República Dominicana:
esclavitud de los haitianos

La dulce esclavitud en el paraíso dominicano

Por Franck Seguy (*)
La Breche/Alencontre
Correspondencia de Prensa, 23/05/09
Traducción de Ernesto Herrera

Un video de los foros haitianos, inicio de mayo 2009. Muestra a una muchedumbre de dominicanos reunidos en el barrio Buenos Aires de Herrera – en Santo Domingo, República Dominicana – asistiendo a lo que parece ser una corrida. ¿El toro? Uno de los numerosos esclavos haitianos que viven en República Dominicana. ¿El torero? Un dominicano musculoso proveído de un hacha. De un solo golpe, corta la cabeza del haitiano Carlos Merilus. Y el delirio se apodera de la muchedumbre. Los niños inmortalizan el momento grabando fotografías con ayuda de sus aparatos celulares. Los adultos aplauden. El éxtasis alcanza su clima. Se diría que la República Dominicana acaba de ganar una copa del mundo.

A finales 2008, uno de mis amigos que vive en República Dominicana había enviado las imágenes de un vídeo que mostraban como un dominicano cortaba la mano a un haitiano con un machete, después de haberle forzado a desnudarse completamente. Luego, obligándolo a extender su mano sobre una piedra, sirviendo de altar para el sacrificio, el dominicano corta la mano de un solo golpe de machete. ¡Una escena definitivamente común en  República Dominicana!

Yo mismo había presentado este vídeo en un foro haitiano muy frecuentado, con un objetivo preciso: probar el grado de cinismo y perversión de las clases dominantes haitianas y sus abominables capacidades para dirigir a las clases dominadas–explotadas. Yo lo hice por mi cuenta. Los medios de comunicación burgueses – en Haití no hay otros actualmente – se dedicaron a un curso desenfrenado de emisiones libres–tribunas y de “análisis”, exactamente para evitar que se busquen las raíces del problema. Y como siempre, después de algunas emisiones, todo volvió a entrar en el mismo orden. ¡Se lograba el objetivo!

El vídeo que muestra la decapitación del esclavo haitiano en la tierra vecina, el sábado 2 de mayo de 2009, suscita mucha emoción. Nuestros profesionales liberales, misioneros de ONG, cuadros de administración y comercio, pequeños–burgués profesionales de comunicación… en corbatas y cuellos blancos, generalmente designados por el concepto borroso de clases medias, se muestran choqueados. ¿Por qué cientos de millares de haitianos son reducidos – y matados – en esclavitud? ¡Oh! No. Porque esta muerte espectacular corre el riesgo de deteriorar su imagen en el extranjero.

Ninguna sociedad (o incluso ningún individuo) nunca ha conseguido solucionar un problema que ella no se plantea o que coloca mal. De modo que, si se prevé la condición de esclavos cientos de millares de haitianos explotados–oprimidos en República Dominicana como un problema, no se tienen otras elecciones que de analizar esta condición, en primer lugar, tomándola desde sus raíces, luego, buscando las distintas ramificaciones que hacen al tronco del árbol, bastante espinoso y tenaz.

Un conjunto de hechos, intrínsecamente conectados los unos a los otros, deben ser tenidos en cuenta por la o el que desea hacer algo más que llorar. Quién quiere comprender.

Breves consideraciones históricas

Se conoce que los haitianos representan el único pueblo, del llamado tiempo moderno, donde un puñado de antiguos esclavos se rebelaron. Por respeto a la sensatez, no se debería hablar de esclavos, sino de cautivos que se rebelaron, ya que el esclavo es por definición uno sometido. Saliendo de las vísceras de la esclavitud y el colonialismo, Haití se experimenta necesariamente. Sin embargo, es necesario incluir que esto no es un peso de la herencia: se trata de una elección que consiguió imponerse entre muchas posibles.

