USA/Honduras
después
Por
Juan Gelman
Bitácora,
30/07/09
El
primer golpe de Estado en América latina desde la asunción
de Obama ha enfrentado a la Casa Blanca con un problema
complejo: no lo puede apoyar públicamente, pero tampoco
quiere que Zelaya se acerque a Venezuela.
Así,
incurre en maniobras de diverso color para conciliar los dos
propósitos: la primera fue descargar en la OEA la
responsabilidad de negociar entre el depuesto Zelaya y el
usurpador Micheletti y la respuesta, la unánime condena al
golpe y la expulsión de Honduras del organismo, desagradó
al Departamento de Estado, que ya le bajó el pulgar a la
posible reelección de su secretario general, el chileno
Insulza.
El
segundo paso consistió en pasarle el encargo a Oscar Arias,
amiguísimo de todo lo estadounidense empezando por su
gobierno, cualquier gobierno.
La
propuesta de Arias, supervisada por el Departamento de
Estado, incluye la reposición de Zelaya, pero con
condiciones que castran su mandato fijadas por los
golpistas: nada de plebiscito sobre la reforma de la
Constitución, aunque no sea vinculante, integración de
opositores en puestos claves del gabinete, y adiós al
“comunista” Chávez. En otras palabras, titiritear al
depuesto repuesto hasta las elecciones de enero próximo.
Un
comunicado de los militares golpistas emitido el domingo
manifestó apoyo al plan de Arias, pero su comandante en
jefe, el general Romeo Vásquez Velásquez, declaró a la
BBC al día siguiente que no se permitiría la reinstalación
de Zelaya.
Washington
suspendió la ayuda económica y militar al gobierno de
Honduras –unos 20 millones de dólares– y el martes
pasado revocó a cuatro prominentes golpistas la visa de
entrada a EE.UU. , pero el doble juego continúa.
Hillary
Clinton declaró “irresponsable” la breve estancia de
Zelaya en Honduras y dos de sus adláteres participan
activamente en el reconocimiento del golpe cívico–militar.
Uno
es Lanny Davis, especialista en relaciones públicas, que
presenta el hecho como un “esfuerzo valiente” para
“preservar” la Constitución y “el imperio de la
ley”.
Davis
fue el vocero de Hillary más beligerante contra Obama
durante la precampaña por la candidatura presidencial demócrata.
Antes había asesorado y defendido a Bill cuando el escándalo
de Mónica Lewinsky. Luego entró al servicio del Consejo
Hondureño de la Empresa Privada (Cohep), institución de la
oligarquía que fomentó el golpe y que tiene apoyos
ilustrados como éste: “La oligarquía en Honduras siempre
tendrá de rodillas a esos indios catrachos”.
O el
que firma Junior: “Pues sí, comunistas basuras, la
oligarquía de nuestro país jamás dejará que estos indios
haraganes salgan de ese agujero así que a llorar al
tamarindo” (foro.univisión.com, 30609).
Lanny
Davis no carece de antecedentes en el rubro: en 1999, cuando
se desempeñaba en la firma de abogados Patton Boggs,
cabildeó para convencer al mundo de que el presidente de
Kazajstán, Nursultan Nazarbayev –uno de los déspotas más
corruptos del planeta– era un “reformador democrático”
(www.democracynow.org, 15709).
Un
segundo amigo de Hillary participó en la trampa antidemocrática
diseñada en San José: “La semana pasada Micheletti
convocó a las conversaciones en Costa Rica al asesor de
otra firma, relacionado con los Clinton.
El
asesor, Bennett Ratcliff de San Diego, se negó a dar
detalles sobre el papel que juega en la negociación.
‘Cada propuesta que presentó el grupo de Micheletti fue
escrita o aprobada por los estadounidenses’, dijo otro
funcionario cercano a las conversaciones refiriéndose al
Sr. Ratcliff” (New York Times, 12709).
El
progolpe tiene el apoyo de un grupo de legisladores demócratas
neoconservadores que el despacho de abogados Covington &
Burling estaría alentando como si hiciera falta.
Esta
importante empresa jurídica con sede en Washington y más
de 500 abogados en sus oficinas ha cerrado jugosos contratos
de cabildeo con Chiquita Brands, la ex United Fruit Company,
especializada en voltear gobiernos centroamericanos
molestos.
Y
acontece que Zelaya incomodó a la Chiquita: aumentó el
salario mínimo de los trabajadores hondureños en un 60 por
ciento y la empresa frutera exigió que subiera el precio de
venta de sus productos (www.counterpunch.org, 6709). El
golpe de Estado no le vino mal.
La
Coordinadora Latinoamericana de Sindicatos Bananeros (Colsiba)
ha denunciado las infernales condiciones de trabajo que
imperan en los dominios de Chiquita: jornadas de más de 12
horas, mujeres y niños de 14 años expuestos, como los
hombres, a los efectos del DBCP, un plaguicida de uso
prohibido que causa esterilidad, cáncer, congestión
pulmonar y deformaciones congénitas en los hijos.
Esta
es la Honduras que los golpistas y Chiquita quieren
conservar. También Hillary Clinton, por qué no: Micheletti
acaba de elogiarla por sus “sabias políticas”.
“En
Honduras, una mula cuesta más que un miembro del
Parlamento”, dijo alguna vez el despectivo director de la
United Fruit, Sam “The Banana Man” Zemurray, cuando la
empresa comenzó sus operaciones a comienzos del siglo
pasado.
En
los años ’20 controlaba casi una cuarta parte de la
tierra cultivable de Honduras y además se dedicaba a
derrocar gobiernos elegidos en las urnas, como el de Arbenz
en Guatemala en 1954.
A
fines de los ’90, Chiquita se inspiró en su ejemplo y pagó
1,7 millón de dólares a grupos paramilitares para
controlar el cultivo y la distribución del banano en
Colombia: decenas de trabajadores aparecían muertos en las
plantaciones, la empresa fue demandada por familiares de los
asesinados y compró su impunidad con una multa de 25
millones de dólares impuesta por un juez estadounidense.
Chiquita
financió a terroristas colombianos, pero nunca ingresó a
la lista negra del Departamento de Estado. Es que no todos
los terrorismos son iguales.
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