La
situación de Cuba es una preocupación lógica de toda la
vanguardia, tanto de América Latina como del resto del
mundo. En estos momentos, la refracción de la crisis
mundial no sólo ha agravado la situación económica, sino
que es ya evidente que se delinea una crisis política en
las alturas. La reciente defenestración de gran parte del
gobierno y ahora la postergación indefinida del Congreso
del partido único, el PCC (que se viene aplazando desde
hace casi 10 años) son síntomas de que estarían creciendo
las discusiones al interior del aparato y aumentado las
presiones hacia una plena restauración capitalista. Aquí
presentamos un debate sobre los problemas que enfrenta la
isla. (SoB)
1) La disyuntiva cubana – Del prolongado estancamiento
estatista–burocrático se podría transitar o al nuevo
socialismo o a la plena restauración capitalista, por Narciso Isa Conde, Kaos en la Red, 22/07/09
2) Carta a Narciso Isa Conde,
por Ernesto Escobar Soto, Kaos en la Red, 04/08/09
3) Respuesta a Ernesto Escobar sobre el presente y el
futuro del socialismo en Cuba, Por Narciso Isa Conde, Kaos en la
Red, 06/08/09
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Del prolongado estancamiento estatista–burocrático se
podría transitar o al nuevo socialismo o a la plena
restauración capitalista
La
disyuntiva cubana
Por Narciso Isa Conde (*)
Kaos en la Red, 22/07/09
La revolución cubana ha sido uno de los procesos más
admirables de la historia moderna para todo aquel que ponga
en el centro de su corazón y de su mente la lucha por la
justicia, el derecho a vivir dignamente y el sentido humano
del quehacer político, social y cultural en los combates
por la emancipación de los pueblos.
Cuba revolucionaria merece, porque se la ha ganado, una
solidaridad sin límites ni condiciones, y sus conquistas y
aciertos históricos deben ser defendidos hasta las últimas
consecuencias.
Su pueblo, sus fuerzas revolucionarias, sus movimientos
sociales, sus dirigentes históricos, sus intelectuales,
atletas y artistas... precisamente por ejemplares concitan
una sincera admiración que es preciso rodear de respaldo.
Me inscribo en el amplísimo arco iris que ha militado y
admirado la revolución Cubana como si fuera propia y,
sobretodo, como tesoro de nuestra América y de toda la
humanidad; primera y única revolución de orientación
socialista en el hemisferio occidental a todo lo largo del
siglo XX.
No sólo por ser la primera en su tipo a escala
continental y en el escenario de una pequeña isla ubicada
en el centro de la frontera imperial, la Revolución Cubana
es merecedora de todo eso y mucho más, sino además por su
singular rebeldía y determinación antiimperialista en
condiciones tan adversas: cercada, bloqueada, sistemáticamente
agredida por la feroz superpotencia capitalista
estadounidense. Gravemente erosionada por todo lo que implicó
el derrumbe de la URSS y del “campo socialista”. Y
siempre digna.
Pero además la revolución cubana le ha garantizado a su
pueblo –con los altibajos causados por su accidentada y
heroica existencia– una vida biológica y espiritual de
calidad, expresada en niveles de alimentación–nutrición,
salud colectiva, educación, cultura, deporte...realmente
sin precedente a lo largo de la existencia de países
parecidos en todos los continentes.
Aun con todas las adversidades, aun con todas las
agresiones, aun con las circunstancias adversas que han
gravitado sobre el proceso revolucionario cubano, allí en
breve plazo se superó la miseria y el hambre que azotan
cada vez más a la humanidad y azotaron su territorio y sus
pobladores por cuatro siglos y medio, logrando así que las
expresiones de pobreza que han perdurado no alcancen niveles
extremos. Eso es una gran hazaña.
Una hazaña como lo ha sido también mantenerse
altivamente de pie frente a todos los cercos, agresiones
bloqueos y derrumbes; al tiempo de exhibir a escala mundial
la hoja más pródiga en materia de internacionalismo y
solidaridad para con los demás pueblos del mundo.
Eso no está en discusión, como no lo está nuestra
solidaridad sin límites frente a la continuidad del bloqueo
estadounidense, a la hostilidad del imperialismo occidental,
a las perversidades de la mafia cubano–americana de Miami,
a las agresiones de las derechas de todas las matices, a las
pretensiones de afectar su autodeterminación y de utilizar
sus dificultades externas y internas –incluidas las que se
derivan de la crisis que afecta sus estructuras socio–económicas–
políticas estatistas y del desgaste físico–biológico de
sus dirigentes históricos– para inducirla y/o forzarla a
cualquier tipo de restauración capitalista.
Esta nítida y beligerante actitud frente a los enemigos
de la revolución y del pueblo cubano, respecto al
antiimperialismo y anticapitalismo que han abrazado sus
sectores de vanguardia y respecto a las convicciones
socialistas (que más allá de la burocratización estatal
han posibilitado construir el “socialismo de Estado” con
importantes conquistas sociales y significativa reducción
de las desigualdades), no conlleva en mi caso dejar de
expresar preocupaciones sobre los peligros que en otro órdenes
asechan a ese valioso proceso.
Peligros relacionados con la evolución del modelo
establecido y con los errores propios que terminaron de
conformarlo y expandirlo hasta adoptar sus presentes
características; riesgos relacionados con la crisis
estructural y la tendencia al agotamiento del modelo vigente
y con los problemas derivados del peso implacable de los años
sobre su liderazgo histórico y de la cercana perspectiva
del agotamiento de su vida biológica.
Obviar esta reflexión, ocultar estas preocupaciones,
cuando la necesidad de nuevos cambios revolucionarios tocan
como necesidad las puertas de esa sociedad para la superación
de su crisis singular y el repunte de las transformaciones,
sería a mi entender no solo erróneo, sino además poco
solidario; aunque esa omisión complaciente tome por
pretexto la solidaridad frente a sus adversidades externas y
las asechanzas y propósitos del enemigo imperialista.
La continuidad de la revolución cubana como revolución
popular anticapitalista y –sobretodo– como nuevo proceso
que posibilite avanzar más aceleradamente hacia el
socialismo, está ciertamente amenazada por factores
externos de carácter endémico a la naturaleza del
capitalismo y del imperialismo mundial, pero también
–repito– por factores internos relacionados con el nivel
actual de la crisis estructural del modelo estatista
establecido en ese país
Si erróneo sería debilitar la solidaridad frente a los
agresivos factores externos contrarrevolucionarios, también
lo es no atender las disyuntivas internas y no reconocer la
necesidad cada vez más imperiosa de la renovación
revolucionaria de ese proceso.
En ese espíritu nos decidimos por exponer – como lo
hemos hecho en otras ocasiones– nuestras sinceras
apreciaciones en torno a la trascendente actualidad cubana.
Siempre desde la militancia en la revolución, desde el
antiimperialismo y desde los ideales comunistas,
socialistas..., que ha sido nuestra opción de vida en el
quehacer político y social; siempre desde el interés de
hacer crecer, como factor contrario a los estancamientos y
dogmatizaciones, la “herejía revolucionaria”, esto es,
la creación y renovación permanente.
Reconozco que no es el camino más cómodo, sobretodo por
el peso de la intolerancia en la cultura política de
ciertas izquierdas, pero sí el que me parece más honesto,
más eficaz y más sincero.
Preocupaciones, tensiones y endurecimientos
Desde Cuba nos llegan señales de que las tensiones crecen
y las preocupaciones más. En esta fase el poder
establecido, más allá de cualquier deseo inicial de sus
representantes, se endurece hacia dentro cuando convendría
tonarse más tolerante y reflexivo; incluso se impregna en
mayor medida del conjunto de concepciones y métodos que
caracterizan el quehacer militar en una sociedad donde la
defensa por esa vía ha jugado un rol tan sobresaliente.
Esto ha sido consecuencia directa del traspaso en mayor
escala a las áreas civiles del Estado de cuadros y
concepciones propias de la incursión militar en la economía
y otros aspecto de la gestión y organización estatal desde
la destaca personalidad de Raúl Castro y su equipo técnico–militar,
quien al relevar a Fidel ha comenzado a desplegar su
impronta.
Las primeras y positivas señales a favor del debate
ofrecida por el nuevo gobierno, la concreción del llamado a
la discusión interna en todos los niveles y el anuncio de
la disposición a “cambiar todo lo que haya que
cambiar”, no rebasaron el rol de la catarsis, del desahogo
en gran escala.
Cierto que algunas cosas cambiaron: algunas para mejor,
otras para peor. Pero la mayoría –y en especial las
fundamentales– se han quedado iguales. Por lo que de un
cierto entusiasmo, de un moderado resurgir de la esperanza,
se ha pasado a una significativa insatisfacción, a un
resurgir del descontento, a un crecimiento de la crítica
sin canales abiertos ni programas de reuniones para su
expresión.
Cuando el nuevo Presidente Raúl Castro convocó a ese
importante debate, lo dicho ordenadamente en centenares de
miles de reuniones de núcleos del partido, de Comités de
Defensa de la Revolución (CDR), de reuniones de organismos,
de asambleas y encuentros de organizaciones sociales, se
quedó soterrado, sin expresión horizontal y, peor aun, sin
expresión abierta.
