Dar el más amplio apoyo
a los maestros puertorriqueños que luchan en contra de sus
gobernantes coloniales y de los “lugartenientes sindicales
del imperialismo”
Un caso de colonialismo
sindical
El
Internacionalista, Puerto Rico, febrero 2007
AFL-CIO y Change
to Win versus la Federación de Maestros
En estos momentos en que
la Federación de Maestros de Puerto Rico (FMPR) se prepara
para ir a huelga en contra del gobernador fuertemente
antisindical Aníbal Acevedo Vilá, del Partido Popular
Democrático (PPD), en abierto desafío a una ley draconiana
que prohíbe la huelga (la Ley 45), tanto la AFL-CIO como la
federación Change to Win (CTW), se han alineado
vergonzosamente con los patronos. Esto no puede
sorprender a los que saben algo de la sórdida historia de
la burocracia sindical norteamericana en esta colonia caribeña
de EE.UU. y como cómplice de las maquinaciones
imperialistas en toda América Latina (y el resto del
mundo).
Sin embargo, lo que
estos falsos dirigentes sindicales están preparando es una traición
fundamental a los trabajadores puertorriqueños. Lo que
se está preparando es una prueba que el movimiento obrero
entero no puede eludir. ¿De qué lado estás?
El 1° de enero, Dennis
Rivera, vicepresidente del Sindicato Internacional de
Empleados de Servicios (SEIU) –el principal componente de
la CTW– y Aida Díaz, jefa de la “Asociación de
Maestros de Puerto Rico” (AMPR), anunciaron que han
iniciado “un proceso de afiliación con el propósito de
obtener un triunfo en las elecciones del Departamento de
Educación” (AP, 1º de enero). A primera vista, esto podría
parecer una redada sindical al viejo estilo en contra
de la FMPR. Pero es algo bastante peor: el SEIU, la CTW y la
AMPR están trabajando mano a mano con el secretario de
educación Rafael Aragunde, quien por más de dos años se
ha rehusado a negociar con los dirigentes de la Federación
de Maestros, que en enero consiguió que la Comisión de
Relaciones Laborales del Servicio Público descertificara
a la FMPR. Como reportó el periódico neoyorquino El
Diario-La Prensa (3 de febrero): “Todo eso en
el marco de las vísperas de una esperada huelga de maestros
que amenaza con paralizar el sistema público y ante la cual
Change to Win (Unidos para el Cambio) se perfila como aliado
estratégico del gobierno autonomista para sacar del medio a
la Federación.”
La AMPR ni siquiera es
una organización de trabajadores, sino un organismo
“profesional” que incluye a supervisores e, incluso, a
la portavoz de Aragunde, quien profiere sus amenazas de
romper la huelga. Dado que no está registrada como grupo
sindical, la Asociación ha formado un fantasmal
“sindicato de maestros” cuya primera actividad será
ofrecer sus servicios como rompehuelgas.
Sus miembros “intentarán
trabajar en los salones de clase” en caso de que haya una
huelga, según dijo un portavoz, mientras alega que procurarán
“evitar confrontaciones” (Primera Hora, 4 de
febrero). Todo sindicalista experimentado sabe qué
significa esto: se están preparando para provocar violencia
en la línea de piquete. Sin embargo, cuando el secretario
de educación Aragunde pide a maestros retirados que den
clases durante la huelga y el gobernador se prepara para
usar la Fuerza de Choque de la policía puertorriqueña –e
incluso a la Guardia Nacional– contra la FMPR en su
intento de mantener las escuelas abiertas, portavoces de los
maestros retirados prometieron que no actuarán como
rompehuelgas.
Por su parte, la
AFL-CIO, a través de su filial, la Federación de
Trabajadores de Puerto Rico (FT), se unió a las filiales
puertorriqueñas del SEIU, el Sindicato Puertorriqueño de
Trabajadores (SPT) y la Unión General de Trabajadores (UGT)
para denunciar el llamado a huelga de la Federación de
Maestros. Mientras dice defender en abstracto el derecho a
huelga, en una conferencia de prensa celebrada poco después
de la descertificación del sindicato magisterial, José
Rodríguez Báez, dirigente de la FT dijo que “estamos en
contra de su llamado a huelga”. Rodríguez Báez sostuvo
que la Ley 45 ha permitido que 100,000 empleados estatales
disfruten de los beneficios de un contrato colectivo (Vocero
de Puerto Rico, 19 de enero). Pero cuando el gobernador
Acevedo Vilá decretó un paro patronal para 95,000
trabajadores públicos durante dos semanas en mayo de 2006,
quedaron paralizados por la misma Ley 45. Aunque tienen
muchas siglas, cada una de las “federaciones” sindicales
afiliadas a las centrales norteamericanas tiene menos
miembros que la FMPR, el mayor sindicato de Puerto Rico. Y
ahora están a punto de apuñalar a los maestros por la
espalda en lo que es una batalla de clase crucial.
