Cuba
y el antiimperialismo
Entre
la revolución y la razón de Estado
Por
Samuel Farber (*)
Le Monde Diplomatique,
edición boliviana, enero 2009
Sin Permiso, 17/12/08
En el 50
aniversario de la Revolución cubana, nuestro amigo Samuel
Farber escribió el artículo que reproducimos a continuación
y que será publicado en el próximo número de la edición
boliviana de Le Monde Diplomatique. (Sin Permiso)
Para una
gran parte de la izquierda latinoamericana, el gobierno
cubano ha representado una fuerza antiimperialista y un
baluarte de los movimientos progresistas y de liberación
nacional. Esa reputación de los líderes cubanos se ha
fortalecido en los últimos tiempos por el contraste entre
su histórica oposición al imperialismo estadounidense y la
política de entrega a Washington de muchas personalidades,
incluyendo a muchos ex izquierdistas y ex revolucionarios.
No
obstante, un examen detenido de la política exterior cubana
revela que, si bien Cuba ha seguido una trayectoria continua
de oposición al imperialismo propiciado por EE.UU., no ha
ocurrido lo mismo con respecto a la agresión imperial de
otros países y, de hecho, en varias ocasiones se ha puesto
del lado de los estados opresores.
Esfera
soviética
Fidel
Castro apoyó la invasión soviética de Checoslovaquia en
1968. Su apoyo a esa invasión fue muy reveladora: mas allá
de la deuda política incurrida con la Unión Soviética por
su indispensable ayuda económica, el líder cubano
claramente expuso su oposición a las reformas del gobierno
de Alexander Dubcek, a las que caracterizó como "furia
liberal" que, junto con la libertad de prensa
"burguesa", le estaba permitiendo a la
contrarrevolución hablar libremente contra el socialismo.
Castro también apoyó la supresión etíope del movimiento
nacional eritreo y la invasión soviética de Afganistán en
los '70 y '80.
¿Cómo se
explican las políticas contradictorias de Cuba con respecto
al derecho de las naciones a su autodeterminación? En
primer lugar, hay que señalar la larga alianza que Cuba
mantuvo con la URSS como socio minoritario del imperio soviético.
Hacia fines de los '60, la URSS, bajo presión de EE.UU.,
debió aceptar la noción de que el hemisferio occidental
era parte indisputable de la esfera de influencia
norteamericana. Como resultado, Moscú presionó a La Habana
para que retirara su apoyo abierto a las guerrillas
latinoamericanas. El gobierno cubano se plegó a las
exigencias soviéticas aunque no completamente, ya que siguió
apoyando los movimientos insurgentes de América Latina de
una manera más discreta y limitada bajo el control del
comandante Manuel "Barbaroja" Piñeiro.
Esto
contribuyó a que Cuba se orientara cada vez más hacia África,
una región en la periferia del ámbito geopolítico
estadounidense, donde las iniciativas cubanas eran más
compatibles con la política extranjera soviética. La
presencia política y militar cubana en África (y en otras
partes del mundo) también afectó significativamente las
relaciones de poder entre Cuba y la URSS al darles a los líderes
cubanos un margen de negociación más amplio con los soviéticos,
quienes por ese motivo no podían tratar a Cuba como si
fuera un simple satélite de la Europa Oriental.
Nacionalismo
africano
La
estrategia de Cuba en África se orientó hacia una alianza
con el nacionalismo africano. En el curso de la implementación
de dicha estrategia, Cuba tomó iniciativas independientes
sin consultar previamente con el Kremlin –como en el caso
de Angola– pero fueron generalmente compatibles con la política
soviética, lo que evitó las ásperas fricciones que habían
surgido en el contexto de la guerra de guerrillas en América
Latina.
En el caso
de Angola, la estrategia cubana junto con su alianza con el
imperio soviético le permitió a Cuba jugar un papel muy
importante en la defensa de ese país contra el imperialismo
occidental y sus agentes derechistas de la UNITA propinando
un duro golpe militar y político al apartheid surafricano
que apoyaba a UNITA (1). Pero la política de Cuba en el
conflicto entre Eritrea y Etiopía siguió una trayectoria
diferente. Cuba apoyó inicialmente la lucha de los eritreos
para independizarse del régimen etíope encabezado por el
emperador Haile Selassie, pero cambió su actitud cuando
Selassie fue derrocado por el Dergue, un grupo nacionalista
de izquierda favorable a la URSS. Fidel decidió aliarse
entonces con los nacionalistas etíopes contra los
nacionalistas eritreos arguyendo que la lucha eritrea podía
destruir la "integridad territorial" de Etiopía,
pasando por alto el hecho que Eritrea había sido una nación
aparte que había sido colonizada y después anexada a la
fuerza por la Gran Etiopía. El apoyo de Cuba al Dergue no
fue sólo retórico; armó y entrenó fuerzas etíopes y
envió tropas cubanas a Ogaden en la guerra de Etiopía con
Somalia. La intervención militar cubana fue imprescindible
para que Etiopía pudiera conducir su guerra contra Eritrea.
Desde un principio, Cuba coordinó su intervención muy de
cerca con la URSS. Para Moscú, esa región tenía una
prioridad estratégica mayor que Angola por las facilidades
portuarias en Massawa y Assab, en la costa eritrea frente a
la Arabia Saudita, que le permitirían controlar la vía marítima
que conectaba la parte occidental de la URSS con Vladivostok
en el lejano Oriente. Es importante añadir que demás de
los efectos sobre el conflicto eritreo, la alianza
indiscriminada que Cuba forjó con el nacionalismo africano
derivó en apoyos a los regímenes sangrientos de Idi Amin
en Uganda y de Nguema Macías en Guinea Ecuatorial.
