Discurso
de Raúl Castro
"Socialismo
significa justicia social e igualdad:
igualdad no es
igualitarismo"
CubaDebate,
12/07/08
Discurso
pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz,
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en las
conclusiones de la primera sesión ordinaria de la VII
Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Palacio de las Convenciones, La Habana, 11 de julio de 2008,
“Año 50 de la Revolución”
Compañeras y compañeros:
La Declaración de apoyo a
nuestros cinco compatriotas que sufren injusta prisión en cárceles
de los Estados Unidos, aprobada por esta Asamblea, es otra
modesta acción en la lucha por su libertad, en la que no
cejaremos hasta su regreso, con el apoyo creciente de
quienes en el mundo creen en la justicia.
A Gerardo, Antonio, Ramón,
Fernando y René, enviamos un fuerte abrazo del Parlamento
cubano (Aplausos).
Una parte importante de las
reuniones de ayer y en esta primera sesión, por la mañana,
aunque más breve, la dedicamos a analizar asuntos tan
vitales como la protección del trabajador y su derecho a un
retiro justo.
El anteproyecto de la nueva
Ley de Seguridad Social –y repetimos algunas de las
cuestiones que ya ustedes han tratado con profundidad, para
información directa a nuestro pueblo–, y sobre todo los
cambios propuestos en la edad de jubilación y los años
laborados para tener derecho a ella, se corresponden con la
realidad de un país donde la esperanza de vida es cada vez
más alta y la natalidad se mantiene, desde hace algunos años,
en cifras muy bajas, fenómenos típicos de países
desarrollados, lo único que en nuestro caso es en un país
subdesarrollado y tiene sus propias características, por lo
tanto.
Permítanme dedicar unos
minutos a insistir, ampliar o actualizar sobre algunos de
los datos que ustedes recibieron o fueron expuestos, ayer y
hoy, como ya dijimos, brillantemente por el Ministro de
Trabajo y Seguridad Social, sobre todo en la versión de
ayer, que fue mucho más amplia, acerca de estos dos
indicadores: esperanza de vida y natalidad, que fundamentan
la necesidad de modificar la Ley de Seguridad Social, con el
objetivo de informar directamente a nuestro pueblo, como ya
dijimos.
Aquí tengo el “Resumen
ejecutivo del cálculo de la Esperanza de Vida en Cuba”,
concluido hace sólo unos días por la Oficina Nacional de
Estadísticas y que todavía no se ha publicado.
Leo un párrafo del mismo:
“Cuba alcanza en el período 2005–2007 una esperanza de
vida al nacer de 77,97 años para ambos sexos: 76 para los
hombres y 80,02 para las mujeres”.
Dicho en otras palabras, ese
privilegio que disfrutan por igual todos los cubanos, nos
sitúa dentro del 25% de la población del planeta cuyos niños
pueden aspirar a vivir 77 o más años. Significa también
que nuestros compatriotas viven cinco años más que el
promedio del resto de los latinoamericanos y caribeños.
No hay diferencias notables
entre las provincias, pero como dato curioso les digo que la
de más bajos resultados es la capital con 76,81 años. ¿Dónde
están los habaneros, de la capital, me refiero? Están allí,
bien, los saludo; y los más altos están en Las Tunas con
79,28. ¿Dónde están los tuneros? Los felicito. Así que
no aconsejo emigrar de oriente a occidente a quienes aspiran
a vivir lo más posible (Risas).
Cabe un chiste, si me lo
permiten. Esto último que dije en la realidad debiera ser
así, pero no va a poder ser así; porque, por ejemplo, ningún
habanero quiere ser policía, y hay que traer, no miles,
decenas de miles de policías, sobre todo de las provincias
orientales, con los problemas que eso trae, y que cuando ya
tienen experiencia quieren retornar, una gran parte, como es
natural, al lado de su familia, por la falta de vivienda,
etcétera, etcétera.
Parece que los habaneros
ninguno quiere ser policía. No va a poder ser así como
expresábamos en el documento –y sigo haciendo el chiste;
mis chistes llevan de vez en cuando algún mensaje–,
porque, ¿quién va a construir en La Habana si no vienen de
casi todo el país y muy especialmente de oriente
constructores?, porque en La Habana casi nadie quiere ser
constructor; parece que hay muchas posibilidades, aunque
todos los trabajos son honrosos. Hasta maestros hay que
traer de las provincias del interior, y sobre todo de
oriente, para la capital. Y la capital creo que es la que más
habitantes tiene.
En el futuro –nos rompemos
la cabeza–, cómo resolvemos el problema de los policías,
cómo resolvemos el problema, más complicado aún, de la
falta de constructores, con tantas cosas que hay que
construir, con las empresas de materiales de construcción
que estamos haciendo un esfuerzo por desarrollar, con
inversiones en nuevas fábricas de cemento que se están
proyectando y el incremento o ampliación de las existentes,
como uno de los componentes principales para la construcción,
etcétera, etcétera.
Yo pienso –y sigo en el
chiste, advertiré cuando concluya–, y le decía al
ministro del Interior, Colomé, en días pasados cuando
analizábamos estos problemas: “Va a llegar el momento en
que tendremos que plantearles a todas las provincias,
incluso, a la microprovincia de mi amigo Kcho –digo
microprovincia porque es un municipio especial que siempre
ha aspirado a ser provincia, y no puede ser porque va a
salir más caro–, que cada una de las provincias debe
tener sus constructores, debe tener sus propios maestros, y
debe tener sus propios policías, por solo mencionar tres
actividades importantes.
¿Qué opinan ustedes? Creo
que hay que buscarlos, tenemos que ponernos a pensar. Si no
vienen los orientales a cuidar los habaneros, empiezan a
incrementarse los robos... Es solo para que piensen.
Se acabó el chiste, sigo en
el discurso. En el período 1950–1955, etapa en la que
atacamos el Cuartel Moncada, la esperanza de vida al nacer
era de poco más de 59 años, o sea, desde entonces se ha
incrementado casi 20 años, a pesar de las dificultades
impuestas por el bloqueo y el resto de las agresiones del
imperio, a las que se sumaron posteriormente los problemas
derivados del período especial. Es sin duda una gran
victoria de la Revolución.
Otro
indicador muy importante, por su implicación en el tema que
analizamos, es cuánto más vivirá como promedio un cubano
que en estos momentos arribe a los 60 años de edad. Es lo
que se denomina esperanza de vida geriátrica –o sea, lo
que se vive después de los 60 años de edad–, que
actualmente es de 20,8 años para los hombres, el octavo
lugar a nivel mundial junto a Francia e Italia –añado que
Estados Unidos ocupa el 10–, y para nuestras mujeres esa
esperanza de vida geriátrica es de 23,4 años, el puesto 16
en el planeta y por delante de países como el Reino Unido,
Dinamarca y Noruega.