Partidarios del
Internationalist Group en los sindicatos magisteriales del
área de Nueva York – la United Federation of Teachers
(UFT), que representa a los empleados de las escuelas públicas,
así como el Professional Staff Congress (PSC), que
representa al profesorado de la Universidad de la Ciudad de
Nueva York (CUNY) – han apelado a ellos para emprender
acciones concretas en defensa de la Federación de Maestros
de Puerto Rico. Instamos a los sindicalistas con conciencia
de clase en todo Estados Unidos a sumarse a la lucha por
acciones obreras concretas de solidaridad con la FMPR en
contra de las vergonzosas acciones antihuelgas de los burócratas
de la AFL-CIO y de la CTW en colaboración con el gobierno
rompe sindicatos. Si la colaboración de clases de estos
traidores se concreta en la forma de acciones
rompehuelgas concretas en el curso de una huelga, no sólo
deben los rompehuelgas recibir el trato tradicional que se
merecen por cruzar líneas de piquete – las líneas de
batalla de la lucha de clases – sino que los proveedores
de rompehuelgas en la burocracia sindical deben ser
denunciados enérgicamente en dondequiera que se presenten.
AFT/AFL-CIO/CTW: Una
historia de traiciones a los trabajadores puertorriqueños
Las acciones traidoras
de la burocracia de “Change to Win” constituyen una
prueba más de que no son ni un poquito más combativos que
los dirigentes vendidos de la AFL-CIO. Desde la época en
que apuñalaron la huelga de los controladores del tráfico
aéreo de PATCO en 1981, los burócratas han sido
responsables de la caída en picada del número de
trabajadores sindicalizados que hoy apenas alcanza el 12 por
ciento del total de la fuerza laboral. En torno a la escisión
de 2005, el presidente del SEIU Andy Stern, dijo que estaban
construyendo “una organización sindical nueva y más
fuerte”. Pero aunque usara tácticas publicitarias
espectaculares en la campaña de “justicia para los
conserjes”, la esencia de los “esfuerzos de Stern para
modernizar el funcionamiento de los sindicatos”, como lo
señaló la revista empresarial Fortune (10 de
octubre de 2006), consiste en “cooperar” con los
patronos. “Los empresarios y los trabajadores deben actuar
de manera conjunta en lo que toca al seguro médico”,
anunció, para luego formar una “alianza” con los rompe
sindicatos de Wal-Mart, cuyos empleados carecen aún en su
inmensa mayoría de seguro médico.
En lo que toca al ex
dirigente de la Sección 1199 y ahora vicepresidente del
SEIU, Dennis Rivera, su marca registrada de oportunismo
sindical queda resumida con su alianza política con el
gobernador republicano del estado de Nueva York, George
Pataki.
La colaboración de la
AFL-CIO con los patronos y su gobierno es tristemente célebre
en Puerto Rico. En la época de la dura huelga de los
telefonistas de 1998 que se convirtió en una huelga general
de dos días en Puerto Rico, el dirigente de la FT declaró
que no tenía sentido alguno ir a huelga en contra de la
privatización de la compañía telefónica (ver nuestro artículo
“Huelga general en Puerto Rico: ¡Forjar un partido obrero
revolucionario!”, julio de 1998).
En 2003, el jefe de la
FT, Rodríguez Báez, provocó una ola de repudio por haber
escrito una carta privada al entonces gobernador Sila Calderón
para denunciar a “algunos ‘dirigentes sindicales’”
que habían propuesto que un incremento salarial de 150 dólares
mensuales se extienda a todos los empleados gubernamentales
(Bandera Roja, 18 de junio de 2003).
