevo papa. Pero tampoco acordamos con lo de Wojtyla.

Es que lo determinante en su elección es la crisis de la Iglesia, no la de iniciar una cruzada contra “las rebeliones en el patio trasero”… que por ahora están contenidas y administradas por sus respectivos gobiernos “progresistas”.

Populismo conservador, estilo latinoamericano

Para atacar la cuestión de la crisis de la Iglesia, en lo que respecta a su retroceso en general y en América Latina en particular, Bergoglio ha sido claro tanto en sus gestos como en sus palabras.

Es un conservador populista, una especie política más frecuente en América Latina que en Europa.[[4]]

Sus gestos de “humildad”, de no ocupar un trono en las audiencias, usar zapatos comunes en vez de las ridículas sandalias rojas, desfilar en un jeep en vez del papamóvil, viajar ostentosamente en ómnibus y no en limusinas, bajarse del vehículo para ir a besar niños y estrechar manos, son todos viejos trucos de político en busca de votos… que no contradicen el hecho de que su programa sea recontra reaccionario.

Si hay alguna duda, sus palabras ratifican el carácter archiconservador de su programa. La constante invocación a los  pobres” y los “más débiles”, no es para ponerlos de pie para que luchen sino de rodillas para que reciban limosnas.

Al mismo tiempo, con Bergoglio, la Iglesia sigue obstinada en no reconocer derechos y fenómenos sociales tan extendidos como el divorcio, la libre elección de nuevas parejas, las relaciones entre personas del mismo sexo y el matrimonio igualitario. Continúa rechazando la educación sexual, los anticonceptivos, el uso de condón que es el único medio de prevenir el Sida, el derecho de las mujeres de decidir sobre su propio cuerpo y otros temas similares.

La Iglesia sigue oponiéndose a esas y otras prácticas y derechos sociales progresivos, que estima son “obra del demonio”. Está totalmente en contra de la igualdad y los derechos de la mujer, y sigue atrincherada en la más cerrada defensa reaccionaria del patriarcado y la familia machista tradicional, formas de opresión funcionales a la explotación capitalista.


[1].- Ver: "La doble crisis de la Iglesia Católica", SoB, periódico, 14/04/05 ( www.socialismo-o-barbarie.org/calamidades_capitalistas/050417_pb_doble_crisis.htm ) y "La Iglesia Católica en crisis - Pedofilia y algo más", SoB, periódico. 29/04/10 ( www.mas.org.ar/periodicos_2010/per_171_al_180/per_175/100429_10_iglesia.htm )

[3].- El premio al delirium tremens respecto al nuevo papa, lo ganaría el rabino Sergio Bergman, legislador de Macri en la ciudad de Buenos Aires. Opina que con Francisco, “el Cielo anticipa en la Tierra un cambio de era que dejará su marca, abriendo un nuevo capítulo en la historia con su huella en el tiempo… Se inicia un nuevo tiempo. Un mundo después de Francisco, del que seremos testigos privilegiados al ser protagonistas y constructores de una nueva revolución.” (La Nación, 20/03/2013).

[4].- Aunque con variadas excepciones como la de un Berlusconi.


El papa latinoamericano y los gobiernos “progresistas”

Socialismo o Barbarie, periódico, 21/03/2013

¿Si este papa es tan reaccionario, por qué el idilio con los gobiernos “progresistas” latinoamericanos, en primer lugar el de Cristina Kirchner?

Digamos, primero, que el “progresismo” de estos gobiernos tiene sus (estrechos) límites. En general, hay muchas más coincidencias con el Papa en temas de fondo como, por ejemplo, el rechazo del derecho al aborto. En estos temas –con la única excepción parcial del matrimonio igualitario en Argentina–, todos esos “progresistas” son devotos de la familia patriarcal y contrarios al derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.

El caso más escandaloso es el de Nicaragua, donde el presidente sandinista Daniel Ortega derogó las escasas excepciones que permitían el “aborto terapéutico”; es decir, cuando la mujer está en peligro de muerte por su embarazo.

Por otra parte, el “asistencialismo de la miseria” que practican estos gobiernos no está en contradicción con los sermones sobre los “pobres” y los “más débiles” con que se estrenó el nuevo papa.

Además, si quiere volver a ganar terreno perdido en América Latina, sería un grueso error que Francisco iniciase su papado con una declaración de guerra a Maduro, Correa, Cristina, Evo Morales, etc.

Sin embargo, está el hecho de que la Iglesia, en casi todos esos países, ha venido teniendo roces y enfrentamientos con sus gobiernos. Se ha alineado más bien con las respectivas oposiciones de escuálidos pitiyanquis, gorilas, etc., aunque sin llegar a un “estado de guerra”. Asimismo, en el programa que el nuevo papa reivindica expresamente para América Latina –el “Documento de Aparecida”[[1]]– figura una clara condena a esos regímenes que llama “neopopulistas”:

“Vemos con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática, que en ciertas ocasiones derivan en regímenes de corte neopopulista. Esto indica que no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales… Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura…” (pág. 19)

El “neopopulismo” latinoamericano no sería suficientemente conservador para el paladar Vaticano. Esto abre un signo de interrogación sobre el futuro, pese a la “buena letra” que Maduro, Cristina, Correa & Cía. quieren hacer ante el nuevo papa. (C.I.)


[1]. “Documento de Aparecida”, Consejo Episcopal Latinoamericano, Bogotá, mayo de 2007.