De todo lo expuesto y propuesto, cuyo volumen y diversidad
se ha dicho que fue realmente impresionante, solo se ha
tenido en cuenta una parte reducida; casi nada realmente
relevante, mucho menos diferente a lo inicialmente planteado
por la nueva administración. Y a partir de esos resultados,
las quejas, las ideas, las propuestas diferentes, las críticas,
las valoraciones... se han reactivado desordenadamente por
todos los canales imposibles de prohibir.
Entonces, la presión soterrada desde las bases ha
endurecido la defensa del poder inmóvil en medio de su
prolongada crisis. Su verdadera naturaleza burocrática–militarizada–autoritaria,
más allá de los diversos matices y las diferentes
sensibilidades de sus principales figuras, se ha potenciado
hasta romper su pasividad frente a las críticas y comenzar
a aplicar medidas administrativas y restrictivas más
fuertes, sin diferenciar al contra–revolucionario
pro–capitalista del revolucionario marxista en búsqueda
de alternativas, más bien con bastante ensañamiento hacia
estos/as últimos/as.
Los temas de fondo
La cuestión de fondo toca dos grandes temas, que se han
tornado en grandes necesidades: el cambio de un modelo económico
y político adoptado en el devenir de la revolución
anticapitalista y antiimperialista y el cambio a favor de
las más jóvenes generaciones revolucionarias en las
funciones de Estado, partido y movimientos sociales. Ambas
necesidades forman parte de la agenda actual de aspiraciones
de quienes vehementemente no desean la derrota del proceso y
al mismo tiempo se oponen a la restauración capitalista en
cualquiera de sus variantes: la china, la gringa y las demás.
Ambos temas a su vez se relacionan muy estrechamente con
dos grandes problemas todavía sin superar:
1) El agotamiento del modelo estatista–burocrático que
paso a paso, progresivamente, se impuso contra las propias
características jacobinas, rebeldes, heréticas de la
revolución original. El proceso de conversión de las
estructuras de poder en Cuba en mecanismos y sistemas muy
parecidos a los del llamado socialismo euro–oriental,
reproduciendo parcialmente fenómenos negativos similares y
generando la presente crisis.
2) La declinación biológica de la generación histórica
de la revolución, la que le facilitó una significativa y
fundamental cuota de legitimidad política al modelo burocrático
en expansión y la que condicionada por la consolidación
del modelo vigente hizo cultura de poder conduciéndolo;
interiorizando – posiblemente sin proponérselo– una
parte de sus concepciones, métodos y procedimientos;
desechando finalmente (en diferentes ocasiones en que fueron
oportunos o estuviera planteada su necesidad) los cambios
necesarios hacia la renovación socialista, y persistiendo
en las tolerancia y concesiones significativas al proceso de
burocratización.
La tendencia al agotamiento del modelo cubano como factor
de desarrollo ha devenido en crisis estructural, insuperable
dentro de su propia dinámica sin producir un corte
superador. Más aun, en ese contexto las grandes conquistas
tienden a debilitarse y afectarse, mientras las
precariedades y deformaciones políticas, económicas y
sociales tienden a crecer, y no solo por las agresiones
externas.
En realidad si no se le abre camino a las nuevas
transformaciones socializantes y democratizadoras, si no se
supera la intermediación burocrática, si no se convierte
al pueblo trabajador en real dueño y gestor de los medios
de producción, distribución y servicios, sino se deja atrás
toda expresión del patriarcado, del adulto–centrismo y
del racismo cultural; sino se pasa del –ordenó y mando–
a una auténtica participación colectiva en la toma de
decisiones, sería imposible salir del estancamiento,
generar esperanzas y potenciar nuevos entusiasmos
liberadores.
En Cuba, el aparato del Estado, el aparato político, el
sistema administrativo empresarial y el sistema de
privilegio que acompaña a una gran parte de sus instancias
de decisión y a los funcionarios correspondientes, se han
alejando cada vez más del pueblo llano; lo que se agrava más
aun en la medida pierde energía el liderazgo histórico y
carismático.
En esas circunstancias el partido deja de ser tal, se
funde con el Estado y sus fuerzas armadas, y ambos desde sus
respectivas escalas jerárquicas se apropian de las
libertades para restringirlas, clasificarlas, eliminarlas,
mutilarlas y concederla a su conveniencia–o mejor dicho–
a la conveniencia del poder centralizado, paulatinamente
minimizado de participación popular.
Otro tanto acontece en el sector externo entre los
intereses de Estado y los de la solidaridad revolucionaria
con los pueblos en lucha: progresivamente, por el peso
abrumador de las relaciones de gobiernos a gobierno, se va
embotando, mediatizando y eliminando la solidaridad de
pueblo a pueblo que siempre demanda desbordar esos estrechos
límites intergubernamentales.
Los poderes populares originales, las formas de
democracias directas, no prosperan debido al peso aplastante
de los aparatos.
Las organizaciones y movimientos sociales son marginados
por los aparatos superiores ajenos a su naturaleza y además
por sus propios aparatos dependientes del Estado.
Las restricciones al debate en las cuestiones cruciales
enrarecen el clima político y generan sensación de
asfixia.
La certeza política de las decisiones depende del talento
de los líderes, incomparablemente menor, por más geniales
que resulten, que la sabiduría colectiva, que las
decisiones hijas del debate, de la participación y de la
democracia socializada.
En ese contexto –como apuntamos antes– el agotamiento
y/o declinación biológica del liderazgo histórico reduce
más aun la legitimidad del modelo hegemónico, acelera la
crisis de confianza, acentúa la decadencia del sistema
estructurado y lleva a una situación en la cual es muy difícil
de sostener el actual estatus quo.
Esto ha acontecido en todos los modelos parecidos,
dondequiera que ha predominado el estatismo a nombre del
socialismo, dondequiera que ha primado el llamado
“socialismo de Estado”. Y lamentablemente esto está
ocurriendo en la Cuba actual.
Por eso el cambio de modelo y el cambio generacional
–que venía tocando las puertas de ese proceso desde años
atrás– se tornaron más imperiosos a raíz de la
enfermedad de Fidel y de su decisión de delegar la Jefatura
de Estado en favor de Raúl como sucesor constitucional; y
entonces ambos temas cobraron más actualidad y generaron más
presión político–social... hasta reabrir temporalmente
–como aconteció en el 2007– las válvulas del debate
interno dentro de verticalidad de los procedimientos
establecidos a que hicimos referencia.
Aparecieron entonces con más claridad las matices y
diferencias, incluso se delinearon mejor las corrientes de
pensamiento dentro y fuera del poder, así como la
inclinaciones y preferencias respeto a la manera de superar
el estancamiento con mayores o menores reformas destinadas a
enfrentar el inmovilismo o con actitudes destinadas a
reafirmarlo o simplemente a atenuarlo.
En tales circunstancias hubo razones para que los ánimos
se elevaran y la esperanza comenzara a renacer, pese a que
su ascenso en mayor escala dependía de como la nueva
jefatura de gobierno asumiera el contenido de los
innumerables propuestas en torno a los cambios necesarios;
dependencia que entrañaba una debilidad esencial en cuanto
a la posibilidad de cambios y avances sustanciales, dada su
dependencia del poder central responsable del estancamiento.
La “clase imprevista” en
acción
El entusiasmo –repetimos– no tardó en desvanecerse y
las esperanzas a breve plazo chocaron con una realidad más
resistente que la prevista por mucho/as revolucionarios/as
cubanos/as.
El planteo alternativo de corte anti–capitalista y
prosocialista, las ideas en dirección a un nuevo modelo
socialista y a la superación del estatismo–burocrático,
si bien no se expresaron desde la dirección del partido y
del Estado cubanos, si contaron con múltiples y variadas
expresiones y aportes a otros niveles de la sociedad y del
propio partido, no debidamente proyectadas por las características
semi–cerrada de la discusión. Esto sin restarle merito al
discurso que Fidel pronuncio en septiembre del 2005,
contribuyendo al inicio de un debate que contó con un
intenso seguimiento en la sociedad.
Ese arco iris contestatario, pero predominantemente
marxista y nítidamente revolucionario, salió débilmente a
la superficie en palabras e ideas expresadas por diversos
actores del mundo político, intelectual, artístico de la
Cuba actual.
Su calidad a mi no me sorprendió, pero de todas maneras
resultó impresionante tal y como se plasmó sobre todo en
el Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas
de Cuba (UNEAC), en los medios digitales de izquierda,
especialmente en “Kaosenlared” y en los sectores de la
prensa alternativa mundial que se han interesado por el
tema; y, en mucho menor medida –y muy ocasionalmente– en
las páginas de Juventud Rebelde y en algunos programas de
radio y TV.
Sobresale sí el hecho –reitero– de que esas ideas no
encontraron acogida ni coincidencias expresas en los centros
de decisión del Estado ni del partido, por lo que lógicamente
no se publicitaron en la escala merecida y se les impuso una
especie de contrapeso.
El freno se sintió primero como resistencia corporativa
de la burocracia y después como contra–ofensiva
conservadora, tratando de provocar un nuevo descenso de las
expectativas de cambios.
Justo en ese momento de descenso del estado de ánimo
apareció en “Kaosenlared” (01–07–2008) un
interesante artículo de la autoría de Nacho Palenque, el
cual creo haber citado en otra ocasión, del que reproduzco
aquí una parte que permite apreciar con más tino el curso
actual de la situación política cubana, más allá de
cualquier imprecisión o exageración de su autor:
“Me preocupa –señala el autor– que el proceso
cubano, después de algunas situaciones esperanzadoras,
ahora pareciera inclinarse por rutas no promisorias para el
proyecto de nuevo socialismo.