A esos años
de jubilación hay que agregar los más de veinte que como
norma abarca la etapa de niño y estudiante, en que lógicamente
tampoco se produce nada, sino se adquieren los conocimientos
necesarios, cuestión igualmente esencial.
O sea,
durante un período superior a los 40 años, algo más de la
mitad de la expectativa de vida de un cubano, todos los
gastos en que incurre los asumen quienes trabajan, que como
explicaré más adelante –y ya se ha hablado sobre ese
tema ayer y hoy– tienden a ser cada vez menos los que
trabajan.
Es una
situación demográfica y económica muy diferente a la
existente el primero de mayo de 1963, que fue el año en que
la Revolución promulgó la Ley 1100, que por primera vez
garantizó en nuestro país seguridad social a todos los
trabajadores y sus familias.
A partir de
ese día, el Estado revolucionario asumió además los
gastos de las 55 llamadas “cajas de retiro”, existentes
hasta entonces, incapaces de pagar las pensiones a miles de
obreros que habían contribuido a estas durante toda su vida
laboral, para enterarse en la vejez que esos fondos fueron
robados por funcionarios de los gobiernos corruptos
anteriores a 1959, y sobre todo por la tiranía batistiana,
dejándolos en total desamparo.
De esa
fecha, mayo de 1963, data el establecimiento de la edad de
jubilación en 60 años para los hombres y 55 para las
mujeres. Un momento en que el principal problema del país
eran los miles de desempleados existentes, cuando los
indicadores de la natalidad rompían el récord histórico y
la esperanza de vida era aún relativamente baja; en el año
1963 era de 62 años.
La realidad
actual es radicalmente distinta e impone extender la vida
laboral activa de los ciudadanos. Recuerden que en el
presupuesto aprobado por esta Asamblea para el presente año,
los gastos de la seguridad y asistencia social representan
el 13,8%, una cifra cercana a los 5 200 millones de pesos.
A lo
anterior se suma el problema de la baja natalidad,
persistente desde hace varias décadas. Este y otros
factores motivaron que la población ha ido disminuyendo
ligeramente en los últimos años.
En el 2006
los nacimientos llegaron al nivel más bajo en los últimos
60 años y la población decreció en más de 4 mil
habitantes respecto al año anterior. El año pasado, 2007,
decreció un poco menos, producto de un pequeño incremento
de la natalidad, pero se mantuvo la tendencia.
La
combinación de todos esos procesos comienza a reflejarse de
manera desfavorable en la población en edad laboral. Si en
1980 arribaron a ella –o sea, a la edad laboral, en 1980,
hace cerca de 30 años– más de 238 mil jóvenes, el
pasado año esa cifra fue de algo más de 166 mil –o sea,
72 mil menos– y se estima descenderá hasta unos 129 mil
para el 2020.
Esos mismos
pronósticos indican –como repitió en la mañana de hoy
el Ministro del Trabajo– que en el año 2025 habrá unos
770 mil ciudadanos menos en edad laboral que los actuales y
en los términos de la Ley de Seguridad Social vigente, serían
más los que saldrían de la vida laboral activa que los que
se incorporarían a ésta.
Son además
problemas, como todos los demográficos, que no pueden
solucionarse en cortos plazos ¡y el tiempo pasa rápido!
Las
personas con más de 60 años constituyeron en el 2007 el
16,6% de los habitantes del país (un año antes eran el
15,9%, o sea, en el 2006), y seguirá aumentando esta
proporción en forma cada vez más pronunciada en los próximos
años.
En
realidad, no hemos descubierto nada nuevo. Como reflejan los
datos en poder de ustedes, las modificaciones incluidas en
este Proyecto de Ley se aplican desde hace años por
naciones que enfrentan similar situación demográfica
–las cifras exactas las dio por la mañana el compañero
Morales Cartaya: los países desarrollados en general y la
cantidad que han tenido que dar este paso–, a pesar de
que, como es conocido, estos amortiguan los efectos
negativos mediante el robo de cerebros y la importación de
mano de obra barata procedente del Tercer Mundo. Y cuando se
presentan situaciones de crisis se produce el fenómeno que
acabamos de criticar con esta declaración aprobada por la
Asamblea hace unos instantes.
Algunos
datos. Edad de jubilación en los Estados Unidos, 65 años,
tanto los hombres como las mujeres; igual en Canadá y México,
entre otros de América. En Europa existen los mismos parámetros
de 65 años para ambos sexos en Finlandia, Suecia, España y
Alemania; y en Asia, Japón. Pudieran citarse otros.
Veamos los
que tienen establecido 65 años para los hombres y 60 para
las mujeres –como se propone en nuestro caso. En América
están Argentina, Brasil y Chile, entre otros; en Asia,
Israel e Irán, y en Europa Italia, Polonia, Rumania y
Austria –que, esta última, ya anunció lo elevará a 65 años
para las mujeres. Hay más ejemplos.
Además,
muchos países han privatizado el sistema de seguridad
social o no abarca a toda la población. En buena parte del
mundo, el neoliberalismo ha optado sencillamente porque el
Estado se vaya quitando de encima el problema y cada cual se
las arregle como pueda.
Y no se
trata sólo de cifras, es evidente que la generalidad de los
cubanos, como todos aquellos que en el mundo cuentan con
adecuados servicios de salud y una alimentación
satisfactoria, llegan en buenas condiciones físicas y
mentales a los 60, los 65 e incluso a edades más avanzadas.
Es algo que se aprecia a simple vista, aunque como ocurre en
toda regla, hay excepciones que la Ley tiene en cuenta.
Además, en
su inmensa mayoría son profesionales, técnicos o personas
que dominan un oficio valioso, a veces deficitario y
sumamente necesario al país, por tanto se sienten en
posibilidades de seguir aportando y de recibir la retribución
correspondiente.
Esta es una
vía al alcance de las reales posibilidades económicas
actuales, de incrementar los ingresos de un importante
sector de la población, me refiero, desde luego, a quienes
se jubilen de acuerdo con las normas de la nueva ley.
Me he
extendido, pero pienso que el tema lo merece. El
anteproyecto de Ley presentado incluye otras posibilidades,
como la de reincorporarse al trabajo recibiendo el salario
completo a quien se jubile bajo las nuevas reglas, repito:
bajo las nuevas reglas. También modifica el cálculo de las
pensiones, de forma que los que se jubilen cumpliendo los
nuevos requisitos de edad y número de años trabajados,
recibirán una pensión superior, más en correspondencia
con el aporte, el salario y la permanencia laboral.
Además se
estudia, aunque no como parte de esta Ley, la posibilidad de
tener más de un contrato laboral y percibir la totalidad de
los ingresos correspondientes, por la persona que lo desee,
el denominado pluriempleo.
