La vida después de Fidel
Por Samuel Farber (*)
Foreign Policy
In Focus, 07/05/08
Kaos–en–la–red, 21/05/08
Traducción para sinpermiso de Ángel Ferrero
La renuncia oficial de Fidel Castro al puesto de jefe del
estado cubano, aunque esperada, ha sido un momento crucial
que ha planteado grandes interrogantes sobre el futuro de
Cuba. Su hermano menor Raúl, que oficialmente ya ha asumido
el mayor puesto oficial del país, había antes sustituido
"temporalmente" al comandante en jefe el 31 de
julio de 2006, después de que Fidel Castro se retirara
debido a una grave enfermedad, cuya naturaleza ha sido
declarada secreto de estado.
La decisión de los dirigentes cubanos de escoger a José Ramón
Machado Ventura, de 77 años, como sucesor de Raúl Castro,
ha sido sorprendente pero reveladora. La mayoría de los
observadores, incluido quien esto escribe, esperaban el
nombramiento de Carlos Lage, un médico aún en la
cincuentena, con reputación de moderado, y que desde hace años
ha jugado un papel relevante en la dirección de la economía
cubana. Los dirigentes cubanos han designado en cambio a un
partidario de la línea dura que se ha dedicado a preservar
la pureza ideológica del sistema. Machado Ventura también
ha ayudado a consolidar la influencia del ejército en las más
altas esferas de poder del gobierno, permitiendo con ello
una sucesión del status–quo que aseguraría la
continuidad del actual sistema.
Existen diferencias políticas tanto en la jefatura como en la
intelligentzia del país sobre la cuestión del
cambio político y económico, dudas acerca de sus futuras
relaciones con los círculos militares dominantes. Al mismo
tiempo, hemos podido ver signos de nuevas protestas desde
abajo que podrían frustrar los planes de la elite. Y existe
además una presión exterior, particularmente desde los
Estados Unidos, que indudablemente tiene un importante
impacto en cualquier tipo de transición política que tenga
lugar en la isla.
Desintegración social
Las discusiones políticas sobre el futuro de Cuba están
teniendo lugar con una considerable desintegración social
como telón de fondo. En un importante discurso realizado en
la Universidad de La Habana en noviembre de 2005, Fidel
Castro ya señaló que la corrupción se había extendido
tanto, que temía que pudiera destruir la revolución desde
dentro. Buena parte de esta corrupción es el resultado de
graves penurias económicas. A pesar de que ha habido
mejoras materiales significativas, especialmente en la
distribución de electricidad –los apagones casi han
desaparecido— y en el transporte público de La Habana, el
país no se ha recuperado completamente de la tremenda
crisis que trajo consigo la desaparición del bloque soviético.
Sanidad y educación, las áreas que fueron testimonio de un
mayor progreso desde los primeros días de la revolución,
fueron gravemente perjudicadas por la crisis. Ha habido una
preocupante escasez de profesores, debida sobre todo a los
bajos salarios que prevalecen en el sector. Entre los
efectos de esta crisis del sistema educativo cubano destacan
la sustitución de profesores por clases televisadas y la
cada vez mayor importancia de las clases particulares
remuneradas, una tendencia que fue observada con preocupación
por el periódico Juventud Rebelde el 30 de mayo. Hay
una importante escasez de medicinas y provisiones médicas
en las clínicas y hospitales que atienden a la población
general (que contrasta con las instalaciones sanitarias
disponibles para la elite política y los "turistas
sanitarios"). La crisis sanitaria se ha agravado a
causa del intercambio de médicos por petróleo con
Venezuela, que ha provocado una falta de médicos de
cabecera en el otrora muy apreciado programa de médicos de
familia, así como entre los especialistas a los cuales
estos pacientes eran remitidos.
Además, la cartilla de racionamiento oficial cubre solamente
la mitad de las necesidades alimenticias de la población.