Pero el caso clave de
colaboración traicionera de los burócratas sindicales
norteamericanos con el gobierno de Puerto Rico en contra de
sus empleados, atañe a la FMPR misma. Desde poco después
de su formación en 1966, la Federación de Maestros de
Puerto Rico estuvo afiliada a la American Federation of
Teachers (AFT), que durante décadas ha sido dirigida por la
UFT neoyorquina. En años recientes, hubo un creciente
descontento en la isla ante las prepotentes acciones de los
jefazos de la AFT, y por los pobres beneficios obtenidos por
los maestros a cambio de los 2,8 millones de dólares
pagados anualmente por concepto de cuotas a la AFT en
Washington. Esto llegó a su punto culminante en 2003,
cuando el plan de seguro médico de la FMPR quebró debido
al hurto de 43 millones de dólares cuando estuvo bajo la
administración del hombre de la AFT en San Juan, Félix
Rodríguez. En mayo de ese año, Rodríguez fue derrotado y
remplazado por Rafael Feliciano y su grupo Compromiso,
Democracia, Militancia (CODEMI).
CODEMI realizó su campaña
sobre la base de la propuesta de desafiliarse de la AFT, y
en septiembre de 2004 una asamblea de la FMPR aprobó con
una votación de más del 60 por ciento (793 a 393)
separarse del sindicato norteamericano.
Los burócratas de la
AFT reaccionaron con un esfuerzo cada vez más intenso para
tomar el control de la FMPR y destituir a su dirección
elegida. Primero, dijeron que la votación había sido
ilegal, aún cuando sus propios partidarios habían estado
en el comité que contó los votos del escrutinio y ratificó
con su firma el resultado. Más tarde, en su convención de
julio de 2004, la AFT presentó una serie de enmiendas a su
constitución en las cláusulas tocantes a la puesta de sus
locales bajo sindicatura por el sindicato nacional.
Era claro que todo esto
estaba dirigido en contra de la FMPR. Entonces procedieron a
reunir firmas de sus miembros para justificar el someter a
la Federación a una administración nombrada por la AFT.
Pero aunque estaban obligados a presentar 11,000 firmas
(correspondientes al 30 por ciento de la membresía), apenas
lograron juntar unas 650, muchas de las cuales eran de
empleados escolares que no eran miembros del sindicato. En
junio de 2005, la AFT realizó audiencias en San Juan para
“investigar” a la dirección de la FMPR, ante las cuales
protestaron centenares de maestros. Finalmente, el 6 de
julio, exactamente a las 4 de la tarde, el consejo ejecutivo
de la AFT anunció que había nombrado un administrador para
la FMPR.
Aunque decían que habían
encontrado “irregularidades financieras” en la FMPR
(“Administratorship in Puerto Rico”, American Teacher,
septiembre de 2005) no se mencionó que el administrador
nombrado, Félix Rodríguez, había estado a cargo del fondo
de seguro médico cuando se dio el fraude en virtud del cual
43 millones de dólares habían desaparecido
misteriosamente. Los jefes de la AFT tampoco mencionaron que
dos minutos antes de su decisión de imponer a un
administrador, a las 3 de la tarde con 58 minutos, habían
acudido al Tribunal Federal para conseguir un “recurso jurídico”
para destituir al dirigente Rafael Feliciano (Luis Ángel
Torres, “La hora de los hornos”, Bandera Roja, 29
de julio de 2005). Así, tras esta pantomima en el comité
ejecutivo de la AFT, en realidad recurrieron a los
tribunales coloniales para intentar imponer su golpe de
estado en contra de la dirección elegida del sindicato
magisterial. (Ya lo habían intentado antes en un tribunal
puertorriqueño, pero sin éxito). Al día siguiente en
Washington, miembros de la FMPR protestaron afuera de las
oficinas de la AFT con pancartas de denuncia en contra de
los chupacuotas. Feliciano descalificó la idea que
tiene la AFT de la democracia sindical como “poco menos
que medieval” y dijo que “su imposición de una
administración tiene tanta sustancia como el viento”
(Educational Intelligence Agency, 18 de julio de 2005).
Más tarde, un juez
federal desechó la demanda de la AFT sobre la base de que
los maestros puertorriqueños no están sujetos a las leyes
federales en materia laboral de Estados Unidos
(fundamentalmente la Ley Taft-Hartley). La FMPR reaccionó
mediante un referendo entre sus miembros realizado el 18 de
agosto, sobre la cuestión de la desafiliación de la AFT:
19,421 votaron a favor de la desafiliación (el 76 por
ciento), en tanto que 5,882 votaron a favor de mantener la
afiliación, con una votación total del 82 por ciento de
los miembros del sindicato. No cupo duda de la posición que
tomaron los maestros puertorriqueños en el ejercicio de sus
derechos.
