Honduras

EEUU en Honduras

De la mano invisible a la garra peluda

Por Walter Antillón (*)
ALAI, 17/07/09

A medida que pasan los días, las circunstancias del golpe de Estado en Honduras se van aclarando, gracias sobre todo a lo que publican los propios medios norteamericanos. De allí va resultando cada vez más plausible la hipótesis de que el motivo del golpe no fue sólo o principalmente el miedo de la oligarquía hondureña a ver afectados sus privilegios, lo cual también era cierto; sino la voluntad del Departamento de Estado de los Estados Unidos de romper en Honduras el "eslabón más débil de la cadena" de la nueva política de emancipación que se ha venido formando entre muchos e importantes países de América Latina; y de esa manera conjurar el peligro de una nueva explosión de democracia popular que, sumada al conjunto, desafiaría la hegemonía estadounidense y obligaría a un replanteamiento de las relaciones hemisféricas.

El sólo decirlo duele, porque rompe muchas ilusiones, hiere muchos sentimientos, y también produce un temor profundo en el ánimo de las personas que tanto esperaban del Presidente Obama (parecido al que produciría en los creyentes comprobar que el rey del Universo no es Dios, sino el Diablo): pero es innegable que se ha venido fortaleciendo la tesis de que el verdadero autor del golpe de Estado en Honduras es precisamente la Administración Obama, usando para ello su flamante estilo diplomático llamado 'smart power', definido como la capacidad de combinar el 'poder duro' con el 'poder suave' para lograr una estrategia victoriosa; pero que en los hechos resulta que no es tan 'smart', sino solamente poder alevoso y artero.

Porque de otro modo ¿cómo se explica que mientras en la reciente reunión de la OEA en Trinidad–Tobago, Obama siembra la idea de una nueva conciencia, respetuosa, justiciera de las relaciones de EEUU con América Latina y el Mundo, la cual amplía y reafirma en sus discursos en El Cairo y Ghana; por otro lado, como por un descuido, sus embajadores en Centro América siguen siendo los que puso Bush antes de dejar el poder?

Hugo Llorens en Honduras y Robert Blau en El Salvador (fueron ambos nombrados en julio de 2008); Stephen Mc Farland en Guatemala y Robert Callahan en Nicaragua (nombrados en agosto de 2008). Y ¿qué tienen de especial estos señores? Que todos ellos habían ocupado puestos clave en el Departamento de Estado junto a los siniestros Otto Reich y John Negroponte, habìan actuado en 'países problemáticos' de América Latina (Bolivia, Venezuela, Cuba); y poseían amplia experiencia en golpes de Estado, desestabilización y propaganda. Hay evidencia de que dichos expertos prepararon, junto con otros altos funcionarios civiles y militares, el terreno para el golpe contra el presidente Zelaya. Y entonces ¿Sería de pensar que los susodichos señores actuaban por su cuenta, a espaldas de Obama y de Hillary?

Pero es que además tenemos que la semana anterior al golpe, los subsecretarios de Estado James Steinberg y Thomas Shannon viajaron a Honduras y sostuvieron reuniones con personalidades civiles y militares de la oposición: luego ante la prensa admitieron haber hecho el viaje, pero dijeron que el propòsito del mismo era más bien 'detener' el complot. ¿Cómo fue que no lo lograron? ¿Cómo fue que, en cualquier caso, no alertaron a Manuel Zelaya, a quien debían una elemental lealtad como presidente legítimo de un país amigo?

¿Conocieron y aceptaron, o acaso alentaron y promovieron el gravísimo delito? Los hechos hablan; y de ahí se explica en primer lugar la reticencia general de calificar como 'golpe de Estado' el derrocamiento de Zelaya. Empezando con la Secretaria de Estado Hillary Clinton, quien en sus declaraciones del domingo 28 de junio ni habló de un "golpe" ni exigió la restitución del presidente depuesto; sino que hacía una eufemística referencia a "las dos partes" de un conflicto cuyo responsable sería el propio Zelaya. Y siguiendo con los voceros del Departamento de Estado, que el 1º de julio dieron a luz, en un parto difícil, una descripción de lo ocurrido en Honduras como "un esfuerzo coordinado entre los militares y algunos actores civiles..." para sustituir al titular de la Presidencia.

