Honduras entre la consolidación de los
golpistas
y la rebelión popular
¡Movilización de masas hasta derrotar a “Pinocheletti”!
Por Roberto Ramírez
Socialismo o Barbarie, 02/07/09
El golpe de estado contra el presidente Manuel
“Mel” Zelaya es, en primer lugar, una señal de cómo la
crisis mundial ha abierto también nuevos contextos políticos
en todo el mundo. El año pasado, al desplegarse la crisis,
advertíamos que esto implicaría panoramas políticos más
polarizados, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda.
Que se iban a producir situaciones más alejadas del
“centro” político y con enfrentamientos más
duros.
Honduras, un país profundamente golpeado por
la crisis mundial, es asimismo, estructuralmente, uno de los
eslabones más débiles de la cadena semicolonial
centroamericana... y también donde se viene desarrollando
desde hace más de tres años el proceso de luchas más
avanzado de Centroamérica, con movilizaciones
nacionales (los “paros cívicos”) que lograron paralizar
varias veces el país. Parte de esta polarización previa,
fue el nacimiento de la CNRP (Coordinadora Nacional de
Resistencia Popular), que aglutina centrales sindicales y
movimientos sociales, y que convocó a las “paros cívicos”
y otras movilizaciones.
En la esfera de la economía –como señala
el artículo “Los efectos de la crisis mundial en
Honduras”, que aquí publicamos– se trata de la bancarrota
del nuevo modo de acumulación que pretendió reemplazar
en los ‘90 el modelo de “república bananera” que
abarcó casi todo el siglo XX.
La fórmula “maquila + exportación de
trabajadores a EEUU para que envíen remesas + exportaciones
agrarias en el marco de los TLCs (tratados de libre
comercio)” ya venía de mal en peor. Ahora, ha volado en
pedazos con la crisis mundial. Pero ya antes de esto, el
fracaso estaba teniendo profundas repercusiones y
consecuencias, por abajo... pero también por arriba.
Por abajo, ya señalamos el proceso de los
“paros cívicos” y el surgimiento de la CNRP. Por
arriba, se daría el fenómeno del “giro a la izquierda”
del gobierno de “Mel” Zelaya, un presidente de orígenes
oligárquicos, perteneciente a uno de los dos partidos
tradicionales de derecha, el Partido Liberal.
Los Zelaya, familia de terratenientes
principalmente ganaderos, que viene del siglo XVIII, son parte de los “aristócratas” blancos que desde la
independencia han sido los principales dueños y señores de
Honduras, asociados luego a la corporaciones yanquis y
protegidos por sus poderes coloniales, en primer lugar las
FFAA de Honduras, producto directo de la “Escuela de las
Américas” del Pentágono.
El padre del Mel –José Manuel Zelaya–
estuvo implicado en la famosa “masacre de Los
Horcones”: en junio de 1975, hizo asesinar a dos
curas y 13 activistas campesinos que promovían
movilizaciones exigiendo tierras.
Era difícil imaginar que, 24 años después,
con estos antecedentes sociales, familiares y políticos, su
hijo “Mel” terminara derrocado por un golpe de estado,
bajo la acusación de “comunista”.
La
división de la burguesía y su personal político y
judicial
El atolladero económico-social en que
desemboca Honduras incluso antes de que la crisis
agravara todo, va a motivar este desenlace.
En noviembre del 2005, Mel Zelaya gana la
presidencia como candidato del Partido Liberal, sin agitar
ninguna bandera “progresista”. Por esas épocas, un
analista, describía al nuevo gobierno de Zelaya como “un
centro-derecha más bien tradicional, firmemente asido a los
principios de la libre empresa, la protección de la
propiedad privada y las relaciones preferenciales con EEUU”.[1]
En los primeros tiempos de su presidencia,
enfrenta una dura huelga docente, que finalmente le arranca
concesiones. Y luego van creciendo las luchas populares
–entre ellas contra la privatización del agua–, que
tendrían su máxima expresión en los “paros cívicos”
y la CNRP.
Pero a Zelaya también se le comienzan a
complicar las cosas con la burguesía y las corporaciones
extranjeras. Honduras se ve enfrentada al problema de la
energía, que se hace dramático con la estampida de los
precios de los hidrocarburos. Al mismo tiempo, el fracaso
del modelo maquila + remesas + exportaciones agrarias no le
asegura un ingreso de divisas suficiente para hacerle
frente. Asimismo, el FMI comenzó a presionar, exigiendo la
privatización de empresas estatales y el recorte de los
gastos sociales del presupuesto, cosas peligrosas en medio
de un ascenso del movimiento de masas.