El apelar a los
tribunales capitalistas para que intervengan en los asuntos
del movimiento obrero constituye una traición elemental a
la democracia obrera. Los obreros con conciencia de clase se
oponen a toda intervención judicial en los asuntos del
sindicato. Tanto más en el caso de una colonia, como Puerto
Rico, donde los tribunales, lo mismo que la policía y la
Guardia Nacional, son órganos directos de la dominación
imperialista. La acción de los jefes de la AFT fue un vil
caso de colonialismo sindical que todo sindicalista digno y
los que se oponen al dominio colonial deben denunciar.
Los trotskistas
defendimos a Jimmy Hoffa en contra de la vendetta que lanzó
el gobierno en su contra. Sabíamos, como lo sabía también
cualquier persona informada, que la razón por la que el demócrata
Robert Kennedy lanzó una persecución en contra de este
dirigente de los Teamsters con tanto ímpetu no era porque
el gobierno de Estados Unidos estuviera a favor de la
democracia obrera, sino porque temía la posibilidad de que
hubiera una poderosa huelga de los camioneros a escala
nacional. De hecho, las investigaciones contra los teamsters
comenzaron poco después de que se firmara el primer
contrato nacional de carga (Master Freight Agreement). También
denunciamos la traición de los dizque izquierdistas
de Teamsters for Democracy (TDU), respaldados por los
socialdemócratas de International Socialist y Solidarity,
que apelaron al Departamento del Trabajo de Ronald Reagan
para supuestamente democratizar al sindicato de los
camioneros. Después de que el candidato de TDU Ron Carey
fuera elegido en unas elecciones manejadas por el gobierno
en 1991, perdió la oportunidad de reelegirse en 1997 por
desvío de fondos sindicales. Los fondos de pensiones y
seguro médico de los Teamsters que el gobierno entregó a
una administración “profesional” de “expertos”
financieros, sufrió pérdidas masivas durante el crack bursátil
de 2000-2001, en tanto que los fondos regionales que el
gobierno federal no alcanzó a incautar gozan de salud
financiera (¡gracias a inversiones en Las Vegas!).
En el caso de Puerto
Rico, el apelar a los tribunales federales significa pedir
la intervención de los amos coloniales estadounidenses, que
a lo largo de más de un siglo, desde 1898, han usado Puerto
Rico como base militar para el control del Caribe. Es apelar
al gobierno que ha pisoteado los derechos de decenas de
miles de puertorriqueños mediante el espionaje,
particularmente aquellos que pelean por la independencia.
Las carpetas de la policía se hicieron públicas en
los años 80, causando gran revuelo. Después de que el
representante demócrata del Bronx, José Serrano, cuestionó
al director del FBI durante una sesión del subcomité de
apropiaciones del Congreso en 2001, éste admitió que los
archivos constan de 1.8 millones de páginas, copias
de las cuales están ahora reunidas en el centro de Estudios
Puertorriqueños de Hunter College en Nueva York. Estos
archivos documentan cada movimiento del dirigente
independentista Pedro Albizu Campos cuando agonizaba en una
prisión federal, además de voluminosos informes reunidos
como parte del infame programa de espionaje y provocación
conocido como COINTELPRO, acerca de
“manifestaciones estudiantiles y huelgas obreras” en la
isla (New York Times, 28 de noviembre de 2003).
La AFL-CIA en América
Latina
Éste es el aparato
gubernamental colonial al que apeló la American Federation
of Teachers para expulsar a la dirección del sindicato
magisterial puertorriqueño. Más tarde, para justificar su
traición, los dirigentes de la AFT han recurrido a las clásicas
tácticas anticomunistas de caza a los “rojos”,
argumentando que la actual dirección de la FMPR tiene una
agenda política, que está a favor de la independencia de
Puerto Rico y que es socialista. Feliciano y otros en la
dirección de la Federación y en el CODEMI son partidarios
del Movimiento Socialista de Trabajadores (MST) ¿Y qué?