“En verdad lo que esta haciendo Raúl no lo hizo Fidel y
no creo que lo hubiera hecho de esa manera en respuesta a
los riegos de reversión que el mismo denunció, aunque
ambos hayan expresado mucha inconformidad con la parte mala
de los resultados alcanzados en estas cinco décadas de
revolución.
“Raúl al parecer se inclina por una fórmula híbrida
que combine la centralización estatal y el sistema de
partido único (fundido con el Estado) con «reformas económicas»
y algunas medidas políticas y sociales liberalizantes y
modernizantes, apuntando hacia el modelo chino y hacia la
distensión con los polos de poder imperialistas (europeo y
estadounidense).
“Fidel opta más bien por la moralización, la
eficiencia y el combate a las “deformaciones”, siempre
dentro de la defensa del modelo estatista (intenciones
reiteradas veces frustradas por causas estructurales). Le
disgustan las reformas y concesiones de corte
liberal–mercantil y sostiene una postura firmemente
antiimperialista y anticapitalista.
“A eso parece reducirse en el más alto nivel la relación
inmovilismo vs. movilismo, expresadas desde estas dos
figuras relevantes del liderazgo histórico de la revolución:
cruzadas posiblemente ambas posiciones por valoraciones
diferentes respecto a la oportunidad que ofrecería el
triunfo de OBAMA y un eventual “cambio” en la política
exterior de EEUU, como la reciente flexibilización de las
posiciones de la Unión Europea frente a Cuba. Lo que no
quiere decir que no exista un inmovilismo mucho más duro,
nutrido de los típicos intereses burocráticos, del sistema
de privilegios, de los intereses y dogmatismos generados al
margen de la ética y la moral de Fidel y del propio Raúl;
fruto de una realidad estructural, de la dinámica propia de
la burocracia estatal, del ser social conformado en décadas
de estatismo.
“[...] ...trabas mayores tienen mucho que ver con la
naturaleza socio–política de los principales factores de
poder dentro del Estado y del partido fusionado con el
Estado, resistentes –más allá de las virtudes de los líderes–
a dejar de ser hegemónicos y renunciar a su condición de
estructuras situadas por encima de la sociedad. Porque está
históricamente comprobado que en los modelos estatistas los
sectores burocráticos–partidocráticos–tecnocráticos y
militar con más poder de decisión, carecen de vocación e
interés (por su naturaleza) para facilitar un proceso hacia
un socialismo participativo, democratizador, integral y
autogestionario.”
Esa situación en las alturas, que ha continuado expresándose
de alguna manera de esos tiempos a esta parte, parece haber
influido para reciclar el estancamiento y favorecer el
inicio de la contra–ofensiva de la burocracia más
endurecida, ahora acompañada de una mayor militarización
de lo civil.
El peso de los personajes en juego en la esfera del poder
central ha paralizado la acción, obligando a pactar en los
hechos; reduciendo de nuevo al mínimo la movilidad política
e impidiendo desde arriba cualquier propósito de cambios
significativos al modelo predominante, incluido el freno al
para mí indeseable viraje hacia modalidades de reformas
parecidas a las que se han aplicado en China Popular.
De facto va ganando el inmovilismo mientras crecen las
tensiones respecto a sus nefastas consecuencias. La
burocracia civil y la tecno–burocracia militar imponen así
su lógica socio–política y sus intereses, y salen
temporalmente gananciosas en cuanto a su permanencia y
preeminencia privilegiadas; aunque eventualmente puedan
acceder a un curso más lento de las privatizaciones, de las
asociaciones con nuevos capitales extranjeros y del
crecimiento del mercado de corte pro–capitalista; con tal
que se le garantice participación y amplíe sus privilegios
y supremacías políticas.
En términos históricos la burocracia es sumamente camaleónica,
en Europa Oriental lo demostró con creces. Esa ya no tan
“imprevista” siempre ha percibido los mayores riesgos a
su estabilidad y a su destino, no en el capitalismo, en la
crítica marxista y en el accionar de los/as partidarios/as
de la socialización de lo estatal y del poder político y,
en consecuencia, por más incipiente que sea la corriente
contestataria de izquierda, la burocracia presiona para
arrinconarla y/o aplastarla en la cuna.
La burocracia aprecia –y en eso no está equivocada–
que la alternativa socialista esbozada desde ese pensamiento
crítico en gestación y desarrollo, puede enriquecerse y
contribuir a la conformación de un movimiento, un estado de
opinión generalizada y una movilización ordenada que a
mediano plazo la destrone. Por tanto pretende “curarse en
salud”, aunque no hay forma de que no siga enferma si
prolonga demasiado su status actual en espera de la
oportunidad para mutarse en propietaria capitalista privada
o asociada a ella desde cualquier modalidad de reparto del
botín del Estado.
Sus diferencias no son esenciales con la restauración
capitalista y sus componentes privados, aunque prefiere no
ser un factor subordinado sino hegemónico en esa mutación.
En circunstancia como esas sus representantes pueden
eventualmente hacer el papel de instrumento de la regresión:
de hecho lo ha sido de manera taimada al conformar un cuadro
de poder caracterizado por el usufructo de la propiedad
estatal y la continuidad del trabajo asalariado a nombre de
un supuesto “socialismo de Estado”.
Las crisis de ese tipo de formación político–social
–y estamos en pleno despliegue de una de ellas– o dan
lugar a un verdadero tránsito al socialismo o favorecen un
retorno al capitalismo mondo y lirondo, cuyas modalidades
pueden ser diferentes en forma y tiempo.
Los administradores de ese modelo en crisis, que
eventualmente muestren mayor vocación de continuidad en el
poder y mayor inteligencia desde los intereses de la
“clase imprevista”, y que dispongan de tiempo hábil
para lograrlo, podrían optar por el camino al parecer menos
traumático: la llamada “vía China”, que de todas
maneras en Cuba, por la proximidad con EU y la dimensión
del país, tendría consecuencias peores que las registradas
en esa potencia asiática.
Todo esto sin descartar, en otro contexto peor, la
posterior reconciliación e imbricación de la parte más
maleada de la burocracia y la tecnocracia con los agentes
promotores de una contrarrevolución brusca, pura y simple,
fraguada con mayor o menor violencia desde Miami y desde
Washington; casi imposible de cristalizar por carecer de
bases sociales y movimientos fuertes en el interior del país.
Así procedieron en el Este de Europa.
Esta última variante, claro está, es difícil que pase
sin desatar una guerra civil de enormes proporciones y
desenlaces inciertos, por lo que resulta muy improbable que
sus aparentes propulsores externos se decidan a ejecutarla.
La Era Obama también la limita, dado que el “poder
suave” prefiere opciones menos inciertas y menos traumáticas.
Su inteligencia le indica que la conciencia antiimperialista
y anticapitalista acumulada en Cuba es un enorme obstáculo
para un viraje de ese tipo y que la restauración
capitalista precisa allí de mucha vaselina y mucho engaño.
El freno a la variante chinófila desde Fidel y desde
los/as que piensan como él y la evidente indeterminación
de Raúl (pues contrario a lo expresado por Palenque en el
artículo citado, pienso que su actitud no es tan definida
en esa dirección, además de estár rodeado de no pocos
inmovilistas duros), ciertamente han creado un cuadro de
relativa parálisis políticas en el marco de un
estancamiento general causado por la prolongación de las
actuales estructuras y formas de poder y de gobierno, así
como de las razones, intereses métodos y procedimientos
propios del modelo decadente, ahora más militarizado.
La actual parálisis en Cuba estimula la reacción crítica
por un lado y la intolerancia por el otro, tanto en lo que
concierne a la demanda de cambio del modelo como a la
necesidad del relevo generacional; este último
sensiblemente golpeado por acontecimientos recientes, más
allá de sus razones y sinrazones.
En nada ayudó en ese orden el hecho de que el relevo
constitucional de Raúl resultara ser alguien de su misma
generación e incluso mayor que él. Eso y otras promociones
del mismo tipo restaron confianza a esa aspiración
discretamente expresada.
Posteriormente cuadros de generaciones intermedias, con
vocación sucesoral por capacidades desplegadas, prestigios
conquistados y promociones avaladas por el liderazgo histórico,
fueron relegados y finalmente excluidos en medio de una
confusa situación, manejada con un grado de secretismo, métodos
y formas de sanción, que más que aclarar confunden; dado
que más allá de sus reales o supuestos errores, más allá
de las no precisadas fallas que se le imputan, el hecho
objetivo es que esto ocasionó que el poder más que
rejuvenecerse se envejeciera, sin relevo a la vista .
En ese contexto se dieron los traumático desplazamientos
y posteriores renuncias de Carlos Lage y Felipe Pérez
Roque, los dirigentes de la segunda generación de mayor
influencia; acompañados en la misma suerte por algunos de
su misma generación y otros más jóvenes aun, que también
se destacaron y fueron ascendidos y elogiados en el pasado.
La sensación de que para sostener la revolución se confía
fundamentalmente en los dirigentes históricos y en los
cuadros más envejecidos, se han reforzado; y de convertirse
en convicción asentada, se corre el riesgo de que la
continuidad prolongada de lo existente se siga apuntalando
–sin reversa– en una especie de gerontocracia parecida a
la que gobernó en la fase de agotamiento de los regímenes
del Este europeo, esto es, del llamado socialismo real. Tal
posibilidad sería desastrosa, ya que marcaría un
distanciamiento político insalvable respecto a las
generaciones jóvenes, que en lo inmediato podrían
alimentar la necesaria renovación sin grandes
confrontaciones, así como restarle posibilidad a la misma.