Como ya se
ha explicado, la aplicación de las nuevas reglas será un
proceso gradual que abarcará los próximos siete años, con
el objetivo de no afectar a los trabajadores que arribarán
en ese período a las edades de jubilación previstas en la
Ley actual, y deseen acogerse sólo a sus beneficios.
Incluso se
pensó inicialmente en una etapa de transición de diez años,
pero mientras más la extendamos, se nos vendría encima una
crisis cada vez mayor, ya que, como se ha anunciado, a
partir del año 2020 –que faltan sólo 11 años– serían
más los que saldrían de la vida laboral activa que los que
se incorporarían a ésta, en los términos de la Ley de
Seguridad Social vigente. Recuerden, además, lo que se dijo
también, y hace unos momentos lo decía en este discurso,
en el año 2025 tendremos unos 770 000 trabajadores menos.
De ahí la decisión de proponer que sean en siete años.
Una vez
incorporadas las consideraciones emitidas por los diputados
en estos días y las que se recibirán de las consultas
previstas con los trabajadores, se redactará el proyecto de
Ley que someteremos a la aprobación de la Asamblea en la próxima
sesión ordinaria, a finales de año.
Es un nuevo
paso, de los muchos que habrá que dar, en el
establecimiento de normas y mecanismos dirigidos a que el
salario recupere su papel.
Añado
solamente que se continúa estudiando integralmente el
problema del salario, para irlo incrementando de manera
gradual y según prioridades. No menciono fechas ni
sectores. Dependerá de la situación económica del país,
inevitablemente vinculada a la crisis existente hoy en el
mundo, la cual puede incluso agravarse. Es mi deber
expresarlo con franqueza, pues no sería ético crear falsas
expectativas. Decir lo contrario sería engañarlos.
Paso a
abordar otro importante asunto: hoy nos faltan maestros y
profesores. Por diversas causas miles ya no están en las
aulas, algunos por jubilarse y otros al asumir nuevas
responsabilidades fuera del sector de la educación, pues
resultan cuadros idóneos para múltiples tareas y en todas
partes los apetecen. A estos factores se suman los problemas
del salario.
Y como una
muestra de lo que dije, a los que ejercen o no, en el
Consejo de Estado y en el Parlamento, yo les rogaría a los
presentes que levanten la mano aquellos que lo son, o fueron
maestros o profesores (Un grupo lo hace). ¿A ver en el
Consejo de Estado? (Otros también). Podríamos fundar casi
una universidad con ustedes (Risas).
Por lo
tanto, hago un llamado a esos maestros y profesores a
regresar a su noble profesión. En el caso de los jubilados
aún con posibilidades de aportar su profesionalidad y
experiencia frente a un aula, propondremos al Consejo de
Estado, antes de que comience el nuevo curso escolar en el
próximo septiembre, que hasta tanto se apruebe la nueva Ley
de Seguridad Social a fines de año, autorice
provisionalmente y de forma excepcional, que reciban desde
su reincorporación, o sea, los maestros retirados que
regresen, el salario íntegro previsto para la plaza, sin
perjuicio del derecho a la pensión como jubilados, que
reciban los dos completos (Aplausos).
Ahora, no
basta con estas declaraciones ni los aplausos, empezando por
el sindicato, la CTC, el Partido, las organizaciones de
masa, que pueden colaborar mucho en esto, y todos nosotros
hagamos un esfuerzo, porque el que más y el que menos
conoce a un maestro; que, naturalmente, no basta la buena
disposición. Hay que ver, según las normas que establezca
la nueva Ministra de Educación, los que son aceptados o no.
Confiamos
en que serán muchos los que regresarán para seguir
aportando al avance de nuestra educación y con ello apoyar
la preparación y el desarrollo de los maestros jóvenes,
esos que han contribuido a que Cuba siga ocupando un lugar
cimero en este decisivo frente, como lo demostró el
reciente estudio realizado por la UNESCO, que sitúa a
nuestro país en el primer lugar entre todos los de América
Latina, en matemáticas y lectura de tercer grado y en matemáticas
y ciencias de sexto grado, con más de 100 puntos por encima
de la media regional. Existen deficiencias, las conocemos,
pero no hay dudas de que nuestros maestros y profesores
merecen el mayor reconocimiento y respeto de toda la
sociedad, muy especialmente de padres y alumnos.
Recuerdo
cuando hace unos años, ante la necesidad de modernizar de
forma masiva nuestro armamento, se hizo igual llamado a los
ingenieros, técnicos, obreros calificados y demás
especialistas de la Industria Militar ya jubilados. Fueron
muchos los que respondieron y se mantienen trabajando, entre
ellos unas cuantas abuelas y abuelos.
Volviendo
al tema del salario, todos quisiéramos ir más rápido,
pero es necesario actuar con realismo, como no lo hacen
quienes propalan por todo el mundo la absurda, aunque nada
ingenua mentira, de que un trabajador cubano gana como
promedio el equivalente a 17 dólares mensuales.
Recordé
cuando el Ministro del SIME informaba el salario medio en
436 pesos. Dividido por 25, ¿cuánto da? Diecisiete o
dieciocho dólares. Verás mañana mismo, en la prensa
internacional que refleje tus palabras, que al citar eso
pondrán: “Equivale a 17 ó 18 dólares mensuales.”
Simplemente
parten de dividir el salario medio en Cuba por la tasa
establecida para las casas de cambio conocidas por CADECA,
es decir entre 25. Lo hacen a sabiendas de que con 30 veces
esos 17 dólares –por decir una cifra bien
conservadora–, nadie en ningún país capitalista puede
pagar aquello a que tiene acceso normalmente cualquier
familia cubana, y sabemos los problemas que existen.
Un solo
ejemplo, un núcleo familiar promedio paga mensualmente unos
118 pesos por los productos normados, todos subsidiados,
cuyo costo a los precios actuales es de 61 dólares.
No
significa que estemos satisfechos con lo alcanzado.
Conocemos las dificultades, los productos que escasean o no
alcanzan, y trabajamos para que sean menos cada día.
Mientras más aportemos todos, más rápido se logrará,
pues hay que estar consciente de que cada aumento de salario
que se apruebe o precio que se establezca debe corresponder
con las posibilidades de la economía.
De lo
contrario, simplemente aumenta el dinero circulante, suben
los precios de manera automática y no hay aumento real del
poder adquisitivo. Estas no son cuestiones que se resuelvan
con un decreto. En nuestro caso son aún más complejas
porque la Revolución no aplica las llamadas “terapias de
choque” –que ya empezamos a ver en todos los continentes
en estos momentos–, que no son más que cargar sobre el
pueblo todas las consecuencias de la crisis. Además
subsisten vicios en la mente de cuadros y trabajadores como
la indisciplina o la tolerancia ante ella, con incidencia
directa en la productividad y la eficiencia.