Sin embargo, que la AFT recurra a estas repulsivas tácticas
de la Guerra Fría no es ninguna casualidad. Durante décadas
bajo la dirección de Albert Shanker y sus herederos de los
Social Democrats U.S.A. (SDUSA), la AFT llevó a cabo
operaciones anticomunistas rompe sindicatos financiadas por
la CIA, en toda América Latina, bajo la cubierta del
Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo
Libre (IADSL). Esta historia está documentada en el folleto
de George Schmidt, The American Federation of Teachers
and the CIA (1978). Shanker y sus colaboradores
canalizaron también dólares norteamericanos al
seudosindicato Solidarność en Polonia que, bajo la
guisa de promover “sindicatos libres”, actuó como punta
de lanza de la contrarrevolución capitalista en el bloque
soviético.
Hoy en día el dinero de
la “Compañía” [CIA] es enviado a través de conductos
como la National Endowment for Democracy, manejada por el
mismo personal de los SDUSA que otrora se encargara del
IADSL. En la AFL-CIO, el Departamento Internacional ha sido
remplazado con un “Centro de Solidaridad”, cuyas
operaciones latinoamericanas usaban a sus esbirros
puertorriqueños y a siniestros gusanos cubanos, veteranos
de Playa Girón (como el ex agente de la CIA que
recientemente golpeó a ex gobernador Pedro Roselló en el
ojo por criticar la guerra en Irak). Y ahora están
recurriendo de nuevo a sus viejos “trucos sucios”
imperialistas. El Diario-La Prensa (14 de enero)
informa que tiene pruebas documentales de la identidad de
“un propagandista a sueldo del gobierno de Puerto Rico que
ha participado en al menos uno de los intentos de las
federaciones sindicales norteamericanas para retomar el
control de la Federación de Maestros”, en la misma época
del intento de la AFT de imponer una sindicatura, y que
ahora “está directamente vinculado con el gobernador Aníbal
Acevedo Vilá”.
Entretanto, Wilda Rodríguez,
ex secretaria de prensa del jefe Dennis Rivera, escribe
columnas en El Nuevo Día (24 de enero) en las que
dice que los huelguistas “provocan enfrentamientos” en
el contexto de una “acción civil concertada contra la
huelga”. Cabe preguntar: ¿quién está provocando aquí?
Hace un siglo, el
socialista norteamericano Daniel de León acuñó la
elocuente frase que describe a los burócratas sindicales
como los “lugartenientes sindicales de la clase
capitalista”. Esto describe con precisión el actuar de
toda una capa de la burocracia sindical cuyo trabajo, en un
sentido amplio, consiste en controlar a las bases con el
propósito de preservar al capitalismo. A nivel
internacional, la AFLCIO, la AFT y el SEIU/Change to Win van
más allá y actúan como agentes directos de la represión
imperialista. Agentes sindicales de la AFL-CIO contribuyeron
en los preparativos del sangriento golpe de estado de
Pinochet en contra del gobierno de la Unidad Popular de
Salvador Allende en Chile en 1973, por ejemplo, al organizar
“huelgas” de los dueños de los camiones. Más
recientemente, estos operativos sindicales han estado
activos en la Venezuela de Hugo Chávez en el curso del
golpe contrarrevolucionario de 2002, disfrazado como una
“huelga”, cuando de lo que en realidad se trataba era de
un paro patronal. Ahora los vemos trabajando nuevamente en
el Caribe, que Washington considera un “lago
norteamericano”, así como trata al resto de América
Latina como su “patio trasero”.
¡Independencia para
Puerto Rico y todas las colonias! ¡Por la revolución
socialista internacional!
Estos descarados agentes
del imperialismo no representan sino el ariete de una
burocracia sindical pro capitalista más amplia. En tanto
que los agentes directos del gobierno deben ser simplemente
echados de las organizaciones obreras, en el caso de EE.UU.,
los sindicalistas con conciencia de clase deben luchar
dentro de la AFL-CIO, Change to Win y otros sindicatos para
expulsar a los falsos dirigentes sindicales que encadena a
los trabajadores a los partidos capitalistas, especialmente
a los demócratas – aunque no exclusivamente a ellos, como
muestra el ejemplo de Dennis Rivera con los republicanos.
Muchos izquierdistas que critican el trabajo sucio de la
“AFL-CIA” en América Latina se dan la vuelta y apoyan a
burócratas liberales favorables al Partido Demócrata en
Estados Unidos e, incluso, interponen demandas contra los
sindicatos en los tribunales patronales (como en los casos
de los Teamsters, los mineros, los trabajadores del
transporte y en otros sindicatos). De esta manera, usan las
mismas tácticas que los dirigentes de la AFT en contra de
la FMPR. Debido a que no reconocen que hay una línea de
clase que separa al proletariado de la burguesía, se
ven inexorablemente conducidos a formar parte de “frentes
populares” con los partidos capitalistas supuestamente más
“progresistas” (como la UP de Allende en Chile).