Cuatro generaciones políticas cruzan el proceso
revolucionario cubano y lo cierto es que en relación con su
peso real en la sociedad y su gravitación como posibles
puentes con la población de cada uno de esos tramos de
edad, se expresan desproporciones significativas en la
representación de las mismas en los puestos estatales y
partidarios de mayor decisión.
Estas resistencias a los cambios necesarios son
expresiones de la incapacidad para transformar estructuras
en crisis y para auto–transformarse desde arriba, fenómeno
que generalmente se ha dado de igual modo cuando la
burocracia monopoliza el poder y la propiedad por largo
tiempo, cuando se entroniza de verdad y cuando ese fenómeno
social genera todas sus lamentables consecuencias materiales
e ideológicas.
Poco a poco, paso a paso, dolor a dolor la “clase
imprevista” –como la llama el cientista ruso Alexei
Goussev (Kaosenlared, 04–08–2008)– se coloca por
encima de las individuales por potentes y bien intencionadas
que sean.
Poco a poco, paso a paso, dolor a dolor, la burocracia
impone sus intereses e incluso le imposibilita rectificar el
rumbo a los/as que desde la política se basan en su poder
económico, administrativo y militar, y hasta a los/as que
por su gran liderazgo en la sociedad civil arbitran sus
contradicciones, atenúan su domino sobre los gobernados y
responden a otras sensibilidades.
En Cuba ese proceso no ha sido fácil ni uniforme, sino
sumamente contradictorio; pues siempre en torno a sus
principales dilemas se expresaron diferencias importantes en
todos los niveles e incluso desde el propio liderazgo de
Fidel: la brega constante entre el avance progresivo de la
“sovietización”, de la burocratización, del dogma
seudo–marxista... y el deseo de un proceso original,
creador, con capacidad de rectificación; la eterna
controversia entre el rol de los aparatos y el del pueblo
movilizado.
Esto ha sido tan así que en el avanzar del “socialismo
de Estado” cubano, por esa peculiaridad, se limitaron
muchos de los rasgos negativos consustanciales a ese modelo,
se lograron niveles de igualdad y principios éticos, se
alcanzaron conquistas sociales y formas de dignificación de
los seres humanos, difíciles de encontrar en países
estructurados en forma parecida; a la vez que se contuvieron
las formas más aberrantes de represión desplegada en los
modelos de referencia en la Europa Oriental.
A eso se debe su enorme inversión social en educación,
salud, ciencia, deportes, nutrición...su apertura cultural
y sus espacios de libertades. Siempre sus dirigentes se
mantuvieron apegado a defender en grande un derecho
fundamental: el derecho a la vida. Y en ese orden lograron
verdaderas hazañas en comparación con un capitalismo que
ha fracasado en cuanto salvar vidas y derechos sociales en
los dos tercios de la población del planeta.
A eso se debe también la gran vocación internacionalista
y solidaria de Cuba. Su enorme generosidad respecto a otros
pueblos. Su digna resistencia frente al imperialismo. Su
capacidad para sobrevivir al derrumbe del “socialismo
real” euro–oriental, la permanencia de su esencia
martiana y la ética de sus principales líderes.
Y eso le permitió perdurar en el camino de la emancipación
humana.
Por eso es de justicia afirmar, que si no hubiera sido así,
si Cuba hubiera contenido las peores tendencias burocráticas
y hubiera sucumbido después del derrumbe de la URSS y sus
aliados europeos, la ola de cambios promisorios que hoy vive
nuestra América hubiera sido mucho más difícil
Perdurar, resistir, sobrevivir sosteniendo tales ideales
en tales condiciones tiene un mérito inconmensurable, y no
me cansaré de repetirlo. Por eso es tan importante ahora el
destino de ese proceso, constatada la profunda crisis que de
todas maneras afecta su envejecido y agotado modelo.
Crisis y cambio
Las crisis estructurales se superan con revoluciones. El
modelo estatista al prolongarse demasiado va erosionando
valores y creatividad en el ejercicio del poder; de un poder
que se torna cada vez más absoluto y mas conservador, cada
vez mas resistente a los cambios.
Que no percibe el agotamiento de su dinámica de
desarrollo, no capta que de continuar así podría afectar
partes de sus conquistas históricas, que no percibe su
sensible separación respecto a una parte importante de la
sociedad, su alejamiento de la sociedad civil y de los/as jóvenes
en particular (según la definición gramsciana de sociedad
civil). Que no comprende lo negativo de sobre–dimensionar
lo militar sobre lo civil y que no pocos de sus principales
gestores se ensordecen y enceguecen, entrando en el círculo
vicioso del reconocimiento de males y de las recetas
fracasadas.
El debate necesario abarca tanto lo relativo a la
naturaleza del sistema capitalista actual como a las
características del llamado “Socialismo de Estado” o
estatismo burocrático y, sobre todo, a las alternativas
correspondientes.
En los casos de predominio de la propiedad privada sobre
los grados medios de producción, distribución y servicios
la transformación socialista implica su reemplazo sistemático
por las más variadas formas de propiedad y gestión social.
No se trata, claro está, de estatizar para el usufructo
de una burocracia, sino de convertir lo privado en social
por la vía de diversas modalidades de propiedad social o de
propiedad pública controlada y gestionada socialmente
(traspaso de los medios a los/as trabajadores/as, autogestión
y cogestión en las empresas publicas, cooperativas
socialistas, unidades asociativas, empresas colectivas,
control social y/o ciudadano sobre empresas e
instituciones).
(*) Político y ensayista dominicano. Combatiente contra el
tirano Trujillo y los invasores estadounidenses en 1965. Fue
miembro del gobierno en armas que presidió el mártir
dominicano Francisco Caamaño Deñó. Ha sufrido carcelazos,
persecuciones y exilio por sus ideas. Es autor de unos 20
libros publicados.
Carta a Narciso Isa Conde
Por Ernesto Escobar Soto
Kaos en la Red, 04/08/09
Las Revoluciones las hacen los líderes y los pueblos en
medio del fragor del combate enfrentando a numerosos y
poderosos enemigos. No se hacen en un laboratorio...
He pensado mucho en si escribía esta nota o no. Siempre
había respetado la figura de Narciso Isa Conde, pero al
leer su artículo “La disyuntiva cubana”, me pregunto a
quiénes pueden ayudar estas valoraciones en gran medida
superficiales, injustas y falsas. Dado que el artículo es
extenso me voy a referir a solo algunos de sus muchos
planteamientos.
Isa Conde señala en la introducción del artículo, su
admiración a la Revolución, agrega que se ha ganado la
solidaridad de todos aquellos que en el mundo luchan por la
justicia social. Expone la ejemplaridad de su pueblo y de
sus dirigentes históricos. Agrega que la considera un
tesoro para la humanidad, no solo por ser la primera en el
hemisferio occidental, sino por realizarse en una pequeña
isla cerca del país imperial y gracias a su singular rebeldía
ante situaciones tan adversas como son el bloqueo económico
de Estados Unidos, y los severos daños causados al país
por la desaparición de la Unión Soviética y de que aún
con todas estas circunstancias adversas ha logrado superar
la miseria del pueblo cubano y alcanzar extraordinarias
conquistas sociales. Expresa que la respeta sobre todo por
mantener su dignidad inclaudicable ante todas las agresiones
del imperialismo y la mafia cubano americana de Miami.
Manifiesta su solidaridad sin límites a la Revolución,
pero indica que ello no conlleva en su caso dejar de
expresar preocupaciones sobre los peligros que en otros órdenes
acechan al proceso revolucionario cubano, como la evolución
del modelo establecido con los errores propios relacionados
“con la crisis estructural y la tendencia al agotamiento
del modelo vigente” y con los problemas derivados del paso
de los años sobre su liderazgo histórico.
Bajo el subtítulo de Preocupaciones, tensiones y
endurecimientos asegura que desde Cuba le llegan señales de
que crecen las tensiones y las preocupaciones, expone sus
criterios de que con la presidencia de Raúl Castro, el
poder se endurece hacia dentro en vez de tornarse mas
tolerante y reflexivo y de que se impregna de las
concepciones que caracterizan al quehacer militar. Para el
autor, esto se debe al traspaso a las áreas civiles de la
sociedad especialmente de la economía de cuadros y métodos
provenientes de las fuerzas armadas. Asegura que la conocida
discusión interna a todos los niveles promovida por Raúl
Castro, no rebasó “el rol de la catarsis” a gran escala
y de que “se ha pasado a una significativa insatisfacción”
y “a un crecimiento de la critica sin canales abiertos”.
Añade “Entonces, la presión soterrada desde las bases ha
endurecido la defensa del –poder inmóvil– en medio de
su prolongada crisis”.
Voy a repetir 4 verdades de Perogrullo: Cuba ha pasado en
estos 20 años por la peor crisis económica de su historia;
el país sigue bloqueado por Estados Unidos y al parecer las
agresiones económicas contra Cuba continuarán con el
gobierno de Obama; el país sufrió el pasado año 3
terribles huracanes que causaron pérdidas por valor de más
de 10 mil millones de dólares (un 20% del PIB); la isla está
padeciendo también los efectos de la mayor crisis económico
financiera mundial desde la de 1929, lo que se manifiesta
especialmente en los descensos de los ingresos por el nickel,
el turismo, el tabaco, el azúcar, las remesas y otras. Y
todo esto ocurre sin que se haya lanzado a la calle a un
solo trabajador o de que un niño se quede sin su escuela o
un paciente no sea atendido por el sistema de salud. Después
de este recordatorio pasemos a lo de “Poder inmóvil”.