Razones
de Estado
Aunque
forzada por los soviéticos a replegar su apoyo a las
guerrillas latinoamericanas, Cuba siguió ayudando a los
movimientos antiimperialistas en el continente. Sin duda
alguna, jugó un papel importante, por ejemplo, en el
derrocamiento de Anastasio Somoza en Nicaragua. Pero para
poder comprender cabalmente la política cubana en América
Latina, es necesario entender que su apoyo a los movimientos
antiimperialistas ha estado subordinado a los intereses del
Estado cubano conforme a las pautas trazadas por sus líderes.
Basado en la descripción de Jorge I. Domínguez sobre las
formas en las que el Estado cubano ha ajustado su política
exterior para lograr sus propias metas, señalo, en primer
lugar, que en sus relaciones de Estado a Estado, el gobierno
cubano ha supeditado su apoyo a los movimientos de oposición
al cálculo de los beneficios que podía obtener de su
relación con el gobierno de esos países. Cuba nunca ha
apoyado un movimiento revolucionario contra un gobierno que
tiene buenas relaciones con La Habana y que rechazara la política
norteamericana hacia la isla, más allá del color ideológico
de estas administraciones. Y los casos más paradigmáticos
fueron la relación amigable que Cuba tuvo con el México
del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y con la España
franquista.
Asimismo,
Cuba ha suspendido su ayuda a movimientos revolucionarios o
progresistas en aquellos países dispuestos a suspender
hostilidades con Cuba. Quizás el ejemplo más extremo de
esta norma es el mantenimiento de relaciones diplomáticas y
comerciales con Argentina después del golpe militar de 1976
a expensas de la ayuda que pudiera haberle prestado a los
movimientos de oposición en ese país. En el caso de El
Salvador, en 1983 Fidel Castro indicó estar dispuesto a
suspender su apoyo al FSLN a condición de que los EU
dejaran de apoyar al gobierno salvadoreño.
El gobierno
cubano incluso ha dividido y socavado movimientos que no han
estado dispuestos a reconocer su liderazgo. Es así como en
1966 los líderes cubanos atacaron el movimiento encabezado
por Yon Sosa en Guatemala mientras que al mismo tiempo
apoyaron al movimiento de Luis Turcios Lima. (2)
Esa también
fue la razón por la cual cuando Cuba reanudó relaciones
con los partidos comunistas tradicionales, como el
venezolano, que entonces reconocieron el liderazgo cubano,
Fidel rompió con el movimiento dirigido por Douglas Bravo,
al cual había anteriormente apoyado a expensas del PCV.
Relaciones
pragmáticas
En los '70
y '80, Cuba adoptó una política abiertamente pragmática
de establecer lazos cercanos con cualquier país
latinoamericano y de la cuenca del Caribe dispuesto a tener
relaciones con La Habana. Esa política se volvió más
viable por la decisión tomada por la OEA, en 1975, de
levantar sus sanciones multilaterales contra la isla y
permitir que cada uno de sus estados integrantes decidiera
por cuenta propia las relaciones que tendrían con la isla.
Después del 1989, el colapso de la URSS y la grave crisis
económica que provocó en Cuba, acentuó ese pragmatismo en
su política extranjera a un grado tal que hasta clausuró
el Departamento de las Américas, que había dirigido las
actividades clandestinas de Cuba en el continente. Desde
entonces, el gobierno cubano ha enfatizado su oposición al
imperialismo norteamericano y al neoliberalismo más que al
capitalismo mismo, aunque en el caso del neoliberalismo de
Lula, y a pesar de las críticas recientes de Fidel Castro
con respecto al etanol, él y Raúl han seguido apoyando al
líder brasileño. En su reciente entrevista con Ignacio
Ramonet, Fidel expresó todo tipo de encomios no solamente
con respecto a Lula sino a figuras conservadoras como el Rey
Juan Carlos de España y el Papa Juan Pablo II.
En última
instancia, el apoyo cubano a los movimientos de liberación
se ha basado en los intereses del Estado cubano como lo han
definido sus líderes, y no en un compromiso ineludible con
cualquier doctrina revolucionaria.
(*)
Samuel Farber nació y se crió en Cuba. Su libro más
reciente es The Origins of the Cuban Revolution Reconsidered
[Una revisión de los orígenes de la revolución cubana] (University
of North California Press). Colabora regularmente con
Foreign Policy in Focus. De Farber puede leerse en
castellano, en el número 3 de SinPermiso (en papel), una
larga reseña del libro de entrevistas de Ignacio Ramonet a
Fidel Castro. En la web puede verse su interesante debate
con Saul Landau, a propósito de Cuba en www.socialismo-o-barbarie.org/centroamerica_y_caribe/080601_cuba_a_debatepresenteyfuturo.htm
Notas:
(1)
Aun así, cabe señalar que la ayuda de Cuba tuvo un costo
para el pueblo de Angola, como cuando las tropas cubanas
intervinieron en las luchas internas del Movimiento Popular
de Liberación de Angola (MPLA) para asegurar la victoria de
la facción de Agostino Neto contra la de Nito Alves.
(2)
Yon Sosa y Luis Turcios Lima fueron ambos tenientes del ejército
que se rebelaron contra el gobierno guatemalteco en los
sesentas. Yon Sosa estuvo influido por el trotskismo y por
lo tanto seguía una política mas independiente con
respecto a Cuba que Turcios Lima que era cercano al Partido
Guatematelco de los Trabajadores (Comunistas).
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