Honduras
y la política del “doble carril” de EEUU
Por
Hugo Moldiz Mercado
TelesurTV,
05/07/09
Hasta
que el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, no retorne a
Tegucigalpa, con todos los poderes establecidos en la
Constitución Política del Estado de ese país
centroamericano, hay que tener cuidado con la política del
“doble carril”. Hay demasiada experiencia en “Nuestra
América” sobre las hábiles “movidas” diplomáticas
de la Casa Blanca y de la capacidad de sus organismos de
inteligencia para generar confusiones y finalmente salirse
con las suyas.
“La
política del doble carril” ha sido desarrollada por
Estados Unidos en la década de los 80 contra la Revolución
nicaragüense. Las dos tácticas de una misma estrategia
(derrotar al sandinismo), se tradujeron en la combinación
de la guerra, cuya base militar estaba en Honduras, y el
impulso de diálogos demandados por sectores opositores a la
intervención militar pero contrarios al entonces presidente
Daniel Ortega. Tanto la organización y el financiamiento de
“los contras” como la fabricación de espacios de diálogo
sirvieron para desgastar al gobierno revolucionario. En
1989, el FSLN perdía el poder conquistado por las armas en
1979.
Pero
si el ejemplo arriba señalado podría ser descalificado por
el tiempo transcurrido o justificado por haber sucedido en
plena Guerra Fría, el caso Haití es lo bastante
demostrativo de la doble moral con la cual actúa la burguesía
imperial. El Domingo 29 de febrero 2004 un golpe de Estado
depuso al presidente Jean Bertrand Aristide. Estados Unidos
y la OEA condenaron duramente la interrupción de la
institucionalidad democrática. Luego, una carta de renuncia
del presidente haitiano fue divulgada sin previa confirmación.
La expectativa de los que apostaban a presenciar, producto
de la posición estadounidense, el retorno del presidente
depuesto a Puerto Príncipe, se fue diluyendo conforme
pasaban los días y en la medida que el imperio trabajaba
por abrir una transición que tomara en cuenta a los
sectores en conflicto.
Las
declaraciones de la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, a
media tarde del domingo 28 de junio, parecen confirmar los
datos de la experiencia histórica. "Cuando yo hablo de
apoyar el trabajo de la OEA es una cuestión de trabajar con
los partidos en Honduras, porque todos los partidos
involucrados den un paso atrás y mirar cómo sus
instituciones democráticas deberían funcionar", ha
sostenido la alta funcionaria estadounidense. Qué habrá
querido decir Clinton con que "se debe entender que hay
mucho en juego para mantener la democracia, no queremos ir
hacia atrás y queremos que todos los partidos jueguen un
papel responsable en ese aspecto". Ojalá que el “no
ir atrás” no sea avalar la destitución de Zelaya, quien
no cuenta con el respaldo de los partidos en el Congreso
Nacional, incluido el partido liberal con el cual ganó las
elecciones en 2005, por asumir posiciones
latinoamericanistas, o hacer un borrón y cuenta nueva de
tal manera que los protagonistas del Golpe de Estado –el
primero en la era Obama–, no sean enjuiciados y
condenados.
No
hubo, ni con Dan Restrepo ni con Clinton, una condena al
secuestro de Zelaya ni al golpe de Estado en los términos
que se esperaba de una administración interesada, según
dice, en reconstruir sus vínculos con América Latina. Por
lo demás, llama la atención que la vicepresidente del
Congreso de Honduras, Marcia Villeda, haya declarado a la
CNN que durante más de una semana se buscó una solución
que evitara la consulta y que en los diálogos participó el
embajador de EEUU, Hugo Llorens.
Otras
lecturas de los sucesos de Honduras, como el realizado por
la investigadora Eva Golinger, conducen a pesar en la
participación del Pentágono y la CIA, lo cual, de todas
maneras, levanta un montón de interrogantes sobre la real
información disponible por la administración Obama antes y
durante el golpe militar, aunque parece ser una exageración
sugerir que la causa del golpe habría sido expulsar a los
militares estadounidenses de Honduras.
Estados
Unidos, que en la primera mitad del siglo XX encontró a la
United Fruit y a la Rosario Minning controlando casi el 100%
de la exportación de bananos y minerales, cuenta con una
base militar en Soto Cano, a 97 kilómetros de la capital, y
los militares hondureños poco o casi nada hacen sin el
consentimiento de sus similares estadounidenses. De hecho,
es poco probable que los militares hondureños hubiesen
activado este golpe sin el consentimiento de los altos
mandos militares asentados en ese país o que la
inteligencia estadounidense, muy activa en ese país
centroamericano, no se hubiese percatado del plan antidemocrático.
Lo
que no hay duda es que la reacción de la Casa Blanca se fue
modificando conforme el escenario hondureño e internacional
iba mostrando una contundente condena al golpe de Estado que
la burguesía de ese país, profundamente vinculada a compañías
estadounidenses, perpetró cobardemente y apoyada en el
silencio mediático contra la democracia y el gobierno legítimamente
constituido. Al principio Obama, en la voz de Dan Restrepo,
expresó su preocupación (no empleo la palabra condena) por
los hechos acaecidos y exhortó a “que los hondureños
resuelvan sus problemas, sin la participación de ninguna
interferencia extranjera”. En horas de la tarde, el asesor
de la administración demócrata para América Latina reiteró
casi las mismas palabras.
Estados
Unidos ha terminado plegándose a la condena internacional
liderada por los países miembros del ALBA–TCP. Otra cosa
no podía hacer y el costo hubiese sido demasiado alto. Pero
eso no significa que la burguesía imperial no vaya a
reeditar la “política del doble carril”. Su renuncia a
la subversión y contrainsurgencia sería negar su propia
naturaleza.
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