La “tabla de salvación” de Mel Zelaya es
el giro hacia Chávez. Busca resolver la crisis energética
ingresando a Petroamérica (Petróleos de América), una de
las iniciativas de Chávez, y luego al ALBA (Alternativa
Bolivariana para América Latina y el Caribe). Esto le
asegura combustibles a precios preferenciales, pero también
implica la ruptura con la Exxon-Mobil, Texaco-Chevron y
Shell, las tradicionales proveedoras de Honduras.
El giro hacia Chávez y otras medidas económicas
y políticas que fue tomando Mel Zelaya,
dividiría profundamente a la miserable y
vende-patria burguesía de Honduras, y sus cortejos de
“clase media” y del aparato del estado (políticos,
funcionarios, jueces y militares). La gran mayoría se alineó
cada vez más en contra suyo.
En esa situación, se puso en marcha un
mecanismo clásico: un gobierno burgués, que tiene en
contra a la mayoría de la burguesía, trata de
sobrevivir apoyándose en el movimiento de masas. En
Honduras, el ascenso de luchas encabezado por la CNRP, hacía
que esta opción tuviese substancia.
Este “giro a la izquierda” para buscar
apoyo en el movimiento de masas, Mel Zelaya lo hace sin
otorgar grandes concesiones materiales a los trabajadores,
obreros o campesinos. Más allá de pequeños aumentos del
salario mínimo, suspensión de la privatización del agua y
otras concesiones menores, el giro “populista” del Mel
fue más bien cosa de discursos y de abrazos con Chávez y
los hermanos Castro, y de reuniones con la CNRP.
Sin embargo, esto fue intolerable para
los cavernícolas dueños de Honduras y sus siervos de clase
media. Una iniciativa incuestionable desde el punto de
vista democrático, hizo estallar todo: fue la de hacer
el domingo 28 una consulta popular, para que los ciudadanos
decidieran si en las elecciones de noviembre se instalaba
una “cuarta urna” para que se votase si se
convocaba o no a una Asamblea Constituyente el año próximo.
Esto era además inobjetable desde el punto de
vista de la Constitución vigente, que contempla el
mecanismo de consultas, que en este caso había sido avalado
con un petitorio con 400.000 firmas.
Por supuesto, la Constituyente de Mel Zelaya
no se propone instaurar el socialismo ni terminar con
propiedad capitalista. Es una institución democrático-burguesa
cuya perspectiva es la de reformas menores del régimen político.
Pero incluso los pequeños cambios en los marcos del
capitalismo resultaron insufribles para esos cavernícolas.
La
campaña golpista: “Hijos pasarían a poder del
Estado como en Venezuela comunista”
La
campaña golpista que se desató contra esta iniciativa
democrático-burguesa retrata de pies a cabeza a la burguesía
y sus lacayos de “clase media”.
Por
ejemplo, días antes del golpe, un titular de primera
plana del diario golpista "La Prensa" (24/06/09),
decía así textualmente: “Hijos pasarían a
poder del Estado” como en “Venezuela comunista”.
¡La Constituyente tomaría medidas como ésta!
Pero, hablando en serio, como señalamos en la
“Declaración del Nuevo MAS” ante el golpe, “la
acérrima oposición de la mayoría de la burguesía, se
debe a los elementos potenciales de ruptura con el status
quo que tiene la propuesta de Mel... Temen que, a partir
de allí, se abran cuestionamientos más amplios. Asimismo,
los intereses de la burguesía hondureña (y de sus socios
mayores de las corporaciones yanquis) están entrelazados
con las camarillas petrificadas del sistema bipartidista
–liberales y “nacionales” (conservadores)–”.
Esto
último, es algo bien concreto, y no sólo para la burguesía
sino también para las pandillas de “clase media” que
viven de esos “acomodos”. Tienen
el precedente de la Constituyente de Venezuela, que acabó
con los partidos tradicionales... y con la numerosa
clientela que vivía de ellos... claro que reemplazada luego
por una nueva clientela chavista.
Las
camarillas tradicionales de liberales y “nacionales” no
quieren que les suceda lo mismo con Mel Zelaya y su
Constituyente.
La
OEA, la ONU, Obama y la resistencia de las masas
El
golpe estado puso en escena algo que las ilusiones
“progres” creían antediluviano, cosa de un pasado ya definitivamente superado: un golpe militar, respaldado
por la mayoría de la burguesía y sectores de clase media
de extrema derecha.
Frente
al golpe, se han producido dos respuestas condenatorias,
pero de naturaleza y perspectivas completamente
distintas:
una, la reprobación de la “comunidad internacional” (la
OEA, la ONU, los gobiernos latinoamericanos, de EEUU y de la
Unión Europea); la otra respuesta contraria es la combativa
resistencia de las masas trabajadoras.