Que el
trabajador se sienta dueño de los medios de producción, no
depende sólo de explicaciones teóricas –en eso llevamos
como 48 años– ni de que su opinión se tenga en cuenta en
la actividad laboral. Es muy importante que sus ingresos se
correspondan con el aporte personal y el cumplimiento por el
centro de trabajo del objeto social para el que se constituyó,
es decir, alcanzar la producción o la oferta de servicios
que tiene establecido.
En resumen,
que cada cual reciba según su trabajo, y para ello deben
cumplirse las siguientes premisas insoslayables:
Primero,
que ese trabajo realmente aporte lo que todos después
demandan recibir.
Segundo,
orden, control y rigurosa exigencia que aseguren eficiencia,
ahorro y eviten robos o desvíos de recursos.
Tercero,
eliminar las gratuidades indebidas y el exceso de subsidios.
Repito, eliminar las gratuidades indebidas y el exceso de
subsidios.
Cuarto, un
adecuado sistema de impuestos y contribuciones, de forma que
todos aportemos al sostenimiento de servicios que se brindan
gratuitamente o a precios fuertemente subsidiados, y a
financiar actividades como la defensa, la seguridad y el
orden interior, la administración pública y otras muchas
imprescindibles para el funcionamiento de cualquier país.
Estoy
tratando de recordar en qué momento hemos oído ese término
de impuesto, porque me contaba un compañero el otro día
que en un pequeño barrio de la provincia de La Habana, un
campesino ganadero, contento con sus vacas, los planes que
tenía de incrementar, al pago que ahora se les hacen, ya
estaba organizando hacer el segundo piso en su casa, en el
techo, para su hijo, estaba poniendo las primeras cabillas,
y el compañero, que es de la ciudad y no conoce mucho del
campo, le preguntó: “¿Y cuánto tú pagas de
impuesto?” Y el otro le contestó: “¿Y eso qué es?”
Eso del
campesino no es que sea un ignorante. A esta altura hay que
ver cuántos ancianitos nos quedarán por ahí, entre el
Ministerio de Finanzas y de Economía y Planificación, etcétera,
que sepan algo de impuesto. Lo señalo porque hay que
aplicarlos, y es un medio, además, de regulación de muchas
cosas.
A fuer de
sincero, les puedo decir que llevo semanas esperando el dato
de cuántas cosas son gratis en este país o subsidiadas.
Son tantas que todavía no tengo los datos.
En las
noches de desvelo, que muchas veces son por estos temas,
digo: “Estamos construyendo el socialismo”. Después
hago una mención de las reflexiones de Fidel, cuando el
discurso famoso en el Aula Magna de la universidad hace unos
años, y me pregunto: “¿Estamos haciendo el socialismo?
Porque a fuer de sincero, también digo que, además de
estos problemas que estamos analizando de la nueva Ley de
Seguridad Social, se trabaja poco, se trabaja menos. Esa es
una realidad que ustedes la pueden comprobar en cualquier
rincón del país. Perdonen la crudeza de mis palabras, no
es obligatorio estar de acuerdo con ellas.
Socialismo
significa justicia social e igualdad, pero igualdad de
derechos, de oportunidades, no de ingresos. Igualdad no es
igualitarismo. Este, en última instancia, es también una
forma de explotación: la del buen trabajador por el que no
lo es, o peor aún por el vago.
Otro asunto
decisivo es que la fuerza de trabajo esté donde se
necesita. Por eso les decía que cada provincia debía tener
sus propios maestros, sus propios médicos, sus propios
constructores, etcétera. Y como somos una sola nación, y
muy unida, si algún territorio necesita alguna ayuda, de
cualquier tipo y en cualquier circunstancia, la recibirá de
los demás; pero el Partido, las organizaciones sociales y
de masas, los órganos del gobierno provinciales y
municipales tienen que pensar en esas cuestiones, y como
ustedes verán, lo que queremos es que pensemos y
profundicemos. Y en todas esas visitas de los diputados
–correcta decisión– a los municipios adonde fuimos
elegidos es correcta, pero no ir por ir, no permitir que les
hagan, como sucedió muchas veces, que nos reciben como si
fuéramos una delegación extranjera o un representante del
Cuerpo Diplomático, con un programita prefabricado.
Los menos jóvenes
no recuerdan que desde este mismo atril, cuando las
provincias informaban, que hace tiempo no informan, un
presidente de gobierno, buen compañero, leyó un informe
aquí, que yo no tuve más remedio –a pesar de la pena que
me daba y la vergüenza ajena que me daba– que pronunciar
un discurso fuerte, que trajo como consecuencia las
destituciones de los responsables de eso, empezando por el
Primer Secretario del Partido de la provincia, que fue
Granma. ¿Dónde están los granmenses? ¿Se acuerdan de
aquello? Todo preparadito, y aquí muchos diputados
hablaron, diciendo maravillas de la provincia.
Recuerdo
que nosotros hicimos alguna inspección; recuerdo que a
Machado, que sabían que iba a visitar una escuela, le habían
cortado la hierbita hasta del trillo en el campo por donde
tenía que pasar. Y como fui a un lugar donde había muchos
movilizados, yo veía desde el ómnibus –donde iban
conmigo el secretario, el Presidente del Gobierno y otros
compañeros, iba un grupo grande– que dondequiera había
una bandera y una reunión, y era que lo habían preparado;
sí, yo me di cuenta, pregunté: “¡Eh!, ¿y por qué están
reunidos, son las 4:00 de la tarde?” Banderas, banderas
cubanas, banderas del 26, no sé si estábamos próximos a
algún aniversario, y me dijeron una mentira inaceptable:
“No, como están en la emulación, ahora están
analizando.” Digo: “Dale para atrás, métete ahí”, y
entro a un campamento. Enseguida se presentaron los jefes
del campamento, el discurso ya estaba escrito, el orador
estaba ronco de practicarlo (Risas), porque delante de los
propios dirigentes le dije: “Estás ronco, es que lo
practicaste mucho.” Y dice: “¡Oh!, desde que me llamó
el Secretario del Partido estoy practicando” (Risas).
Los menos jóvenes
se acordarán de eso. Yo, que sigo joven, me sigo acordando
de eso y jamás se me olvidará.
Otro asunto
decisivo –les decía– es que la fuerza de trabajo esté
donde se necesita. De lo contrario, pregunto, ¿quién va a
sembrar para obtener los alimentos que consumimos y suben
constantemente de precio en el mercado internacional? Yo lo
simplifico a veces y pregunto: ¿Quién va a sembrar los
frijoles? ¿Quién va a construir las obras que se
requieren? ¿Quién va a producir lo necesario para mantener
esos crecientes gastos de la seguridad social de que hablábamos,
de la salud, la educación?, por sólo mencionar esas tres
importantes conquistas sociales, a las que el país destina
cerca del 43% de los gastos presupuestarios, y si les añadimos
los del deporte y la cultura, estas cinco esferas: seguridad
social, salud, educación, deporte y cultura representan el
55% del Presupuesto Nacional del presente año; el 45% es
para el resto de las actividades del país.
