Sabían
y ayudaron un poquito
Por
Juan Gelman
Tlaxcala,
16/07/09
La
Casa Blanca conocía desde hacía meses el golpe que se
preparaba en Honduras, aunque ahora los voceros del
Departamento de Estado finjan una inocencia sorprendida. El
actual embajador estadounidense en Tegucigalpa, Hugo Llorens,
lo sabe muy bien: el 12 de septiembre de 2008 llegó al país
centroamericano y, nueve días después, el ahora golpista
general Romeo Vásquez declaraba por la emisora HRN que lo
habían buscado “para botar del gobierno al presidente
Manuel Zelaya Rosales” (www.proceso.hn, 21-9-08). Agregó:
“Somos una institución seria y respetuosa, por lo que
respetamos al Señor Presidente como nuestro Comandante
General y nos subordinamos como manda la Ley”. Igualito
que Pinochet antes de alzarse contra Salvador Allende.
Cualquier semejanza es apenas obra de la realidad.
El 2
de junio de este año, Hillary Clinton acudió a Honduras
para participar en una reunión de la OEA. Entrevistó a
Zelaya y le manifestó su disconformidad con el referéndum
que el mandatario planeaba llevar a cabo simultáneamente
con las próximas elecciones presidenciales. Funcionarios
norteamericanos señalaron que “no creían que ese
plebiscito fuera constitucional” (The New York Times,
30-6-09). Seis días antes del golpe, el diario hondureño
La Prensa informaba que el embajador Llorens se había
reunido con políticos influyentes y jefes militares “para
buscar una solución a la crisis” causada por el referéndum
(www.laprensahn.com, 22-6-09). La “solución” encontrada
es notoria.
Es
difícil suponer que los mandos militares de Honduras,
armados por el Pentágono y formados en la Escuela de las Américas,
que a tantos dictadores latinoamericanos les enseñó cómo
hacerlo, se hayan movido sin el acuerdo de sus mentores. Por
lo demás, los golpistas no ocultaron las razones de su
acto: Zelaya se estaba acercando demasiado al
“comunista” de Chávez, el venezolano más odiado por la
Casa Blanca: en julio de 2008, bajo su mandato, Honduras
adhirió a la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA),
el nuevo “eje del mal” en América latina. Demasiado, ¿verdad?
Demasiado,
sí, porque Honduras es territorio estratégico para el Pentágono,
que desde la base de Soto Cano, donde se estacionan
efectivos de la fuerza aérea y de la infantería
estadounidenses, no sólo domina América Central: este
verdadero enclave es fundamental en el esquema militar de
EE.UU. para una región rica en recursos naturales. Aunque
nunca tocó los intereses de las corporaciones extranjeras
ni de los dueños locales del poder económico, Zelaya
constituía un peligro de “desestabilización”.
Cabe
señalar que el referéndum sobre la convocatoria o no de
una Asamblea Constituyente que podría permitir la reelección
de Zelaya no era vinculante. Nadie se molestó en Washington
por la reforma constitucional que permitió en Colombia la
reelección de Álvaro Uribe, gran aliado de EE.UU., que ni
siquiera fue plebiscitada. Es que una cosa es una cosa y
otra cosa es otra cosa.
Los
golpistas hondureños son impresentables. El general Romero
Vásquez Velásquez, echado por Zelaya, de regreso con el
golpe y autor del secuestro y expulsión del presidente, fue
alojado en la penitenciaría nacional en 1993 junto con
otros diez miembros de una banda acusada de robar 200 automóviles
de lujo (www.elheraldo.hn, 2-2-93). Era entonces mayor del
ejército; como general, se dedica a robar un gobierno
elegido en las urnas.
Otro
impresentable es el ministro consejero Billy Joya, que no
hace honor a su apellido (o sí, según se mire): fue jefe
de la división táctica del batallón B3-16, el escuadrón
de la muerte hondureño que torturó y “desapareció” a
numerosas personas en los años ’80. El “Licenciado
Arrazola” –uno de sus alias– es un experto en la
materia: estudió los métodos de las dictaduras argentina y
chilena (www.michelcollon.info, 7-7-09). Son antecedentes
conocidos, pese a lo cual, o por eso mismo, fue elegido para
formar parte del régimen golpista, tan democrático pues.
La
represión en Honduras continúa. El jueves de la semana que
pasó fue detenido el padre de Isis Obeid Murillo, el joven
de 19 años asesinado por el ejército en el aeropuerto de
Tegucigalpa: tuvo la peregrina idea de exigir públicamente
justicia para su hijo (www.wsws.org, 11-7-09). Los
salvadores de la democracia expulsaron a periodistas de
Associated Press, desaparecieron de la pantalla al Canal 21
y efectivos armados ocuparon el canal 36 (Miami Herald,
1-7-09). Es la concepción de la libertad de prensa que
caracteriza a los golpistas.
La
Casa Blanca sigue blanda con lo que calificó de “acto
ilegal”. Hillary se niega a llamarlo “golpe de Estado”
porque eso implicaría automáticamente el cese de la ayuda
económica y militar estadounidense a Honduras.
Las
conversaciones sobre un arreglo pacífico que tienen lugar
en Costa Rica, en las que el presidente Oscar Arias actúa
de mediador a pedido de Obama, son una farsa. Pero tienen un
costado importante: entrañan un reconocimiento oficioso del
régimen impuesto. Arias ya anunció que tratará de
“presidente” tanto al golpista Micheletti como al
mandatario elegido en las urnas y depuesto. Esto sí que es
ecuanimidad.
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