Reagruparse, rearticularse, volver a luchar
Editorial de El Trabajador, diciembre de 2007
Periódico del PST
Al escribir este editorial, el gobierno oligárquico
de los Arias arrecia con la aprobación de la Agenda de
Implementación e inclusive algunos sectores del G-38 se
animan a plantear medidas más draconianas y anti populares
que las estipuladas en el propio TLC (por ejemplo se ha
propuesto la apertura de la telefonía fija y penas más
duras a las violaciones de la ley de propiedad intelectual)
El personal político de la burguesía tiene la
intención de “arrodillarse hasta romperse el espinazo”
frente los empresarios y las transnacionales. Han sido los
mismos empresarios quienes han tenido que pedirles a los
diputados que se apruebe sólo lo que está pactado en el
TLC, para evitar problemas y luchas innecesarias.
Este escenario político, se presenta en medio de una
gran dispersión y atomización del movimiento anti-TLC.
Este hecho, increíble de imaginar hace algunos meses, es
posible porque se están viviendo los efectos del revés político
del 7 de Octubre, el movimiento popular está sufriendo las
consecuencias de la política conciliatoria a la que
llevaron por distintas vías el PAC, el Junta Patriótica y
las direcciones mayoritarias del movimiento sindical.
La “jornada nacional de lucha” del 26 de
Noviembre, ha dejado un gran sin sabor en el conjunto del
movimiento sindical, estudiantil y popular y sus resultados
están a la vista: sólo cuatro movilizaciones en todo el país,
una débil asamblea en el ICE, una pequeña concentración
en la UCR, algunas manifestaciones en San Ramón. En
general, la jornada fue una demostración de las
dificultades del momento político por el que pasan los
sectores populares.
Hay una gran responsabilidad que esta jornada haya
sido tan desastrosa, en las direcciones oficiales del
movimiento sindical y patriótico. El FIT-ICE realizó una
convocatoria pésima, sin información y sin aclararle a los
trabajadores el difícil momento por el que se pasa, el paro
fue una paro burocrático, “para limpiarse la cara”, una
clara señal que la burocracia sindical no quiere luchar
realmente contra la apertura de las telecomunicaciones.
Lo mismo podemos decir de la Junta Patriótica y de
Eugenio Trejos, que simplemente no han aparecido físicamente
en las protestas del 21 y el 26 de Noviembre. La orientación
criminalmente divisionista que la Junta Patriótica le ha
impuesto a los Comités Patrióticos, donde se supone que
debe haber “autonomía local” y “agendas propias”,
ha mostrado su verdadero rostro: se ha vaciado de contenido
a los Comités Patrióticos y se les ha mellado su capacidad
de movilización, unas decenas de ciudadanos fueron los que
lograron movilizar los Comités el 26 de Noviembre.
El movimiento estudiantil, otro de los epicentros de
la resistencia anti neoliberal, tuvo también su “Lunes
negro”, arrastrando un impresionante vacío y crisis de
dirección política (cuyo principal responsable es el
funcionamiento burocrático/sectario del grupo Convergencia,
por cuarta vez electo al directorio de la FEUCR). Apenas se
pudieron movilizar un centenar de estudiantes, la movilización
concluyó con un dantesco espectáculo donde sectores lúmpenes
y ultra izquierdistas del movimiento estudiantil dividieron
la lucha e intentaron agredir otros militantes de la
izquierda universitaria.
En este cuadro creemos que la tarea del momento es:
“ni reir, ni llorar: comprender”. La principal labor que
podemos realizar en este momento es una paciente y
organizada labor de propaganda entre el activismo sindical,
estudiantil y popular para explicar las razones que del
actual reflujo: la trampa gigantesca que significó el referéndum,
las razones del triunfo electoral de la oligarquía, la
necesidad de avanzar en una política que vaya contra y más
allá de la democracia electoral burguesa, terreno
privilegiado para que los ricos legitimen sus negocios.
Esta labor de poner en pie un nuevo movimiento
sindical, estudiantil y popular luchador, democrático y
combativo contra las consecuencias de la implementación del
proyecto neoliberal, pasa por saber impulsar las luchas
cotidianas, por los problemas más sentidos de los distintos
sectores que sufran el proceso de implementación. La tarea
de los activistas es evitar las consecuencias negativas de
la Agenda de Implementación en su centro de trabajo,
estudio o comunidad y si bien es cierto, necesariamente este
proceso será en un primer momento molecular y limitado,
debe ser rápidamente rodeado de solidaridad efectiva y
militante de todos los sectores sociales.
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