Dessalines, líder principal de la Revolución que condujo a la Independencia en 1804, se proponía compartir las riquezas según el principio comunista “a cada uno según sus necesidades”. Su frase reivindicativa: “¿Y los pobres negros cuyos padres están en África, no tendrán pues nada?” pasó a la posteridad. Sin embargo, se evita destacar el hecho de que ésta constituía la contraparte a la interrogante de los generales y demás grandons (grandes latifundistas) que estipula: “¿No es constante que después de haber gozado desde hace 10, 20 y 30 años de un bien debían ser supuesto al verdadero proprietario?” (Thomas Madiou, Historia de Haití, t. 3, ED. Deschamps, 1989, p. 391).

El análisis de estas dos posiciones revela toda la naturaleza irreconciliable de las contradicciones sobre las cuales debía construirse el nuevo Estado independiente. Por una parte, Dessalines y toda la masa de los antiguos agricultores se preguntaban: ¿“Qué recompensa concedida a los que, por su heroísmo, habían restablecido al imperio de la Libertad (...) si los antiguos opresores, amos de todas las grandes y ricas propiedades, seguían gozando pacíficamente? ¿Se preguntaba por otro lado a que resto pertenecían estas tierras? ¿No era de los que durante dos siglos las habían cultivado, que no habían gozado nunca y que sólo habían sufrido los tratamientos más crueles como precio de su sudor? (Madiou, p. 141)”

Para impedir que la cuestión esté regulada según este principio, “los de los generales del Imperio de Haití que sólo habían tomado las armas contra los franceses para gozar, después del triunfo de la causa santa de la Libertad, de los derechos políticos más amplios, de Dessalines], incitarán a la insurrección las masas que se han convertido en descontentas… (p.140)”.

La masa de los agricultores había tomado las armas para establecer al imperio de la Libertad que, a sus ojos, significaba el bienestar colectivo para todos, principalmente para las y los que habían sufrido los tratamientos más crueles durante dos siglos de sudor y sangre. Los generales y demás grandons también habían tomado las armas contra los franceses, pero solamente para expulsarlos y tomar su lugar. Con el fin de gozar como únicos amos y dominadores. Es pues, sobre una constante capitalista–esclavista que reconoce el derecho de propiedad solamente a aquéllos que ya habían sido propietarios durante el tiempo colonial–esclavista, que estos últimos construyeron el Haití independiente.

Dos ontologías sociales radicalmente antagónicas cruzan aquí los hierros. La de Dessalines y la masa de los campesinos, que querían el final de la opresión y el reparto equitativo, y la de los generales y grandons que sólo se proponían expulsar a los antiguos opresores, dejando intacto el sistema opresivo. De aquí resulta el retorno de los campesino–agricultores hacia los mornes (tierras montañosas) a menudo áridas y desecadas. Toda la producción desarrollada por estos miserables será recogida por los burgueses–grandons de las ciudades que tenían necesidad, entre otras cosas, para pagar el precio – falsamente llamado deuda – de la independencia.

Se conoce el resto. De 1804 a 1920, las cajas del Estado burgués haitiano se llenaron exclusivamente con el sudor y con la sangre de los campesinos–agricultores. Fue necesaria la primera ocupación estadounidense de 1915 para empujar a los grandons–burgueses haitianos al doloroso ejercicio de contribuir a las cajas de su Estado. Toda la castración operada en las venas de los agricultores sirvió en primer lugar para pagar a Francia su autorización para que el pueblo haitiano viva. A esta imposición, se concedió el bonito nombre de deuda de independencia. Se emplea, otra parte, rentas en gastos ostentosos. Se roba directamente y se coloca otra parte aún en los grandes bancos europeos. La reserva se la llevaron los inquilinos yanquis que, en su día, habían desvalijado abiertamente el banco central.

Así pues, se comprende fácilmente que los centenares de millares de haitianos esclavos en las grandes plantaciones azucareras de República Dominicana, sean campesinos esencialmente y trabajadores agrícolas. Son empleados también por la industria de la construcción. En la medida que en Haití que “el trabajo de la tierra no recompensa”. Esta es la razón por la que todo agricultor haitiano sabe que debe encontrarse otra actividad, si no desea estancarse en la más aplastante de las miserias.