El resto debe obtenerse en el mercado libre a precio de peso
convertible (que es aún más caro que el dólar). La Comisión
Económica de las Naciones Unidas para Latinoamérica (ECLA,
por sus siglas en inglés) estima que el 62% de los cubanos
tiene acceso a esta moneda fuerte (en cantidades muy
variadas), mientras que el 20% de la población urbana de la
isla se encuentra en riesgo de no ser capaz de cubrir sus
necesidades mínimas básicas (Cuba es actualmente urbana en
un 75%). No es ninguna sorpresa que el robo, sobre todo de
la propiedad estatal (incluyendo incluso partes del tendido
eléctrico), y todo tipo de chanchullos se hayan convertido
en el pan de cada día para un buen número de cubanos. Últimamente,
la prensa cubana ha informado de un creciente número de
incidentes que sugieren una crisis social generalizada más
allá de la corrupción y del quebrantamiento de la ley con
fines utilitarios. Estos incidentes van desde el absentismo
escolar, el alcoholismo y el declive del civismo a hechos
mucho más graves, como los ataques espontáneos a autobuses
que recorrían barrios pobres y algunos casos de gamberrismo
sin precedentes enacontecimientos deportivos.
Las reformas de Raúl
Raúl Castro está tratando de incrementar a corto plazo su
apoyo popular y su legitimidad garantizando reformas económicas
para eliminar las restricciones actuales, particularmente en
lo que se refiere a la vida económica del país, mientras
mantiene firmas las riendas con el objetivo de prevenir
cualquier viso de democratización de la sociedad cubana. Ésta
parece ser su respuesta, discrecional y selectiva, a las
demandas populares expresadas tras su llamada –en el
discurso del 26 de julio de 2007— a la organización de un
debate franco y abierto de alcance nacional.
No es la primera vez que se hace una llamada de este tipo en
la isla. Algo parecido ocurrió en el periodo anterior al IV
Congreso del Partido Comunista en 1991. En aquella ocasión,
sin embargo, la prensa oficial publicó frecuentemente las
propuestas hechas en reuniones de comunidades y lugares de
trabajo, aunque con escaso o ningún efecto práctico.
Algunos cubanos describen este tipo de apertura
institucionalizada como la "cultura del
montacargas": las propuestas son enviadas hacia arriba,
a las autoridades, y las respuestas de éstos bajan sin que
la gente pueda responder o actuar por otras vías. En otras
palabras, la gente tiene prohibido organizarse
independientemente, fuera de los canales oficiales,
prohibición que tiene como fin prevenir la confrontación
directa con los dirigentes y cortocircuitar cualquier petición
de soluciones a sus problemas.
Así las cosas, Raúl Castro ya ha retirado la prohibición de
comprar teléfonos móviles, computadoras y otros electrodomésticos,
así como suministros y utensilios agrícolas. También ha
retirado la prohibición a los cubanos de hospedarse en los
hoteles para turistas y de alquilar automóviles. Estas
concesiones sólo benefician, sin embargo, a los cubanos que
tienen acceso a la moneda fuerte. Raúl Castro ha retirado
el tope de los salarios estatales y está dispuesto a sentar
las condiciones que permitan a más cubanos establecerse
laboralmente por su cuenta en las ciudades. Ha empezado
también a distribuir a los campesinos grandes porciones de
tierra estatal sin cultivar, la mayor parte de las cuales
pasaron a estar disponibles con las pérdidas drásticas que
afectaron a la industria azucarera. Una medida como ésta,
si fuera considerablemente extendida, abriría la caja de
Pandora, con consecuencias políticas que merecen ser
tenidas en cuenta. De él se espera en el futuro próximo
que relaje las duras restricciones de viajar al extranjero,
y que reduzca, o directamente elimine, las desorbitantes
cantidades de dinero, hogar y otras propiedades personales
que los cubanos tienen que abandonar, si quieren que se les
permita emigrar. Por encima de todo, Raúl Castro mantendrá
su propio estilo de gobierno limitando la frecuencia de las
manifestaciones políticas que interrumpan las rutinas políticas,
delegando funciones en vez de librarse a la gestión del
pequeño detalle, y reduciendo las repentinas y arbitrarias
improvisaciones en el campo de la economía. En otras
palabras, Raúl intentará formar, como base para sus
reformas, una clase burocrática "normal" que le
permita poner fin, substituyéndolo, al caótico desorden
dimanante de un bonapartismo carismático.