Hace 90 años, en medio
de la Primera Guerra Mundial, V.I. Lenin explicó el hecho
de que la mayor parte de los socialdemócratas terminaran
apoyando a “su propia” burguesía en la matanza
imperialista al señalar el papel jugado por la
“aristocracia obrera”. Esta capa social es comprada con
migajas de la mesa imperialista –las oficinas afelpadas,
las excursiones a ultramar, los salarios altos, etc. –
para encadenar a los trabajadores a sus enemigos de clase.
Hoy, escribió Lenin, “cada ‘gran’ potencia
imperialista puede sobornar y soborna a capas más reducidas
(que en Inglaterra entre 1848 y 1868) de la ‘aristocracia
obrera’. Anteriormente, como dice con extraordinaria
profundidad Engels, sólo en un país podía constituirse un
‘partido obrero burgués’, porque sólo un país
disponía del monopolio… Ahora, el ‘partido obrero
burgués’ es inevitable y típico en todos los
países imperialistas.” El dirigente bolchevique continúa:
“Lo importante es que, desde el punto de vista económico,
ha madurado y se ha consumado el paso de la aristocracia
obrera a la burguesía; este hecho económico, este
desplazamiento en las relaciones entre las clases, encontrará
sin gran ‘dificultad’ una u otra forma política”
(“El imperialismo y la escisión del socialismo”,
octubre de 1916).
La conclusión de Lenin
era que resultaba necesario echar a esta capa social que
mantiene a las organizaciones obreras sometidas a la burguesía.
Pero eso exige una lucha política no sólo en contra de los
“social chovinistas” que abiertamente apoyaron a los
gobernantes imperialistas en la guerra (como la AFT, la
AFL-CIO y CTW han hecho desde tiempo atrás), sino también
en contra de los “social pacifistas” que quieren cuando
mucho un cambio en la política bélica, sin desafiar
al sistema imperialista. En tanto que los social
pacifistas como Karl Kautsky hablaban de la “paz”, los
bolcheviques luchaban por “convertir la guerra
imperialista en guerra civil” mediante la movilización de
los obreros en lucha de clases en contra del imperialismo.
Hoy, cuando las diversas coaliciones por la “paz” con
plataformas políticas prácticamente idénticas disputan
entre sí en torno a cuestiones esencialmente organizativas,
compitiendo para atraer a unos políticos demócratas a sus
tribunas, el Grupo Internacionalista ha sido la única
organización en luchar por huelgas obreras contra la
guerra, por que la clase obrera se rehúse a transportar
material bélico y por la derrota de la guerra
imperialista en el extranjero y de la guerra contra
los trabajadores, las minorías oprimidas y los inmigrantes en
el propio país. Luchamos en los sindicatos para remplazar a
la burocracia vendida con una dirección clasista, que rompa
con los demócratas y forje un partido obrero
revolucionario.
Que los sindicatos en
las colonias sigan formando parte o no de los sindicatos
estadounidenses, es una cuestión táctica que debe ser
resuelta por los revolucionarios en los países coloniales.
Ciertamente, al haber sido víctimas de un desfalco y
sujetos a dictados que resuenan de arrogancia colonial/
imperialista, los sindicalistas puertorriqueños están
plenamente justificados para romper la afiliación
organizativa con semejantes sindicatos. Sin embargo, formar
parte de los sindicatos que organizan a trabajadores en todo
EE.UU. puede ampliar la capacidad de intervenir directamente
en el corazón del imperialismo. El hecho es que la más
grande concentración de puertorriqueños está en el área
metropolitana de Nueva York, el centro del capital
financiero internacional. En cualquier caso, los
internacionalistas proletarios procuran la más estrecha
colaboración entre los obreros de las colonias, los de los
países semicoloniales y los de las metrópolis
imperialistas.
Ésta es una razón
fundamental porque la que hay que dar el más amplio
apoyo a los maestros puertorriqueños hoy cuando
luchan en contra de sus gobernantes coloniales y de los
“lugartenientes sindicales del imperialismo”.
|