¿Que quiere decir Isa Conde con esto? O desconoce nuestra
realidad o esta actuando de mala fe.
Puedo señalar algunas de las numerosas medidas que
expresan los cambios que están ocurriendo en Cuba:
Se trabaja sobre la base de que el país no gaste más de
lo que tiene y se planifica para el 2010 una balanza de
pagos sin déficit, al tiempo que se desarrolla una política
realista con el objetivo de elevar el ahorro (especialmente
el de los combustibles), haciendo énfasis en la sustitución
de importaciones. Es un objetivo declarado elevar la
productividad y disminuir los costos y que los trabajadores
reciban su salario de acuerdo por los resultados que tengan.
Se aplican en la economía mecanismos descentralizadores
para hacer más ágiles las transacciones con el exterior.
Por ley, con el objetivo de alcanzar la soberanía
alimentaria y ahorrar parte de los 2 mil millones de dólares
que Cuba gasta en compras en alimentos, se están entregando
en usufructo a quienes quieran trabajarlas, pequeñas
parcelas de tierra cultivables que estaban ociosas. Se
piensa otorgar de esta manera más de 1 millón de hectáreas.
Unas 110 mil personas han realizado su solicitud y 80 mil,
aproximadamente recibieron una respuesta positiva. Impetuosa
se desarrolla la llamada Agricultura Urbana. Experiencia
ideada en Cuba para producir en terrenos dentro de las
ciudades y en sus alrededores con mínimos gastos de
combustible. Ejemplo de la capacidad del pueblo cubano ha
sido su reacción, ante la catástrofe provocada por los
huracanes el pasado año en la agricultura y en las
viviendas y otras edificaciones. Rápidamente se sembraron
de nuevo las tierras con cultivos de períodos cortos y
pocos meses después los mercados estaban abastecidos con
productos de todo tipo. Y en cuanto a las viviendas: fueron
afectadas 600 mil casas y ya se han reparado 260 mil para un
43%. Para un país subdesarrollado y bloqueado, que sufre
además una difícil situación económica financiera esto
constituye una real proeza.
El Estado cubano ha dictado nuevas legislaciones para
flexibilizar y descentralizar el mercado laboral:
La aplicación del principio socialista de que el
trabajador reciba en base a los resultados de su trabajo. Se
establece que no habrá límites en lo que puede ganar un
trabajador, que se esfuerce por lograr una elevada
productividad y eficiencia. Se permite el pluriempleo. O sea
todo aquel que tenga un trabajo fijo y estable (la inmensa
mayoría de los trabajadores de Cuba) puede ser contratado
para realizar un segundo trabajo y cobrar el salario que
corresponda. Los estudiantes desde el nivel de
Preuniversitario a los de la Universidad, con la edad
laboral necesaria pueden ser contratados para trabajar y
cobrar los salarios correspondientes. Otra de las acciones
consiste en permitir la reincorporación al trabajo de los
jubilados con salario completo.
En el proceso de Institucionalización del país y de
elevación de la disciplina y el orden se han aplicado
numerosas medidas, con el objetivo de eliminar la duplicidad
de funciones, elevar la productividad y la eficiencia del
trabajo. Entre ellas:
La designación de 6 Vicepresidentes del Consejo de
Ministros que responderán por las tareas y funciones que
son responsabilidad de los diversos Ministerios. Desaparición
de varios Ministerios y traspaso de sus funciones a otros
para hacer más eficiente y funcional el aparato
administrativo y reducir el burocratismo. Entre ellos está
la integración del Ministerio de Inversiones y Colaboración
al del Ministerio de Comercio Exterior; el de la Pesca se
une al de la Alimentación.
La institucionalización del país comienza porque cada
organismo administrativo tenga bien definidas sus
normativas, funciones y responsabilidades y responda por
ello. Ejemplo de ello es el traspaso de las tierras de
cultivo agrícola del Ministerio del Azúcar al Ministerio
de la Agricultura, o la definición de que las actividades
de comercialización de los productos agropecuarios pasen
del Ministerio de la Agricultura al de Comercio Interior. Se
están realizando profundos cambios organizativos, y tecnológicos
en la explotación de la tierra. Se crea la Contraloría
General de la República para velar por el control
financiero y económico y luchar contra las ilegalidades e
irregularidades. Uno de los nuevos objetivos planteados será
instaurar un sistema de impuestos acorde con nuestra
realidad.
Todas las importantes actividades de la Batalla de Ideas
pasaron para distintas entidades especializadas en esas
tareas. Las actividades que realizaba Cubalse, empresa
comercializadora de bienes de consumo en divisas, se
integraron a distintas entidades especializadas.
Pese a las extraordinariamente complejas condiciones
financieras del país se labora en darle prioridad al
crecimiento de las producciones y servicios que aportan
ingresos en divisas por medio de un selectivo proceso de
inversiones dirigido a sustituir importaciones y elevar la
producción nacional. Se realizan grandes inversiones para
crear una enorme red de transvases y poder así enfrentar en
el futuro el problema de la sequía y los cambios climáticos
(cuestión esta que muchos países ricos no están
haciendo).
Y no puedo dejar de señalar la adopción de medidas que
han permitido que centenares de miles de cubanos usen la
telefonía móvil. En todos los hoteles del país miles de
turistas nacionales reciben los servicios de alojamiento, o
estas otras como las del aumento del sueldo a los
profesionales de la enseñanza (pese a la crisis) o la
ampliación de licencias para el trasporte privado.
Cuba no esta inmóvil, se mueve, trata de crecer de manera
planeada y organizadamente tratando (a diferencia de lo que
ocurre en la mayor parte del mundo) de afectar lo menos
posible a su población, en medio de una crisis mundial que
ha provocado el despido de decenas de millones de
trabajadores y el hambre de cientos de millones de personas.
Considero un planteamiento mal intencionado cuando dice
“ Su verdadera naturaleza burocrática–militarizada–autoritaria,
más allá de los diversos matices y las diferentes
sensibilidades de sus principales figuras, se ha potenciado
hasta romper su pasividad frente a las críticas y comenzar
a aplicar medidas administrativas y restrictivas más
fuertes, sin diferenciar al contra–revolucionario
pro–capitalista del revolucionario marxista en búsqueda
de alternativas, más bien con bastante ensañamiento hacia
estos/as últimos/as”.
Simplemente le voy a decir que está falseando la
realidad. ¿Cuáles son esas medidas administrativas
restrictivas más fuertes? Le emplazo a que las señale.
Y en relación a “Y para colmo sin diferenciar al
contra–revolucionario pro–capitalista del revolucionario
marxista en búsqueda de alternativas, más bien con
bastante ensañamiento hacia estos últimos”. Estas son
invenciones y falsedades. Y vuelvo a repetir mi solicitud y
lo emplazo de nuevo a que exponga los ejemplos de sus
aseveraciones.
En el subtítulo Los temas de fondo, arremete contra lo
que llama “el agotamiento estatista” y la declinación
biológica de la generación histórica de la Revolución”.
Somos muchos y en primer término la dirección de la
Revolución los que comprendemos la amenaza y el peligro
real y siempre latente del burocratismo y los métodos
burocráticos, y no olvidar la corrupción, para con el
proceso revolucionario. Creo que para todos los
revolucionarios fue una lección el conocer el famoso
discurso de Fidel en la Universidad de La Habana, en el que
hizo profundas reflexiones del peligro de que fueran los
propios revolucionarios quienes destruyeran la Revolución.
Sus palabras marcaron un antes y un después. Sin temor, señaló
los peligros y alertó al pueblo de Cuba.
En este caso Isa Conde no hace una crítica, sino un
ataque contra la Revolución. Todo no se puede hacer con el
mismo ritmo. Los cubanos han pasado por la mayor crisis
inimaginable a la que se denominó Período Especial. Y
cuando parecía que se avecinaban buenos tiempos con la
participación de Cuba en el ALBA y las relaciones
comerciales con China, Brasil y el desarrollo o las
perspectivas de crecimiento de varios renglones de la economía
del país como el del petróleo, el nickel, el turismo ,
sobreviene la actual crisis mundial.
Isa Conde olvida las verdades de Perogrullo antes señaladas:
el conocido Período Especial, bloqueo, huracanes y crisis
mundial, y el efecto terrible que han tenido en la economía
cubana, es más, no las tiene en cuenta para nada en su análisis
y además duda a priori de la inteligencia de una dirección
que ha demostrado ser capaz, pese a sus errores, de realizar
lo que (me atrevo a decir) nadie hubiera podido hacer: Una
revolución a 90 millas de Estados Unidos y en el año 1959
(y esto de la época o momento histórico es muy importante
para valorar la hazaña). Y luego, recordemos el episodio
del derrumbe de la URSS: Cuba pierde su principal aliado y
con ello el 30 % de su PIB y el 80% de su comercio exterior,
es entonces cuando se crea el mundo unipolar con la hegemonía
absoluta de Estados Unidos, se anuncia el fin de la historia
y se arrecian las agresiones y el bloqueo contra la isla. La
mafia de Miami prepara sus maletas para regresar triunfante
Cuba. Ningún pueblo hubiera resistido tan solo una mínima
parte de tamañas adversidades.