Pero es sólo un aspecto de la cuestión. La cuestión fundamental reside incluso en la posesión de las tierras. Es la propiedad del burgués que vive en las ciudades: los grandons–burgueses. Éstos no los explotan según la pura racionalidad capitalista que consistiría en practicar una agricultura a gran escala.

¡No! Los dividen para confiarlos mejor a campesinos que se encargan de hacerlos fructificar según el principio de las dos mitades (demwatye). La perfidia de este principio permite que, en todos los golpes y los casos, el –burgués grandon juega a ganador. Mientras que el campesino nunca gana. Ya que al recibir una parcela que debe trabajarse, él toma nuevamente la carga de todo el trabajo: preparación del suelo, semilla, organización del trabajo, mano de obra…

Con todo, en la cosecha, debe llamar al propietario que tiene oficialmente derecho a la mitad pero que  a veces retira hasta las tres cuartas partes. Se desprende bastante a menudo, que la parte que corresponde al campesino ni siquiera cubre los numerosos gastos que había acordado para realizar la producción.

La relación de este agricultor con esta tierra y el cultivo que practica, está incluida pues en la mas pura objetivación. Se entiende así el hecho de que este agricultor así como la tierra que trabaja, sólo representa otro de los medios para que el  burgués–grandon aumente sus riquezas. De modo que el trabajo, elemento universal de socialización de la humanidad, fue pervertido por el imperativo de la actividad productiva capitalista de tipo burgués–grandon, que es la ley absoluta en Haití. El resultado se comprueba en la devastación de nuestra ecología, en los antecedentes del fenómeno del éxodo rural hacia Panamá (para la construcción del canal, iniciado en 1880 por Francia, luego parada, y finalizada por los Estados Unidos), hacia las plantaciones azucareras estadounidenses en Cuba (final del siglo XIX y primera mitad del siglo XX), y hacia la República Dominicana (los bateys, o la fórmula de explotación puede resumirse “mejor” por la siguiente ecuación: 15 horas de trabajo al día = una tonelada de caña =1 euro al día).

Racismo–capitalismo a la dominicana

En 1937, la burguesía de dominicana ya había organizado la masacre de más de de 50 mil de trabajadores haitianos, con la complicidad de la burguesía haitiana. Ya que el racismo de dominicano abastece constantemente el temor que la presencia haitiana no se haga demasiado significativa, cuantitativamente, en República Dominicana.

Esta presencia se estima actualmente en 800.000 haitianos y haitianas. Más de 50.000 serían estudiantes. La constitución haitiana estipula claramente: “El Estado debe financiar el funcionamiento y el desarrollo de la Universidad de Estado de Haití y las escuelas superiores públicas. Su organización y su localización deben ser previstas en una perspectiva de desarrollo regional (artículo 209)”. El dinero de los trabajadores haitianos se utiliza preferiblemente para abastecer las cajas del FMI: Fondo de la miseria, perdón monetario, internacional. Y el haitiano, en vez de exigir el desarrollo de su propia universidad, prefiere hacerse sangrar en blanco fuera de sus fronteras.

Este éxodo rural previamente mencionado, resultado de las relaciones sociales burguesas–grandons, no se hace solamente hacia el exterior. Se refleja, sobre todo, en las ciudades. Dado que no se planeó esta urbanización, los centros urbanos se transforman en extensos barrios de chabolas. Una de sus consecuencias reside en que este ejército de trabajadores de reserva, tiene la reputación de “mano de obra barata”.

Esta mano de obra barata, se explota desde hace un siglo en la tierra vecina. Los datos proporcionados por el Grupo de Apoyo a los Refugiados y Repatriados (GARR), señalan que un 90% de la mano obra agrícola de República Dominicana está constituida por trabajadores haitianos (garr–haiti.org).

