Crisis
alimentaria global
El
hambre invade Haití y el mundo
Por
Stephen Lendman (*)
Global Research, 21/04/08
Rebelión,
28/04/08
Traducido por Sinfo Fernández
Los
consumidores de los países ricos están sintiendo ya la
crisis en los supermercados, pero los pueblos más
empobrecidos del mundo están muriéndose de hambre. La
causa de esta situación son los precios al alza de los
alimentos, que están provocando disturbios por todo el
mundo; así está ocurriendo en Mexico, Indonesia, Yemen,
Filipinas, Camboya, Marruecos, Senegal, Uzbekistán, Guinea,
Mauritania, Egipto, Camerún, Bangladesh, Burkina Fasso,
Costa de Marfil, Perú, Bolivia y Haití. Este último país,
que una vez fue casi autosuficiente en sus necesidades
alimentarias, ha pasado ahora a depender de las
importaciones para su abastecimiento (al igual que otros países
importadores de alimentos), quedando a merced de las
empresas agropecuarias.
La escasez
de trigo en Perú es lo suficientemente grave como para
tener al ejército haciendo pan a base de harina de patata
(una cosecha nativa). En Pakistán, miles de soldados
vigilan los camiones que transportan trigo y harina. En
Tailandia, los campesinos que cultivan arroz se turnan para
mantenerse despiertos por la noche para vigilar sus campos
de los ladrones. En los últimos meses, el precio de las
cosechas casi se ha duplicado. Es el alimento básico de la
mitad o más de la población mundial, pero los precios al
alza y el temor a la escasez han movido a algunos de los
mayores productores a exportar menos: Tailandia (el mayor
exportador del mundo), Vietnam, India, Egipto, Camboya, y
otros que probablemente les seguirán, puesto que la
producción mundial va por detrás de la demanda. Los
productores de otros granos están haciendo lo mismo, como
Argentina, Kazajstán y China. Cuanto menos se exporte, más
subirán los precios.
Otros
factores son los altos precios del petróleo y los costes de
transporte, la creciente demanda, la especulación sobre
productos básicos, las plagas del sureste de Asia, una sequía
en Australia que dura ya diez años, las inundaciones en
Bangladesh y otros lugares, una ola de frío en China que se
alarga ya 45 días, y otros factores naturales que en mayoría
han sido manipulados, como el desvío de cosechas para
dedicarlas a producir biocombustibles, se han combinado para
crear una creciente crisis mundial que se detalla a
continuación. Se produce también en un momento en que
millones de chinos e indios tienen ingresos más altos,
cambian sus hábitos alimenticios y consumen más carne,
pollo y otros productos cárnicos que provocan demandas
inmensas de producción de grano.
A
continuación, expongo una instantánea que apareció el 8
de abril en el Times británico recogiendo la situación en
algunas zonas de Asia:
•
Los campesinos filipinos que sean cogidos acaparando arroz
se arriesgan a una sentencia de cárcel perpetua por
“sabotaje económico”;
•
Miles de pasteleros indonesios de pasteles de soja se han
puesto en huelga contra la destrucción de sus medios de
vida;
•
Países que eran autosuficientes en otra época, como Japón
y Corea del Sur, están “reaccionando ferozmente mientras
la ratio de reservas de alimentos para consumo se desploma
hasta mínimos históricos”;
•
La India no puede exportar ya millones de toneladas de
arroz; ahora se ve forzada a dejar “una reserva alimentaría
estratégica especial además de sus reservas de trigo y
arroz”;
•
Tailandia es el mayor productor mundial de arroz; su precio
subió un 50% en el pasado mes;
•
Países como Filipinas y Sri Lanka se disputan suministros
seguros de arroz; esos dos países y otros estados asiáticos
están luchando para enfrentarse a los precios altos y a los
suministros insuficientes.
•
El arroz es el producto básico de tres mil millones de
personas; una tercera parte de ellas sobrevive con menos de
1$ al día y tienen “inseguridad alimentaria”; eso
significa que, sin ayuda, pueden morirse de hambre.
La
Organización para la Agricultura y la Alimentación de
Naciones Unidas (FAO, en sus siglas en inglés) informó que
los costes de los alimentos, a nivel mundial, habían subido
casi un 40% en 2007, mientras los granos subieron un 42% y
los productos lácteos casi un 80%. El Banco Mundial declaró
que los precios de los alimentos han subido un 83% desde
2005. Esto ha hecho que 37 países hayan tenido que hacer
frente a crisis alimentarias a partir de diciembre y que, en
respuesta a la situación, 20 impusieran controles sobre los
precios.