Las plazas
que otorgan los centros educacionales deben ser
proporcionales a las necesidades y posibilidades futuras de
empleo de cada lugar específico. Repito: Las plazas que
otorgan los centros educacionales deben ser proporcionales a
las necesidades y posibilidades futuras de empleo, y además
ser ocupadas por los realmente interesados en llevar a la práctica
esos conocimientos. Pregunten cualquier dato, que hay quien
se gradúa en una cosa y a los tres meses está en otra, y
eso cuesta. Hay quien por no ir a un lugar se matricula en
un tecnológico y después hace sus maniobras y sus cosas
para ir a otro lugar.
Ustedes
vieron a una diputada aquí hablar de las necesidades de los
politécnicos, tecnológicos, dijo, para el Ministerio de la
Industria Sideromecánica.
Aquí voy a
hablar de la agricultura y de las tierras que se entregarán.
¿Estará por ahí María del Carmen, la ministra de la
agricultura?, que anoche te pregunté un dato en la reunión
que tuvimos del Consejo de Estado y del Buró Político,
donde analizamos estas cuestiones y este discurso.
¿Tienes el
dato de cuántos agrónomos tenemos graduados en el país y
cuántos están trabajando en su especialidad?
María
del Carmen Pérez.– Sí. Ayer después conversé con
el compañero Fernández y veía que en total se habían
graduado más de 31 000 agrónomos, y en estos momentos en
el sector, en el Ministerio de la Agricultura –no hablo
del Ministerio del Azúcar– tenemos un 8%, alrededor de 6
000 ó 7 000 graduados de ingeniería agrónoma.
Raúl
Castro.– Deben haberse muerto algunos, algunos
fallecidos, etcétera. El Ministerio del Azúcar debe tener
menos; no te pregunto (Se refiere a Ulises Rosales), que a
ti no te pregunté ayer, ¿o lo tienes en la mente? ¿O me
dices un más o menos?
Ulises
Rosales.– Compañero General de Ejército, nosotros
tenemos el 20% y con los que están estudiando completamos,
somos privilegiados por lo que se decidió con la tarea Álvaro
Reinoso.
Raúl
Castro.– Claro, y la reducción del sector. Pero ese
es un ejemplo y no es el más elocuente. Pero a nivel
territorial ustedes mismos pueden comprobarlo. Gracias a los
dos.
La armonía
en la planificación y la organización es esencial en el
socialismo. Su ausencia puede conducir a un caos más
peligroso que el característico del capitalismo, donde las
leyes del mercado terminan por establecer cierto orden y
equilibrio, aunque sea a costa del sacrificio de miles de
millones de seres humanos a escala mundial.
En el
socialismo es indispensable que en los planes económicos la
asignación de recursos se ajuste estrictamente a los
ingresos disponibles. No podemos aspirar a que 2 y 2 son 5;
2 y 2 son 4; más bien a veces en el socialismo 2 y 2 da 3.
Les
transmito estas ideas en primer lugar para incitarlos a
pensar, no sólo a ustedes, compañeras y compañeros
diputados, sino a todos los compatriotas, a todo el país.
Algunas son valoraciones personales que no deben
interpretarse como inmutables. Son asuntos que estamos en el
deber de estudiar y debatir con profundidad de manera
objetiva, única forma de continuar aproximándonos a las fórmulas
más convenientes para seguir adelante con la Revolución y
el socialismo.
No
olvidemos la reflexión del compañero Fidel, en aquella
trascendental intervención en el Aula Magna de la
Universidad de La Habana, el 17 de noviembre del 2005,
cuando dijo:
“Una
conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los
muchos errores que hemos cometido todos, el más importante
error era creer que alguien sabía de socialismo, o que
alguien sabía de cómo se construye el socialismo”, hasta
aquí sus palabras.
También es
un concepto de validez permanente que mientras menos
recursos existan, mayor disciplina se requiere y más hay
que prever, planificar, organizar, exigir y ahorrar. Así lo
impone con urgencia la actual coyuntura económica
internacional y, por lo tanto, la nuestra.
Ya yo no
soy muy joven, aunque me sienta joven, y muchas de estas
cuestiones las hemos comprobado, las hemos practicado.
Cuando teníamos un gigantesco ejército que llegó a tener,
contando los 55 000 hombres que había al final en Angola,
alrededor de 280 000 hombres y 50 000 oficiales, se creó
una situación muy difícil, aunque ya habíamos hecho las
correspondientes reducciones paulatinamente cuando cayó la
Unión Soviética, y esto lo practicamos nosotros en las
Fuerzas Armadas, y nos dio resultado, y hemos tenido éxito
en todo.
Pero vale
la pena repetir este concepto. “También es un concepto de
validez permanente que mientras menos recursos existan,
mayor disciplina se requiere y más hay que prever,
planificar, organizar, exigir y ahorrar. Así lo impone con
urgencia la actual coyuntura económica internacional”.
En el 2003
el barril de petróleo se cotizaba en alrededor de 28 dólares.
En igual fecha del pasado año ya estaba entre 70 y 80. En días
recientes rompió la barrera de los 145 dólares, más de
cinco veces el precio de hace apenas cinco años, y es
imposible predecir hasta dónde será la escalada, ya que su
agotamiento a nivel mundial es más rápido de lo calculado.
Como un ejemplo de lo expresado, hace unas horas, en Europa,
el precio del barril rebasó los 147 dólares, el petróleo
de Brent, del norte; estuvo a 145 hace unas 72 horas, bajó
un poco, después hace unas horas se puso ese a 147; no había
movimiento en el mercado de Estados Unidos y, mientras estábamos
en el receso del almuerzo, en Nueva York alcanzó la misma
cifra, un poco más, 147,50. El dólar siguió devaluándose.
A lo
anterior se suman otros factores como la producción de
agrocombustibles, la especulación financiera y la devaluación
del dólar –por citar sólo algunos de los
fundamentales– que han disparado los precios de prácticamente
todos los productos destinados a la alimentación humana y
de los insumos para producirlos.
Tres
ejemplos. En julio del 2007, el costo de importar una
tonelada de arroz ya se había elevado hasta 435 dólares,
hoy exige erogar 1 110 por tonelada, lo que antes era 435.
Igual cantidad de trigo, una tonelada, el año pasado,
cuando hablábamos en Camagüey, se compraba por 297 dólares,
ahora requiere más de 409. Y como dije el 26 de julio en
Camagüey, la tonelada de leche en polvo se cotizaba en ese
momento al astronómico precio de 5 200 dólares mientras
hace cuatro años se adquiría por unos 2.100, menos de la
mitad del precio actual.