No es superfluo recordar que este proceso comenzó cuando, en 1915–1916, los ocupantes yanquis decidían instalar sus fábricas azucareras en  República Dominicana, considerando que la parte Este de la Isla de Haití ofrece mejores condiciones al desarrollo de tal actividad. Pero, para mantenerlo, habían decidido que la mano de obra haitiana era a la vez más rentable y menos costosa. El final de la ocupación en 1934 no terminó con este proceso. Durante la segunda mitad del siglo XX hasta la caída de la dictadura de Duvalier en 1986, el Estado haitiano se había comprometido, por acuerdo escrito con el Estado de República Dominicana, a proporcionarle los trabajadores que la burguesía tenía necesidad para mantener sus plantaciones agrícolas. Ya en 1980, la OIT (Organización Internacional del Trabajo) había reconocido que la única expresión susceptible de traducir la situación de estos trabajadores haitianos en  República Dominicana era la de “esclavitud moderna”.

Algunas décadas después de la gran masacre de 1937, después de que los Estados Unidos habían procedido a la castración de la economía campesina destruyendo sistemáticamente el ganado porcino, se vio con qué dedicación la burguesía haitiana y sus administradores en el Estado, reconstruían  su riqueza como agentes en el reclutamiento de trabajadores haitianos en dirección a las plantaciones de caña de azúcar de República Dominicana. Pueden derramar algunas lágrimas cocodrilos. Lo que no impide señalarlos como los primeros verdugos por haber hecho rodar la cabeza de Carlos Merilus.

El final de la dictadura en 1986 sólo puso fin oficialmente a este acuerdo. Ya que los industriales de República Dominicana, mantienen contratos con algunos pasadores de fronteras que están encargados de ir a buscar haitianos en las montañas para traerlos a las plantaciones de cañas. Se conoce a estos pasadores de fronteras con el nombre de buscones (del verbo español buscar).

¿Es necesario recordar que el tráfico de seres humanos se impuso, junto al tráfico de la droga y a las armas, como el más rentable negocio en la actual globalización del patriarcado–capitalismo–racismo?

El tráfico de trabajadores haitianos y trabajadoras haitianas es una empresa organizada a sabiendas. Implica al menos a: los soldados dominicanos encargados de la vigilancia de la frontera de República Dominicana; los propietarios de las fábricas azucareras y grandes plantaciones de caña de azúcar; los agentes de la migración, y de otros sectores no menos importantes de los dos lados de la frontera.

El trabajador y la trabajadora son sobornados por el buscón que le hace ver montes y maravillas. Así pues, el buscón consigue sacar dinero al trabajador y a la trabajadora a cambio de pasarlo por la frontera. Realmente, el buscón se arregla para abandonar su presa en plena carretera, en un lugar donde está seguro que ésta será capturada por los guardias fronterizos.

Estos últimos, para autorizar a la trabajadora o al trabajador sin defensa y personas sin papeles a seguir su carretera, exigen la satisfacción de todos sus caprichos. Se conoce el caso de Jeannot Éxito, asesinado por los soldados fronterizos de República Dominicana. Jeannot Éxito, ya había pagando al buscón su derecho de paso, se negó a volver a pagar dinero a los guardias cuando fue capturado. Estos últimos lo pegaron hasta la  muerte. En homenaje a este trabajador rebelde, una red que trabaja para los derechos humanos de los haitianos expulsados a la fuerza por el Estado dominicano lleva el nombre Jeannot Éxito.

No está demás mencionar que cada año, según datos del GARR, al menos 20.000 haitianos son repatriados a la fuerza hacia Haití por el Estado dominicano. Esta repatriación se hace generalmente en el momento del payroll (pago del sueldo). Los capitalistas dominicanos, no contentos con explotar la mano de obra haitiana, utilizan otros subterfugios para no pagar nada. Así pues, a la hora de pagar, llaman a la policía y fingen denunciar la presencia de ilegales en tal o cual lugar. Y la policía captura a cualquier persona de piel negra encontrada en los lugares.