Narciso Isa Conde en otra parte de su artículo arremete
con desmedida y absoluta certeza que no da margen a la duda
: “En realidad si no se le abre camino a las nuevas
transformaciones socializantes y democratizadoras, sino se
supera la intermediación burocrática, si no se convierte
al pueblo trabajador en real dueño y gestor de los medios
de producción, distribución y servicios, sino se deja atrás
toda expresión del patriarcado, del adulto–centrismo y
del racismo cultural; sino se pasa del –ordeno y mando–
a una auténtica participación colectiva en la toma de
decisiones, sería imposible salir del estancamiento,
generar esperanzas y potenciar nuevos entusiasmos
liberadores”.
La política es el arte de lo posible, no de las quimeras
y de los deseos. La revolución para serlo tiene el deber
histórico de marchar hacia delante, aunque haya momentos en
que sea necesario detenerse para coger nuevas fuerzas y
volver a andar de nuevo. La Revolución cubana como ha
demostrado siempre tiene las condiciones para continuar en
su destino heroico e histórico.
Por qué dudar que la dirección revolucionaria estudia
los resultados del extraordinario y original debate
colectivo, en el que se recogieron más de 3 millones de
intervenciones, con el fin de ejecutar aquellas que se
consideren necesarias, útiles y en el momento posible. ¿Por
qué dudar que los temas que se consideren estratégicos se
discutirán en el Congreso del Partido y con la mayor
participación del pueblo? ¿Por qué casi exigir de manera
irrespetuosa lo que debe hacer la Revolución cubana? Hay
quienes se arrogan hasta el derecho de decidir cuando la
dirección de la Revolución debe tocar este u otro tema.
Atribuirse el derecho de saber cuales son los cambios que
hay que hacer en Cuba, cuándo y cómo hacerlos es casi
absurdo. Es impresionante el tener críticos que lo saben
todo. Solo que a ellos por razones históricas no les toca
el hacerlo.
La dirección del país siempre ha sido cuidadosa en dar
consejos. He escuchado a muchos políticos de todo el mundo
expresar con admiración que Fidel es incapaz siquiera de
dar consejos si no se lo piden. Existen ejemplos
relacionados con Nicaragua, Angola, y otros. El respeto a la
soberanía, a las decisiones de gobernantes o dirigentes de
partidos o movimientos de otros países, forma parte
esencial de la ética política de Fidel. Algún día esto
se conocerá en detalle.
La Revolución cubana es fuerte, lo expresa con su
resistencia y su solidaridad que se manifiesta en el
sacrificio de decenas de miles de colaboradores cubanos en
un centenar de países. Por qué no pensar que hay quienes a
aman a la Revolución por encima de sus vidas y que lo han
demostrado con su sangre. Por que no ver lo que está
sucediendo en Cuba despojados de toda ceguera intelectual y
comprender lo complejo que es hacer una revolución que diría
es la única con estas características en el planeta. Con
todas sus errores e imperfecciones y en medio del
subdesarrollo y con una crisis económica ¿En que país del
mundo hay más democracia y justicia social que en Cuba?
Los cambios son parte esencial de la Revolución cubana.
¿Cuáles? Los que la dirección y el pueblo cubano
considere necesarios y posibles en cada momento.
En Cuba se han solucionado los grandes problemas que
aquejan a la inmensa mayoría de los pueblos del mundo: la
educación hasta el nivel universitario y la atención médica
para todos y de carácter gratuito; la seguridad y la
asistencia social, la cultura y el deporte asequibles para
todo el pueblo; el desarrollo científico; la seguridad
ciudadana. Y no debo olvidar la dignidad, la libertad, la
independencia y la soberanía alcanzadas por nuestro país.
Pero todavía no hemos logrado alcanzar el desarrollo económico
que necesitamos y en mucho se debe al Imperio que nos ataca
continua y sistemáticamente.
La filosofía de la Revolución es la de lograr elevar el
nivel de vida material y espiritual del pueblo, alcanzar la
más alta democracia y participación popular en las
decisiones y en garantizar la mayor justicia e igualdad
posible. Estos son sus grandes objetivos, por ellos existe.
Pero la política de un país agredido permanentemente,
sometido a altas tensiones económicas depende de múltiples
factores: la imaginación de quienes nunca han estado en
posiciones de poder y no viven la realidad del pueblo
cubano, puede engañarlos y hacerlos creer que tienen la
respuesta para problemas que nadie ha enfrentado jamás en
la historia de la humanidad.
Las Revoluciones las hacen los líderes y los pueblos en
medio del fragor del combate enfrentando a numerosos y
poderosos enemigos. No se hacen en un laboratorio, donde los
errores no se pagan con la existencia de todo un pueblo.
Críticas que ayuden, sí, señalamientos justos, sí. Críticas
injustas y falsas que solo sirven para engrosar el arsenal
de los enemigos de la Revolución. No. Criticas desde
posiciones profesorales u olímpicas. No. Preocupaciones y
exigencias de quienes se dicen amigos y usan esta supuesta
amistad para dañar a la Revolución cubana. No. ¿Cambios?
Sí. Pero de acuerdo al calendario de la Revolución.
Pocos países pequeños como Cuba han logrado tener un
papel tan glorioso en la historia del mundo.
Termino con esta frase: De amigos como este, líbreme
Dios.
Respuesta a Ernesto Escobar sobre el presente y
el futuro
del socialismo en Cuba
Por Narciso Isa Conde (*)
Kaos en la Red, 06/08/09
Descalificar es propio del autoritarismo burocrático. ¡Vamos
a debatir ideas, concepciones y procesos! Me refiero a la
carta–artículo publicada en Kaosenlared a nombre de
Ernesto Escobar Soto.
Es cierto que las revoluciones no se hacen en laboratorios
y quizás por eso el último laboratorio donde trabajé fue
cuando en los finales de los 50' y principio de los 60´
estudiaba en la Facultad de Medicina de la universidad
estatal, luego autónoma del Estado, de mi país.
De ahí en adelante –y antes también– he pasado por
muchas movilizaciones callejeras, muchas tomas de tierra,
muchas huelgas, cárceles, exilio, confrontaciones con la
policía y con las fuerzas armadas regulares, revolución y
guerra patria (en abril–septiembre de 1965), tramas
criminales e intentos de asesinarme, sometimientos
judiciales, organizaciones sociales, militancia comunista,
trabajos organizativos, ediciones de periódicos y revistas,
columnas en diarios nacionales y en diversas publicaciones
en el exterior... libros, seminarios, congresos, piquetes,
confrontaciones, debates...
Y en eso estoy todavía, al tiempo de leer, estudiar,
reflexionar, auto–criticarme y auto–corregirme,
escribir, evaluar procesos, producir programas de TV y
radio, participar en la Coordinadora Continental
Bolivariana, reforzar la militancia latinoamericana e
internacionalista y reafirmar y enriquecer mis convicciones
socialistas y comunistas.
En ese quehacer no tengo fronteras y pongo la soberanía
de la Patria Grande y la emancipación del planeta – sin
dejar de defender las soberanías nacionales– por encima
de cualquier nacionalismo estrecho, por lo que no considero
“intromisión en los asuntos internos” ni ofensivo a los
derechos soberanos de otros pueblos y procesos
revolucionarios, la incursión teórica, política,
militante y solidaria en otras luchas y proyectos
transformadores inspirados en la necesidad del socialismo y
enfrentados al capitalismo y al imperialismo. Como no
considero pecado alguno diferir y evaluar críticamente
otros procesos revolucionarios desde la propia trinchera de
la revolución nacional, continental y mundial.
Así he sido y sigo siendo, y no veo porque quien dice
haberme “respetado siempre”, tiene que no hacerlo ahora,
y menos aun poner en duda la intención de mis ideas sobre
el curso de la revolución cubana, cuestionándose sobre
“a quienes pueden ayudar” mis valoraciones y ubicándome
de entrada en los litorales de los enemigos de la revolución
cubana; llegando a afirmar categóricamente, en referencia a
mi persona, que “de amigo como éste, líbrame Dios”.
¿Que es lo que está en juego en este debate?
No creo conocer por ese nombre a Ernesto Escobar Soto,
pero de todas maneras respeto su persona y sus ideas, aunque
no comparta su visión sobre el socialismo y, sobre todo, su
defensa considerablemente acrítica del modelo estatista–burocrático
que predomina en Cuba y que en gran medida fue trasplantado
de la URSS y de Europa Oriental.
Con él me puedo poner de acuerdo en las adversidades que
ha tenido que enfrentar esa revolución, así como en el
extraordinario valor de sus principales conquistas e incluso
en el valor relativo de ciertos reajustes institucionales,
superación de prohibiciones absurdas, reordenamientos
presupuestarios, énfasis desarrollistas y sistemas de
control puesto en práctica recientemente.
No creo en Dios porque Dios no existe, y si existiera jamás
le pediría que me libre de Ernesto Escobar. Con las
diferencias de lugar, debatiendo con altura, lo prefiero
como amigo y en buena salud.
En mi país, y donde quiera que me ha tocado participar en
tareas revolucionarias, he defendido –y defiendo– como
el que más las esencias y el sentido histórico–liberador
de la revolución cubana.