También
está afectando a las agencias de ayuda humanitaria como el
Programa Alimentario Mundial de las Naciones Unidas (WFP, en
sus siglas en inglés). Debido al alza de los costes de la
energía y los alimentos, el 20 de marzo se hizo un
llamamiento urgente a los donantes para que contribuyeran a
cubrir un vacío de 500 millones de euros en los recursos
que les permiten llevar a cabo su trabajo. Desde esa fecha,
los precios de los alimentos subieron otro 20% y no hay señales
de que vayan a bajar. Para los pobres del mundo, como el
pueblo de Haití, la situación es desesperada, la gente no
puede conseguir alimentos, hagan lo que hagan, y muchos se
están muriendo de hambre.
Haiti:
El vivo ejemplo del hambre en el mundo
La crisis
haitiana es tan extrema que ha forzado a la gente a comer
(no alimentos) galletas de barro (llamadas “pica”) para
aliviar el hambre. Es un desesperado remedio haitiano hecho
de barro seco amarillo que proviene de la meseta central del
país para aquellos que pueden permitírselo. No es gratis.
En los atestados suburbios de Ciudad del Sol, la gente usa
una mezcla de barro, sal y grasa vegetal como comida normal,
y eso es todo lo que se pueden permitir. Un periodista de AP
en Puerto Príncipe lo probó. Dijo que tenía “una
consistencia suave, pero la mezcla se deshacía fuera de la
boca tan pronto se tocaba con la lengua. Después, y durante
horas, persistió un desagradable sabor a tierra”. Mucho
peor es cómo afecta a la salud humana. Una dieta de
galletas de barro causa desnutrición severa, dolor
intestinal y otros efectos dañinos por toxinas
potencialmente mortales y parásitos.
Otro
problema es el coste. Ese llena–estómagos no es gratis.
Los haitianos tienen que comprarlo, y los precios de la
“arcilla comestible” no paran de subir, casi 1,5$ el
pasado año. Ahora cuesta alrededor de 5$ hacer 100 galletas
(unos 5 céntimos cada una), lo que es más barato que la
comida, pero muchos haitianos ni siquiera pueden permitirse
eso. Veamos su situación:
•
El 80% de los haitianos están empobrecidos en el país más
pobre del hemisferio y uno de los más pobres del mundo;
•
El desempleo rampante, las dos terceras partes, o más, de
los trabajadores tienen tan sólo trabajos esporádicos;
•
Los que tienen empleo, ganan de 11 a 12 céntimos la hora;
el salario mínimo oficial del país es de 1,80$ al día,
pero las cifras del FMI muestran que el 55% de los haitianos
reciben sólo 44 céntimos al día, una cifra con la que
resulta imposible vivir.
Así es cómo
viven los haitianos pobres. Tienen familias amplias, viven
en chabolas de cartón y hojalata, no hay agua corriente y
muy poca o ninguna electricidad, y la vida dentro y
alrededor es horrible. Las sábanas están atestadas de
moscas, no hay saneamiento y en el exterior la basura se
extiende por doquier. Los niños están siempre hambrientos,
nunca hay suficiente comida, a menudo sólo hacen una única
comida al día, las enfermedades son el pan de cada día,
las expectativas de vida son muy bajas y han de soportar a
los supuestos “pacificadores” Cascos Azules y la
violencia de las bandas que asolan comunidades como la
Ciudad del Sol de Puerto Príncipe.
Ahora, ante
la crisis alimentaria, los haitianos han salido a la calle a
protestar porque el pasado año se habían triplicado los
precios de los artículos de primera necesidad, y tienen un
presidente, un primer ministro y un gobierno que no hacen prácticamente
nada para remediarlo. Durante días, se les vio por todas
partes, por todo el país, y eran miles. Protestaron en
Puerto Príncipe, llevando platos vacíos para expresar su
espantosa situación, rompieron las ventanas de edificios y
coches, asaltaron las tiendas, buscaron comida, intentaron
asaltar el palacio presidencial, gritaron “tenemos
hambre” y exigieron la dimisión del Presidente René
Preval.
Los Cascos
Azules de Naciones Unidas (MINUSTAH) respondieron cruelmente
de la forma que lo hacen siempre contra las manifestaciones
pacíficas o de protesta. Dispararon y mataron al menos a
cinco haitianos (algunas informaciones dicen que fueron más),
hirieron a muchos otros y eso sólo en el centro de Puerto
Príncipe.
En Les
Cayes (la tercera ciudad más grande de Haití), en el
suroeste, los manifestantes asaltaron e intentaron incendiar
las oficiales de la MINUSTAH local. Otros hicieron
barricadas en las calles, buscaron comida y gritaron “Fin
al alto coste de la vida”. Protestas similares se
sucedieron por todo el país:
•
En las ciudad del norte como Cap–Haitien y Gonaives;
•
Jacmel en el sur;
•
Jeremie en el suroeste, donde se informó al menos de dos
muertes; y
•
En ciudades más pequeñas como Petit Goave, Miragoane, Aquín,
Cavaillon, Sant–Jean du Sud, Leogane, Vialet,
Anse–a–Veau y Simon.