Aunque
ambas actitudes –extrañamente– parecen coincidir,
en verdad cada minuto que pasa confirma que discurren por
caminos muy distintos.
Las
unánimes y solemnes votaciones condenando al golpe en
la OEA y la ONU –incluyendo la novedad de que, quizás por
primera vez en la historia, la Casa Blanca aparezca
reprobando un golpe en América Latina– van encaminadas en
última instancia a negociar con los golpistas una salida
“pacífica”. Una “salida” que evite males
mayores y deje bien parado a Obama y sus colegas
latinoamericanos frente a la opinión pública, en especial
de América Latina.
Esto
mismo ya ha provocado el retraso del retorno de Mel al país.
Su regreso, si se hubiese concretado el jueves 2 de julio, hubiera
servido para desencadenar una verdadera rebelión popular.
La postergación objetivamente “enfría” las cosas y da
márgenes de tiempo para que opere la represión gorila cada
vez más brutal.
No
fue casual que esta postergación del retorno haya sido
sugerida por la OEA. Le ha dado un tiempo precioso a
los golpistas para avanzar en la otra perspectiva que está
sobre el escenario: la eventual consolidación del golpe,
como se está viendo en estos momentos, con la suspensión
de las garantías constitucionales
y la instauración de
hecho del estado de sitio.
Por
los trascendidos, la “salida” que propone la OEA, incluiría la
reposición de Mel Zelaya para que complete su mandato hasta
fin de año, pero conteniendo una amnistía para los
criminales golpistas
y la liquidación del proyecto de Constituyente.
Por
otra parte, una cosa es lo que opinen los distintos
gobiernos burgueses (incluyendo a Obama) y otra la opinión
de las corporaciones, especialmente de las que tienen
intereses en Honduras y América Latina. La “firmeza”
que están demostrando, hasta ahora, los golpistas de
Tegucigalpa, seguramente tiene en qué apoyarse. ¡Diarios
como el “Wall Street Journal” justifican
abiertamente a los golpistas!
En
cuanto a la OEA, toda su política es hacer de bomberos
del incendio que ha estallado en Centroamérica. Pero su
problema es que, por un lado, los golpistas hasta ahora,
aparentemente, no se avienen a negociar, y que, por el otro
lado, las cosas se van polarizando cada vez más en su
enfrentamiento con las masas.
La
gran “amenaza” de la OEA es que “suspendería” a
Honduras en caso que no se avenga Micheletti a reponer a Mel
el próximo sábado 4. ¡Es decir, palabras y más
palabras... mientras el tiempo corre! Y, como va a haber
elecciones presidenciales en noviembre (totalmente manejadas
por los gorilas y sus políticos afines), la OEA va a tener
ocasión de descubrir luego que Honduras “ha regresado a
la democracia”.
La
resistencia popular ha discurrido en cambio por otras vías...
nada negociadoras. Entre las masas, tomadas en gran
medida por sorpresa, comenzó a desarrollarse un inmenso
odio a “Pinocheletti” –como ha sido bautizado el
gorila Micheletti– y a los empresarios, políticos y
militares que lo respaldan. Por eso, las protestas y
movilizaciones han ido creciendo día a día en
Tegucigalpa y en todo el país, a pesar de la feroz y
también creciente represión.
La
movilización de las masas trabajadoras y populares es la única
garantía de derrotar a los golpistas
Efectivamente,
sólo la movilización de las masas de Honduras, acompañada
de la acción solidaria de los trabajadores y los pueblos de
América Latina y el resto del mundo, puede lograr la
derrota categórica de los golpistas.
Para
eso, dentro de Honduras, como lo plantean los compañeros
del Partido Socialista de los Trabajadores, es necesaria la
más amplia unidad de acción –con la CNRP a la
cabeza– de la clase trabajadora, los campesinos, los
estudiantes y de todos que se opongan al gorila “Pinocheletti”.
Pero,
al mismo tiempo, esto implica no alentar la menor
confianza política en “Mel” Zelaya, ni en las
negociaciones en el marco de la OEA, que acaban de dejar
pasar el momento en que se podría haber derribado a los
golpistas.
Punto
fundamental de esto, es la cuestión de la Constituyente,
que sería una “moneda de cambio” para arreglar las
cosas entre Mel y la burguesía gorila.
Contra
cualquier capitulación en ese sentido, la consigna de Constituyente
Libre y Soberana o Constituyente Revolucionaria que
barra con todas las instituciones del régimen, está al
orden del día.
1.- Libardo Buitrago, “¿Quién es Manuel
Zelaya Rosales?”, CIDOB, 01/12/07.
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