Ya sobreviva Raúl a su hermano mayor, ya continúe el ejército
manteniendo su supremacía actual tras la muerte de Fidel,
los dirigentes cubanos adoptarán probablemente alguna
variante del modelo vietnamita o chino que Raúl tanto
admira. Este modelo reduciría la apertura democrática a
una economía capitalista de libre mercado bajo la dirección
de un estado autocrático de partido único controlado en su
mayor parte por el ejército. La base material para un
modelo como éste prácticamente ya existe, si tenemos en
cuenta el papel dominante en la economía que las Fuerzas
Armadas Cubanas, a menudo en conjunción con capital
extranjero, han jugado al menos desde principios de los
noventa tras el desplome de la Unión Soviética. El ejército
ha estado coordinando sus actividades económicas a través
de una corporación llamada GAESA; uno de sus holdings,
Gaviota, es probablemente la mayor empresa turística en
Cuba. Oficiales del ejército de alto rango han estado
dirigiendo otros importantes sectores de la economía, como
la industria azucarera. Resulta significativo que Raúl
Castro haya promocionado recientemente a otro miembro de la
vieja guardia, el comandante general Julio Casas Regueiro, a
Ministro de Defensa. Casas perfeccionó el rendimiento
empresarial y la eficacia basada en métodos de organización
capitalistas en las compañías dirigidas por el ejército
(los mismos métodos también han sido empleados en algunas
empresas civiles). Las actividades económicas del ejército
han creado un importante estrato de técnicos militares y
directores ejecutivos, "hombres de negocios en
uniforme" que, junto a sus homólogos civiles en
iniciativas empresariales con capital extranjero,
constituyen la base social principal para el posible
surgimiento de un modelo sino–vietnamita en Cuba.
Comunistas liberales versus Talibanes
Desde hace cierto tiempo, una tendencia comunista liberal
apoyada por la mayoría de los intelectuales, académicos y
artistas de la isla, ha venido actuando con cautela, y
seguirá jugando, según parece, un papel importante en el
futuro inmediato. Recientemente, este grupo hizo notar su
presencia en el congreso de la UNEAC –Unión de Escritores
y Artistas Cubanos— que tuvo lugar a primeros de abril.
Esta tendencia tiende a favorecer una apertura de mercado,
pero no según pautas neoliberales, sino más cercana a las
reformas moderadas de mercado que se intentaron llevar a
cabo en Europa del Este antes de la caída del Muro en la década
de los 80, e incluso antes. Además de estas reformas económicas,
a los comunistas liberales también les gustaría ver
reformas democráticas que condujeran a una Cuba más
pluralista, quizáincluyendo incluso la presencia de
diferentes fracciones políticas en el seno del Partido
Comunista Cubano. Estos puntos de vista son publicados y
predominan en publicaciones de relativamente escasa
circulación, como La Gaceta de Cuba, Temas, Revolución
y Cultura.
Aunque estas reformas democráticas no serían aceptables para
un futuro grupo dirigente "sino–soviético", los
liberales de mercado y los autócratas de mercado forjarían
una alianza temporal, ya que la introducción del mercado
acarrearía una liberalización en el terreno social. Este
hecho podría llevar a reformas que están actualmente bajo
consideración y pronto podrían ser anunciadas, como una
reducción de las restricciones para viajar al extranjero,
una mayor libertad para las pequeñas empresas, el derecho a
alquilar, comprar y vender la propia casa y un mayor acceso
a Internet, aun dentro de las limitaciones de la censura.
Cualquier concesión material que un régimen como el cubano
sea capaz de proporcionar a los intelectuales (la base
social de los actuales comunistas liberales) prolongará la
vida de semejante alianza.
Lo que sí es seguro es que los fidelistas de línea dura se
resistirán a los cambios liberalizadores en la economía y
lucharán contra cualquier intento de democratizar la política.