Es algo ya
familiar en Haití. La rabia ante la injusticia se va
incubando y explota sacando a los haitianos en masa a la
calle contra condiciones intolerables de vida que se han ido
agravando por una ocupación represiva y odiada de Naciones
Unidas. Están allí para proteger los privilegios, no para
asegurar la paz. Fue la primera vez que el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas autorizó a unos supuestos
“mantenedores de la paz” a reforzar un golpe de estado
contra un presidente democráticamente elegido (por una
mayoría del 92%).
El actual
presidente de Haití no puede hacer frente a la situación y
su actuación ha ido paralela al estado de las cosas. Desde
su reelección en febrero de 2006, ha sido totalmente
ineficaz, no ha hecho nada para aliviar la crisis actual, en
vez de ponerse a trabajar para intentarlo lo que hizo fue
dar órdenes para que se acabara con las protestas, y así
es cómo el 9 de abril se dirigió a la población por
televisión en un discurso vergonzoso: “Las
manifestaciones y la destrucción no van a conseguir que
bajen los precios ni que se resuelvan los problemas del país.
Muy al contrario, eso puede hacer que crezca la miseria y
que la inversión huya del el país”, por supuesto que eso
no ayuda en nada a la mayoría de los haitianos y Preval lo
sabe.
Después de
una semana de protestas, siguió una calma inestable, pero
las cosas pueden estallar de nuevo en cualquier momento
porque las medidas implementadas han sido mínimas. De forma
desdeñosa, el primer ministro de Preval, Jacques Edouard
Alexis, culpó del problema a las “fuerzas globales” y
al alto coste del petróleo diciendo que no había
soluciones inmediatas y dando el caso por cerrado. También
afirmó que las protestas estaban manipuladas por
provocadores, incluidos enfadados traficantes de drogas que
reaccionaban ante un supuesto cierre de uno de de sus puntos
de transporte.
Alexis está
ya fuera y las elites debaten sobre quién le va a
reemplazar, mientras, los haitianos se mueren de hambre, el
FMI sigue llevándose un millón de dólares a la semana en
impuestos exigidos a los ricos, y sólo países como Cuba
(mediante la formación de haitianos en medicina) y
Venezuela (donando dinero, petróleo barato y unas 600
toneladas de ayuda alimentaria enviada el 13 de abril, más
de la cantidad informada al principio) parecen preocuparse.
Chavez se preocupa por toda Latinoamérica y el pasado año
donó unos 8.800 millones de dólares de ayuda, cuatro veces
la suma de EEUU proporciona a la región.
Por su
parte, el Banco Mundial planea enviar 10 patéticos millones
de dólares de “ayuda de emergencia” para un país en el
que alrededor de ocho millones de personas de mueren de
hambre. También planea duplicar “hasta” 800 millones de
dólares sus préstamos agrícolas a África para el próximo
año, y con eso lo único que conseguirá será que una mala
situación empeore. Irá destinado a naciones gravemente
endeudadas, incapaces, como consecuencia, de proporcionar
alimentos a su pueblo; pero la política del Banco Mundial
siempre va en la dirección contraria a lo que esos países
necesitan.
El
Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki–moon, hizo
simplemente una declaración formal sobre la crisis y su
gravedad, y fue tan frustrante como Alexis, no ofreció
ninguna ayuda significativa, es un tipo tan indiferente como
los funcionarios del Banco Mundial, que nunca olvida que sus
jefes están en Washington. En vez de hacer su labor para
ayudar, apeló a los dirigentes de Haití a que restauraran
la estabilidad porque la seguridad del país estaba
amenazada. Los pueblos pobres que se mueren de hambre no son
su problema. ¡Que coman galletas de barro!
Esa es
también, al parecer, la solución de René Preval. Tardíamente
(el 12 de abril), anunció un plan para hacer que el precio
del arroz bajara un 15%. Eso no va a ayudar en nada a
solucionar la crisis, y Reuters (15 de abril) informó que
los vendedores exigen precios más altos aún para las
mercancías que tienen almacenadas. Eso provocó nuevos
disturbios en las calles, que los haitianos sigan muriéndose
de hambre y que los “funcionarios gubernamentales brillen
por su ausencia a la hora de hacer la más mínima declaración”.
El nuevo
libro de Raj Patel explica bien el estado de cosas actual. Se titula “Stuffed and Starved: The Hidden Battle for the World Food
System”. En una declaración efectuada el 14 de
abril, dijo: “Lo que está sucediendo en Haití es un
presagio para el resto del mundo desarrollado. Haití es el
vivo retrato de una economía que liberalizó su agricultura
y liquidó las redes de protección social para los
pobres…”. Las condiciones que crean los disturbios como
consecuencia del problema alimentario son dos:
•
“Los precios desorbitados y las políticas modernas de
desarrollo” (tarifas, subsidios a las corporaciones, políticas
de reserva de grano) hacen que millones y millones de seres
no puedan acceder a los alimentos; y
•
“Entonces se producen disturbios cuando no hay otra forma
de conseguir que los poderosos escuchen…” Seguirán
apareciendo “cada vez con mayor frecuencia hasta que los
gobiernos se den cuenta que la comida no es un mero artículo,
es un derecho humano”.