¡Todo
sube!, y para colmo, entre los que más han crecido están
los precios de los fertilizantes, esenciales para que los
rendimientos sean mayores. Uno de los más importantes, la fórmula
completa de cultivos varios, elevó su precio de 303 dólares
la tonelada en julio de 2007, a 688 en este momento. Otro
fertilizante muy empleado, la urea, la tonelada costaba unos
400 dólares hace un año, ahora hay que pagar casi 700. ¡Parece
obra del diablo!
Se va
cumpliendo de manera abrumadora la predicción de Fidel en
su Reflexión del 28 de marzo del 2007: “Condenados a
muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de
personas en el mundo”, así la tituló. Y para tan
terrible realidad no se vislumbran soluciones, al menos con
la inmediatez que se requiere.
Y la
situación puede incluso empeorar, aunque algunos se empeñen
en cerrar los ojos ante ella. Seguiremos haciendo cuanto esté
a nuestro alcance para que esas serias adversidades afecten
lo menos posible a nuestro pueblo, pero es inevitable que
sufriremos cierto impacto en determinados productos y
servicios, pues además el enemigo está haciendo hasta lo
imposible para multiplicarnos las dificultades, con la
absurda aspiración a ponernos de rodillas.
Ante cada
medida adoptada últimamente en nuestro país, sale
enseguida algún funcionario del gobierno de los Estados
Unidos, desde un vocero hasta el propio Presidente, calificándola
de “insuficiente” o “cosmética”.
Aunque aquí
nadie les ha pedido opinión, reitero que jamás adoptaremos
una decisión, ¡ni la más mínima!, como resultado de la
presión o el chantaje, venga de donde venga, de un poderoso
país o de un continente entero.
Ya lo
demostramos cuando bajo el dictado del gobierno de los
Estados Unidos, nos expulsaron de la OEA y todos los países
latinoamericanos, con la honrosa excepción de México,
rompieron relaciones diplomáticas con Cuba.
También
recordamos cuando en 1996, bajo la misma batuta imperial,
los países de la Unión Europea adoptaron la llamada
“posición común” contra Cuba.
A estos
supuestos acusadores, en primer lugar a los Estados Unidos,
los pueblos los han sentado en el banquillo de los acusados,
por los cientos de personas mantenidas durante años en el
territorio usurpado a nuestro país por la Base Naval de
Guantánamo, en condiciones infrahumanas y desconociendo las
normas universalmente aceptadas de trato a prisioneros.
Millones de
personas en el planeta los condenan por los cientos de miles
de civiles asesinados por las bombas y la metralla del ejército
de ocupación, a los que eufemísticamente llaman “daños
colaterales”; por el empleo indiscriminado de la tortura,
las ejecuciones extrajudiciales y las cárceles
clandestinas; por llevar a cabo o ser cómplices de
traslados secretos de prisioneros y otras graves violaciones
de las leyes y los derechos humanos.
Es iluso soñar
que un pueblo que ha resistido actos terroristas, guerra
económica y agresiones de todo tipo durante medio siglo, va
a renunciar a conquistas fruto de enormes sacrificios, sólo
para satisfacer a determinados círculos de poder de los
Estados Unidos o a quienes los secundan en otras partes.
La desigual
batalla de esta pequeña isla frente a tan poderoso enemigo
le ha granjeado el respeto de los pueblos y de gran parte de
los gobiernos, fundamentalmente de los países del Tercer
Mundo. Otros, aunque no comparten algunas de nuestras ideas,
han asumido una actitud más realista.
Voy a
abordar ahora otro asunto importante de nuestra economía.
Tenemos que revertir definitivamente la tendencia al
decrecimiento del área de tierra cultivada, que entre 1998
y 2007, en sólo 9 años, disminuyó en un 33% –una
tercera parte de la tierra cultivada–, en lo que
influyeron de manera considerable las limitaciones impuestas
por el período especial. Dicho en pocas palabras: ¡hay que
virarse para la tierra! ¡Hay que hacerla producir!
Se trabaja
sin improvisaciones ni apresuramientos. Ya existe una
estrategia clara y un plan de acciones desde el nivel
nacional hasta la base productiva.
Son ideas
acerca de cómo debe ser la agricultura y la ganadería en
Cuba en el momento actual, en que alrededor del 75% de la
población es urbana, lo que no quiere decir que el 25%
restante trabaje en el campo. Por lo tanto, no puede quedar
una hectárea apta sin sembrar, en primer lugar en la
periferia inmediata de cada poblado y ciudad. Es mucho más
económico aprovechar óptimamente esas tierras cercanas que
el incosteable traslado de trabajadores o estudiantes a
grandes distancias, a veces para laborar media jornada. Así
evitamos pérdidas y baja productividad.
Ahí están
los magníficos resultados de la agricultura urbana, que sin
recurrir a movilizaciones ni a grandes gastos realiza una
notable producción de vegetales y ha contribuido al hábito
de consumir ese importante alimento y además proporciona
empleo a más de 300 mil personas, incluidas unas 67 mil
mujeres y alrededor de 40 mil jubilados.
Son
propuestas realistas para un país cuyos recursos no siempre
permiten acudir a las modernas tecnologías, muy
productivas, pero caras y que además consumen combustible.
Las emplearemos cuando se justifique económicamente, como
se viene haciendo con la maquinaria e implementos agrícolas,
los productos químicos, los sistemas de riego y los
cultivos protegidos, con resultados alentadores aunque todavía
incipientes.
Pero también
hay notables experiencias de productores que alcanzan buenos
resultados combinando la ciencia con el buey, el abono orgánico,
otros medios tradicionales y sobre todo mucho y eficiente
trabajo.
Admiro la
gran empresa estatal socialista, incluidas las
agropecuarias, y no renunciaremos a ellas. Conozco varias
que producen con eficiencia. Lo anterior no niega en
absoluto el papel de la cooperativa en sus diversas
modalidades y del pequeño agricultor, de los que también
puedo poner ejemplos muy destacados.
Todas son
formas de propiedad y producción que pueden coexistir armónicamente,
pues ninguna es antagónica con el socialismo.
Durante el
proceso de reflexión sobre el discurso del 26 de julio el
pasado año en Camagüey, realizado a lo largo y ancho del
país, se hicieron más de 141 mil planteamientos referidos
a la producción o el precio de los alimentos. Fue uno de
los temas más abordados.
En los doce
meses transcurridos se ha trabajado para implementar lo que
afirmé en esa ocasión: la tierra, los recursos y todo el
apoyo necesario estarán cada vez más a disposición de
quienes produzcan con eficiencia, independientemente de que
sea una gran empresa, una cooperativa o un campesino
individual.
En fecha
muy próxima, tan próxima que puede ser la próxima semana,
se aprobarán –se puede decir se aprobó ya anoche en una
reunión conjunta del Buró Político con el Consejo de
Estado y otros invitados– las disposiciones legales para
iniciar la entrega en usufructo de tierras ociosas a quienes
estén en condiciones de ponerlas a producir de inmediato, y
se adoptarán otras medidas asociadas a la actividad
agropecuaria.
