Cuba: permítanme discrepar
Por Guillermo Almeyra (*)
La Jornada, 08/03/09
En los recientes cambios gubernamentales en Cuba se
presentan dos tipos de problemas: los de fondo y los de
forma.
Cuba no puede aplicar la receta china en medio de una
terrible crisis mundial que se agravará
En cuanto a los primeros, nadie, en el campo oficial y ni
Raúl ni Fidel Castro, ha tenido en consideración la
necesidad de practicar una economía alternativa a la
actual, que está basada en las reglas que dicta el mercado
y, por consiguiente, en la necesidad de utilizar como forma
económica la democracia directa y la autogestión, o sea,
la participación activa en la adopción de las decisiones y
en la aplicación de las mismas de los
ciudadanos–productores cubanos. Más centralización, más
institucionalización, más decisiones desde el vértice,
desde el poder, más economía de guerra, ha sido la
consigna, e incluso los cambios de Pérez Roque y de Lage
han sido efectuados en el nombre del funcionamiento de las
instituciones, en crítica implícita al voluntarismo que
caracterizó tanto a los que aparecían como hombres de
Fidel como a Fidel mismo.
Se abre así una especie de camino cubano a la vía
china… que todos sabemos adónde condujo. O sea, a un
poder fuerte basado en el partido único monolítico que
trata de pilotar una apertura pragmática al mercado
capitalista para modernizar la economía del país, aumentar
la productividad de los trabajadores y reducir los costos de
los productos, sin tener demasiado en cuenta las
consecuencias sociales.
Pero Cuba no es China: tiene una población escasa, de
alto nivel cultural pero de bajo crecimiento demográfico, y
una escasa productividad histórica. Además, no tiene la
posibilidad de recurrir a inmensas masas de capitales
venidos del exterior porque su mercado interno es muy
reducido y no hay en el exterior una fuerte y rica burguesía
cubana nacionalista dispuesta a invertir en la isla; por si
esto fuera poco, la escasez relativa de jóvenes hace cara
la mano de obra, los cubanos no aceptan cualquier cosa pues
la revolución les enseñó a protestar y exigir y, sobre
todo, Cuba no puede aplicar la receta china en medio de una
terrible crisis mundial que se agravará.
Eso en cuanto al fondo: en vez de democratizar el país y
de abrir la vía a un gobierno planificado desde abajo por
el poder de los consejos de trabajadores, reduciendo el
papel del aparato burocrático estatal, el establishment
cubano prefirió intentar la utopía de racionalizar la
burocracia y darle eficacia a la arbitrariedad y el
despilfarro propios de todo sistema verticalista.
¿Por qué no se informó y se discutió con los cubanos
de a pie lo que estaba pasando en el aparato?
Además, discrepo igualmente en lo que se refiere a la
forma: ¿por qué no se informó y se discutió con los
cubanos de a pie lo que estaba pasando en el aparato? ¿Por
qué no se discutieron abiertamente los méritos y defectos
de cada dirigente y, en cambio, se prefirió presentar
hechos consumados, sin explicarlos y en la oscuridad tan
característica de la prensa oficial que teme el pensamiento
crítico y subestima la capacidad de comprensión de los
trabajadores?
Si el canciller y el vicepresidente del Consejo de
Ministros fueron indisciplinados y poco institucionales,
como sugiere el comunicado, ¿cuál es la responsabilidad de
sus colegas dirigentes, empezando por Fidel y Raúl?
Si para el comunicado eran compañeros y siguieron
ocupando altos cargos (en el Buró Político, el Comité
Central y el gobierno) hasta que renunciaron con lamentables
autocríticas de tipo estalinista, reconociendo todos sus
errores que ni siquiera mencionan, ¿por qué Fidel Castro,
a cuyo lado trabajaron por muchos años, dice que eran
ambiciosos e indignos, cebados en las mieles del poder y
proclives a ser utilizados por el enemigo?
¿Raúl y la dirección política y estatal califican de
compañeros y dan responsabilidades a indignos y
potencialmente traidores como sugiere Fidel, o éste utiliza
sus declaraciones como torpedos contra otra línea, la
triunfante?
¿No fue un gafe sino una maniobra interna el arrojarle a
Michelle Bachelet la reivindicación de la salida al mar
para Bolivia cuando el gobierno cubano callaba al respecto
para aprovechar la visita de la presidenta chilena para
afianzar su retorno al concierto de los países
latinoamericanos?
¿La furia fuera de lugar que empapa las declaraciones de
Fidel no es una manifestación de senilidad sino una
cobertura para un torpedo político destinado a impedir un
modus vivendi entre las diversas facciones burocráticas, la
vencedora, la militar burocrática centralista, y la
perdedora?
¿Qué tendría que ver esa fronda en el aparato con una
batalla por las ideas, o sea, con la educación moral y política
socialista? (que ahora Raúl ha dejado en manos del ex jefe
de policía Ramiro Valdés).
¿Qué discutieron con Hugo Chávez? ¿La posibilidad de
que Venezuela pueda verse obligada a reducir su ayuda a Cuba
ante la caída del precio del petróleo y la necesidad, por
consiguiente, de que Cuba tome desde ya medidas económicas?
¿Por qué no informar, no discutir abiertamente las
perspectivas y las tareas, sobre todo en un periodo de
preparación del Congreso del Partido Comunista Cubano y de
reorganización del aparato del Estado?
¿Los linchamientos morales de los dirigentes que siempre
responden a organismos colectivos y están controlados por
éstos no son acaso un golpe a la ética y al respeto a los
militantes?
El socialismo no se puede escindir de la democracia y ésta
exige libertad de información, plena discusión de ideas y
propuestas. El secreto burocrático abre el flanco al
enemigo y a éste sirven también los que dicen sí a todo
lo que viene del Olimpo estatal y están dispuestos a
escupir hoy sobre quienes hasta ayer consideraban sus
dirigentes. Particularmente en las épocas difíciles es
criminal confundir, desinformar y despolitizar a quienes
deberán superar las dificultades con su creatividad, su
comprensión, su esfuerzo.
(*) Guillermo Almeyra, historiador, nacido en Buenos Aires
en 1928 y radicado en México, doctor en Ciencias Políticas
por la Universidad de París, es columnista del diario
mexicano La Jornada y ha sido profesor de la Universidad
Nacional Autónoma de México y de la Universidad Autónoma
Metropolitana, unidad Xochimilco. Entre otras obras ha
publicado Polonia: obreros, burócratas, socialismo (1981),
Ética y Rebelión (1998), El Istmo de Tehuantepec en el
Plan Puebla Panamá (2004), La protesta social en la
Argentina (1990–2004) (Ediciones Continente, 2004) y
Zapatistas–Un mundo en construcción (2006).
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