El
hambre mundial – Un problema cada vez más grave para
todas las naciones
La situación
es tan grave que las protestas pueden estallar por doquier y
en cualquier momento, y los países ricos, incluidos los
EEUU, no están inmunizados. La pobreza en el país más
rico del mundo crece y organizaciones como el Economic
Policy Research (CEPR) y el Economic Policy Institute (EPI)
así lo documentan. Están informando de la existencia de
unas clases marginadas (cada vez más numerosas), alrededor
de 37 millones de personas con salarios miserables, y
aseguran que las estadísticas oficiales subestiman el
problema. Indican que se está abriendo un abismo sin
precedentes entre ricos y pobres, una clase media agonizante
y cada vez más millones de seres inmersos en la extrema
pobreza.
Afecta
también a los desempleados en tiempos de depresión económica,
pero los datos oficiales del gobierno ocultan hasta qué
extremo. Si los cálculos sobre el empleo se hicieran como
se instituyó originariamente, la tasa real estaría
alrededor del 13% en lugar de la cifra del 5,1% del
Departamento de Trabajo. Lo mismo ocurre con la inflación
que, a nivel macroeconómico, está alrededor del 12% en vez
del oficial 4%, cifra totalmente absurda.
En
condiciones de especial dureza, el síntoma más claro es
que el hambre aumenta, y la actual inflación alimentaria
amenaza con una espiral que va a escapar de todo control si
no se hace nada para remediarla. Es la más alta en décadas,
con el año 2007 señalando lo que se nos viene encima: los
huevos subieron un 25%; la leche un 17%; el arroz, el pan y
la pasta un 12%, y vayan y miren los precios que señala la
Junta de Comercio de Chicago (CBOT, en sus siglas en inglés):
•
Los precios de los granos y la soja están en niveles nunca
vistos;
•
El trigo está todo el tiempo por encima de los 12$ el celemín
(1), con pocas perspectivas de que deje de subir a pesar de
una disminución temporal en los precios; el Departamento de
Agricultura de EEUU prevé que las reservas globales de
trigo de este año caerán hasta una cifra de hace 30 años,
por debajo de 109,7 millones de toneladas métricas; USDA
también proyectó que las reservas de trigo estadounidenses
al año a finales de 2008 serían de 272 millones de
celemines, el nivel más bajo desde 1948;
•
El maíz y la soja están también a nivel de record; la
soja está a 15$ un celemín; los precios del maíz se
dispararon hasta los 6$ el celemín, mientras la demanda de
esta y otras cosechas se disparan a pesar de que los
granjeros estadounidenses han plantado todo lo que han
podido para aprovechar los altos precios.
Una demanda
creciente, un dólar débil, pero también hay otros muchos
factores responsables de la situación: el aumento en el uso
de maíz para la producción de etanol ha hecho que los
granjeros dediquen una gran parte de la extensión de sus
tierras a otro tipo de cosechas a fin de plantar más de lo
que más se demanda. El 43% de la producción de maíz se
dedica a alimentar el ganado, pero alrededor un quinta parte
va a los biocombustibles, según la Asociación Nacional de
Productores de Maíz (NCGA, en sus siglas en inglés). Otras
estimaciones llegan al 25–30%, comparado con el 14% de
hace dos años, y la NCGA estima que una tercera parte de la
cosecha de 2009 irá para producir etanol, no comida. Esto
está disparando la inflación alimentaria mundial y
estadounidense y las previsiones a cinco años vista es que
los aumentos serán aún más altos.
En los países
más pobres del mundo, la gente se muere de hambre y aquí
[EEUU] no se para de hablar de vales de comida, con unas
previsiones sin precedentes: este año, 28 millones de
estadounidenses van a necesitarlos, a la vez que aumenta el
desempleo en una economía debilitada. Sin embargo, muchos
millones en situación precaria no tienen la cobertura de
unos servicios sociales que, además, cuentan con
presupuestos mínimos a causa de las guerras y la bajada de
impuestos a los ricos, haciendo que la gente pobre se hunda
en casa. Una familia de cuatro miembros sólo tiene ahora
derecho a subsidios si sus ingresos mensuales son de 1.721$
al mes, o 20.652$ al año (o por debajo). Incluso en esos
casos, consigue los mismos 542 dólares al mes que recibían
los perceptores en 1996 para cubrir los mucho más altos
precios actuales, lo que significa alrededor de un 1$ por
persona y comida y bajando.
