La
base militar de EEUU en Honduras en
el centro del golpe
Por
Eva Golinger (*)
Telesur,
02/07/09
Durante
la madrugada del domingo 28 de junio, el presidente de
Honduras, Manuel Zelaya, fue secuestrado y sacado a la
fuerza por militares encapuchados de su residencia
presidencial en Tegucigalpa. Lo trasladaron a la base
militar Hernán Acosta Mejía, en las afueras de
Tegucigalpa. Luego de permanecer durante un tiempo en dicha
base militar, el presidente Zelaya fue enviado a Costa Rica
en el avión presidencial, país que lo recibió mientras el
brutal golpe militar aún estaba en pleno desarrollo en
Honduras. Mientras ocurría el golpe de Estado, los
militares estadounidenses y los representantes de Washington
en la embajada de EEUU en Tegucigalpa tenían pleno
conocimiento de los sucesos.
Estados
Unidos mantiene una base militar en Soto Cano, ubicada a 97
kilómetros de la capital, operativa desde el año 1981,
cuando fue activada por el gobierno estadounidense durante
la administración de Ronald Reagan. En los años ochenta,
Soto Cano fue utilizada por el Coronel estadounidense Oliver
North como una base de operaciones de la “contra”, las
fuerzas paramilitares entrenadas y financiadas por la
Agencia Central de Inteligencia (CIA) encargadas de ejecutar
la guerra contra los movimientos izquierdistas en Centroamérica,
y particularmente contra el gobierno sandinista de
Nicaragua. Desde Soto Cano, la “contra” lanzaba sus
ataques terroristas, escuadrones de muerte y misiones
especiales que dieron como resultado miles de asesinatos,
desaparecidos, torturados, lisiados y aterrorizados en
Centroamérica.
La
base de Soto Cano es la sede de la “Fuerza de Tarea
Conjunta Bravo” (JTF-B) de Estados Unidos, compuesta por
efectivos del ejército, las fuerzas aéreas, fuerzas de
seguridad conjuntas y el primer batallón-regimiento número
228 de la aviación estadounidense. Son aproximadamente 600
personas y 18 aviones de combate, incluidos helicópteros UH-60
BlackHawk y CH-47 Chinook. Soto Cano también es la sede de
la Academia de la Aviación de Honduras. Más de 650
ciudadanos hondureños y estadounidenses viven dentro de las
guarniciones de la base. En 2005, se empezaron a construir
viviendas dentro de la base, incluidos 44 edificios de
apartamentos y varias residencias para las tropas.
La
Constitución de Honduras no permite legalmente la presencia
militar extranjera en el país. Un acuerdo “de mano”
entre Washington y Honduras autoriza la importante y estratégica
presencia de los cientos de militares estadounidenses en la
base, por un acuerdo “semi-permanente”. El acuerdo se
efectuó en 1954 como parte de la ayuda militar que Estados
Unidos ofrecía a Honduras. Todos los años, Washington
autoriza cientos de millones de dólares de ayuda militar y
económica a Honduras, que es el tercer país más pobre del
hemisferio. Este acuerdo que permite la presencia militar de
Estados Unidos en el país centroamericano puede ser
retirado sin aviso.
El
31 de mayo de 2008, el presidente Manuel Zelaya anunció que
Soto Cano (Palmerola) se utilizará para vuelos comerciales
internacionales. La construcción del terminal civil se
financió con un fondo del ALBA (Alianza Bolivariana para
las Américas).
El
comandante de la aviación de Honduras, general Luis Javier
Prince Suazo, estudió en la famosa Escuela de las Américas
de Estados Unidos en 1996. El jefe del estado mayor
conjunto, general Romeo Vásquez, destituido por el
presidente Zelaya el 24 de junio por desobedecer sus órdenes,
y luego actor principal en el golpe militar pocos días
después, también es graduado de la Escuela de las Américas.
Los dos altos oficiales hondureños mantienen relaciones muy
estrechas con el Pentágono y las fuerzas militares
estadounidenses en Soto Cano.
Aunque
Honduras depende económicamente de Estados Unidos, durante
los últimos meses la relación diplomática entre ambos países
comenzó a deteriorarse. En noviembre 2008, el presidente
Zelaya felicitó al presidente Obama por su victoria
electoral, calificándola como “una esperanza para el
mundo”. Pero dos meses después, Zelaya envió una carta
personal a Obama, en la que acusaba a Estados Unidos de
“intervencionismo” y llamando al nuevo gobierno a
“respetar a los principios de no injerencia en los asuntos
políticos de otras naciones.” Zelaya también exhortó al
Presidente Obama a “revisar los procedimientos de
inmigración y la concesión de visas como un mecanismo de
presión contra personas que tengan creencias distintas e
ideologías que no representan ninguna amenaza para Estados
Unidos.” Adicionalmente, el presidente hondureño le
comentó que “la lucha legítima contra el narcotráfico…
no se debe utilizar como una excusa para imponer políticas
intervencionista en otros países.” Poco después, el
presidente Zelaya, junto con presidente Daniel Ortega de
Nicaragua, boicoteó una reunión del Sistema de Integración
de Centro América (SICA), en la que iba a estar presente el
vicepresidente estadounidense Joe Biden.
Washington
ha admitido que tenía conocimiento previo del golpe de
Estado en Honduras desde hacía más de una semana. En
declaraciones a la prensa este lunes, dos voceros del
Departamento de Estado comentaron que su embajador y un
equipo de la diplomacia estadounidense “estaban en
conversaciones” con los actores principales del golpe
desde hace un mes. Esas “conversaciones” se
intensificaron durante la semana pasada, cuando el embajador
estadounidense en Tegucigalpa, Hugo Llorens, se reunió tres
veces con los militares golpistas y los grupos civiles para
tratar de buscar otra salida.
La
administración Obama ha condenando al golpe en Honduras,
pero de manera muy mesurada, calificándolo como una acción
que está “evolucionando hacia un golpe”, pero
confirmando que legalmente no lo considera un golpe de
Estado. Esta ambigüedad permite a Estados Unidos mantener
la relación diplomática con Honduras y el gobierno de
facto, reconocer al gobierno golpista, y mantener la ayuda
militar y económica al país. En caso de calificar los
hechos como un golpe de Estado, según la ley, Estados
Unidos estaría obligado a romper las relaciones diplomáticas
y a suspender la mayoría del apoyo económico y militar al
país.
Obviamente,
Washington no quiere arriesgarse al cierre de su base
militar en Soto Cano y a la expulsión de sus 600 efectivos
militares. Además, la mayoría de las fuerzas armadas
hondureñas y los altos oficiales que han participado en el
golpe son aliados y socios importantes del Pentágono. Las
actuaciones del presidente Zelaya de construir un terminal
civil en Soto Cano y autorizar vuelos internacionales
comerciales, realizadas con los fondos del ALBA, se podrían
entender fácilmente como una amenaza para el futuro de la
presencia militar estadounidense en Honduras. Además de
otras razones, ésta podría explicar la ambigüedad pública
de Obama frente al golpe en Honduras.
(*)
Eva Golinger, estadounidense-venezolana, es Doctora en
Derecho Internacional, escritora e investigadora, y autora
de los libros “El Código Chávez”; “Bush vs. Chávez:
La Guerra de Washington Contra Venezuela”; “La Telaraña
Imperial: Enciclopedia de Injerencia y Subversión”; y
“La Mirada del Imperio Sobre el 4F: Los Documentos
Desclasificados de Washington Sobre la Rebelión Militar del
4 de Febrero de 1992”.
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