Pero
es nuestro dictador...
Por
Daniel Luban y Jim Lobe (*)
Inter
Press Service, 01/07/09
Washington.–
El golpe cívico–militar en Honduras contra el presidente
Manuel Zelaya provocó diversas reacciones en Estados
Unidos, algunas muy parecidas a las de los tiempos de la
Guerra Fría.
Mientras
la Organización de Estados Americanos (OEA), la Asamblea
General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y
el propio presidente estadounidense Barack Obama condenaron
la detención y exilio forzado de Zelaya, los responsables
del golpe encontraron partidarios entre los neoconservadores
y "halcones" (el ala más belicista) de derecha en
Washington.
Estos
defendieron el derrocamiento como una reacción justificada
ante lo que consideran un intento de Zelaya de perpetuarse
en el poder.
El
apoyo de los halcones estadounidenses, en medio de informes
desde Honduras sobre una dura represión de la policía a
manifestantes, así como censuras, cortes e interferencias a
los medios, sorprendió a muchos.
Apenas
días antes, los mismos neoconservadores condenaban escenas
similares en Irán, y llamaban a Obama a defender la
democracia en ese país contra lo que fue frecuentemente
descrito como un golpe del líder supremo, Alí Jamenei, y
del presidente Mahmoud Ahmadineyad.
Pero
para los que tienen memoria, esta aparente contradicción no
fue nada sorprendente.
Aunque
el neoconservadurismo se ha identificado en los últimos años
con la llamada "agenda de libertad" del ex
presidente George W. Bush (2001–2009) –una agresiva
campaña para “promover la democracia” en Medio Oriente
y otras regiones–, en América Latina ha tenido una
historia bien diferente.
Durante
la Guerra Fría, los neoconservadores fueron firmes
defensores de regímenes autoritarios de derecha como
contrapeso a los movimientos izquierdistas. Entre sus
dictadores protegidos se destacan Augusto Pinochet en Chile,
José Efraín Ríos Montt en Guatemala y la junta militar en
Argentina, sin mencionar al jefe de Estado Mayor de
Honduras, Gustavo Álvarez Martínez, quien fue tan brutal
que sus propios oficiales lo expulsaron en 1984.
El
apoyo al autoritarismo y las devastadoras críticas a la política
de derechos humanos de Jimmy Carter (1977–1981)
conformaron la base del manifiesto de este grupo
neoconservador: el ensayo de la diplomática Jeanne
Kirkpatrick, publicado en 1979 en la revista Commentary,
titulado "Dictaduras y doble moral". El presidente
Ronald Reagan (1981–1989) quedó tan impresionado con ese
artículo que la nombró embajadora en la ONU. El debate
sobre Honduras sirve para aclarar que las polaridades
simples en la política exterior de Estados Unidos, en las
que el neoconservadurismo identificado con la promoción de
la democracia contrasta con el "realismo", que
acepta a gobiernos autoritarios, sólo ocultan una historia
más compleja.
De
hecho, incluso cuando los neoconservadores promovían la
"transformación" democrática en Medio Oriente
durante el gobierno de Bush, aplaudieron el intento de golpe
en 2002 contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y
se desilusionaron con su fracaso.
Dos
años después, celebraron el exilio forzado del presidente
de Haití, Jean–Bertrand Aristide, a bordo de un avión de
la Fuerza Aérea estadounidense, ante un levantamiento de ex
oficiales militares y sus aliados paramilitares.
Entonces
arguyeron que los dos presidentes, aunque elegidos democráticamente,
eran peligrosos y demagogos, y que podrían quebrar el orden
constitucional y amenazar los intereses de Estados Unidos.
Ahora
hacen similares afirmaciones de Zelaya, quien mantuvo un
enfrentamiento con la Corte Suprema de su país. Ésta
sostuvo que su iniciativa de realizar un referendo no
vinculante sobre la posibilidad de enmendar la Constitución
era ilegal, lo que precipitó una serie de eventos que
derivaron en el golpe.
"Sí,
Zelaya fue electo, pero Hitler también, y Chávez también",
dijo el columnista Charles Krauthammer, del influyente
diario The Washington Post. "Un golpe no es algo lindo,
pero es preferible a que Zelaya desmantele a la
democracia".
Por
su parte, el medio derechista National Review señaló en su
editorial que los "soldados hondureños que escoltaron
al presidente Manuel Zelaya fuera de su hogar el domingo
actuaban para proteger la democracia de su país, no para
pisotearla".
Pero
la forma en que fue expulsado del gobierno
––especialmente la decisión de los militares de
intervenir en lo que era esencialmente una disputa política,
arrestándolo y enviándolo a Costa Rica–– tuvo las
características de un golpe de Estado convencional, aun
cuando fue ratificado por el Congreso legislativo de
inmediato.
La
OEA resolvió "condenar vehementemente el golpe de
Estado" contra Zelaya, pidió su "retorno
inmediato, seguro e incondicional" al cargo, poniendo
como plazo este viernes, y aclaró que "ningún
gobierno que surja de este brote inconstitucional será
reconocido".
Tras
algunas dudas, Obama el lunes también condenó el
derrocamiento de Zelaya, calificándolo de
"ilegal", y pidió su restitución.
Pero
los neoconservadores estadounidenses, además de sostener
que el mandatario hondureño violó la Constitución,
citaron como justificación del golpe sus vínculos con Chávez
y otros líderes izquierdistas latinoamericanos, así como
sus supuestas amenazas a la democracia en la región.
"Mire,
como regla general, siempre que te encuentres del lado de
Hugo Chávez, (el presidente nicaragüense) Daniel Ortega y
los gemelos Castro (Fidel y el actual mandatario cubano, Raúl),
debes reexaminar tus conceptos", señaló Krauthammer.
Otros
presentaban a Zelaya como poco más que un títere de Chávez,
así como Kirkpatrick había descrito a Ortega como peón de
la Unión Soviética y de Cuba hace 30 años.
Kirkpatrick
criticó entonces a Carter por haber adoptado una postura más
severa contra los dictadores de derecha, apoyados por
Washington, que contra los de izquierda, respaldados por
Moscú. "Los gobiernos autoritarios tradicionales son
menos represivos que las autocracias revolucionarias"
y, en general, "más compatibles con los intereses de
Estados Unidos", sostuvo la diplomática.
Repitiendo
este discurso, Peter Wehner, redactor de los discursos de
Bush, se quejó en estos días sobre lo que consideró un
doble discurso de Obama por condenar el golpe en Honduras
pero no criticar el fraude electoral en Irán.
(*)
El blog de Jim Lobe sobre política exterior se puede leer
en: http://www.ips.org/blog/jimlobe/
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