Ese es el
dilema que debe afrontar el Programa Alimentario Mundial de
las Naciones Unidas (WFP, en sus siglas en inglés) en un
momento en que las donaciones que le llegan son
insuficientes. Su Directora Ejecutiva, Josette Sheeran,
dijo: “Nuestra capacidad para llegar a la gente disminuye
a la vez que las necesidad aumentan…
Estamos
viendo una nueva cara del hambre en gente que no puede
permitirse comprar comida… Las situaciones que
anteriormente no eran urgentes son ahora desesperadas”.
Las necesidades de financiación del WFP siguen aumentando.
Se estima que alcanzan los 3,5 mil millones de dólares, que
seguirán creciendo, y son para proyectos aprobados para
alimentar a 73 millones de personas en 78 países en todo el
mundo. El WFP prevé unas necesidades potenciales mucho más
altas para emergencias imprevistas y para la cada vez mayor
cantidad de personas en situación de necesidad.
La suma que
la gente (que no es pobre) de los países ricos dedica a los
alimentos supone el 10% de su consumo. En otros, como en
China, es de alrededor de un 30%, pero en África
Subsahariana y en los países pobres de Latinoamérica y
Asia es de alrededor del 60% (o incluso el 80%) y siguen
aumentando. Significa que la ayuda alimentaria es vital y
que sin ella la gente se morirá de hambre. Pero mientras
los precios de los alimentos suben, los ingresos disponibles
(cuando más necesarios eran) caen porque no se dispone de
suficiente dinero y hay muy pocos donantes ofreciendo ayuda.
Las
agencias que podrían hacer algo están haciendo menos de lo
que debieran y algunas, como USAID, están diciendo que van
a cortar el volumen de la ayuda alimentaria que
proporcionan, pero no quieren decir por qué. Su misión es
ayudar a los ricos, no a los pobres, como se afirma en su página
en Internet: Como agencia gubernamental de EEUU, “recibe
sus directrices políticas exteriores de la Secretaría de
Estado y su misión es cuidar de los intereses políticos
exteriores de EEUU en las áreas de crecimiento económico,
agricultura y comercio…” Eso deja fuera a los pobres.
Oxfam se
preocupa de lo que USAID ignora. Se hicieron llamamientos a
los donantes y gobiernos a acciones inmediatas para proteger
a los pobres del mundo contra la subida de los precios de
los alimentos. Un portavoz dijo: “La incertidumbre económica
mundial, los altos precios de los alimentos, la sequía (y
otros factores), todos unidos, lanzan una seria amenaza a
los más vulnerables”. En otra declaración añadía:
“En el futuro, cada vez habrá más gente teniendo que
enfrentar carencias alimentarias. Debido al aumento de los
precios de los alimentos, tenemos que pensar en su impacto
sobre los pobres del mundo, que están gastando en comida
hasta el 80% de sus ingresos”.
El Relator
Especial para el Derecho a los Alimentos de Naciones Unidas,
Jean Ziegler, expresó también su alarma. En comentarios al
diario francés Liberación, dijo: “Nos encaminamos hacia
un período muy largo de motines, conflictos y olas de
incontrolable inestabilidad regional marcados por la
desesperación de las poblaciones más vulnerables”. Señaló
que incluso en circunstancias normales el hambre invade el
mundo y cada cinco segundos se lleva la vida de un niño
menor de diez años. Debido a la crisis actual, nos
enfrentamos ahora a “una masacre inminente”.
Además de
los factores habituales citados, es vital preguntarse por qué,
pero no esperen que se lo explique Lula de Brasil. La
producción de biofuel es la principal culpable pero, según
él, no es así. Brasil es uno de los productores de biofuel
más importantes. El pasado año firmó un “Pacto del
Etanol” de Investigación y Desarrollo con Washington para
desarrollar las tecnologías de “próxima generación”
para seguir aumentando la producción.
El 16 de
abril, en un información de Reuters, el antiguo dirigente
sindical se manifestó de forma desdeñosa sobre la actual
crisis y rechazó las críticas de que los biofuel tuvieran
la culpa. A pesar de las protestas en Brasil y en todo el
mundo, dijo a los periodistas: “No me digan… que la
comida es cara a causa del biodiesel. Es cara porque la
situación económica de los pueblos ha mejorado y quieren
comer más”. Eso es verdad en algunas zonas de la China y
la India, pero no en la mayoría de países donde los
ingresos no han mantenido el ritmo de la inflación.
Biocombustibles,
el azote de nuestra época
La idea de
obtener fuel combustible de las materias orgánicas ha
estado dando vueltas en la mente de algunos desde la época
de los primeros coches, pero sólo recientemente ha empezado
a considerarse en serio. Como se fabrican a partir de
plantas o subproductos animales (renovables), los bio o
agrocombustibles se han vendido (falsamente) como una solución
a la cada vez mayor escasez de energía con un supuesto
inmenso beneficio añadido, con la insensata idea de que son
limpias y verdes sin todas esas cuestiones molestas
relacionadas con los combustibles fósiles.