Inútil de decir que trabajadores de dominicanos son también víctimas de esta caza organizada sobre la base del color de la piel. Ésta no se practica solamente en el lugar de trabajo. Se captura a las personas a menudo en su domicilio propio, a cualquier hora del día… o de la noche. Y son desplazadas, sin preaviso, hacia Haití. Al llegar a Haití, muchas de ellas no saben dónde ir, puesto que no nacieron en Haití y nunca habían estado antes.

Algunas consideraciones sobre la actualidad

Actualmente, existe en Haití una extensa mano obra que sólo pide explotarse. ¡Paradoja! El problema es que a la imagen de todas las sociedades capitalistas, el capitalismo haitiano ni siquiera está en condiciones de explotar directamente el conjunto de los trabajadores. Como es sabido, eso no hace otra cosa que deteriorar las condiciones de vida de la persona desempleada. Las condiciones de supervivencia de los asalariados también son dadas por el ritmo de una precarización cada vez más espantosa. Basta con observar que el precio de un día de trabajo a mayo 2009, es de 70 gourdes (1 dólar = 41 gourdes). En 1986, era de 3 dólares.

En marzo 2007, un diputado había tomado la iniciativa de introducir una propuesta de ley con el fin de ajustar el salario mínimo. Hace solamente una semana, el 5 de mayo 2009, esta propuesta fue votada, ajustando así el salario mínimo a 200 gourdes (es decir, menos de 4 euros). Demás está decir que las organizaciones patronales emplearon estos 26 meses para ejercer presión sobre el legislativo y el ejecutivo con el fin de bloquear este voto. De modo que las organizaciones de los trabajadores esperan, vigilantes, que el Presidente de la República pide (puesto que es a él que incumbe esta obligación) la promulgación de dicha ley en el Diario Oficial. Pero ya, los patrones amenazan a sus obreros para que estos últimos acepten recibir solamente 160 gourdes.

Procede pues observar, que cuando el trabajador haitiano va a hacerse cortar la cabeza en la República Dominicana, no hace más que elegir entre dos muertes brutales. Ya que, en 2009, no se conoce ningún país donde un padre o una madre de familia puede responder a sus necesidades con 3,73 euros (4,87 dólares). En ese caso, el trabajador ya sabe que el patrón haitiano sólo ofrece la muerte. Mientras que, mal informados, se imaginan que la hierba podría ser verde del lado del cercano vecino. Por eso no duda en emigrar, sin papel, hacia República Dominicana, donde, como se acaba de verl, no gozará de ningún derecho.

El asesinato indecente de Carlos Merilus no le sirvió a Préval por del gobierno dominicano. Su embajador en Haití se convierte en una estrella en la prensa haitiana. Es el invitado de emisiones radiofónicas. Pronuncia incluso una rueda de prensa en el Ministerio Haitiano de Asuntos Exteriores. Posiciones diplomáticas de condena. De los dos lados, pero sin ir más lejos.

René Préval (presidente entrado en función en mayo de 2006), no puede ser más claro al respecto: no hay violación de los derechos humanos de haitianos en República Dominicana. No hace falta compadecerse de esta declaración del jefe del Estado para calificado de irresponsable.

Pero parece que nadie aún ha destacado el verdadero sentido de la declaración del Presidente haitiano: los haitianos que se asesinan en  República Dominicana no tienen derechos. Por otra parte, la mayoría ni siquiera tienen un certificado de nacimiento. No se puede robar lo que no se tiene.

El gobierno de República Dominicana, menos cínico que el actual gobierno haitiano, prometió rápidamente justicia para el crimen de Carlos Merilus. La única justicia que nosotros, trabajadores, podemos esperar es la nuestra, la que destruirá el capitalismo. Mientras no construyamos esta victoria revolucionaria que pondrá fin a la dominación–explotación del patriarcado–racismo–capitalismo que por todas partes se establece, seguirán humillándonos por un tiempo todavía más largo.


(*) Frank Séguy es un sociólogo haitiano.