En Cuba se les llama "talibanes", y en el grupo se
incluye a gente como Felipe Pérez Roque, el jefe del estado
mayor de Fidel Castro y actual Ministro de Exteriores. El
centro principal del poder "talibán" se encuentra
en el Grupo de Apoyo a Fidel Castro y entre algunos sectores
del aparato del Partido Comunista, sobre todo en las
provincias, que incluyen a personas que fueron personalmente
formadas por el comandante en jefe. El Grupo de Apoyo,
constituido por figuras como Carlos Valenciaga, el
secretario personal de Fidel Castro, han sido marginadas por
Raúl Castro. Apodados jocosamente "los
huerfanitos", han jugado un papel clave en la
"Batalla de Ideas" de Fidel Castro. Esta
"batalla" implicó no sólo luchas políticas e
ideológicas acompañadas de manifestaciones masivas, sino
también la realización de proyectos económicos que a
menudo se desviaban de los planes preestablecidos y
usurpaban el poder y las funciones de los departamentos y
ministerios gubernamentales.
Los "talibanes" no tienen ningún futuro político
mientras el ejército esté bajo el liderazgo de Raúl
Castro, o quienquiera le suceda, y permanezca unido y capaz
de llevar a cabo importantes reformas económicas a corto
plazo que incrementen su legitimidad y popularidad entre la
mayoría de la población. La transición China es un buen
ejemplo con el que comparar el papel jugado por los
"talibanes": sus equivalentes asiáticos fueron la
"Banda de los Cuatro" y quienes permanecieron
apegados al viejo sistema estalinista. Ninguno de ellos fue
rival para Deng y lo que prometió: una mejora del nivel de
vida y un alivio de las arbitrariedades y movilizaciones sin
cuento de Mao.
Tendencias políticas
Como en muchas otras transiciones post–comunistas que han
tenido lugar desde los ochenta, hay un apoyo muy poco
significativo en Cuba a una economía y a una sociedad de
tipo colectivista controlada desde la base mediante una política
abierta y democrática. El panorama político parece
limitarse a tres puntos de vista: dos de éstos apoyan la
existencia de un estado de partido único aun difiriendo
entre sí en lo tocante al grado en que debería Cuba
abrirse a una economía de mercado. Un tercer punto de
vista, influyente entre intelectuales y académicos, apoya
la liberalización y la democratización de la sociedad,
pero dentro del contexto de un giro hacia el mercado de
impronta poco menos que neoliberal. Sin embargo, el sentir
popular en Cuba es tal, que, aun a pesar del creciente de
personas tenadas a pensar que el capitalismo es el mejor
sistema para producir bienes y servicios, la mayoría
defiende ferozmente la sanidad, la educación y otros
servicios sociales públicos y gratuitos que ganaron en los
primeros años de la revolución.
Las abundantes historias ya conocidas de transición al
capitalismo sugieren que una transición capitalista en Cuba
estaría muy lejos de adoptar una forma relativamente
benigna. Más bien seremos testigos de varias "terapias
de shock" y agudas reducciones en el gasto y las
instituciones del "estado del bienestar",
reducciones impuestas por el dominio dictatorial del ejército
en colaboración con el capital extranjero y el emergente
capital nacional. También podemos esperar un papel
determinante de los EEUU. en los asuntos internos de la isla
con un ajuste estructural del estilo del FMI, privatización
y políticas de austeridad que tendrían un efecto
devastador, particularmente entre los pobres y la población
negra cubana. Las posibilidades de un cuarto punto de vista,
el de las políticas democráticas anticapitalistas, hay que
cifrarlas en la oposición popular a una transición como la
mencionada.
Precisamente, los acontecimientos recientes en la isla parecen
sugerir la aparición de una tendencia en este tipo. El año
2007 puede que haya sido testigo del incipiente arranque de
una transición de las políticas de queja individual –que
ganaron una difusión particularmente relevante con la
crisis provocada por la caída del bloque soviético a
principios de los noventa— a políticas de resistencia
colectiva. El año empezó con la protesta de los
intelectuales y artistas cubanos contra la reaparición pública
de tres individuos asociados con las viejas políticas
culturales represivas, quienes purgaron a numerosos
intelectuales y artistas destacados en el periodo más
oscuro de los 70: Luis Pavón Tamayo, Armando Quesada y
Jorge "Papito" Sergueras. La protesta fue políticamente
limitada, ya que nunca desafió a la censura ni planteó
preguntas acerca de quién había dado las órdenes de que
volvieran estos funcionarios de la represión cultural; pero
era inédita en Cuba, pues empezó de manera espontánea por
correo electrónico y permitió a los artistas e
intelectuales poner a prueba su músculo político y su
independencia frente al control del estado de partido único.