Ya se han
ido poniendo en práctica algunas necesarias para asegurar
este proceso, como la creación de las delegaciones
municipales del Ministerio de la Agricultura y el
reordenamiento de su sistema de empresas.
El Partido,
el Gobierno y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños,
la ANAP, desde el nivel central hasta los municipios, están
siguiendo de cerca este proceso, que inevitablemente
requiere algún tiempo para que los resultados sean
notorios, sobre todo en medio de una situación económica
internacional desfavorable.
Ahora se
impone como nunca invertir con racionalidad nuestros
limitados recursos, esencialmente en la obtención de
utilidades que permitan costear los ya elevados gastos
sociales del país. La producción de alimentos, la
sustitución de importaciones y el incremento de las
exportaciones, continúan siendo líneas fundamentales. Además
el ahorro, que como ha orientado el compañero Fidel, es hoy
nuestra fuente de recursos más inmediata y factible. En
primer lugar, el combustible.
Establecer
prioridades y cumplirlas estrictamente. Postergar las
inversiones que no sea imprescindible acometer de inmediato.
Donde resulte posible, lógico y se puedan crear las
condiciones, acudir al doble turno para utilizar mejor los
equipos disponibles y acortar el tiempo de terminación de
las obras, muy especialmente en el sector de la construcción.
Aprovechar
las instalaciones existentes. Por ejemplo, remodelando
viejas edificaciones subutilizadas, de las que hay bastantes
por todo el país, es posible ubicar, como ya se está
haciendo, el equipamiento de las nuevas industrias que se
construyen como parte de los programas de la Alternativa
Bolivariana para las Américas, el ALBA, especialmente en
colaboración con Venezuela.
Otro asunto
en el que quiero detenerme es el consumo de alimentos y demás
productos destinados a comedores obreros, escuelas,
hospitales, etcétera, o sea, no hablo de los que se venden
por la libreta de abastecimiento o en forma liberada.
En esa
esfera, que los especialistas han denominado “consumo
social”, no puede continuar el derroche, la falta de
planificación, el descontrol ni su crecimiento desmedido.
Sobran
ejemplos recientes de cuánto todavía se despilfarra, se
emplea en un destino diferente al previsto en los planes o
se inmoviliza en un almacén.
Mencionaré
algunos casos detectados en una reciente visita realizada
por el Comité Central del Partido a centros de la capital,
o sea, centros de trabajo, hospitales, escuelas, a partir de
una experiencia iniciada por el Ministerio de Comercio
Interior.
Aprovecho
para reconocer los esfuerzos que viene realizando este
ministerio, que es muy complejo y difícil, en particular su
jefe, para cambiar justificaciones por espíritu de resolver
los problemas. No es solo un reconocimiento merecido, es a
la vez una nueva alerta a cuantos administran o dirigen: revísense
constantemente, siempre pensando que nada es perfecto y que
todo puede hacerse mejor.
Primera
conclusión de estas visitas: mes tras mes se entrega la
asignación completa de alimentos, como si nadie faltara un
solo día al centro de trabajo o estudio.
Resultado:
alimentos por encima del inventario autorizado, que es de 45
días de cobertura, en la mayoría de los centros visitados.
No mencionaré nombres, no es el objetivo, pues
desafortunadamente es algo bastante generalizado, repito,
bastante generalizado.
Dije que
debía tener cubierto 45 días, ¿no? Arroz: un hospital con
147 días de consumo, otro hospital con 123, y otro hospital
119 días; un centro de estudios interno 88 días, el doble,
otro 86 días, de ese alimento que ha incrementado su precio
en más del doble en el último año y vale más de mil dólares
la tonelada de arroz.
Azúcar,
aquí la cosa es en grande: un centro de estudios con una
cobertura de 908 días ¡más de dos años!, otro centro de
estudio con 639 días, otro con 294 días; un centro de
trabajo con 300 días de azúcar, otro 136.
Aceite: un
centro de estudios 206 días, un centro de trabajo 128.
Son cifras
impresionantes y espeluznantes. Imagínense esta situación
en los miles de comedores existentes en Cuba. Todo eso crea
además condiciones propicias para el robo, el desvío o el
propio deterioro de los alimentos.
Es la
consecuencia de abastecer con métodos burocráticos, sin
molestarse en comprobar cuántos productos sobraron del mes
anterior para completar lo necesario. No, si le toca tanto
todos los meses le dan tanto, y si un mes, porque se retrasó
un barco o por lo que sea, no le dieron lo que corresponde,
en el mes próximo le dan lo del mes y lo que dejaron de
darle en el mes anterior. Y son alimentos que en muchos
casos se distribuyen gratuitamente o se venden a precios muy
inferiores a los reales, que suben a diario. Basta decir
–observen esto– que para importar el mismo volumen de
alimentos que en el 2007, el año pasado, la misma cantidad,
este año se requerirían 1 100 millones de dólares más,
para recibir lo mismo. Fíjense si es espeluznante lo que
estoy narrando.
Sé de
organismos, muy pocos por cierto, donde esto no ocurre,
sencillamente porque se planifica, controla y exige. Es por
tanto algo que está en manos de nosotros resolver, sin
recursos adicionales y en muy breve tiempo.
Son
problemas nuestros. Surgirán otros en el futuro, así es la
vida, pero cada vez que detectemos algo mal hecho, hay que
trabajar sin descanso hasta eliminarlo.
En realidad
los retos son grandes y difíciles, pero de situaciones
peores ha salido airoso nuestro pueblo. Permítanme poner un
ejemplo de las FAR –me da vergüenza, hasta el otro día
fui el ministro de las fuerzas armadas–, pues pienso que
encierra una valiosa experiencia para momentos como estos.
La
desaparición de la Unión Soviética significó la pérdida
de suministros decisivos para la defensa del país, en
momentos en que nuestra economía no podía asegurarlos.
Primero
dijimos que los frijoles eran tan importantes como los cañones,
y cuando la situación se agravó, llegamos a afirmar que
los frijoles eran más importantes que los cañones. Algo
similar le sucede en estos momentos al país.
No hubo
lamentos ni justificaciones. Las tropas marcharon a los
campos agrícolas y en un plazo relativamente breve
produjeron sus alimentos, salvo los que no resultaba lógico
o posible, no vamos a producir sal o azúcar, o trigo, que
no se puede dar en Cuba. De forma simultánea se fueron
organizando las estructuras empresariales que asumieron
gradualmente esas producciones, y los combatientes
regresaron a sus actividades habituales. Se creó la Unión
Agropecuaria Militar, cuyas siglas dicen UAM.