En medio de una plaza pública de Santo Domingo
cortan la cabeza a un trabajador haitiano

Por Batay Ouvriye
La Haine, mayo 2009

Camaradas obreros, trabajadores y progresistas del mundo entero

En pleno día, en medio de una plaza pública de un barrio de Santo Domingo, capital de la República Dominicana, luego de haber sido torturado públicamente, le cortaron la cabeza con un hacha a un trabajador emigrante haitiano. Se llamaba Carlos Nerilus. El hecho ocurrió frente a un gentío riéndose, aplaudiendo. Algunos hasta filmaban con celular. La policía cercana, no movió ni un dedo, ni durante ni después de la ejecución.

Según lo que se dice, se trata de un conflicto de trabajo, donde el trabajador había por su parte matado a un patrono dominicano quién le debía meses de trabajo sin pagar. Según lo que se dice, el trabajador asesinado no fue quién mató al capitalista, sino su hermano. Por no encontrar al hermano, lo cogieron a ese y abiertamente lo arrastraron hasta la plaza pública de aquel barrio y lo decapitaron allí después de largas torturas públicas.

En Haití, una alta indignación brotó enseguida y varias protestas salieron y siguen saliendo.

Ésa es una más

De hecho, después de haber seguido atentamente las distintas tomas de posiciones, decidimos sacar también una, apoyando a todo trabajador, todo progresista quienes, solos u organizados, bajo una forma u otra, en su vida cotidiana, ya han denunciado este acto criminal.

Pero queremos insistir sobre dos puntos. Primero, hay toda una serie de oportunistas que igualmente denunciaron el acto. Esos mismos quienes, cada día, explotan, no dejan vivir y así matan paulatinamente a los trabajadores haitianos, sea en Haití mismo, sea en la vecina República Dominicana. En toda la isla, ¡le van muy bien! Por encima de nuestros cuerpos, de nuestro sudor cotidiano, hasta por encima de nuestra sangre. Abiertamente también, les decimos que nosotros los trabajadores no nos equivocaremos, pues no necesitamos de su falsa piedad, ni de sus hipócritas denuncias. ¡Que no vengan a sembrar ninguna confusión! De hecho, aquellas lágrimas de cocodrilo no van más allá de la defensa de la “imagen de la nación”, con las cuales se aprovechan para dividir concientemente a los trabajadores de los dos países mientras están ya listos a unirse con las clases dominantes las más reaccionarias dominicanas, como siempre lo han hecho.

Segundo: que hay los verdaderos responsables. Ciertamente, hubo personas quienes ejecutaron el crimen con sus propias manos, hubo otras que aplaudieron, riéndose… ¡Deben ser todas condenadas! No es ese un acto humano. Deben de ser todos condenados con altísimas penas. Y los trabajadores dominicanos reflexionar profundamente sobre el porqué haber apoyado un patrono en vez de un hermano de clase, fuese este de “otro país”. Los camaradas obreros dominicanos de Santiago no se equivocaron cuando apoyaron abiertamente a sus hermanos de clase haitianos en lucha en la zona franca de Ouanaminthe, Haití, aunque esa es ¡de propietario dominicano!

Pero, condenar a unos no debe taparnos los ojos: es un acto de un sector específico de la sociedad. Y, de hecho, aquí hay dos tipos principales responsables. Primero son las clases dominantes dominicanas que utilizan, forjan el ODIO hacia los trabajadores haitianos para mejor sentar su dominación dentro de su país. Es a partir de esa ideología del “odio” que logran establecer la esclavitud de los trabajadores haitianos en los conocidos bateyes, mientras, así, desvían los trabajadores dominicanos y los explotan de igual. Todo, en el marco obligado de un desprecio de las masas populares haitianas, para mejor sentar su dominación en la relación Haití / República Dominicana. Tenemos que estar claros: ¡Son responsables! ¡Son ellos los principales responsables! Un día, la historia tiene que hacerlos pagar. Pero no están solos…

Están también las clases dominantes haitianas: lacayas, cobardes, capaces nada más que de abrir camino hoy en día para el capital extranjero (particularmente dominicano) venir a explotar la fuerza de trabajo haitiana, llevada por ellos mismos a ser la más barata del continente y una de las más baratas del mundo. Cada bofetada al país es para ellas una caricia. Junto con estos lacayos, está el Estado haitiano y principalmente el actual gobierno que está “dirigiendo”: nunca ha hecho nada frente a los crímenes que diariamente ocurren en estos días en la República Dominicana en contra de los trabajadores haitianos. No puede enfrentarse con el problema ya que es una de las principales causas tanto de su aparición como de su evolución hacia lo pésimo. Sus tergiversaciones y su total incapacidad frente al drama demuestran una vez más la imperiosa necesidad de ¡otro estado!