El gobierno trató de contener la protesta, pero los
manifestantes consiguieron obtener con éxito una declaración
oficial de reafirmación de las relativamente tolerantes políticas
culturales actuales.
Desde entonces han tenido lugar varios acontecimientos que
confirman que algo se mueve en el país. En septiembre de
2007, algunos cientos de estudiantes se manifestaron
abiertamente en la Universidad de Oriente de Santiago de
Cuba en protesta por las precarias condiciones de vida y
educativas, así como por la falta de seguridad para las
estudiantes. La protesta estudiantil debe de haber sido
importante, pues el gobierno consideró necesario organizar
una gran contramanifestación oficial en Santiago de Cuba a
primeros de octubre de reafirmación del apoyo al régimen.
Hay noticias sin confirmar de que muchos de los
manifestantes fueron expulsados de la universidad; pero los
medios de comunicación controlados por el gobierno han
mantenido un silencio absoluto respecto de este asunto. En
enero de 2008 lo que puede calificarse sin reservas como un
casi–motín interrumpió una reunión en la que
funcionarios del gobierno informaban a los trabajadores de
compañías extranjeras de que, a partir de ahora, se les
cobraría un impuesto por los suplementos salariales en
moneda fuerte otorgados bajo cuerda por sus empleadores
extranjeros. Los trabajadores estaban particularmente
indignados porque el gobierno cubano ya recibía en moneda
fuerte sus salarios en estas compañías para luego pagárselos
en pesos.
A principios de febrero, en un vídeo profusamente distribuido
por Internet, estudiantes de la Universidad de Ciencias de
la Información, situada en lo que en su día fue el puesto
de escucha soviético en Lourdes, se encararon con Ricardo
Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional Cubana.
Protestaban por las restricciones para viajar, la prohibición
de visitar instalaciones turísticas en Cuba, los efectos
injustos del sistema de doble moneda, una falta de información
sobre los candidatos a las elecciones parlamentarias y sus
respectivos programas, y contra la censura que impide
acceder a motores de búsqueda como Yahoo. Los estudiantes
realizaron sus reivindicaciones libertarias y democráticas
desde un punto de vista explícitamente revolucionario. En
su hipócrita respuesta, Alarcón contestó que la mayoría
de gente en el mundo carece de los medios para viajar, y que
si todo el mundo pudiera viajar, no habría recursos
bastantes para satisfacer la demanda. Confundió
deliberadamente el derecho político y legal a viajar con la
capacidad para permitírselo. También omitió el hecho de
que en Cuba, por razones exclusivamente políticas, algunas
personas tienen más derecho a viajar que otras.
El papel de los EEUU
Desde hace casi 50 años, el imperialismo estadounidense ha
impuesto un bloqueo económico que ha violado el derecho de
Cuba a su autodeterminación y empeorado considerablemente
la vida del pueblo cubano. El bloqueo también ha
proporcionado una base anti–imperialista al régimen que
le ha ayudado a asegurar su supervivencia. El fin de la
Guerra Fría redujo considerablemente la importancia de Cuba
en la política exterior norteamericana, como lo atestigua
la ausencia de Cuba en prácticamente todos los análisis
estratégicos de amenazas y desafíos internacionales a los
que se enfrenta el gobierno estadounidense. Sin embargo, el
régimen de Castro ha alimentado el miedo a una invasión
cada vez que lo ha considerado conveniente por razones de
política interior y exterior, con el fin de desviar la
atención de los escándalos nacionales, como cuando impuso
fuertes condenas de prisión a 75 disidentes pacifistas en
la primavera de 2003.