El biofuel
es un término general para describir todos los combustibles
de materia orgánica. Las dos clases más comunes son el
bioetanol, como sustituto de la gasolina, y el biodiesel,
que sirve para el mismo propósito que ese tipo de
combustible.
El
bioetanol se produce a partir de cultivos ricos en azúcar,
como el maíz, el trigo y la caña de azúcar. La mayoría
de los coches pueden quemar un combustible del petróleo
mezclado hasta con un 10% de bioetanol sin necesitar hacer
modificaciones en su motor. Algunos coches, de modelos más
recientes, pueden correr con bioetanol puro.
El
biodiesel se produce a partir de una variedad de aceites
vegetales, como la soja, la palma y la colza, más grasas
animales. Este fuel puede reemplazar al diesel regular sin
modificar los motores.
El etanol
de celulosa es otra variedad y se hace a partir de la fibra
descompuesta de las hierbas o de otras clases de plantas.
Los biofuel de todos los tipos son renovables ya que los
cultivos crecen en temporada, son cosechados y replantados
para obtener nuevas producciones una y otra vez.
En el
discurso de George Bush de 2007 sobre el Estado de la Unión
anunció: “Es de interés vital para nosotros que
diversifiquemos los suministros energéticos de EEUU, por lo
que debemos continuar invirtiendo en nuevos métodos para
producir etanol y reducir en un 20% el uso de la gasolina en
EEUU en los próximos años. Para lograrlo, debemos fijarnos
el objetivo de conseguir 35 mil millones de galones de fuel
renovable y alternativo en 2017 para reducir nuestra
dependencia del petróleo extranjero”.
Anteriormente,
el Congreso aprobó el Acta para la Política Energética de
2005 que establecía un mandato para aumentar la producción
de fuel y etanol hasta cuatro mil millones de galones en
2006 y hasta 7.500 millones para 2012. El año pasado se
alcanzaron ya los 6.500 millones de barriles y se va camino
de lograr los 9.000 millones este año.
El Acta por
la Seguridad e Independencia de la Energía impulsó el
esquema de la administración Bush con multitud de subsidios
al sector agrícola. Su versión final fue aprobada sin
problemas en diciembre por las dos Cámaras, y George Bush
lo hizo oficial el 19 de diciembre. Subió las previsiones
de 2005 con uno de sus llamamientos a producir 36.000
millones de galones de fuel renovables en 2022 para
reemplazar el 15% de su equivalente en petróleo. Eso supone
aumentar casi en cinco veces los niveles actuales, y pueden
fijarse nuevos objetivos mientras sigan subiendo los precios
del petróleo (que el 21 de abril alcanzaron los 117$ por
barril) para justificar alternativas más baratas, y algunos
de la comunidad del medio ambiente proclaman que los biofuel
son menos dañinos para el medio ambiente.
Sigan
aplaudiendo, pero abran los ojos a la realidad. Al
consideran todos los efectos que supone producirlos, se ve,
en dos palabras: que los combustibles orgánicos destrozan
las selvas tropicales, reducen las reservas acuíferas,
exterminan las especies e incrementan las emisiones
invernadero. Al menos eso es lo que el Science Magazine dice
en su número más reciente. Revisaba estudios que habían
examinado cómo la destrucción de ecosistemas naturales
(tales como las selvas tropicales y las praderas
sudamericanas) no sólo libera gases invernadero cuando se
queman y se aran sino que también priva al planeta de
esponjas naturales que absorben las emisiones de carbón. La
tierra cultivable absorbe mucho menos carbón que las selvas
tropicales, y también absorbe menos el monte que las
reemplaza.
El científico
de Nature Conservancy, Joseph Fargione (principal autor de
un estudio), concluía que la aniquilación de las praderas,
a causa del fuel fabricado anualmente a partir de esa
tierra, libera 93 veces una cantidad de gases invernaderos
que podrían haberse evitado. Para los científicos y otras
personas preocupadas por el calentamiento global, la
investigación descubría que la producción de biofuel
exacerba ese problema y por tanto hay que reconsiderarla.
Otros no están de acuerdo y, de momento, continúa la
tendencia en Europa y EEUU, fijándose ambiciosos objetivos
que prestan poca atención a las consecuencias que prefieren
ignorar.
Eric
Holt–Gimenez, director ejecutivo del Food Frist/Institute
for Food and Development Policy, sí concede mucha atención
al tema y escribió sobre él en un artículo publicado el
pasado junio por la Agencia Latinoamericana de Información
(ALAI) que fue ampliamente distribuido con posterioridad. Su
título era: “Biocombustibles: Los Cinco Mitos de la
transición a los Agrocombustibles”. Como él señala:
“Es necesario deshacer todo el equipaje mítico de los
agrocombustibles de transición”:
1. Los
agrocombustibles no son limpios ni verdes. Como se dijo
antes, producen muchísimas más emisiones de gases
invernadero que las que ahorran y también requieren grandes
cantidades de fertilizantes a base de petróleo, que
contaminan aún más.