En este debate no están en juego ni la postura frente a
los adversarios y enemigos de esa revolución; mucho menos
la ponderación de los daños ocasionados por los factores
hostiles a su curso y realidad, ni los logros históricos y
aportes trascendentes de ese proceso, los cuales Ernesto
menciona con apego a la verdad.
Tampoco cuestiono lo positivo de ciertos movimientos,
tendencias y medidas adoptadas (a eso me he referido en
diversas oportunidades)...en el contexto del inmovilismo
estructural de un modelo caracterizado por el peso abrumador
del estatismo, la hipertrofia burocrática, la fusión del
partido y el Estado, de la política exterior del partido y
del gobierno, y la falta de autonomía de las organizaciones
sociales.
Además ese modelo estatista se caracteriza por
significativas restricciones a la democracia y las
libertades, por el predominio de la representación y/o
delegación sobre la participación y la democracia directa;
por el sistema de la censura mediática, la corrupción
burocrática recurrente, las trabas al relevo generacional
dada la tendencia a la perpetuación de los cuadros en las
funciones más relevantes del partido y del Estado; se
caracteriza por la gestión altamente centralizada, el
verticalismo, el escaso desarrollo de la propiedad social,
el predominio del trabajo asalariado al servicio del Estado
y la falta de control de la ciudadanía sobre las
instituciones y empresas.
En el centro de este debate, que trasciende mis escritos
sobre el tema y el contenido de la respuesta de Ernesto
Escobar Soto, que involucra a numerosos cuadros políticos,
jóvenes talentosos e intelectuales cubanos de diferentes
generaciones, está determinar si lo que corresponde en
medio del prolongado estancamiento y la crisis estructural
que afecta el tránsito al socialismo en Cuba, es
“institucionalizar” o sustituir el modelo vigente.
Esta en discusión, en caso de reconocer la necesidad del
cambio estructural, si el reemplazo apropiado debe consistir
en auspiciar un modelo parecido al chino (que a mi entender
podría ser la vía menos traumática hacia la restauración
capitalista), o si se acoge el paso directo al nefasto
modelo capitalista occidental y a su “democracia
representativa”; o si contrario a estas dos opciones
ajenas al socialismo, se emprende la vía de una nueva
democracia y un nuevo socialismo.
Esta última –la cual comparto– sería la vía de las
transformaciones hacia la socialización de lo estatal,
hacia la erradicación del trabajo asalariado subordinado a
la propiedad estatal y a la burocracia, hacia la autogestión
y cogestión de las empresas, hacia el cooperativismo y
otras formas asociativas socialistas.
Sería el camino hacia el predominio de la democracia
participativa con un fuerte componente de democracia
directa; hacia la separación de los roles del Estado, el
partido y las organizaciones sociales y, en fin, hacia el
predominio de lo social sobre lo estatal y lo privado, con
democracia en todos los aspectos de la vida en sociedad:
relaciones de propiedad y producción, vínculos entre géneros,
relaciones inter–generacionales, inter–raciales, seres
humano naturaleza, opciones sexuales...
Más allá de lo secundario
El principio socialista no es que el trabajador(a)
“reciba de acuerdo a su trabajo” (ya sabemos –el viejo
Marx lo demostró– que la fuerza del trabajo produce
valores muy por encima de cualquier paga asalariada); el
principio socialista es eliminar el trabajo asalariado,
convertir a los/as trabajadores/as en dueños de los medios
de producción, distribución y servicios, imprimirle carácter
social a la economía y a todos los factores del poder, y
extinguir paulatinamente, gradualmente, el Estado.
Que los ministros sean 7 o sean 25, que los
vicepresidentes sean dos o sean seis, puede hacer más o
menos eficaz la gestión dentro de un contexto determinado,
pero eso no es lo fundamental. Lo fundamental es valorar si
el contexto general, el modelo, las estructuras y
superestructuras vigentes posibilitan crear socialismo o no;
si ese cuadro estructural permite generar las condiciones
para detener y revertir la corrupción, la indisciplina y la
ineficiencia; si basta solo con remendar las instituciones y
estructuras vigentes, con tratar de reordenar y normar mejor
su gestión y/o administración, o si es realmente
imprescindible reemplazarlas para evitar el colapso.
Muchas veces he escuchado hablar en Cuba de reestructurar
ministerios, exigir disciplina, elaborar nuevas normas de
funcionamiento productivo, impulsar rectificaciones,
estimular la cultura productiva, sembrar áreas ociosas,
redefinir funciones de organismos, reducir burocracia,
quitar impuestos, poner impuestos, prohibir y autorizar el
acceso a bienes y servicios...y mas allá de pequeños y
temporales logros , el modelo estatista–burocrático
termina imponiendo su lógica, su lentitud, su ineficiencia
y los intereses de la “clase imprevista” en detrimento
del pueblo.
Esa no es la movilidad que reclamamos los(as) partidarios
de un nuevo socialismo en Cuba. Más bien proponemos,
sugerimos y debatimos acerca de la necesidad de mover la
situación en dirección a un nuevo modelo que rescate los
principio del socialismo científico, que se distancie del
llamado “Socialismo de Estado”, que incorpore las
reflexiones que permitan construir un socialismo
participativo, autogestionario, profundamente democrático e
inclusivo. Un “socialismo diferente” como han dicho
Pablo Milanés e incluso Mariela Castro, sumándose a no
pocos intelectuales, artistas, militantes, cuadros del
partido y combatientes internacionalistas.
En mi caso, tratando el tema en sentido general y en el
sentido particular de Cuba, también he incorporado, junto a
la idea general de la socialización de lo estatal y de la
transición a un socialismo profundamente democrático–participativo,
los valores socialistas contenidos en los nuevos movimientos
feministas, indigenistas, ambientalistas y anti–adulto–céntrico.
Así como la libertad de opción sexual, la superación de
todas las vertientes de la cultura racista y el rescate a
plenitud del internacionalismo revolucionario,
considerablemente afectado por los intereses de Estado y la
inexorable lógica diplomática–gubernamental en los casos
en que se funden y confunden los roles del los partidos, las
organizaciones sociales y las instituciones estatales y
gubernamentales.
Internacionalismo e “intervención”, posibilismo o
voluntad revolucionaria
Ernesto Escobar me quiere descalificar para hablar de todo
esto en relación con la Cuba actual, esgrimiendo una
variante de chovinismo y un concepto de soberanía
inapropiado para los revolucionarios marxistas,
internacionalistas por definición.
A veces incluso, parece que me quiere prohibir participar
en el debate sobre el socialismo en Cuba, en nuestra América
y mas allá; olvidando que el socialismo o será mundial o
no será, y obviando a la vez que para todo revolucionario/a
de verdad es imposible desconocer el carácter
internacionalista de la revolución y de las ideas que la
impulsan, lo que incluye el análisis más allá de nuestras
fronteras de todas las experiencias, errores y aciertos
vividos. Algo imperioso, sobretodo después del colapso del
“socialismo real”, cuyo impacto negativo intervino en
todos los países por encima de las soberanías nacionales
formales y/o reales.
La diplomacia no es válida en la relaciones de
solidaridad y cooperación entre las fuerzas del cambio.
La censura y la autocensura le han hecho demasiado daño a
nuestro movimiento como para persistir en ellas.
El posibilismo, además (“la política –dice
Ernesto– es el arte de lo posible”), no es propio de
los(as) partidarios(as) de la revolución y el socialismo.
El propio Che nos habló de hacer “posible lo
imposible”, o –diría yo– lo aparentemente imposible.
Al cambio histórico hay que ponerle una alta dosis de
voluntad revolucionaria.
Con las señales de agotamiento que presenta el presente
modelo cubano no es una “quimera” ni son simples
“deseos” propugnar por abrirle camino a “las nuevas
transformaciones socializantes y democratizadoras”; ni es
ilusionismo afirmar “que si no se convierte al pueblo
trabajador en real dueño y gestor de los medios de producción,
distribución y servicios, si no se pasa del “ordeno y
mando” a una auténtica participación colectiva en la
toma de decisiones, sería imposible salir del
estancamiento, generar esperanza y potenciar nuevos
entusiasmos liberadores”.
Entender imposible esos necesarios propósitos equivale a
refrendar el “status quo” y asumir incluso una actitud
muy alejada de aquella frase de Fidel: “hay que cambiar
todo lo que halla que cambiar”.
La clave es ponernos de acuerdo en lo que hay que cambiar
y en eso hay importantes diferencias a debatir seriamente;
sin tabúes, sin estigmatizaciones, sin canibalismo ideológico,
sin represiones, sin censura...
¿Quienes deben decidir: las cúpulas revolucionarias o
los pueblos?
No dudo, ni niego, ni afirmo... que la dirección
revolucionaria cubana –como dice Ernesto– “estudia los
resultado del extraordinario y original debate, en el que se
recogieron mas de tres millones de intervenciones, con el
fin de ejecutar aquellas que se consideren necesarias, útiles
y en el momento posibles”.
Estoy si en desacuerdo con esa concepción mesiánica y
elitista de conducción defendida apasionadamente por él.
¿Quienes establecen cuáles son las propuestas más
necesarias, útiles y oportunas?
¿Por qué no darlas a conocer a todos/as para que se
debatan horizontalmente y se logren los nuevos consensos?
¿Por qué limitar la discusión a la jurisdicción de
cada núcleo, organismo, pequeños encuentros, sin que uno y
otros conozcan lo que los/as demás piensan y proponen?