El objetivo de todos estos hipócritas no es más que seguir explotando a los trabajadores haitianos como dominicanos. Su supuesta protesta, además de atizar el odio entre los pueblos para ellos mejor gobernar, sirve, en realidad, para esconder su propio papel en el proceso. Denunciando, pues, tenemos que saber muy bien en qué estamos concretamente, para no unirnos de ninguna manera y bajo ningún pretexto con quienes son de los principales responsables del drama ocurrido.

La línea que hay que sacar de todo esto debe corresponder no solo a los intereses de los trabajadores haitianos sino también a los de los trabajadores dominicanos, aunque sabemos muy bien que habrá que desarrollar un trabajo arduo para encajar dentro de ella a estos últimos, basado en los intereses comunes.

Tenemos que estar claros: no estamos frente a un simple acto. Es todo un complejo andamio del cual el drama ocurrido es solo la punta, a la cual nos llevaron todos estos verdaderos responsables. Dentro de este marco global, está la dominación permanente de las distintas burguesías junto con sus respectivos Estados reaccionarios, está la relación desigual entre los dos países, en particular la desigual relación comercial, está la cuestión migratoria, utilizada pos ambas clases dominantes para mejor explotar a los ilegales, está la presencia cada vez más antagónica de los trabajadores haitianos con los de la República Dominicana pero, sobre todo, la ideología racista del odio nutrida y envenenada por la propaganda de la ultra derecha dominicana.

Es, pues, un proceso permanente. De igual forma, la respuesta nuestra debe ser también permanente. Tiene que ser un eje de lucha importante. Las luchas y la organización de los trabajadores de las dos formaciones sociales debe de llevarse conjuntamente, coordinadas, hasta llegar a unirse concretamente en toda la isla. Sino, nunca llegaremos a salir airoso en ninguna de las dos partes. Para ello, es necesario desarrollar una estructura permanente que se encargue de este proceso de lucha, acercamiento, hasta la victoria permanente de los trabajadores de ambos lados y, así, de los dos pueblos en general. Debe esta estructura permitir acumular fuerzas, planificar diversas formas de luchas comunes, permanentes, en crescendo, publicar boletines conjuntos, organizar manifestaciones, movilizaciones no solo frente a las clases dominantes dominicanas, sus representantes en Haití, sino también frente a los responsables haitianos y su Estado lacayo hoy en día absolutamente podrido. Eso debe llevarnos a pararnos, otra vez, frente al gobierno actual de turno acá. Todo ello, dentro de una línea que permita entender fundamentalmente que se trata primero y antes que nada de ¡explotación! De allí que todo debe llevarse con los trabajadores como eje central, única forma de abordar el problema de manera consistente, coherente y proyectada.

En este sentido, la unidad entre los trabajadores haitianos y dominicanos es fundamental., sobre todo cuando están en un mismo campo de lucha. De igual importancia debe ser la demarcación clara y cada vez más definitiva con los oportunistas, hipócritas, reaccionarios de todo acabito. Nosotros, en Batay Ouvriye, actuamos en estos dos sentidos.

¡Viva la lucha de los trabajadores haitianos en toda la isla!

¡Viva la lucha de todos los trabajadores en la isla entera!

¡Viva la unidad de los dos pueblos frente a los reaccionarios de los dos países, con los trabajadores como eje central!

¡Viva la lucha del campo del pueblo isleño unido hacia su liberación final!

¡Viva el internacionalismo proletario!

Puerto–Príncipe, lunes 11 de mayo del 2009