2. La
producción de agrocombustibles destruirá inmensas
extensiones de bosques en países como Brasil, donde está
bien documentada la colosal devastación de la Selva del
Amazonas, que sigue actualmente aumentando a una velocidad
de 325.000 hectáreas al año. En Indonesia, para 2020,
“las plantaciones de aceite de palma para biodiesel seguirán
siendo la causa principal de pérdida de bosques en un país
que tiene una de las tasas de deforestación más altas del
mundo”.
3. Los
agrocombustibles destruirán el desarrollo rural. Los pequeños
campesinos se verán obligados a dejar sus tierras y lo
mismo les ocurrirá a otros miles en comunidades que tendrán
que hacer sitio a las Grandes del Petróleo, a los negocios
y tecnología agropecuarios, que llegarán y se apoderarán
de inmensos beneficios destinados a los multimillonarios.
4. Los
agrocombustibles aumentan el hambre. Los pobres son siempre
los que peor parados salen, el tópico está ya expuesto
arriba, y Holt–Gimenez cita otra previsión. El
International Food Poilcy Research Institute estima que los
precios de los productos alimentarios de primera necesidad
aumentarán de un 30 a un 33% en 2010, pero esa cifra se ha
quedado ya obsoleta al considerar los datos actuales. El
FPRI ve también un continuo aumento hasta 2020 de entre el
26 al 135%, que será catastrófico para los pobres del
mundo que no pueden permitirse ya pagar los precios actuales
y que no tienen posibilidades de aumentar sus ingresos más
que de forma marginal, en caso de tener alguna posibilidad.
5. Unos
agrocombustibles mejores, de “segunda generación”, no
es algo que esté a la vuelta de la esquina. Aunque se nos
trata de vender que son respetuosos con el medio ambiente y
que los árboles y el Panicum virgatum (una especie de
hierba alta de pradera de estación cálida que crece en el
centro de Estados Unidos) crecen deprisa. Holt–Gimenez
denomina a ese argumento de “cebo y juego de trileros
alrededor de la Panicum virgatum” creado para sustentar la
hipótesis de la producción de primera generación ahora en
marcha. Los problemas ambientales son los mismos y se verán
aún más inmensamente agravados por las plantaciones de
cosechas extensivas de GMO (2).
Holt–Gimenez
considera los agrocombustibles como un “caballo de Troya
genético” que está permitiendo que gigantes del negocio
agropecuario como Monsanto “colonicen a la vez nuestro
fuel y nuestro sistema alimentario”, que apenas sirven
para contrarrestar la creciente demanda de petróleo, que se
llevan inmensos beneficios de ese plan, que lo consiguen a
expensas de los contribuyentes, que es exactamente lo que
está sucediendo también con las Grandes del Petróleo en
ese aspecto, como modo de diversificar mediante mayores
inversiones en biofuel. Más sobre esto a continuación.
El
fantasma de Henry Kissinger
Kissinger
hizo en 1970 un comentario escalofriante que explica
bastante lo que está sucediendo ahora: “Controla el petróleo
y controlarás las naciones; controla los alimentos y
controlarás a los pueblos”. Combínalo con un
incontestable poder militar y lo controlarás todo, dijo
también, probablemente, Kissinger.
Dijo mucho
más en su memorando clasificado de 1974 sobre un proyecto
secreto denominado National Security Study Memorandum 200
(NSSM 200) sobre “un plan de acción para la población
mundial” en aras a conseguir un drástico control de la
población global. Quería reducirla en cientos de millones,
utilizando los alimentos como arma, y reorganizando de forma
total el mercado global de alimentos para conseguir la
destrucción de granjas familiares y su reemplazo por fábricas
(dirigidas por el negocio agropecuario). Esto ha estado llevándose
a cabo durante décadas, apoyado desde enero de 1995 por la
fuerza del WTO, y caracterizado ahora por inmensos gigantes
agropecuarios con monstruosos poderes integrados
verticalmente que controlan todos los aspectos de los
alimentos que comemos, desde los laboratorios de investigación
a las plantaciones al procesamiento a los supermercados y a
otros aspectos alimentarios en los mercados de todo el
mundo.
Pero hay más
aún y es peor. Hoy en día, cinco gigantes del negocio
agropecuario, con muy poca fanfarria y enorme respaldo
gubernamental, hacen planes a lo grande a costa nuestra:
controlar los suministros de alimentos mundiales mediante la
manipulación genética de los biocombustibles como parte de
un esquema más amplio.