¿Por qué no poner en conocimiento de toda la sociedad el
conjunto de propuestas y opiniones?
¿Por qué la dirección es la única que puede
seleccionar y decidir?
¿Por qué no superar el verticalismo y el control
absoluto sobre los medios masivos de comunicación?
¿Cuáles son los temas considerados estratégicos y
quienes los seleccionarían para llevarlos al Congreso del
partido?
No dudo, ni niego, ni afirmo sobre si se va o no a hacer
tal o cual cosa en el futuro, sencillamente me parece que
esa metodología conduce a reforzar la centralización y a
negar la participación democrática. Así ha sido históricamente
en todas las experiencias revolucionarias y proyectos de
orientación socialista en los que se han producido
suplantaciones de este tipo.
A propósito del endurecimiento
Calificando de “superficiales, injustas y falsas” mis
valoraciones, para luego negarme el derecho a plantearlas y
después concluir en que soy algo parecido a un
“enemigo”, no se contribuye a una discusión seria y
profunda sobre cuestiones bien complejas, respecto a las
cuales nunca he pretendido el monopolio de la verdad y
admito la posibilidad de equivocarme parcial o totalmente.
Esa forma de polemizar de Ernesto es muy funcional al
dominio burocrático, y siempre ha sido útil para reprimir
y excluir, aunque no todos los que la utilizan tengan esas
intensiones.
No critico el estilo de conducción militar, en el que
generalmente gravitan con fuerza el mando y las órdenes,
dentro de los cuerpos castrenses; aunque ciertamente en su
funcionamiento dentro de una revolución popular es posible
y conveniente incorporar simultáneamente concepciones y métodos
participativos como los que formuló el gran estratega
vietnamita Guyen Giap en su libro “Guerra del pueblo, ejército
del pueblo”.
Critico esos métodos sobre todo cuando se incorporan a la
conducción política, a la gestión de las instituciones
civiles del Estado y al funcionamiento de las organizaciones
políticas y sociales.
Además no considero ofensivo decir que quienes han
ejercido durante décadas los métodos militares de dirección
al interior de las Fuerzas Armadas regulares, tienden a
trasladar esos métodos a la esfera política. Y es lógico
que Raúl y todo el personal militar incorporado ahora en
mayor escala a la esfera civil, introduzcan una mayor
impronta militar dentro del Estado cubano, lo que no quiere
decir que no existiera esa situación en grado considerable
antes de su gestión. Esto es sencillamente un problema a
reflexionar y solucionar, separando roles.
De las restricciones, de las limitaciones, del
endurecimiento del poder, no ha hablado solo quien escribe
estas líneas.
He leído bastante y con mucha atención lo que han
escrito sobre ese y otros temas que revelan restricciones,
no pocos revolucionarios(as) cubanos, incluso en Kaosenlared:
me refiero a Félix Guerra, Félix Sautié, Pedro Campos,
Aurelio Alonzo, Roberto Cobas Avivar, Pablo Milanes, Jorge
Luis Aconde González, Carlos Ignacio Pino, Leonel González,
Carlos C. Díaz, Crispín, Graciela Pogolatti, Fernando López
de la Voz, El Francotirador del Cauto, Rafael Martín,
Miguel Arencibia y paro de nombrar para no alargar mas el
tema.
Conozco el caso de Miguel Arencibia, cuyos escritos nadie
en justicia puede calificar de contrarrevolucionarios y
antisocialistas, si no todo lo contrario. Sin embargo, fue
cancelado de su empleo y sancionado en el partido por el
simple hecho de usar la computadora de su trabajo para
publicar sus artículos y participar en los debates por las
redes digitales, dado lo prohibitivo económicamente que
resulta operar desde los centros públicos de Internet y las
restricciones que en ese orden afectan a los(as)
ciudadanos(as) cubanos.
Arencibia, militante comunista de varias décadas, coronel
retirado, revolucionario con muchos méritos, está
sobreviviendo haciendo de “parqueador” de vehículos,
por haberse expresado a favor de un socialismo diferente;
colocado en esa engorrosa y precaria situación se le hace
muy difícil aportar al debate lo que estaba aportando. Esta
es una expresión del endurecimiento señalado y no es un
caso único en vista de la manera como el Estado aborda esta
vertiente de la tecnología de la comunicación.
De Sautié, cristiano–socialista, revolucionario de toda
una vida, he leído consistentes críticas a ese afán
persecutorio y represor. De Cobas Avivar, la denuncia de una
marcada tendencia a calificar como “enemigos del pueblo”
a quienes desde la izquierda no comparten el discurso único
oficial, caricaturizado además por apasionados subalternos
dedicados a denostar a quienes critican la situación desde
su incontrovertible militancia en la revolución. Y podría
citar innumerables señalamientos innumerables señalamiento
de otros articulistas revolucionarios que periódicamente
denuncian limitaciones a las libertades individuales y
colectivas.
Las sanciones políticas y administrativas, por demás,
están cargadas de secretismos innecesarios y no pocos casos
–como se evidenció en las recientes destituciones– son
tratados con métodos de inteligencia militar, lo cual
enturbia su contenido.
Del llamado de Raúl a debatir todo, a la manera secreta
como se ha manejado el producto de ese debate y como se
estigmatizan las críticas formuladas en Kaoisenlared y en
otras publicaciones digitales desde posiciones de
izquierdas, media un proceso de endurecimiento.
Los defectos reales o supuestos de los/as camaradas con
opiniones propias y posiciones críticas se tapan cuando hay
coincidencia y salen a la superficie solo cuando se
desarrollan contradicciones políticas o metodológicas. Las
virtudes desaparecen y el respeto se convierte en cosa del
pasado.
Ernesto no logra percibir que su carta está impregnada de
ese endurecimiento cuando le atribuye “ayudar” a los
enemigos de la revolución a una persona que durante toda su
vida, y sobre todo en los tiempos más duros, ha asumido su
defensa en los temas más complejos y riesgosos, por el
hecho de propugnar por el cambio de modelo que como otros
parecidos tiende a agotarse y colapsar. Así también han
sido –y son– maltratados otros militantes comunistas y
socialistas revolucionarios, cubanos y de otras
nacionalidades, que han adoptados posiciones similares.
Y lo peor es que esa concepción se traduce en
estigmatizaciones, exclusiones, desprecios e intolerancias
desde los aparatos del Estado y del partido, ya no solo como
expresión individual sino institucionalizada.
Debatir sin estigmatizar ni reprimir
¿Cuáles de esas críticas formuladas por militantes
comunistas y combatientes anti–imperialistas y anti–capitalistas
insobornables, que propugnan por un socialismo diferente,
podrían “engrosar el arsenal de los enemigos de la
revolución”?
¿Cuáles son las críticas que ayudan y cuáles no?
¿Quiénes tienen el medidor, el detector de la verdad y
la certeza, de lo que hace daño y de lo que hace bien?
¿Quiénes dañan a la revolución: los que ocultan sus
fallas o los que valientemente las señalan, los que actúan
como burócratas incondicionales o los que dicen con
sinceridad lo que piensan?
No sabemos, por demás, cuál es el calendario aprobado
para los cambios dentro de la revolución cubana, ni quienes
lo han decidido, ni si este ha sido realmente diseñado o
no. Esa alusión de Ernesto puede ser tanto una verdad
oculta como un recurso retórico.
Sería muy útil conocerlo algo imposible si no se
publicita y cuanto me alegraría que antes de que la crisis
sea mayor, además de existir, ese calendario contemple más
socialismo, más poder popular y más democracia.
A Ernesto lo felicito por debilitar la conspiración del
silencio, por decir lo que siente y lo que piensa.
Sus reacciones represivas las entiendo parte consustancial
de la cultura autoritaria reciclada constantemente por el
“socialismo de Estado”; dado que detrás de cada acusación
sobre mi supuesta “ayuda” a los enemigos de la revolución
y mi supuesta manera de “engrosar su arsenal” y
“hacerle daño” a ese proceso, y detrás de considerarme
un “amigo” del cual “Dios debe librarlo”, hay una
vocación punitiva y penalizadora.
Pero todo esto no me impide invitarlo a dejarnos de
fanatismo, a pesar reflexivamente y con cabeza propia, y a
atrevernos a equivocarnos o a acertar, ejerciendo la crítica
frente a resultados y evoluciones de las luchas y procesos
de orientación socialista que en el siglo XX se separaron
bastante de las propuestas originales de los fundadores y
continuadores del socialismo científico.
Procesos que ignoraron además los nuevos aportes y las
necesarias negaciones de las concepciones y las malas prácticas
que han conducido a confundir estatización con socialización
y a negar las nuevas y necesarias herejías revolucionarias
que posibilitarían superar en el sentido socialista esta
lamentable situación.
La actitud de Ernesto no me limita, en fin, para invitarlo
a reflexionar e investigar desapasionadamente cuanto de esa
lamentable realidad contaminó la revolución cubana y cuánto
es posible y necesario superar antes que sea tarde. A
debatir sin estigmatizar. A debatir para lograr los nuevos
consensos y las soluciones que posibiliten avanzar mucho más
de lo alcanzado.
(*) Político y ensayista dominicano. Combatiente contra el
tirano Trujillo y los invasores estadounidenses en 1965. Fue
miembro del gobierno en armas que presidió el mártir
dominicano Francisco Caamaño Deñó. Ha sufrido carcelazos,
persecuciones y exilio por sus ideas. Es autor de unos 20
libros publicados.
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