Han
transcurrido más de 15 años desde entonces. Hoy la
preparación para la defensa del país es más efectiva que
nunca, incluyendo la Operación Caguairán, que debe ser del
conocimiento de todos ustedes y que continúa exitosamente,
y además logramos modernizar el armamento ?–desde la caída
de la Unión Soviética no hemos adquirido armamentos,
porque tienen precios prohibitivos, y modestamente, con la
colaboración de otros órganos de la Administración
Central del Estado, los hemos movilizado, los hemos
modernizado y constituyen una gran proeza, porque se ajustan
perfectamente al tipo de guerra que libraríamos si fuéramos
invadidos por el más poderoso país del planeta, que es
Estados Unidos. Hemos adquirido piezas de repuestos, además
de las que hacemos, decenas de miles de mirillas telescópicas
para los francotiradores, si vamos a hablar de armamentos, y
algunas cosas menores; pero somos más fuertes que nunca–,
gracias al esfuerzo y la inteligencia de los ingenieros y
obreros de numerosos organismos, tanto militares como
civiles. Y esta importante tarea continúa, es permanente.
Las FAR
siguen produciendo alimentos y ya abastecen el 79% de sus
necesidades, ahora mediante 24 grandes empresas
agropecuarias militares donde laboran miles de trabajadores
civiles. La mayoría funcionan, además, con eficiencia y
generan utilidades.
Por eso soy
un admirador y firme defensor de la gran empresa estatal
socialista industrial, agropecuaria o de lo que sea, pero no
subestimo ni a las cooperativas ni a los campesinos, como
dijimos.
Y el que más
y el que menos tiene un pariente en el Servicio Militar y
les pueden preguntar la calidad y cantidad de la comida.
Ese espíritu
que les acabo de explicar, de hace alrededor de 15 años,
prendió en nuestro pueblo, el de ¡Sí se puede! Por eso
venció obstáculos al parecer insalvables en la etapa más
crítica del período especial.
Así vamos
a hacerlo nuevamente, como siempre –y no estoy proponiendo
que empecemos a cerrar fábricas y llevar obreros al campo,
por eso decimos que lo primero es, toda la tierra, sea del
que sea, próxima a todas las ciudades y poblados, de todos
los tamaños, es traer la tierra a la ciudad, para no tener
que llevar la ciudad al campo, empezar por ahí–, con el
esfuerzo unido y consciente de todos los patriotas.
Produciremos alimentos, preservaremos las principales
conquistas de la Revolución y seguiremos avanzando sin
descuidar un minuto la defensa.
Dediquémonos,
con modestia y sin fanfarria, cada cual en el puesto que le
corresponde, al cumplimiento diario y estricto del deber.
Repito: Dediquémonos, con modestia y sin fanfarria, cada
cual en el puesto que le corresponde, al cumplimiento diario
y estricto del deber. ¡Pienso que esta es la clave para
vencer! Muchas gracias.
(Ovación)
Bueno, ¿creen
que estén de acuerdo? Alarcón, usted que es un hombre
experimentado en aplausos y votaciones, ¿piensa que están
de acuerdo los diputados? (Aplausos.)
Les ruego
que se sienten brevemente. Ya esto es extraoficial, aunque
puede considerarse como parte del discurso.
Como ya decía
en el discurso, hay cuestiones que son opiniones personales
y que no son inmutables, hay otras que son conceptos, son
ideas, otras son informaciones. Este mismo fenómeno con los
precios de los alimentos y este mismo fenómeno (lo del
consumo social), que lo acabamos de decir, esto es como para
que no llegue al 26 de Julio; pero, bueno, faltan solo 15 días
para el arribo del 55 aniversario de los ataques a los
cuarteles del Moncada y de Bayamo, “Carlos Manuel de Céspedes”.
Aquí hay
cuestiones que son, como les dije, para pensar y hay
cuestiones que son directivas, ya que ustedes están de
acuerdo, como órgano supremo del poder del Estado, con lo
que dijimos ahí; puede ser que alguno no esté de acuerdo
con algunas de las cuestiones planteadas, por eso digo que
hay unas que son simples expresiones y opiniones personales
y otras que son conceptos, pero que constituyen directivas.
Ayer se
discutió, entre otras cuestiones, por los compañeros que
les dije, los órganos superiores del Partido y del Estado
–aunque el órgano supremo del poder del Estado son
ustedes, no el Consejo de Estado–, y unánimemente
estuvimos de acuerdo con esto.
Ya
inmediatamente se había empezado a trabajar y habrá que
elaborar, por el Buró Político, el Consejo de Ministros,
si fuera necesario también con el Consejo de Estado, con la
aprobación de algún Decreto Ley como el que les mencioné
de las tierras hace un momento, hay que sacar una directiva,
y si hay tiempo, para el próximo Consejo de Ministros ya la
podemos empezar a discutir por allí.
Esto desde
ahora es así, y a luchar por eso. Eso forma parte ya de las
cosas que tendremos que discutir y ya tendremos tiempo de
comprobar si sirven o no, cuando celebremos a fines del año
que viene nuestro Congreso, porque todos los que estamos aquí,
que representamos la voluntad del pueblo, que nos eligió, y
del Partido que igualmente nos eligió, aunque hace mucho
tiempo, estamos de acuerdo.
Pero es muy
importante que uno que se sienta allí donde yo estoy
(Realiza gesto indicando una barba), está también
plenamente de acuerdo (Aplausos).
Ya voy a
terminar, siéntense (Risas). Y, además, una anécdota
también, empezamos casi con un chiste, podemos concluir con
otro, pero real. Al llevarle el material, del cual ya habíamos
discutido temas a tratar, igual que próximamente en
Santiago de Cuba, el 26 de Julio, serán otros temas, como
es natural, ni todos pueden enfocarse en una tarde o en una
sola sesión de la Asamblea –que hay muchos temas de estos
que al desarrollarlos tendrán que volver aquí–;
realmente es un discurso difícil (el pronunciado), su
propia elaboración, se lo llevé un poco tarde. Él tiene
su vida muy activa, haciendo ejercicios, escribiendo,
meditando, pensando, a veces es él el que me da noticias
internacionales que yo no he tenido tiempo de leer, y le pedí
que me contestara lo más rápido posible. Batió récord
esta vez, y a través de la interlocutora, que por teléfono
me avisaron, hace dos días –por eso la reunión de antes
de ayer la tuvimos anoche– y dijo que estaba totalmente de
acuerdo –quiero recordar textualmente lo que dijo–,
“está perfecto”. Cuando me lo comunican, cosa que me
alegró mucho, le dije a la persona que hablaba conmigo que
lo felicitara, ella me contesta: “¿A él?”, digo: “Sí,
felicítalo, porque tiene un hermano muy inteligente y lo
aprendió todo de él” (Risas y Aplausos).
Ricardo
Alarcón.– Yo dije que usted iba a hacer las
conclusiones y las hizo, así que, por lo tanto, lo único
que me queda a mí por hacer es declarar concluido este período
ordinario de sesiones. Buenas tardes (Aplausos)
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