Al desviar
cosechas para el fuel, los precios se han disparado y cinco
gigantes del “Agro biotecnológico” se están
aprovechando de ello: Monsanto, DuPont, Dow Agrisciences,
Sygenta y Bayer CropScience AG. Su solución: convertir
todas las cosechas en GMO, vendiéndolas como medio para
incrementar la producción y reducir costes, y proclamando
que esa es la solución al alza de precios y al hambre del
mundo.
En
realidad, el poder agropecuario aumenta los precios,
controla la producción para mantenerla alta y el principal
objetivo detrás de la actual situación es la conversión
de las tierras de labranza en fábricas de biocombustibles.
Produciendo menos para alimentación y aumentando la demanda
mundial de alimentos, los precios suben y la rampante
especulación de artículos básicos de consumo exacerba el
problema con comerciantes encantados de poder sacar inmensos
beneficios. Es otro aspecto del esquema de transferencia de
la riqueza desde hace décadas: de la mayoría mundial a una
elite de unos pocos. Mientras la tendencia continúe, su
momentum es auto–sostenible y funciona porque los
gobiernos lo apoyan. Subvencionan el problema, suavizan las
normativas, dejan libertad absoluta a las empresas y
sostienen que los mercados funcionan mejor dejándoles a su
aire.
Como se
mencionó antes, alrededor del 43% de la producción del maíz
estadounidense se destina a la alimentación del ganado,
pero cada vez se destinan cantidades mayores a los
combustibles: en estos momentos, posiblemente, el 25–30%
de la producción, comparado con el 14% de hace dos años;
desde 2001 ha supuesto una subida del 300%. El total excede
actualmente de lo que se destina a la exportación y no
parece que la tendencia vaya a disminuir. El resultado, por
supuesto, es que las reservas de grano mundiales disminuyen,
los precios se disparan, millones de personas se mueren de
hambre, los gobiernos lo permiten y son sólo los primeros
capítulos de una horrenda tendencia a largo plazo:
transformar radicalmente la agricultura de forma que resulte
humanamente destructiva de la siguiente forma:
•
Permitiendo que los negocios agropecuarios y las Grandes del
Petróleo la controlen para su beneficio a costa de la salud
y bienestar del consumidor;
•
Convirtiéndolo todo en genéticamente manipulable e
infligiendo un gran daño potencial a la salud humana; y
•
Produciendo cantidades reducidas de cosechas para la
alimentación, desviando cantidades cada vez mayores para
combustibles, permitiendo que los precios se disparen,
valorando igual los alimentos que el petróleo, poniendo fin
a la responsabilidad de los gobiernos sobre la seguridad
alimentaría y tolerando lo impensable: que se ponga en
peligro la vida de cientos de millones de pobres de todo el
mundo, permitiendo que se mueran de hambre con tal de
conseguir más beneficios.
Ese es el
maravillo mundo neoliberal que los estrategas tienen en
mente. Se sienten a gusto con sus planes, de los que apenas
les desvían las angustias económicas actuales. Son bien
conscientes de las crecientes protestas mundiales que podrían
ser inmensamente negativas, pero muy centrados, no obstante,
en encontrar vías más inteligentes para seguir adelante
con lo que llevan tanto tiempo preparando y trabajando. Por
eso no van a permitir en absoluto que la miseria humana haga
peligrar sus grandes beneficios.
Si no
quieren cambiar, el pueblo tendrá que hacerlo por ellos y,
a lo largo de la historia, eso es lo que siempre ha
funcionado. Con el tiempo, elevar las protestas cuando las
amenazas se incrementen, y puede que esas amenazas sean ya
tan graves que nunca hubiéramos podido imaginarlas.
Qué mejor
momento para un nuevo movimiento social como los del pasado
en que eran las fuerzas esenciales para el cambio. El
afamado organizador comunitario Saul Alinsky sabía muy bien
que la forma de golpear al dinero organizado es mediante el
pueblo organizado. Y así fue como triunfaron tomando las
calles, haciendo huelgas, boicots, desafiando a las
autoridades, paralizando empresas, pagando con sus vidas y,
en última instancia, prevaleciendo al saber que el cambio
nunca llega de arriba a abajo. Siempre es desde las raíces,
de abajo a arriba, y que mejor momento para eso que ahora.
Es hora ya de que la democracia valga para todos, que no
toleremos los destructivos GMO y los esquemas de los
biocombustibles, y que “América la Bella” no siga
siendo sólo para las elites y nadie más.
(*)
Stephen Lendman es investigador asociado del Centro para las
Investigaciones sobre Globalización. Vive en Chicago y
puede contactarse con él en: lendmanstephen@sbcglobal.net;
Su página en Internet es: www.sj.lendman.blogspot.com
Notas
de la traducción:
(1)
Celemín: medida para áridos, equivalente a 4,625 litros
(2)
GMO: [organismo genéticamente modificado]
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