Han pasado varias décadas desde que los EEUU contemplaron
seriamente una invasión de la isla. No obstante, el
gobierno estadounidense, y en particular la administración
Bush, han continuado con una política de intimidación, con
un creciente acoso que tiene como objetivo el empeoramiento
de las condiciones de vida en la isla, acelerando así el
colapso del régimen desde dentro sin necesidad de emprender
una invasión. Al mismo tiempo, han dado refugio a
terroristas como Luis Posada Carriles y Orlando Bosch
–responsables de la muerte de 73 civiles inocentes en el
atentado a un avión cubano cerca de Barbados, en 1976— e
intentado comprar apoyo político dentro de la isla. La
actual estrategia del gobierno estadounidense hacia Cuba
parece estar basada en la idea de que los individuos y los
grupos de la isla que apoyan las políticas e intereses
estadounidenses tomarán el poder con la ayuda del gobierno
estadounidense y sus asociados cubano–americanos del sur
de Florida. Esta gente implantaría entonces una transición
capitalista "democrática" en Cuba. Aparte del
hecho de que semejante transición precisaría de una
dictadura feroz, la idea pertenece al desacreditado género
de la política–ficción que predijo que las tropas
norteamericanas serían recibidas como libertadores en
Bagdad.
Desde el desplome del bloque soviético, la política económica
de bloqueo y acoso político ha sido mantenida más por
razones políticas y electorales que por el deseo de la
clase empresarial norteamericana, la cual, de hecho, no ha
dejado de mostrar un creciente interés en emprender
negocios con Cuba. Muchos directores de empresa y destacados
políticos – señaladamente los de la costa Oeste y del
Medio Oeste, que han facturado cientos de millones de dólares
al año vendiendo comida y productos manufacturados a Cuba
bajo las excepciones "humanitarias" que
garantizaba el bloqueo desde noviembre del 2001— han
visitado la isla estos últimos años. Este creciente interés
se ha reflejado en el Congreso estadounidense. Durante los años
en que Bush júnior ha ocupado su cargo, el Congreso ha
estado muy cerca de aprobar una legislación, con el apoyo
republicano, que hubiera supuesto un serio revés para el
bloqueo; pero Bush supo actuar a través de los lobbies
con éxito, sacarla de la agenda política del Congreso.
Propuestas legislativas de este tipo puede que sean
aprobadas por el nuevo Congreso que será elegido en
noviembre. Si terminará o no siendo vetado por quienquiera
sea el nuevo presidente, es pregunta que está por ahora
todavía en el aire.
Lo cierto es que una transición "sino–vietnamita"
en Cuba, sobre todo si viniera de la mano de un dirigente
que no se apellidara Castro, dividiría a la derecha cubana
de Florida, debilitándose así el principal apoyo político
con que cuenta el bloqueo estadounidense. Llegados a ese
punto, los dirigentes de la isla podrían invitar a los
capitalistas cubano–americanos de Florida a viajar,
invertir y enriquecerse en Cuba, siempre que pudieran
acreditar que se mantienen al margen de toda cuestión política.
Sería el equivalente a lo que el gobierno chino ha hecho
con los empresarios chinos de ultramar y al decreto que ha
impuesto Putin a la oligarquía empresarial rusa.
Las perspectivas para una Cuba post–Castro son preocupantes,
tanto si se inclina por el modelo
"sino–vietnamita", como si continúa con el
mismo régimen (aun con cambios liberalizadores). Los
progresistas norteamericanos pueden contribuir a la
posibilidad de una transición democrática, humana y
socialista en Cuba exigiendo una restauración inmediata de
las relaciones económicas y políticas de EEUU con la isla.
Para hacerlo, no es necesario crear ilusiones sobre la
naturaleza del régimen cubano. Hacerlo, sería, de hecho,
contraproducente, porque minaría la credibilidad de las
fuerzas que luchan por un cambio en la política
estadounidense. La normalización de las relaciones con Cuba
haría avanzar la causa de la autodeterminación de las
naciones y sería una buena alternativa práctica para casi
cincuenta y cinco años de fallida política de bloqueo económico
y acoso político. No puede haber un mejor momento que éste
para traer todo ello a colación y presionar a favor del
cambio en el contexto de las elecciones de este 2008.
(*)
Samuel Farber
nació
y se crió en Cuba. Su libro más reciente es The
Origins of the Cuban Revolution Reconsidered [Una revisión
de los orígenes de la revolución cubana] (University of
North California Press). Colabora regularmente con Foreign
Policy in Focus. De Farber puede leerse en castellano, en el
número 3 de SinPermiso (en papel), una larga reseña del
libro de entrevistas de Ignacio Ramonet a Fidel Castro.
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