Porque, en efecto, Hillary empezaba admitiendo que: "La acción contra el presidente hondureño Mel Zelaya viola los principios de la Carta Democrática de la OEA y debe ser condenada..."; pero luego, en vez de comprometer a su gobierno a aplicar las sanciones correspondientes, su discurso se diluía cínicamente en vagas e inocuas recomendaciones: "...Llamamos a todas las partes en Honduras a que respeten el orden constitucional y el Estado de derecho, que reafirmen su vocación democrática y se comprometan a resolver las disputas políticas de manera pacífica a través del diálogo. Honduras debe abrazar a los mismos principios de la democracia que ratificamos hace un mes en la reunión de la OEA celebrada en ese país." Porque resulta que calificar 'la acción' como lo que es: como un golpe de Estado, obligaría a la Administración Obama a suspender toda clase de apoyo económico, diplomático y militar a los golpistas, y eso supondría el fin de éstos, que han vivido durante décadas entregados incondicionalmente a merced de los gobiernos gusanos.

Además ¿quién financió el golpe? ¿quién dio a los empresarios y a los militares hondureños las millonadas de dólares que se necesitan para propiciar y sostener el financiamiento de todos los aspectos (militares, logísticos, mediáticos, 'lobbísticos' y 'last but not least' corruptos) de un golpe de fuerza, con todas sus consecuencias? La USAID, que sostiene cuatro importantes bases militares (inconstitucionales) en territorio hondureño, y subvenciona las actividades de la Unión Cívica Democrática (UCD); y la National Endowment for Democracy (NED), fundada y sostenida por el capital privado norteamericano, que financia las actividades del Instituto Republicano Internacional (IRI). Sobra decir que tanto la UCD como el IRI son factores principalísimos del golpe.

Otro indicio de la simpatía oficial de que gozan los golpistas en Estados Unidos ha sido el recibimiento cordial que tuvieron allí por parte de componentes de las dos fuerzas políticas dominantes, uno de cuyos fautores ha sido el abogado demócrata Lanny Davis, consultor jurídico de Bill Clinton durante su presidencia, y ahora asesor e íntimo amigo de Hillary. Y resulta que Davis fue contratado por la sucursal hondureña del Consejo de Empresarios de América Latina (CEAL) para hacer lobby a favor de los golpistas; a cuyo efecto ha organizando una ofensiva diplomática y mediática, incluyendo reuniones con diputados, senadores y otros funcionarios. Ahora bien, si Obama y Hillary hubieran condenado el golpe sinceramente y sin reticencias ¿estaría Lanny Davis tan empeñado al servicio de los golpistas?

Y la tercera consecuente evidencia de la coautoría norteamericana en el golpe es la propuesta de la Clinton, rápidamente aceptada por Oscar Arias, de que el caso se zanjara en una mediación de este último. Había una rotunda condena del golpe por parte de los dos máximos organismos internacionales competentes: la OEA, organismo regional, y la ONU, organismo mundial; y lo que en derecho procedía era darle seguimiento. Pero la Administración Obama no quiere la restitutio in integrum del presidente Zelaya, ni el castigo de todos los culpables (incluidos ciertos miembros prominentes de dicha Administración); y entonces, pisoteando aquellas resoluciones internacionales, se saca de la manga la mediación, que es un expediente paladinamente inapropiado para el caso, pero sirve para que mientras tanto los gorilas golpistas masacren al pueblo resistente, y para que el golpe se consolide.

En Costa Rica, entre los que en enero de este año celebraron jubilosamente el ascenso de Obama como el fin de todos los padecimientos del Tercer Mundo, la derogación de los inicuos TLC y el nacimiento de una época caracterizada por el trato justo; y los que cautamente sólo esperaban que las cosas mejoraran al menos un poco, creo que nadie pudo imaginar que aquella gran ilusión o esta esperanza tenue se vieran defraudadas tan pronto.

En vista de lo cual ¿qué podemos hacer los ciudadanos de a pie, desde nuestra pequeñez? Podemos hablar claro, sin miedo. Denunciar toda esta farsa y pedir cuentas a sus protagonistas. Podemos dirigirnos a la gente alrededor del Mundo para que piensen y entiendan lo que está pasando. Es importante que esta América Latina que ha surgido como el producto de la emergencia de sus pueblos, se atreva a emplazar en la OEA y en la ONU al Presidente Barack Obama y a su Secretaria de Estado Hillary Clinton, para que se definan a favor de la legitimidad democrática y del respeto de la soberanía de los pueblos; o bien que admitan cínicamente que todo eso es palabrería para encubrir su papel de vicarios de un poder superior: el de las todopoderosas transnacionales del petróleo, los fármacos, las armas, las finanzas.


(*) Profesor universitario costarricense, miembro del Grupo Soberanía y autor de “TLC - Libre comercio: un «caballo de Troya»”.